Capítulo 08: De eso se trata

Era una tarde nublada y calurosa en La Boca, la gente recorría las calles con prendas sueltas y coloridas, demostrando que no necesitaban del sol para disfrutar del día; además, en este caluroso verano, el sol realmente ya comenzaba a cansarles. El típico –y un poco desagradable— olor del riachuelo de La Boca era hoy más notable que de costumbre.
Del amontonamiento de gente caminando, destacaba un chico bajito de unos seis años, un poco páido y de pelo oscuro. Él corría a toda velocidad, como escapando de alguien. En su mirada pacífica e inocente podía notarse también su tristeza y su desesperación. Muchos de quienes lo veían correr creían que era un ladrón –debido a su huida y su ropa de granjero, lo cual significa que pertenecía al granero de La Boca, el cual tenía muy mala fama en la zona—, otros lo consideraban un juego, pero la gran mayoría simplemente hizo caso omiso a su presencia.
Detrás del chico había alguien persiguiéndolo; era una mujer vestida con mucho color: Soledad.
—¡Esperá, no corras! —le gritaba Soledad al chico, pero él no emitía respuesta alguna.
Siguió corriendo, atropellando a varias de las personas en su camino. Una de ellas, una señora mayor, reaccionó con un típico discurso sobre la mala educación de las nuevas generaciones. Otras señoras a su alrededor la alentaron demostrándole su apoyo.
Tanto Soledad como el chico parecían muy agotados, debían haber estado corriendo por lo menos unas diez cuadras. Cuando el chico ya no tenía más energías, decidió hacer lo primero que se le ocurrió: saltar por el riachuelo.
No tenía sentido, era totalmente ilógico. Su única esperanza era que Soledad no lo hubiera visto, pero sabía perfectamente que las probabilidades de que eso haya sido así eran muy pocas –por no decir nulas—.
—¡No! ¡¿Por qué hiciste eso?! —le gritó nerviosa cuando llegó al borde del riachuelo.
—¡Auxilio! ¡Me ahogo, Sole! ¡No sé nadar! —gritaba el chico. Su plan de esconderse definitivamente había fracasado. Si había tenido la suerte de no haber sido visto, entonces ahora estaba desperdiciándola. ¿Cómo no se había dado cuenta antes que él no sabía nadar?
—¡Aguantá que ahí voy! —le respondió Soledad para calmarlo, mientras se sacaba sus zapatillas y se lanzaba al riachuelo.
—¡Sole! ¡Vení rápido que me ahogo! —le volvió a gritar el chico.
Afortunadamente Soledad había tomado varias clases de natación, y no representó mayor dificultad rescatarlo. Tan solo unos momentos después ya había logrado sentarse junto a él al borde de unos de los barcos estacionados a la orilla del riachuelo.
La gente parecía no haber notado todo lo que acababa de suceder. Nadie se había detenido a mirar, ni a preguntar cómo estaban… nada. Probablemente lo habían notado, pero tenían cosas más importantes que hacer. Esa era una de las cosas que a Soledad no le gustaban de La Boca, la gente era muy fría y egoísta.
—Casi me matás de un susto, Ezequiel. ¿Cómo vas a tirarte al riachuelo? Lo que hiciste es muy peligroso. ¿Mirá si te pasaba algo? —le dijo Soledad calmadamente.
—Es que me tenía que escapar para que no te vayas —respondió éste con voz triste, empapado de pies a cabeza.
—Yo ya te expliqué, Eze. Tengo algo muy importante que conseguir, por eso tengo que irme a Mar del Plata. Pero voy a volver. –le respondió Soledad mientras lo abrazaba— Yo también los quiero mucho y los voy a extrañar un montón.
—Pero si te vas… —comenzó a decir Ezequiel con su voz traviesa, haciendo una pausa para pensar— el doctor Pérez me dijo que voy a tener un montón de ronchitas en la cara, y alergia… y además que iba a explotar como un globo… ¡Pum!
