Capítulo 07: Expulsadas




Por un segundo no pasó nada. Nadie realizó un solo movimiento muscular, nadie respiró, nadie se atrevió a decir una verdad. El viento otoñal comenzó a molestar a Juan Ignacio, por lo cual decidió cerrar la puerta mientras censuraba una gran sonrisa de gloria, pues su plan marchaba perfectamente, nada de todo esto había sido una casualidad.
Álvaro comenzó a caminar lentamente, ahora con la mirada fija en la peluca y los anteojos que Soledad sostenía con su mano izquierda. Sin necesidad de intercambiar ninguna palabra, Soledad comprendió sus intenciones y se las entregó. Álvaro miró de cerca estos elementos y fue intercalando su mirada entre éstos y los ojos de Soledad. Todo era tan claro ahora: ¡Mencha no existía! Todo había sido un invento. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta antes?
Su color de piel fue enrojeciendo cada vez más, Mateo llegó incluso a pensar que iba a explotar de la rabia. Soledad comenzó a incomodarse y decidió poner fin al silencio. —Ya sabés la verdad… Mencha no existe, todo el tiempo fui yo, Soledad —admitió.
—No lo puedo creer… no lo puedo creer… —repetía Álvaro para sí mismo mientras caminaba alrededor del cuarto con la mirada perdida. Con la sangre hirviendo y mucha fuerza, arrojó contra el suelo los accesorios que habían sido utilizados como herramienta para su engaño y los pisó con ganas, llegando incluso a destruir por completo los anteojos. —¡Se estuvieron riendo de mí todo este tiempo! —gritó entonces, estallando de ira.
—Bueno, pará, tranquilízate un poco… —le dijo Soledad con el tono más calmo que le fue posible.
—¡CALLATE! —le respondió él interrumpiéndola.
—¡No le grites a Soledad, malo! —le ordenó Mentiritas.
—Esperá, Álvaro; no te pongas así, nosotros te podemos explicar… —intervino Lucas en representación de todos los chicos. Esperaba que al ser el más grande, Álvaro lo tomara más en serio, pero éste ni siquiera lo dejó terminar y lo interrumpió al igual que había interrumpido a Soledad. —¡VOS TAMBIÉN CALLATE! ¡INGRATO! ¡INGRATOS TODOS! ¡Yo no pretendía que me adoraran, pero un poco de respeto! ¡No me merecía que me mientan de esta manera!
—¡Pero no te lo podíamos decir, Álvaro! ¿No ves que te ponés así de loco? ¡Si no quisiste contratar a Soledad en primer lugar fue por un capricho tuyo! ¡Vos nos obligaste a mentirte! —se defendió Lucas.
—Mirá, Lucas... ¿Cómo te lo explico? —dijo Álvaro con falsa amabilidad y una pizca de sarcasmo. —Hay ciertas reglas que no se rompen, y ustedes las rompieron…. ¡Todas! ¡Rompieron TODAS! Les doy un techo dónde vivir, comida, educación, salud… ¿Y así me lo agradecen? ¿Mintiéndome? ¡DESAGRADECIDOS! ¡¿Saben cuántos huérfanos quisieran haber estado en su lugar?! ¡ME TIENEN CANSADO!
—Álvaro, nosotros la re queremos a Sole, y ella a nosotros también… —dijo tímidamente Carola, intentando calmar un poco el ambiente.
—Fue lo único que se nos ocurrió para que pueda estar con nosotros, no lo hicimos para burlarnos de vos —agregó Tali con la voz entrecortada.
—Basta. Suficiente. Se van ahora mismo todos a su cuarto —les ordenó severamente Álvaro, dejando más que claro que no iba a ponerse a discutir con chicos de entre seis y trece años. Éstos se quedaron petrificados. ¿Cómo iban a abandonar a Soledad en un momento así? ¡No podían dejarla sola! Tenían que quedarse a defenderla, eso es lo que ella hubiera hecho. Álvaro notó sus intenciones, pero no estaba para juegos. —¡LES DIJE QUE SE VAYAN A SUS CUARTOS! ¡¿EN QUÉ IDIOMA ESTOY HABLANDO?! ¡¡¡SE VAN YA!!! —gritó sin rodeos. Parecía como si su garganta estuviese a punto de explotar.
