Capítulo 06: La respuesta está observándote

Tali estaba sola en su cuarto, con su bola de cristal sobre la mesita, y su libro de magia. Buscaba algún conjuro que pueda convertir en hormiga a Julián, o hacerla rica, o invisible… lo que sea.
Finalmente uno llamó su atención, a pesar de no ser nada de lo que ella buscaba. Era para crear una conexión entre su mundo y el mundo mágico.
Se preguntó a sí misma si era una buena idea hacerlo. Se imaginó primero con el hogar siendo destruido por brujas en sus escobas, ella atada a la cama mientras se incendiaba todo, y la única persona a salvo era Julián, quien –por motivos desconocidos— había logrado simpatizar con las brujas.
Eso no le gustó para nada. Pero luego se imaginó a sí misma llena de poderes que las brujas le enseñaron, vestida con las mejores prendas de ropa, comiendo los mejores manjares, y obligando a los demás chicos del hogar –incluyendo a Álvaro— a ser sus sirvientes.
Finalmente optó por arriesgarse. —¿Qué tan grave podría llegar a ser?— se preguntó.
Leyó la página de su libro con atención: “Para abrir la puerta entre el mundo humano y el mundo mágico, es necesario proveer a la bola de rayos solares, mientras se pronuncian las palabras “Invítema Ómundum” y se realiza un pase de energía.”
—¿”Invítema Ómundum”? ¿Qué significará eso?— se preguntó Tali —¡Bah! ¿Qué importa? Lo importante es que voy a ser rica y todos acá van a ser mis esclavos.
Llevó la bola de cristal a la cama de Carola, donde reflejaba el sol por la ventana. Puso sus manos alrededor de la bola y pronunció muy concentrada—: “Invítema Ómundum”.
Al principio lo único que parecía haber sucedido era que Tali había corrido gran riesgo de hacer el ridículo en caso de que alguien la haya visto, lo cual afortunadamente no sucedió. Pero cuando observó con mayor atención, vio un pequeño destello gris en el centro de la bola. ¡Algo estaba pasando! El destello gris se hizo cada vez más y más grande, hasta iluminar toda la bola. Tali se alejó un poco, asustada.
Unos segundos más tarde, el destello salió y se convirtió en un rayo multicolor que recorría a toda velocidad el espacio del cuarto. Iba dejando estrellas multicolores en su camino, que desaparecían lentamente.
Fue justo cuando el rayo se detuvo frente a ella: éste desapareció y salió de él una criatura muy extraña.
Medía muy poco, algo así como quince centímetros. Era linda, con un cabello rubio perfectamente rizado, y ojos claros. Llevaba puesto un conjunto azul con un estampado de estrellas blancas, la acompañaban por detrás dos alas que siempre brillaban y liberaban un poco de estrellas multicolores que desaparecían.
Antes de que Tali pudiera decir algo, la criatura habló.
—¡Por fin en el mundo de los humanos! —dijo alegremente. Tenía una voz muy chillona, pero no tanto como la de Coco.
Tali la miró boquiabierta.
—¿Y? ¿No vas a decirme nada? Es de mala educación no saludar —se quejó la cosa extraña, sea lo que sea.
—…¿Quién s-sos? —preguntó Tali tartamudeando.
—¿Cómo que quién soy? Me llamo Úrsula, soy una bruja. Vos me liberaste.
—¿Una bruja? ¿De verdad? Pero… ¡Las brujas son viejas, feas, narizonas, con verrugas…!
—Nena, me parece que leés demasiados cuentos de hadas. Yo soy bruja de nacimiento y nunca tuve una sola verruga.
—¡Ay, no lo puedo creer! ¡Liberé a una bruja! —gritó Tali emocionada.
—Pará, pará, ¡Que yo no era ninguna prisionera! Solamente abriste el portal para que pueda venir acá.