Ezequiel solía decir muchas mentiras, lo cual le había llevado a ganarse el apodo “Mentiritas” entre todos en el granero donde vivía. Nadie podía creer ya sus palabras.
—No te va a pasar eso, —respondió entre risas Soledad— y si seguís diciendo mentiritas te va a crecer la nariz como a pinocho.
—¡No te vayas, Sole! ¡Porfa, porfa! —interrumpió Mentiritas casi llorando.
—No llores, Eze. Dale, volvamos al granero. Vení que te llevo.
Los dos caminaron unas cuadras hacia una casa grande que por dentro parecía estar ubicada más de una granja que en pleno barrio de La Boca. Una vez dentro, Soledad fue al establo donde se encontraba una chica delgada y pequeña.
Ambas se dedicaron a limpiar el cuarto de los caballos mientras comentaban el escape de Mentiritas. Después se callaron.
—Clarita… —dijo Soledad rompiendo el silencio.
—¿Qué te pasa, Sole? Te veo mal desde que llegaste. –le respondió Clarita, con su voz serena.
—Nada, es que… estoy mal, me cuesta despedirme de Eze. Es muy allegado a mí.
—O sea que ya lo decidiste… ¿Te vas? —preguntó Clarita casi retóricamente, un poco decepcionada.
—Y, sí… pero no es nada fácil. Me cuesta mucho despedirme de todos ustedes.
—Sí, Sole. Acá está tu gente, te extrañamos mucho cuando no estás. –Clarita hizo una pausa— Además… no entiendo por qué estás empeñada en seguir con esa locura.
Soledad se tomó unos segundos para responder. Sabía perfectamente que Clarita tenía toda la razón. –Lo que pasa es que ya llegué tan lejos… estoy a punto de lograrlo. Voy a lograro. Sería una lástima abandonar justo ahora que estoy tan cerca.
—¿Me vas a decir que ya te hiciste amiga de uno de “esos”?
Esa pregunta fue muy dura, pero Clarita no lo sabía. Al único de “esos” que Soledad había conocido era a Álvaro, y le había prohibido que vuelva a acercarse al hogar después del incidente del día de la entrevista de trabajo.
—Bueno… —comenzó Soledad, dudando— amiga amiga no, pero estoy en eso.
Hubo un silencio largo.
—Bueno… —comenzó nuevamente Soledad— me voy a buscar a Eze para despedirme.
Cruzó el pasillo y se dirigió al patio interno. Lo vio en una de las esquinas del patio, junto a una maceta, tapándose la cara. Había algo diferente en él.
Soledad se alteró. —¡¿Qué te pasó?!— preguntó nerviosa. ¡Mentiritas tenía la cara llena de puntos rojos!
—Levantate así te veo bien —le dijo.
—No puedo… no puedo levantarme. —contestó Mentiritas con la voz más débil que pudo hacer.
—¿Cómo que no te podés levantar? —preguntó Soledad acercándose a él. Una vez que estaba a su lado, lo observó más atentamente. —¿Qué tenés en la cara?— le preguntó.
—No sé… —contestó él como quien ni siquiera tiene idea de su nombre.
—¿Cómo que no sabés lo que tenés en la cara?

Mentiritas le dedicó una tos exagerada. –Yo te avisé, Sole. Si vos te vas, yo me enfermo. El doctor Pérez me lo dijo el otro día. Me van a pasar cosas muy malas.
—¡Ah, cierto que vos me avisaste! –respondió Soledad sobreactuando sus palabras mientras tomaba del suelo un marcador rojo. —¿Y esto qué es?— le preguntó mostrándoselo.
—No sé…
—¿Cómo que no sabés qué es esto? Es un marcador rojo.
—¿Quién habrá puesto un marcador rojo al lado mío? –preguntó Mentiritas.