Los chicos finalmente hicieron caso y lentamente comenzaron a subir las escaleras. Lucas, el último de la fila, miró un momento por sobre su hombro; fue tan solo un segundo, pero fue lo suficiente como para notar una extraña sonrisa en la cara de Juan Ignacio. Instantáneamente sintió un fuerte sentimiento de rechazo por él; pero no era momento de ponerse a averiguar detalles, así que siguió subiendo como si no se hubiera percatado de nada.
—Bueno, yo mejor me voy y seguimos con esto en otro momento… —dijo Juan Ignacio. Esperó a que Álvaro le abriera la puerta o algo, pero éste tenía la vista clavada en Soledad. Nunca había visto esa mirada en nadie, así que prefirió retirarse por sí mismo victorioso.
La sala principal ahora solo se limitaba a Álvaro y Soledad. —No te la agarres con los chicos, ellos no tienen la culpa, fue todo mi idea.
—¿No te da vergüenza? Una mujer adulta como vos… ¿Hasta dónde pensabas llegar con esta farsa, mentirosa? ¿Eh?
—Eso no te lo voy a permitir, me estás faltando el respeto. Vos necesitabas una celadora y yo necesitaba el trabajo, ¿no? Mi trabajo lo hice y mucho más que bien, lo que pasa es que sos un prejuicioso. ¡Ni me conocías y ya me prohibiste la entrada! ¡Todo porque yo no era una de tus mujerzuelas!
—¿Ahora me vas a tratar de hacer parecer a mí el malo de la película? ¿Me vas a dar vueltas las cosas? ¡No te la puedo creer! ¡Vos fuiste la que mintió! ¡VOS! ¿Sabés qué? Me cansaste. No quiero que pases un minuto más en esta casa. Seguime —ordenó Álvaro y caminó hacia un mueblecito junto al piano. Sacó del cajón unos billetes y lo cerró.
—Tomá, acá tenés tu plata de este mes. ¡Ahora te tomás un taxi y no volvés a aparecerte por acá! ¡¿Me escuchaste?! —le gritó mientras arrojaba los billetes desparramados al suelo.
—¡No! —le respondió firmemente Soledad, y luego agregó—: ¡Son las dos de la madrugada y está diluviando, esta noche me voy a quedar acá! ¡Mañana temprano cuando salga el sol y me des esta plata EN LA MANO me voy a ir recién! ¡Chau! —y subió las escaleras hacia su cuarto con pasos fuertes y decididos.
No bien se hubo apartado de la vista de Álvaro, no pudo seguir llevando esa máscara de enojo en su cara y se le escaparon algunas lágrimas mientras avanzaba por el pasillo del hogar hacia su cuarto. La sola idea de que esta sea la última vez que pase una noche en Rincón de Luz la abrumaba por completo, eso significaría que todo su plan, todo su esfuerzo, había sido en vano.
Abrió la puerta para ingresar a su cuarto y, para sorpresa suya, todos los chicos estaban esperándola en su cama para hablar con ella. Soledad les explicó de la manera más alegre posible que ella debía partir del hogar al día siguiente, temprano por la mañana.
—Álvaro no te puede estar haciendo esto, es injusto… —murmuró Tali.
—No queremos que te vayas, Sole —agregó Mateo.
—Bueno, chicos, no se preocupen… nos vamos a poder seguir viendo en la plaza como antes, ¿no? —intentó consolarlos ella.
—¿Vas a volver a trabajar vendiendo panchos? —Lucas había olvidado completamente su anterior profesión. —No podemos dejar que vuelvas a eso. ¡Chicos, tenemos que hacer algo!
—No, ustedes no van a hacer nada —les ordenó Soledad. —Álvaro está muy alterado ya; dejen que las cosas fluyan, yo de alguna manera voy a volver… algo se me va a ocurrir.