—Bueno, eso… ¡O sea que ahora voy a poder aprender a ser una bruja de verdad! ¡Vos me vas a enseñar! –exclamó Tali— Voy a convertir a ese Julián en un sapo… —añadió luego, siniestra.
—Sí, sí… todo muy lindo, pero ¿Por qué tendría que enseñarte? ¿Qué hiciste vos por mí?
—Bueno, te dejé pasar acá… ¿Te parece poco?
—Sí, me parece poco.
—¿Y qué querés que haga?
—Mmm… tengo hambre. Traeme helado. No sé si enseñarte, pero por lo menos voy a mostrarte alguno de mis poderes. –dijo Úrsula dando a entender que Tali era su sirvienta.
—¿Qué? ¿Las brujas comen? –Tali pareció no notar el autoritarismo de Úrsula.
—Obvio que comemos. ¿Cómo te pensás que vivimos? –respondió ofendida.
—Bueno, pero… ¡Acá no hay helado!
—Ese no es mi problema. Si querés ver mis poderes, conseguime helado. No puedo hacer brujerías con hambre. Tengo que tener el estómago lleno, y de cosas ricas.
Tali finalmente pareció notar las pretensiones de Úrsula.
—Bueno, está bien. ¡Qué hincha que sos! Pero helado no hay, si querés te puedo traer unas galletitas de chocolate que son riquísimas, Álvaro me prometió que las iba a comprar hoy. Sirven igual, ¿No?
—Si no hay más remedio supongo que sí. –dijo Úrsula casi rindiéndose.
—No te muevas de acá, ahora las traigo.
Tali bajó corriendo a la cocina y volvió con las mejores galletitas que pudo encontrar. Tenían forma de flor, y un relleno de chocolate que no dejaba a nadie con las ganas.
—Eran para todos. Si se enteran que las agarré todas yo, me matan.
—¡Mmm! ¡Qué rico! –dijo Úrsula satisfecha mientras las comía— ¡En mi mundo no hay estas cosas! ¿Cómo me dijiste que se llamaban?
—¡Galletitas! –respondió fríamente Tali, sin ninguna intención de conversar.
—¡Eso! ¡Galletitas! Son lo más rico que probé en la vida.
—Sí, sí. Me imagino. Bueno, ¿Vas a hacer brujerías?
—¡Por supuesto! –respondió Úrsula— Ya siento que me vuelve la energía. ¿Qué querés que haga?
—Y, no sé… ¿Qué sabés hacer?
Úrsula comenzó a volar por todo el cuarto, haciendo mímica y movimientos extraños por cada proposición que le hacía a Tali. —Mmm… achicar a ese Julián al tamaño de una hormiga, cambiar el color del cuarto a tu gusto, desaparecer todo el techo de la casa, hacer que lluevan sapos, que las almohadas vuelen por todo el barrio… vos decime.
—¡Ya sé! –Tali se había dejado llevar por su ego, como de costumbre, y tenía que aprovechar esta oportunidad para quedar bien ante los demás— Vos metete acá –dijo levantando su pequeño bolso rosa del suelo— y vas a ayudarme con mi show de magia. ¿Te parece?
—¡Buenísimo! Es mi oportunidad de hacerme reconocida. –respondió Úrsula al mismo tiempo que se metía en el bolso, dejando por unos segundos estrellas multicolores por la cama de Tali.
—Voy a parecer la mejor bruja del mundo –susurró orgullosa Tali mientras salía por la puerta de su cuarto.

Mateo estaba bajo la mesa del comedor, escondiéndose de Álvaro y sus amigos, y esperando que se vayan para poder pasar a la cocina a comerse todas las galletitas que Álvaro había prometido comprarles hoy para después de cenar.
—Esta chica es terrible, no se imaginan el papelón que me hizo pasar. –decía Álvaro a sus amigos Tobías y Javier.
—Bueno, Álvaro; tampoco exageres, no pudo haber sido para tanto. –lo consoló Tobías.
—¡Sí, sí fue para tanto! ¡Me trataron como si lo único que supiera hacer con las mujeres es acostarme con ellas!