—Ezequiel, ¿Cuántas veces tengo que decirte que no hay que decir mentiritas?
—Es que… Sole, me tenés que hacer un favor.
Soledad lo miró con cara de no querer hacerlo.
—Uno cortito. —insistió Mentiritas.
—Bueno, si es cortito sí. –aceptó Soledad.— Decime. ¿Qué favor?
—Te tenés que quedar acá, sino a mí me van a pasar cosas malas. –le pidió Mentiritas con una mirada triste.
—Ya sabés que no puedo, Eze… —respondió Sole igualmente triste.
—¿Por qué no?
—Porque me tengo que ir a hacer algo muy importante…
—¿Cuándo? ¿En una semana?
—No, ahora mismo. Ya me estoy yendo, pero te prometo que voy a volver prontito. Y cada día que esté lejos de vos, te voy a mandar una carta. Te lo prometo.
—¿En serio?
—Sí, es una promesa. Ahora me tengo que ir. –le dijo Soledad mientras besaba su frente. –Chau, te quiero, y te voy a extrañar.
—Yo también, chau Sole. –respondió finalmente Mentiritas mientras la vio cruzar hacia el pasillo, y unos minutos después oyó la puerta principal abriéndose para dejarla salir.
Pero Mentiritas seguía triste y confundido. Soledad, Clarita, y los demás lo subestimaban demasiado como para contarle toda la verdad. ¿Por qué Soledad se tenía que ir a Mar del Plata otra vez? ¿Qué era lo tan importante que tenía que hacer ahí? Él no iba a quedarse con los brazos cruzados, tenía que hacer algo, e iba a hacerlo. Después de todo, su habilidad era inventar mentiras, y escaparse es inventar una presencia de mentira, ¿No es así?


Dos días más tarde, las cosas en el hogar parecían haberse estabilizado, aunque no para bien.
A Álvaro le inquietaba el hecho de no conseguir celadora. Había entrevistado a varias chicas más, pero cada una seguía siendo más incompetente que la anterior. No soportaba más tener que cuidar él mismo a los chicos, y mucho menos tener que servirles; lo único que lo alentaba a sobrevivir eran sus amigos Tobías y Javier que se mantenían fieles ayudándolo y facilitándole su labor.
En cuanto a Tali y Carola, seguían sin hablarse. Tali había intentado disculparse y hacerle todo tipo de regalos a Carola, pero no había servido de nada.
Úrsula era su única salida de los problemas. Había decidido ignorar el fallido intento de show de magia que ésta le había hecho hacer, y se habían comenzado a llevar bien. De todos modos, Úrsula aún se negaba a mostrarle sus poderes; probablemente no se sentía preparada. A Tali no le importaba, lo único que quería era arreglar su relación con Carola. Úrsula había pasado completamente a un segundo plano.
Durante horas y horas había pensado cómo remediar sus hirientes palabras, hasta que finalmente, esa tarde, tuvo la mejor idea que se le podría haber ocurrido. Lo que más quería en el mundo Carola era ser una bailarina famosa, ¿Y qué mejor manera de convertirse en una bailarina que yendo a la escuela de danza más prestigiosa de la ciudad? ¿Iba acaso a ignorar el hecho de que la mejor amiga de la tía de Álvaro era la creadora y profesora más importante de esa escuela? Tenía que convencerla de que le de clases a Carola, o al menos la deje ser alumna de su escuela.
No fue nada difícil robarle por un minuto el teléfono celular a Álvaro y copiar el número de Trinidad, ya que normalmente Álvaro lo dejaba abandonado por la casa y ni siquiera se percataba de ello hasta que comenzaban a llamarlo. Una vez que lo consiguió, fue corriendo a su cuarto y tomó el teléfono fijo de la mesita para llamar a Trinidad.
—No puedo… —pensó Tali en voz alta – si me reconoce la voz no me va a hacer caso. ¿Por qué iba a querer ayudar a una huérfana como yo?