Laura tomó uno de los almohadones blancos que estaban sobre la cama. —Te vamos a extrañar… —le susurró.
—Yo también los voy a extrañar, chicos. Ahora vayan a descansar que es tarde y mañana tengo que levantarme muy temprano. No se despidan de mí, porque cuando menos lo esperen voy a estar acá de nuevo. Hasta pronto.
Luego de abrazar a cada uno de los chicos, estos procedieron a volver a sus cuartos, excepto Mentiritas, a quien Soledad retuvo bajo el argumento de querer hablar a solas con él.
—¿Vos qué querés hacer, Eze? —le preguntó.
—¿Qué quiero hacer con qué?
—Con vos… porque yo no sé si Clarita va a estar contenta de dejarte acá en el hogar solo. Me parece que tendría que llevarte de nuevo a La Boca, ¿no?
—¡No, Sole! ¡Yo me quiero quedar acá! —se quejó Mentiritas—. Además no estoy solo, están los chicos, Álvaro, Laura…
—Bueno, bueno… no te alteres. Yo ya conozco a los chicos y sé que acá vas a estar bien, pero… ¿No extrañás a tus amigos de allá?
—No —se limitó a responder Mentiritas. Soledad soltó una pequeña risa. —Está bien, entonces mañana hablo con Clarita, y si está de acuerdo te podés quedar hasta que yo termine lo que vine a hacer, pero una vez que haya terminado nos volvemos los dos. ¿Estamos?
—Está bien… —accedió él. Se despidieron una vez más y, media hora después, ya todos en el hogar estaban durmiendo; incluso Soledad, de quien podría esperarse que tenga insomnio, pero no era así: por algún motivo, ella sentía en el fondo de su corazón que las cosas iban a mejorar, que todo esto estaba pasando por un motivo. Estaba llena de esperanzas, y de pronto, sin saber cómo, toda su angustia había desaparecido.

La mañana siguiente amaneció nublada. A eso del mediodía Soledad ya se había ido del hogar, nuevamente sin despedirse ya que Álvaro se lo había prohibido estrictamente. Las cosas nunca habían estado tan tensas, los chicos casi ni se atrevían a hablar porque Álvaro los fusilaba con la mirada y les gritaba en cada oportunidad que se presentaba.
En medio de una discusión bastante agresiva que parecía estar estrenándose como una nueva costumbre diaria, el sonido del timbre los interrumpió y Álvaro tuvo que relajarse un poco para ir a atender la puerta. Estaba seguro que era Juan Ignacio para retomar los temas financieros que habían estado discutiendo la noche anterior, pero enorme fue su sorpresa al no encontrarse con él.
—¿Qué te pasó, tía?
María Julia, la tía de Álvaro, estaba parada frente a él, destruida, despeinada, y totalmente arruinada. Estaba tan desarreglada que Álvaro incluso pensó a primera vista que se trataba de Pedro con peluca.
—Álvaro… —murmuró ella como pudo, sacando fuerzas de donde no las tenía— necesito tu ayuda…
—Pero… ¿Qué es esto? ¿Qué te hicieron?
—Discutí con tu tía Diana.
Inmediatamente la invitó a pasar y le preparó el té. Una vez ya cómodos en la cocina, y después de haberle insistido bastante, María Julia optó por contarle a su sobrino los detalles de su desgracia. —Desde que Juan Ignacio me dejó estoy en la quiebra, estoy destruida, Álvaro. —Sus débiles palabras pasaron a ser un llanto tan extraño que Álvaro no sabía si asustarse o echarse a reír.
—P-pero… pará, no te pongas así, tía. ¿Qué te hizo ahora Juan Ignacio?
—Nada, nada… ¡Ese infeliz me arruinó la vida! Tuve que ir a rogarle a Diana que me contrate como empleada de la empresa, ¿podés creerlo? ¡Yo! ¡Una Del Solar! ¡Rogando! ¡¿Por qué mamá no pudo simplemente haberme dejado a mí como directora?! ¡Siempre la prefirió a Diana por encima de mí y de tu mamá!