—¿Y para qué más las usás? –bromeó Javier. Rió junto con Tobías, pero Álvaro estaba serio.
—No me hagas esos chistes, chapulín. No es mi culpa, es todo culpa de esa Soledad. ¡Te juro que cuando la garre la voy a…! –Álvaro no terminó lo que iba a decir porque lo interrumpió Tobías.
—Bueno, Álvaro; no te enojes, ya vas a conseguir otra celadora, y chicas para acostarte tenés por todos lados. No perdiste nada. –le decía mientras le hacía masajes— Vos relajate y dejá que las cosas fluyan
—¡No me toques que me pongo violento! –le gritó amistosamente Álvaro.
—Calmate un poco, Álvaro. ¿Por qué no salimos los tres a conocer chicas ahora así nos olvidamos un poco de todo? –propuso Javier.
—¿Cómo querés que salga? No puedo dejar a estos mocosos solos, me quedo sin la casa en quince minutos. Si tuviera celadora esto no sería un problema, pero no. ¡Tenía que venir esa Soledad a arruinarme la vida!
—Entonces subí al baño, con Javier te preparamos un buen baño relajante y te olvidás de todo. Te va a venir re bien, Álvaro. Lo que necesitás es despejarte de tus problemas por un rato. –sugirió Tobías.
—Bueno, sí… está bien, vamos… —accedió finalmente Álvaro, y los tres subieron por la escalera de la sala principal.
Mateo aprovechó la oportunidad y entró corriendo a la cocina. Se dirigió a un armario enorme que usaban para guardar todo lo que no necesite refrigerio, pero en lugar de galletitas se encontró con una persona vestida con una túnica negra encapuchada. No pudo distinguir su cara por la oscuridad, y antes de que pudiera gritar o decir algo, la persona lo tomó por el cuello y lo forzó a entrar al armario, cerrando la puerta por detrás.
El armario estaba totalmente a oscuras y era muy pequeño. Apenas entraban ambos, y solo había sido posible porque estaba completamente vacío.
—Váyanse de esta casa… —le dijo una voz de hombre ronca tras la capucha. Le tapó la boca con las manos a Mateo, impidiendo que él conteste. –Váyanse, o la van a pasar muy mal…
Después de pronunciar esas palabras, el hombre encapuchado lo lanzó con fuerza fuera del armario, haciendo que Mateo se caiga. Éste se puso rápidamente de pie y corrió aterrado mientras lanzaba un grito desesperado al aire.


Mientras tanto, en la sala de juegos, estaban Julián, Coco, y Lucas sentados sobre los almohadones coloridos de la sala. Tali se encontraba frente a ellos con su bolso, anunciando su show de magia.
—¡Prepárense para ver la mejor bruja que haya existido jamás en la historia del mundo! ¡No se asusten, no tengan miedo! ¡Va a valer la pena verlo! —gritaba Tali para acaparar su atención.
—Dejá de gritar, me aturdís. –se quejó Julián.
—¿Qué querés ahora, nena? –preguntó de mala gana Lucas.
—¡Están acá reunidos para ver la mejor demostración de brujería de todos los tiempos! –gritó nuevamente Tali.
Los tres chicos no pudieron –ni quisieron— aguantar la risa. Estallaron en carcajadas burlándose de ella.
“Ja, qué tarados. Cuando vean lo que hace Úrsula me van a pedir que les firme autógrafos de rodillas.” Pensaba Tali para animarse.
—¡Cuidado, chicos! ¡El poder incomparable de la gran Tali! –dijo sarcásticamente Julián, seguido de las risas de los tres.
—¡A ver, el gracioso! –Tali parecía enojada— ¿Ven ese cara de rana de ahí? Todos aléjense de él, porque voy a reducirlo al tamaño de una hormiga y es peligroso.
Sorprendentemente Lucas y Coco se distanciaron varios centímetros de Julián. Él parecía sorprendido, y un poco asustado también, aunque intentaba disimularlo.