Se quedó pensando unos minutos, inmóvil, sentada en la silla rosa, hasta que una solución brillante cruzó por su mente: ¿Por qué no le pedía ayuda a Úrsula? Era para una causa tan buena que hasta ella iba a disponerse a servirle.
Sacó su bola de cristal y comenzó a agitarla mientras la llamaba.
—¡Úrsula! ¡Úrsula, aparecé! ¿Dónde estás, Úrsula? ¡Úrsula! —gritaba Tali, hasta que comenzó a brillar una luz multicolor que se expandió y cruzó los límites del cristal a gran velocidad. El brillo pronto desapareció permitiendo ver a Úrsula.
—¡¿Qué hacés, nena?! ¡¿Estás loca?! ¡Las brujas también nos mareamos, no sé si sabías! —se quejó Úrsula con su tono de voz chillón y sus palabras irónicas.
—¡Perdón, Úrsula! Pero es que necesito que me hagas un favor urgente.
—¿Encima me vas a pedir que te haga un favor? ¡Yo vuelvo a mi mundo, nena! ¿Qué te pensás que soy?
—¡Úrsula, por favor! ¡Es algo muy importante! ¡No es para mí! Es para Carola… —dijo Tali con una voz un poco apagada.
—¿Y esa quién es? —preguntó Úrsula con un tono que rozaba lo despectivo.
—Es mi mejor amiga. Bah, era, porque yo le dije algo muy malo, y ahora tengo que compensarla para que me perdone. Ahí es donde entrás vos.
Úrsula se quedó en silencio unos segundos mientras recorría el cuarto volando. Finalmente se paró sobre el borde de la lámpara de la mesita. —…Bueno, está bien, ¡Pero después me das algo rico de comer!… ¿Qué tengo que hacer?
—¿Vos podés imitar la voz de otra persona?
—¡Obvio! —respondió Úrsula— ¿Te gusta esta? —preguntó con la voz ronca de un hombre adulto —¿O preferís esta?— preguntó esta vez con voz de una anciana.
—¿Una voz como de una mujer de unos veintiocho años? Que parezca una empresaria o algo así.
—¡Mi preferida! —respondió Úrsula con el ejemplo de una voz de una mejor que demostraba mucha importancia. Esa era definitivamente la voz de una mujer exitosa y segura de sí misma.
—¡Es perfecta! —aseguró Tali emocionada. –Ahora esperá un segundo… —Tomó un papel y se puso a escribir algo. Unos segundos después lo terminó y se lo mostró.
—¿Qué es eso? —preguntó Úrsula, con su propia voz.
—Mirá, yo ahora marco un número y vos leé esto con la voz que hiciste recién. –ordenó Tali e inmediatamente después marcó el número de Trinidad y le acercó el teléfono a Úrsula.
El teléfono sonó unos segundos hasta que finalmente atendió una voz delicada y femenina.
—¿Hola? ¿Quién habla? —preguntó Trinidad.
—Buenas tardes. Soy la editora de la revista Mujer Glamorosa, la llamaba para informarle que la estamos considerando para el puesto de Mujer del Año. —dijo firmemente Úrsula con la voz de la mujer exitosa. Era totalmente convincente, nada podía fallar.
—¿A mí? ¿Por qué? —preguntó Trinidad algo curiosa.
—Nos informaron que usted permitió que ingrese a su escuela una chica huérfana de bajos recursos, Carola, del hogar de Álvaro Del Solar. ¿Eso es cierto?
Trinidad se quedó en silencio por un segundo. ¿Carola era esa chica que le había pedido aprender a bailar? ¿Cómo se había enterado la prensa de eso? ¿Por qué creían que le había dicho que sí? No importaba. No iba a dejar pasar esta gran oportunidad. –Sí, sí. Bueno, en realidad no la dejé entrar a mi escuela, sino que le voy clases individuales yo misma. Personalmente me encargo de desarrollar el talento de esta chica. –hizo una pausa— Bueno, ¿Cómo es eso de Mujer del Año? —preguntó Trinidad interesada.
