Capítulo 12: El caleidoscopio

En el hogar, Carola no paraba de ensayar. Sin pareja, por supuesto. Y sin esperanzas también.
Lo más frustrante de todos sus ensayos era que cada vez que lo intentaba le salía peor. Cuando caía mal en el salto, al siguiente intento también se confundía de pie, y al siguiente se le sumaba hacerlo fuera del tiempo musical correspondiente.
Sin importar que le esté yendo cada vez peor, y sin importar que esto implique pelearse con todos sus compañeros del hogar, ella tenía que ganar ese concurso sea como sea. Era su gran oportunidad y no podía desperdiciarla. Siempre había querido ser una bailarina famosa, no podía dejar pasar algo así. Iba a seguir ensayando hora tras hora hasta que cada paso le salga perfecto, y todavía más. Tenía que brillar.
Más allá de lo lindo que sonaba, la realidad era que –además de empeorar con cada ensayo— estaba arruinándose a ella misma como persona. Ya nadie podía reconocerla. Desde que había comenzado su período de ensayos sin fin, era grosera y antipática con todos, quienes reaccionaban con insultos. Afortunadamente para Carola, había una persona que quería hacer algo más que solo ignorarla hasta que “que se le pase”, había alguien que quería ayudarla: Soledad.
—Caro, ¿Podemos hablar? –le dijo mientras entraba al cuarto de juegos. Usó un tono de voz algo elevado, pero solo fue para que pueda oírse su voz por encima de la música que, según parecía, no iba a detenerse nunca.
—Ahora no puedo, estoy ensayando. –le respondió Carola sin mirarla, mientras ejecutaba terriblemente mal su salto.
—Es importante. –insistió Soledad.
—Te dije que no puedo.
Las cosas iban como Soledad imaginaba, así que no le quedó más remedio que obligar a Carola a ponerle atención. Avanzó hacia el reproductor de música y sacó el CD, sosteniéndolo con su mano.
—¡¿Qué hacés, Soledad?! ¡Te dije que estoy ensayando! ¡Dame el CD! ¡Tengo la competencia en re poco tiempo! –le gritó Carola.
—¡Shhh! ¡No me digas Soledad! ¡Acá soy Mencha! –le susurró Soledad.
—¡Bueno, Mencha! ¡Dame el CD ya! –insistió Carola.
—¿Lo querés? ¡Vení a buscarlo! –dijo Soledad mientras salía corriendo a toda velocidad por la puerta de la sala de juegos. Carola la siguió, sin quedarse atrás.
Corrieron por la sala principal, con los gritos de Carola de fondo. Subieron las escaleras, y cruzaron el pasillo hasta entrar por una de las puertas. Una vez ahí, Carola se quedó en silencio, perpleja; nunca antes había estado en ese cuarto, o al menos no recordaba haber estado.
Era un cuarto acogedor, con mucha luz que entraba por un gran ventanal con cortinas semitransparentes. Tanto las paredes como el techo y el suelo compartían el mismo tono beige, con la diferencia de que el suelo era de mármol mientras que las paredes estaban empapeladas y el techo se componía por maderas.
Había una cama de dos plazas en el centro del cuarto, haciendo juego con el tono beige del cuarto; dos mesitas de luz a cada lado de la misma, con una lámpara cada una; un baúl al borde de ésta; un armario grande al otro extremo del cuarto; y un pequeño escritorio con un espejo medianamente amplio.
—¿Qué es este lugar? –preguntó Carola, dando a entender con su tono de voz que todo su enojo había desaparecido instantáneamente.
—Es mi cuarto. ¿Te gusta? Lo redecoré yo misma. Cuando me lo dieron era horrible.
—Me encanta… —respondió Carola, y luego, recordando cómo había llegado ahí, añadió—: …pero dame mi CD, por favor. Necesito ensayar.
—Antes quiero saber algo: ¿Estás segura de que esto es lo que querés? ¿Estás disfrutando bailar tanto como antes?
—Y… no sé… pero tengo que ganar el concurso. Eso es lo importante.
—Bueno, si pensás así… tomá, seguí ensayando. –dijo Soledad y le entregó el CD— Pero pará, no te vayas. Antes te quiero mostrar algo. Seguime.