—¡A la cuenta de tres! –gritó Tali y empezó a contar mientras hacía movimientos con las manos dirigidos a su víctima— Uno… dos… ¡Tres!
Julián se tocó todo el cuerpo. Estaba sin ninguna alteración. El hechizo de Tali había fallado.
—¡Uy! ¡Pará! ¡A mí me convirtió en oso! ¡Ayúdenme! –gritó Coco burlándose. Los tres rieron.
Tali se desesperó. “¿Por qué Úrsula no lo convirtió en hormiga? ¿Necesitará demasiada energía para eso?” pensó.
—¡Que desaparezca el techo entonces! —dijo con un tono más nervioso mientras hacía los movimientos con las manos dirigidos hacia arriba.
Nada pasó. Los chicos se rieron todavía más fuerte, hasta que alguien los interrumpió.
—¡¡¡TENEMOS QUE IRNOS DE ESTA CASA!!! –gritó Mateo, que había entrado corriendo.
—¿Qué te pasa a vos, loquito? –preguntó Lucas.
—¡Un hombre recién me agarró y me dijo que si no nos íbamos, la íbamos a pasar mal! ¡Tenemos que irnos, chicos! –insistió Mateo. Todos menos Mateo y Tali rieron.
—¿Y a este lo reclutaste para que forme parte de tu espectáculo o qué? –se burló Julián.
—¡Que devuelvan la plata de la entrada, mejor! —dijo Coco entre risas.
—¡Esto es un afano! —gritó Lucas casi ahogándose en una carcajada mientras los tres se iban del cuarto, con Mateo detrás insistiendo en que debían irse, dejando a Tali sola y humillada.
—¡¿Por qué me hiciste eso, bruja traicionera?! —le gritó Tali a su bolso mientras lo abría. Para su sorpresa, estaba vacío. —¡¿Dónde te metiste?! ¡¡¡Cuando te agarre te mato!!! —dijo mientras lo lanzaba al suelo y lo pisaba con bronca.


Esa noche, Julián no paraba de pensar en Carola. Estuvo muy cerca de ella, a punto de besarla, y desperdició la oportunidad. Se sentía como un idiota.
Por otro lado, también lo inquietaba el misterio del laberinto. A pesar de que había sido él quien insistió en guardar el secreto, sus miedos comenzaron a dominarlo y no tardaron en obligarlo a contarle a alguien. Ese alguien había sido, además de Carola, Lucas.
Ambos se encontraban en su cuarto, solos, con el pijama ya puesto, elaborando teorías al respecto en sus respectivas camas, antes de que lleguen el resto de los chicos a dormir.
—¿Y si es un fantasma que se esconde en el laberinto y no quiere que nadie lo descubra? Capaz Mateo tenía algo de razón hoy. —sugirió Julián.
—No seas tarado, los fantasmas no existen. Si hay alguien escondiéndose en ese laberinto, es una persona viva… y peligrosa. —señaló Lucas, haciendo hincapié en la palabra “peligrosa”.
—¿Como quién? —preguntó Julián.
—Y… no sé… el tipo que Mateo dice que vio, por ejemplo. Aunque la verdad no le creo una sola palabra.
—Yo tampoco, seguro lo inventó para llamar la atención; pero no podemos negar que en esta casa pasan cosas raras.
Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, pensando quién podría ser la persona escondida en el laberinto.
—¡Ya sé! —dijo de repente Lucas, tan iluminado por su idea que se sentó sobre su cama.
—¿Qué? ¿Quién es? —preguntó ansioso Julián, y un poco asustado por conocer la respuesta a su pregunta.
—Pensá… ¿Quién quiere que nos vayamos de acá?
—No sé… ¿Alguien que vivía en la casa?
—No, Julián. Pensá… para que alguien quiera que nos vayamos, tiene que odiarnos… ¿Quién nos odia del barrio?