—Vamos a evaluar su desempeño con esa chica, y debo admitir que tiene muchas posibilidades. Buenas tardes. —dijo finalmente Úrsula, y Tali finalizó la llamada.
Tali y Úrsula rieron.
—¡Salió genial! ¡Sos una capa! –dijo efusivamente Tali.
—Sí, sí. Todo muy lindo pero ahora quiero más de esas galletitas de chocolate que me diste el otro día. –le recordó Úrsula a Tali, ahora nuevamente con su voz propia.


Más tarde, casi entrando en la noche, María Julia y Trinidad habían visitado juntas a Álvaro en el hogar por dos motivos diferentes cada una. María Julia tenía que informarle algunas novedades sobre la empresa, mientras que Trinidad quería conocer a su nueva alumna, Carola.
Tali se ofreció amablemente a llevar a Trinidad con Carola, mientras que Álvaro estaba sentado con María Julia en el comedor, tomando café con bizcochos salados.
—¿Qué pasó, tía? Hace más de quince minutos que estamos acá tomando café y todavía no me dijiste lo que me tenías que decir. ¿Qué era tan importante? —preguntó Álvaro un poco impaciente, después de que su tía haya evadido el tema por lo menos tres veces desde que había llegado al hogar.
—Bueno, Álvaro; comprendeme, no es nada fácil. Me temo que no son buenas noticias. –respondió María Julia.
—¿Qué pasó, tía? ¿Le pasó algo a mi mamá?
—No, querido. No te preocupes, ella está bien… es sobre MI mamá de quien tengo que hablarte.
—¿Victoria? ¿Qué le pasó? —Álvaro comenzaba a preocuparse.
—No te preocupes, no es nada grave. Está muy estresada, y decidió tomarse unas vacaciones por Europa. ¿Te suena conocido? –bromeó María Julia para que el ambiente sea un poco agradable y continuó, después de comprobar que a Álvaro no le hacía gracia— En fin, como sabrás, tuvo que dejar alguien a cargo de la empresa Del Solar. ¿No pensabas que iba a abandonarla, no?
—¿Y a quién dejó? —preguntó todavía más preocupado Álvaro. Estaba deseando con todas sus fuerzas que no le responda con el nombre “Juan Ignacio”. Eso sería definitivamente lo peor que le podría pasar.
María Julia se quedó en silencio mirando su taza de café.
—¡Dale tía, decime! ¿A quién dejó a cargo de la empresa Del Solar? A Juan Ignacio, ¿No? Desde que te casaste con él estaba seguro que le iba a dar beneficios que a mí. Primero le quiere dar mi herencia y ahora esto. ¡Es como el nieto que nunca tuvo!
Después de respirar hondo, María Julia respondió: —No, Álvaro… a Juan Ignacio no, a Diana.
—¡¿A Diana?! —respondió Álvaro perplejo y aliviado. Cualquier nombre iba a ser mejor que el de Juan Ignacio, pero de todos modos no esperaba oír lo que oyó.
Diana era hermana de la madre de Álvaro y de María Julia, por lo tanto era también su tía. Había estado viviendo en el exterior, dedicándose a sus negocios propios. Había sido siempre muy reservada y segura de sí misma, así como también exitosa. Nunca había sido muy cálida ni muy allegada con Álvaro ni con ninguna de sus hermanas; ni siquiera con su mamá. De todos modos, a pesar de todo eso, no era una mala persona, o al menos eso le parecía a Álvaro.
—Pero… ¿Diana no estaba en Europa? –preguntó Álvaro sin comprender.