—Bueno, tranquilízate un poco, tomá algo de té que te va a hacer bien.
María Julia tomó un sorbo de té y continuó—: Me trataban como una esclava… me hicieron limpiar todo el edificio, la entrada, ¡hasta los baños! Y estoy segura que Diana se comportaba todavía más sucia que de costumbre solo para que yo tenga que trabajar más. Y por supuesto que ni el portero me respetaba, era la esclava de todos ahí. No me dieron otra opción: ¡Tuve que renunciar!
—¿Renunciar? ¡Tía, estás loca! ¿Cómo vas a renunciar? ¡Era tu única fuente de ingresos!
—Ya sé, Álvaro, ya sé —sollozó su tía—. Pero era demasiado degradante, por eso estoy acá…
María Julia le dedicó una mirada cómplice a Álvaro. En ese momento él entendió perfectamente su mensaje, pero decidió hacer silencio para fingir ignorancia y de alguna manera esperar que haya llegado a una conclusión errónea. Al ver que él no decía una palabra, María Julia tuvo que ser más específica. —Estoy hablando de que yo estoy dispuesta a trabajar acá, para vos, en el hogar. Escuché cuando Juan Ignacio le comentaba a Diana lo que pasó anoche, ¡Qué terrible! Parece que a los dos nos engañaron, sobrinito…
Álvaro comenzó a toser y se ruborizó un poco, la situación se estaba volviendo un tanto incómoda. —Mirá, tía, no puedo poner a cualquiera como directora, es un puesto muy… —comenzó a decir, pero su tía lo interrumpió.
—¡¿Cualquiera?! ¡¿Te atrevés a llamarme una cualquiera a mí?! ¡Soy tu tía! ¡Te conozco desde el mismísimo día en que naciste!
—Sí, tía, y te lo agradezco, pero…
—Mirá, Álvaro… vos necesitás una directora y yo necesito un trabajo. Los dos sabemos que Diana está buscando hundirte, y si seguís con esta falta de personal te aseguro que lo va a lograr y vas a terminar peor que yo. ¿Qué vas a hacer sin la herencia que mi mamá te está dando mensualmente? ¡Nada! ¡Estaríamos igual!
—Pero…
—Pero nada. ¿Sabés qué más tenemos en común, Álvaro? A los dos nos llevó a la desgracia la misma persona: Juan Ignacio. Ese bicho asqueroso nos quiere hundir, no podemos estar separados. ¡Tenemos que unir fuerzas, Álvaro! ¿Cómo pensás ganarle si estás vos solo con un grupo de huérfanos que te odian por haber dejado sin trabajo a la única persona en que confiaban? ¡Estos chicos necesitan mano dura!
—Y yo voy a conseguir a alguien que se la dé.
—Ese alguien soy yo, Álvaro. ¿Qué mejor que el odio que le tengo a Juan Ignacio para proyectarlo en forma de autoridad con estos mocosos?
—Bueno, sí, en eso tenés razón… —A Álvaro no le gustaba nada la idea de su tía trabajando para él, pero por algún motivo sentía que esta era una nueva oportunidad que el destino le estaba brindando. Después de todo, por fin aparecía alguien a ofrecerse a llevar a cabo la responsabilidad que él quería evitar, y aparentemente también de la manera que él quería. Los chicos se habían burlado de él todo este tiempo y ya era hora de ponerles algunos límites. Sin saber si era por la comodidad o el odio, o bien por ambas, María Julia quedó contratada como la nueva directora ese mismo día.

Justo en ese momento, en ese preciso instante, Rincón de Luz no iba a ser el mismo. Se acabaron las risas, los juegos, la esperanza, y las ilusiones. Los chicos necesitaban ser castigados por haber mentido, y Álvaro y María Julia iban a hacer precisamente eso.

1 comentario:

  1. nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!
    maria julia noooooooooooooooo!!!
    excelente el capitulo ;)
    pero ella nooooooooooooooooooooo!!

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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