—¿Estás hablando de…?
—Sí, Julián. Es Sebastián, el vecino. ¡Estoy seguro! Todo esto es un plan suyo para asustarnos.
Julián pareció convencido por los argumentos. –Tenés razón, Lucas. Te apuesto lo que quieras a que esa página vieja de diario que encontré es falsa y la puso él… y la señora esa debe ser su tía o algo así.
—No podemos dejar esto así. Vamos a aclararle que deje de molestarnos o va a recibir otra buena dosis de tomates. —sugirió Lucas.
—Sí, vamos.
Ambos se vistieron rápidamente y se dirigieron a la casa del vecino. Tocaron el timbre, y unos segundos más tarde los atendió Luciana.
—¿Qué quieren ustedes a esta hora? —les dijo con cara de pocos amigos.
—Estamos buscando a Sebastián. –respondió Lucas.
—¿Cómo tienen cara para venir después de lo que hicieron? Estúpidos, váyanse y si quieren hablar con Sebastián lo llaman por teléfono. O mejor: no hagan nada. Chau.
Justo cuando Luciana estaba cerrándoles la puerta en la cara, alguien la detuvo por dentro. Era Sebastián.
—Andá, Luciana. Dejame solo con ellos. –Luciana se quedó en silencio un segundo, y finalmente le hizo caso a su hermano— ¿Qué quieren ustedes conmigo? ¿Eh? –preguntó Sebastián de una forma tan pacífica como violenta. Envió señales confusas.
—Queremos que nos dejes de molestar o te las vas a ver con nosotros. –le advirtió Lucas.
—Sí, ya sabemos que vos mandaste a la señora esa para que nos diga lo del laberinto. –añadió Julián.
—¿De qué señora me están hablando? ¿Qué laberinto? –Sebastián parecía no comprender.
—No te hagas el tarado. Ya sabemos que mandaste una página de diario falsa, y a Juana a decirnos que nos vayamos del hogar porque había alguien escondido en el laberinto que quería hacernos algo. Así que, o eso es una mentira tuya, o el que está en el laberinto sos vos; y como te veo por acá, supongo que será la primera opción.
—¿Qué decís, tarado? Yo no mandé a nadie a decirles nada. Si les quiero mentir en algo, voy y se los digo yo mismo. –Sebastián parecía estar siendo realmente honesto— Además, esa señora tiene razón. En esa casa siempre pasaron cosas raras. ¿Por qué piensan sino que nadie vivió ahí tantos años hasta que vinieron ustedes? Piensen un poco, mugrosos.
—No te creemos, y no venimos a pedirte que nos expliques nada. Te venimos a advertir que pares. –dijo Julián detrás de la espalda de Lucas.
—Piensen lo que quieran. Si no me creen vayan a revisar los archivos de diarios viejos. Chau. –dijo Sebastián mientras cerraba la puerta.
Lucas y Julián, ya sin mucho más que hacer, se dispusieron a volver al hogar a dormir.
—¿Vos le creés? —preguntó Julián mientras cruzaban el patio delantero del hogar.
—No sé… el flaco es medio gil, pero no parecía estar mintiéndonos. –respondió Lucas.
—Y entonces… ¿Quién o qué se esconde en el laberinto?
—No sé… pero lo vamos a averiguar. –respondió firmemente Lucas.
Tanto elaborar teorías para nada, estaban igual que al principio. Esa noche ambos tuvieron problemas conciliando el sueño, y una vez que lo lograron, tuvieron pesadillas de todo tipo imaginando lo que había en el laberinto. Desde asesinos hasta animales salvajes, pasando por fantasmas.
Ni siquiera tenían idea todavía de que la respuesta estaba todavía más cerca de lo que creían. De hecho, los estaba observando en ese mismo momento, mientras dormían. Podían sentir su frío aliento y su mirada capturándolos; qué mal por ellos el no haberse podido despertar y sacarse la duda. Quizás en otra ocasión.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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