Capítulo 17: El secreto de Coco


Se presentó entonces un inmenso silencio. Los chicos se miraron entre sí.

—¿Qué decís, Coco?— preguntó Lucas con la voz quebrada.

—No me llamo Coco, me llamo Malena. –le respondió con la vista todavía clavada en el suelo

—¿M-Malena?— preguntó Julián, tartamudeando.

—Sí.

—Pero Malena es nombre de mujer, ¿No sabías eso? –intervino Tali.

—Sí, ya sé que es nombre de mujer. Yo soy mujer.

Todos se miraron con los ojos como platos.

—Si es una broma es de muy mal gusto. —le reprochó Carola, que parecía estar a punto de llorar.

—No es ninguna broma. Me llamo Malena y soy mujer; siempre lo fui, pero les tuve que mentir a todos para esconderme. Me están buscando.

—¿Quién te está buscando? ¿De quién te escondés? –le preguntó Lucas.

—De mi tía.

—¿Qué? ¿Tenés una tía? ¿Y por qué no vivís con ella? ¡Es casi como si fuese una mamá!

—Pará, Lucas. ¿No te das cuenta que si no quiere vivir con su tía es por algo grave? –le susurró Julián.

—Julián tiene razón. Que tenga una tía puede parecer algo bueno, pero les aseguro que es todo lo contrario.

—Pero… ¿Por qué? ¿Qué te hizo que es tan grave como para no querer vivir con ella? Después de todo sigue siendo tu tía.

—Estaba viviendo con ella, pero me pegaba y me trataba mal. Un día me cansé de todo, entonces me corté el pelo y me escapé. Ese día encontré el puente, y la pasé tan mal que pasé todo el día siguiente buscando ayuda o algún otro lugar donde vivir, y por suerte los encontré a ustedes. Me salvaron, no sé qué hubiera sido de mí si no me ayudaban, no estaría acá para empezar. Les pido por favor que me perdonen por haberles mentido, pero primero tenía que comprobar que eran de confianza.

—Por eso te encontré pintándote los labios en el baño. –Lucas finalmente lo entendió.

—Sí… no es fácil tener que hacerse pasar por varón. Me tengo que aguantar las ganas de hacer un montón de cosas. –dijo Malena, y una lágrima se deslizó por su mejilla, pero enseguida se encargó de quitarla.

—Nos podrías haber dicho, Coco. Perdón, Malena. Nosotros no íbamos a ir a decirle a tu tía quién sos, ni siquiera la conocemos. –soltó Julián.

—En eso te equivocás.

—¿Qué? ¿Ahora me vas a decir que tu tía es Soledad?

—No, Soledad no. Es Trinidad.

—¿Quién es esa?— preguntó Mentiritas.

—Es la amiga de la tía de Álvaro, le daba clases a Carola. –le respondió Tali.

—¡Por eso el día que tiramos la torta desapareciste! ¡Trinidad estaba con María Julia! –exclamó Mateo.

—Y por eso desaparecías también siempre que venía a darle clases a Carola. –agregó Lucas, más relajado. Parecía un poco aliviado de haberse enterado de todo eso.

Carola no podía procesar bien la información que acababa de recibir. —¿Trinidad, mi ex profesora, es tu tía? ¿Esa víbora? Con razón, yo también me hubiera escapado.

—¿Ven? Por eso no podía decirles nada sin estar segura. Se les podría haber escapado decirme “Malena” frente a ella o Álvaro, y entonces se me pudría todo. Me iba a tener que escapar del hogar, y eso si mi tía no me encontraba antes.

Se quedaron todos callados por varios segundos, hasta que nuevamente Malena rompió el silencio.

—No fue fácil haber decidido quedarme acá. Cuando me enteré que Trinidad iba a venir seguido a darle clases a Carola, había pensado en irme definitivamente y no volver nunca más; pero después de pensarlo me di cuenta que era mejor quedarme, tengo techo y comida seguros… y además los tengo a ustedes. –Malena esbozó entonces una sonrisa llena de lágrimas que ya no se molestaba en disimular. Varios de los chicos habían estado llorando también, finalmente se formó un gran abrazo grupal y fueron conscientes, quizás por primera vez, del gran lazo que los unía entre sí; incluyendo a Mentiritas, que estaba hace pocos días con ellos.

En ese momento Mencha se asomó por la puerta.

—¿Qué pasa acá? ¿Estás bien, Coco? ¿Por qué llorás? –le dijo con preocupación.

—Pasa que Coco…— comenzó a decir Mentiritas, pero Malena lo interrumpió. –Pasa que estaba un poco triste por una cosa, pero no te preocupes que ya se me pasó.

—¿Estás seguro? ¿No querés que hablemos? —insistió Mencha.

—No, no… está bien, Sole. Igual gracias por preocuparte.

—Bueno… ahora tengo que hacer las camas, pero antes vení Eze que quiero hablar con vos.

Mencha salió con Mentiritas al pasillo y cerró la puerta.

—¿Qué pasó, Menti? Decime la verdad, yo sé que a Coco le está pasando algo y no me lo quiere contar.