Soledad avanzó al centro del cuarto, justo delante de la cama, y tomó una cuerda que había en el techo impulsándola hacia abajo, permitiendo así que se desplieguen unas escaleras de madera que llevaban a un ático.
—¿Y esas escaleras? –preguntó Carola mientras ambas las subían. Soledad no respondió, dejando que lo compruebe por sí misma.
El ático era un cuarto de dimensiones muy chicas, lleno de almohadones, con la misma decoración que el cuarto de Soledad, pero a diferencia de este, el ático solo estaba iluminado por algunas velas y la luz natural que entraba por una ventana circular con diseños de vitrales de todos colores.
—Es hermoso… ¿También lo decoraste vos? –preguntó Carola, sin dejar de observar el ático, especialmente la ventana.
—Sí, lo descubrí hoy mismo. Vení, sentate acá al lado mío. –dijo Soledad, y ambas se sentaron en dos almohadones, frente a la ventana.
—¿Qué es esto? –preguntó Carola mientras tomaba un objeto que estaba ubicado junto a ellas, en el suelo.
—Es un caleidoscopio. –respondió Soledad— Te explico: si mirás con esto apuntando a los colores de la ventana, podés ver cosas increíbles y mágicas. Mirá, probá.
Carola siguió los pasos que le indicó Soledad y vio por el caleidoscopio cientos de colores moviéndose, con estrellas bailando alrededor, y nubes amarillas que aparecían y desaparecían.
—¡Wow! ¡Veo un montón de colores! Es como el cielo… ¡Pero mágico! –exclamó Carola.
—Y si mirás mejor podés ver más… fantasías, ilusiones, sueños… o hasta pesadillas.
De repente, los colores que veía Carola adquirieron forma y se fundieron en figuras. Era como ver la realidad, pero un poco distorsionada. Se veía a ella misma en tonos grises, bailando triste, mirando al suelo, con sus brazos y piernas sostenidos por un hilo que controlaba Trinidad por encima suyo: era una marioneta. De repente, la marioneta se detuvo y la música paró. Trinidad, desde arriba, enfureció: —¡Vamos, Carola! ¡A triunfar! ¡Te lo ordeno! ¡Ya mismo!— le gritó.
Inmediatamente Carola dejó de mirar el caleidoscopio y abrazó a Soledad, asustada. —¡Vi algo muy feo, Soledad! ¡Horrible! ¡Era una pesadilla!
—Eso que viste es lo que tenés adentro tuyo que te está haciendo mal. Animate a cambiarlo… dale, vos podés. Mirá de nuevo por el caleidoscopio y cambiá tu destino.
Carola volvió a mirar, un poco asustada, pero también motivada. Esta vez, la marioneta seguía bailando tal y como Trinidad le había ordenado, hasta que una mujer –a la cual Carola no pudo ver, ya que solo alcanzó a ver sus manos— cortó con una tijera las cuerdas, dejando en libertad a la marioneta.
—¡Soy libre! ¡Sí, por fin soy libre! ¡Gracias, mamá! –gritó la marioneta Carola mientras recuperaba su color, y se iba bailando con su mamá, convirtiendo a Trinidad en una piedra que calló al suelo y se hizo pedazos. Carola dejó de ver por el caleidoscopio.
—Tenías razón, Sole. Antes disfrutaba bailar, pero ahora… ahora parece como si lo hiciera solo para competir. Yo no quiero ser famosa por algo que me obligan a bailar… si algún día llego a serlo, quiero que sea por lo que a mí me guste y por mí misma.
—Que nadie nunca te saque la alegría de bailar, Caro, eso es lo más importante. –le respondió Soledad.
—Pero… hay algo que no entiendo. La que me liberaba era mi mamá, ¿Eso quiere decir que mi mamá va a ser la que me ayude a ser famosa en el futuro? ¿Ella va a volver? ¿Está viva?
—Eso no lo sé… ya lo vas a averiguar con el tiempo. Lo importante por ahora es que te concentres en disfrutar bailando.
—Gracias, Sole. Ahora ya sé que es lo que tengo que hacer. –dijo Carola mientras la abrazaba y bajaba por la escalera del altillo, con la decisión fija: iba a llamar a Trinidad para renunciar al concurso de baile y a sus clases. Ella quería llegar lejos, pero por sí misma; no por un concurso ni una profesora ambiciosa.