—Sí, querido. No es casual que ese haya sido el destino que tu abuela eligió para vacacionar. Con la excusa de sus vacaciones le hizo una visita a Diana y la convenció de dejarla a cargo de la empresa. Ella por supuesto cedió, ya sabés cómo es tu tía.

Sí, Álvaro sabía perfectamente cómo era Diana, y sabía muy bien que el hecho de que ella se haya quedado a cargo de la empresa le otorgaba autoridad sobre su hogar, autoridad que no iba a dudar en ejercer.


Cuando Tali y Trinidad entraron al cuarto de juegos, encontraron a todo el resto de los chicos. Carola estaba bailando en un rincón con su música, mientras que Lucas, Julián, Coco, y Mateo jugaban al fútbol.
—¡¿Qué hace usted acá?! —preguntó Carola sorprendida cuando notó que Trinidad estaba viendo cómo bailaba.
—Te estoy viendo hace un rato, tenés condiciones. —respondió amablemente Trinidad.
—…Gra-gracias… —tartamudeó Carola, ruborizada.
—Tengo muy buenas noticias para vos. Desde hoy sos oficialmente mi alumna.
—¿En serio?
—Así es. Voy a venir periódicamente a visitarte para convertirte en una bailarina de primera categoría, y de vez en cuando también vas a venir vos a mi escuela. Vas a triunfar, Carola.
—¡No lo puedo creer! ¡Muchas gracias, Trinidad! Pero, ¿Por qué cambió de opinión? Si me había dicho que no quería saber nada conmigo… —Carola recordó con tristeza.
—Bueno… eh… digamos que… —Trinidad no sabía qué responderle. El verdadero motivo era que quería ser elegida Mujer del Año, ya que Tali y Úrsula le habían hecho creer eso.
—Yo la convencí. –interrumpió Tali.
—Sí, esta amiga tuya fue muy gentil con vos y me hizo darme cuenta que tenés potencial, y eso nadie puede comprarlo. –Trinidad no sabía muy bien por qué estaba siguiendo esa mentira, pero no tampoco le interesaba demasiado ser honesta. Lo único que quería era tener su mención cuanto antes así no volvía a pisar ese hogar de huérfanos nunca más.
—Me sentí muy mal por lo que te dije el otro día, esta es mi manera de pedirte disculpas. ¿Me perdonás, Caro? –Tali no podía reconocer la honestidad de sus palabras. No era su estilo, pero no podía perder a su mejor amiga por su orgullo.
—Obvio que te perdono, sos la mejor del mundo. –respondió Carola y ambas rompieron en un abrazo.
—Bueno, Carola. Mientras espero a María Julia, ¿No me vas a presentar a tus amiguitos? —interrumpió Trinidad mientras señalaba con la mirada a los chicos.
—Sí, obvio. ¡Chicos, acérquense! ¡Les quiero presentar a alguien! –gritó Carola interrumpiendo el juego. Sorprendentemente le hicieron caso y se acercaron.
—Él es Lucas, el más grande. Él es Mateo, el más chico. Él es… bueno, Julián. Y él… —Carola se detuvo— ¿Dónde está Coco?
Todos los chicos miraron a su alrededor.
—Estaba con nosotros hace diez segundos. –comentó Lucas.
—No se pudo haber ido tan lejos, ¡Me pasó la pelota recién! ¿Ustedes lo vieron irse? –preguntó Julián.
—No. —respondieron al unísono Mateo y Lucas.
Buscaron por debajo de algunos de los juegos del salón y algunos muebles, pero no estaba en ningún lado. Sin saber por qué, Coco había desaparecido de repente sin dejar rastros.

2 comentarios:

  1. me encanta, simplemente me encanta cada uno de los capitulos!!
    espero que pronto subas el siguiente
    Gracias x visitar mi blog!!

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  2. Hacía mucho que no podía hacerme un tiempo para poder leer el blog. La novela sigue tan genial como siempre, me encanta porque me lleno de recuerdos.
    Beso.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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