—Nada, Sole. Es lo que él te dijo. — A Mentiritas no le hacía mucha gracia tener que ocultarle cosas a Soledad, quien lo conocía de nacimiento, pero si Malena había decidido hacerlo, entonces él debía respetarlo.

—No mientas, Ezequiel. –Soledad puso las manos sobre sus caderas— ¿Qué le pasa a Coco? ¿Alguien lo está molestando? ¿Se peleó con alguien?

—No, Sole. No le pasa nada, ya está.

—Mentiritas, te conozco mejor que cualquier otra persona.

—Bueno, Sole. Después hablamos, me tengo que ir a buscar a la nena fantasma para pedirle perdón. –Mentiritas salió corriendo a toda velocidad.

—¡Pero, Eze! ¡Vení! ¡Primero hablemos! –le gritó Soledad.

—¡No puedo, Sole! ¡Después seguimos!— le respondió Mentiritas y se metió por una de las puertas del pasillo.

Una vez que llegó a la habitación contigua entre el pasillo y el cuarto donde trabaja Pedro, golpeó la puerta para asegurarse de que no había nadie. No obtuvo respuesta, así que entró confiado y fue directamente hacia el muñeco desde el que había hablado con Laura la última vez.

—Laura, Laura… ¿Me escuchás?— le dijo al muñeco, pero Laura no dijo nada.

—Laura, respondeme. Perdoname por lo de la otra noche, no fue a propósito. ¿Cómo hiciste para cruzar la pared?

—Soy un fantasma, puedo traspasar paredes… y vos sos un malo. –le dijo Laura. No desde el muñeco, sino desde la puerta que daba a su cuarto, que ahora estaba entreabierta.

—Fue un accidente. –se justificó Mentiritas.

—No fue un accidente, me lo tiraste en la cara.

—Es que estaba asustado porque justo estaba viendo la pintura de la señora de los gatos.

Laura palideció al oír esas palabras y cerró la puerta de inmediato. Mentiritas, corrió hacia la puerta y comenzó a golpearla.

—Pará, Laura. Por favor, no te enojes. ¿Dije algo malo?

—La señora de los gatos. –se limitó a decir Laura desde el otro lado de la puerta cerrada.

—¿Qué? Bueno, perdón. Te juro que no la nombro nunca más si no querés. –se disculpó Mentiritas, agitando el picaporte en un vano intento de abrir la puerta y pasar al cuarto de Laura.

—No es eso. Tenés que irte, Mentiritas. Por favor, haceme caso.

—Pero… ¿Por qué? ¿Qué pasa?

Laura volvió a entreabrir la puerta. —Pedro no quiere que seamos amigos.

—Bueno, pero él no tiene por qué enterarse, ¿No?

—A lo mejor él no, pero la señora de los gatos sí; Pedro me contó que a ella tampoco le gusta que una nena fantasma se haga amiga de un chico. Chau Mentiritas, espero que algún día podemos ser amigos. –le dijo Laura, y cerró la puerta completamente.

—¿Qué? ¡Esperá! ¡Está bien! Te prometo que no te vuelvo a perseguir nunca más, pero con una condición.

—¿Cuál?— preguntó Laura, volviendo a entreabrir la puerta.

—Hoy a la noche te dejo un regalito en el suelo de la sala principal. Andá a buscarlo a la hora que quieras y escondelo bien, así no te olvidás de mí. Pero andá de noche, porque si es de día seguro que lo agarra otro. ¿Me lo prometés?

—Te lo prometo… —le respondió Laura, sonriendo— bueno, gracias por el regalo. Chau. –le dijo despidiéndose, y cerró la puerta por última vez.

—Chau, Laura.

 

 

Esa noche, la cena se sirvió a las nueve en punto. Todos los chicos fueron de la sala de juegos al comedor, excepto Mentiritas que había bajado del cuarto de los varones, donde había pasado las últimas dos horas preparando el regalo para Laura; iba a entregárselo esa misma noche, cuando todos estén durmiendo.

Una vez que todos se sentaron, Mencha sirvió la cena.

—Espero que les guste porque es un esfuerzo MUY grande tener que hacer cena para tantos chicos yo sola. –les dijo mientras terminaba de servirles.

—Álvaro tendría que contratar una cocinera para que haga esas cosas, vos ya tenés suficiente trabajo limpiando y teniendo que cuidarnos. –comentó Carola mientras olía las empanadas de carne y aceitunas que Mencha había dejado sobre la mesa.

—Sí, la verdad que tenés razón, pero bueno… pienso que es para ustedes, sino no lo haría no loca.

—Gracias, Sole. Sos re buena, todavía no puedo creer que hayamos conseguido que seas nuestra celadora. –le dijo Lucas con la boca llena, y luego agregó—: Bueno… casi. Sería mejor si pudieras ser vos misma, pero igual nos conformamos.

—Te lo agradezco mucho, Lucas. Igualmente tengan mucho cuidado, traten de decirme Mencha siempre, sino Álvaro me manda de patitas a la calle y chau celadora. –tras decir esas palabras, Mencha volvió a la cocina y dejó a los chicos cenando.