Tali estaba sola en su cuarto, a oscuras, durmiendo una pequeña siesta en su cama. El ambiente tan tenso que había en el hogar la había alterado un poco y necesitaba algo de relax y buenas noticias para despejarse.
Estaba soñando que tenía una varita mágica poderosísima y dominaba a todos con ella. Se sentaba en el sillón de la sala principal mientras Mateo le hacía masajes en los pies, Álvaro en la espalda, Julián le ponía uvas en la boca, y Lucas y Coco le hacían viento para protegerla del calor veraniego. De repente, Mateo disparaba de la boca una luz multicolor enorme que la cegaba. Para sorpresa de Tali, inmediatamente se despertó y seguía viendo la luz multicolor, hasta que de ella salió una criatura ya muy conocida para ella.
—¿Qué hacías? ¿Estabas escuchando música? –le preguntó Úrsula sin siquiera saludar.
—¡Me despertaste, bruja tonta! ¡Estaba teniendo el mejor sueño del mundo! –se quejó Tali.
—¿Sueño? ¿Qué es eso?
—¿Qué hacés vos acá? ¿No se suponía que no te dejaban venir más al mundo de los humanos?
—Sí, todavía no me dejan… —respondió Úrsula con un aire de tristeza.
—¿Y entonces por qué viniste?
—Porque no aguanto más, ¡El mundo mágico es RE aburrido! Quiero que me muestres más música.
—¿Estás loca? ¡Mirá que si me descubren que te estoy enseñando música y me hacen algo a mí! –Tali parecía por primera vez realmente asustada.
—No te preocupes, nena. No te va a pasar nada, no seas catastrófica. –dijo Úrsula para calmarla, pero como vio que no dio resultados decidió persuadirla de otro modo— Además, si me enseñás música, te puedo enseñar a hacer un hechizo de magia que acabo de aprender, exclusivamente para vos.
—¿En serio? ¿Y qué hechizo es? –Tali se había emocionado tanto, que probablemente ni siquiera hubiera recordado que un instante antes estaba completamente asustada.
—Es un hechizo para abrir y cerrar puertas. Es más poderoso que las llaves, así que vas a poder abrir puertas prohibidas o cerrar puertas que se usan siempre. Creeme, es muy útil.
—¡Ay, buenísimo! –Tali corrió a una estantería del cuarto y sacó un aparato, entregándoselo a Úrsula— Tomá, esto es un MP3. Te ponés los cositos estos en las orejas, se llaman auriculares, apretás este botón, ¡Y listo! Ahí va a empezar a sonar la música. Ahora enseñame.
—¡Qué copado! ¡Música encerrada en un aparatito re chiquito! ¡Voy a escucharla todo el día! –Dijo Úrsula mientras sostenía el reproductor de MP3, que medía un tercio de su cuerpo.
—Sí, sí; qué lindo. Ahora enseñame ese hechizo para abrir y cerrar puertas.
—¿Qué? Ah, sí… tomá, es este. –Úrsula hizo un movimiento de manos y un papelito apareció en la mesita ubicada en el centro del cuarto, rodeado de un brillo multicolor que fue desapareciendo— ¡Usalo bien! ¡Me voy a escuchar mi MP3! –dijo finalmente, y regresó al mundo mágico por la bola de cristal.
Tali corrió hacia el papelito que Úrsula había hecho aparecer y lo leyó:
“Aperianum Itinere – Para abrir puertas
Clausianere Prope – Para cerrar puertas
Ambos hechizos deben ser efectuados manteniendo contacto visual y realizando un pase de energía con las manos a la puerta que se quiera abrir o cerrar. Es muy importante la concentración.”
—Vamos a probar… —se dijo a sí misma, y haciendo movimientos con las manos hacia la puerta cerrada del cuarto, exclamó—: ¡Aperianum Itinere! –la puerta ni se movió— ¿Estaré haciendo algo mal? ¡Aperianum Itinere! –volvió a exclamar, pero de nuevo la puerta no hizo ni el más ligero movimiento.
—Esta bruja tonta me pasó cualquier cosa… —dijo finalmente, rindiéndose; enojada y frustrada.

1 comentario:

  1. como siempre me encanto el capitulo, super linda la escena de Carola y Sole con el caleidoscopio...

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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