—¿Y, Julián? ¿Les vas a contar vos o les cuento yo?— Lucas miró con una sonrisa pícara a su amigo.

—¿Qué nos tienen que contar ustedes?— preguntó Tali.

—Que Julián me eligió para estar en el isologo del hogar que va a diseñar. –le respondió Lucas.

—¡¿Qué?!— soltó Tali, rabiosa; la envidia se le podía notar a cien metros de distancia.

—Como ya sabrán, Álvaro me eligió para hacer el nuevo isologo del hogar. Decidí que en la imagen iban a aparecer un chico y una chica con los uniformes puestos. El chico va a ser Lu…–comenzó a explicar Julián, pero Tali lo interrumpió.

—¿Quién va a ser la chica? —esta vez le dedicó una mirada seductora.

—Bueno, para elegir la chica tuve que fijarme en la apariencia. Elegí a la chica más linda que conozco, y ustedes también la conocen. —admitió Julián. Carola se emocionó.

—¿Quién? —le preguntó Tali, casi sin respirar.

—Luciana. –respondió Julián con una sonrisa tímida, y un tono de enamoramiento en la voz.

Tali y Lucas se atragantaron con el pollo. —¡¿Qué?!— Preguntaron desesperados a la vez. Tali quería, obviamente, ser ella la que represente al hogar; y Lucas no quería que Julián elija a la chica que le gustaba porque significaba que él también la consideraba atractiva.

—¡¿La falsa esa que vino el otro día?! –intervino Malena.

—Sí, nuestra vecina Luciana… y no es falsa. –respondió Julián

—¡Pero si esa ni es del hogar!— se quejó Tali.

—¡Claro, además no tiene uniforme! –añadió Lucas.

—Eso no importa, tiene más o menos el mismo talle que Carola. Vos no tenés problema en prestarle tu uniforme para que yo la retrate, ¿No, Caro? –le preguntó Julián.

Carola pudo sentir como el mundo se le venía abajo. —…No, obvio que no. –le respondió con un tono triste, e inmediatamente se levantó de la mesa y comenzó a caminar hacia la sala principal.

—¿Qué pasa? ¿Por qué te vas? –le preguntó Julián.

—No tengo más hambre. –respondió con los ojos brillosos, y finalmente se fue.

Después de cenar, los chicos subieron, se cepillaron los dientes, y se acostaron a dormir. Tali pensó en hablar con Carola, pero apenas entró al cuarto, Carola fingió estar dormida sobre la almohada que se había humedecido por las lágrimas derramadas. Era muy difícil para ella aceptar que Julián se fijara en otra chica, estaba totalmente convencida de que iban a terminar siendo novios; pero claro, ¿Quién era ella para competir con Luciana? Luciana era hermosa, rica, y carismática. Carola no tenía nada, ni siquiera padres.

Por fin había un clima de paz en el hogar: todos estaban durmiendo. Julián soñaba con Luciana, ambos se enamoraban y ella lo ayudaba a iniciar su carrera como artista plástico. Mentiritas soñaba que la nena fantasma le transmitía sus poderes y entonces podía traspasar paredes como ella. Lucas soñaba que se convertía en un futbolista internacional, y entonces encontraba a su hermana en un partido de fútbol.

Eran ya las tres de la madrugada. Laura, tan puntual como siempre, estaba parada en la sala principal, buscando el regalo de Mentiritas en el suelo.

Divisó un sobre rojo junto a la escalera y lo tomó con sus manos. Al abrirlo, se llevó una sorpresa que la puso de muy buen humor: dentro del sobre había una cartulina celeste con una foto de Mentiritas, y escrito con lapicera decía “Para Laura, mi nueva amiga. De Mentiritas.”

Después de contemplar su regalo con una gran sonrisa, lo metió nuevamente en el sobre y volvió a su cuarto. Entró por donde había salido, y se sorprendió al encontrarse con Pedro parado junto a su colchón.

—¿Qué hacés acá, Pedro? –le dijo Laura, intentando disimular su sorpresa y escondiendo detrás suyo el regalo de Mentiritas.

—¿Perdón? ¿Qué hacés vos despierta a esta hora?

—Soy un fantasma. Los fantasmas siempre nos despertamos en mitad de la noche.

—No me vengas con esos inventos que yo conozco mejor que vos el comportamiento de los fantasmas. ¿Qué tenés ahí? —Pedro comenzó a acercarse a Laura.

—Nada, ¿Qué voy a tener? Fui a dar un paseo solamente.

—No me mientas, Laura. –la retó Pedro, elevando el tono de voz— Dame inmediatamente eso que tenés escondido atrás.

Laura estaba completamente atrapada. Si Pedro descubría que Mentiritas le había hecho un regalo, no la iba a dejar verlo nunca más, y probablemente los castigue a ambos. Todo terminaba…

1 comentario:

  1. otro capitulo grandioso
    Male q al fin confeso y la amistad entre Eze y Laura me encanta

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"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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