Capítulo 23: El amor es ciego


Habían pasado muy pocos días desde que Lucía había llegado al hogar, así que todavía no sabía muy bien cómo manejarse ni dónde encontrar los cuartos. La casa era tan grande que tenía que preguntar siempre dónde estaba el baño, y accidentalmente había entrado al cuarto de los chicos por la noche al menos unas cuatro veces.
Su relación con sus nuevos compañeros era en general muy buena. El único con el cual no había intercambiando palabra alguna era, lógicamente, Sebastián; pero el resto de los chicos la había recibido con mucha calidez y aceptación. Incluso Tali había logrado ser simpática —algo totalmente inusual en ella— y hasta le había dedicado una sonrisa.
Esa mañana se había quedado sola en el hogar.
El resto de los chicos había ido a la escuela, pero ella se había quedado ya que todavía no le habían conseguido una vacante allí. Era ya casi el mediodía cuando estaba en su cuarto ayudando a Soledad a tender las camas.
¿Cómo se estuvo portando Lucas todos estos años? —preguntaba Lucía mientras acomodaba una sábana de su cama. Soledad, desde la cama de Tali, la escuchaba con atención.
—Bien, pero a lo Lucas. Tiene un corazón de oro, y eso es genial, pero a veces también lo hace meterse en problemas. Tu hermano parece no tenerle miedo a nada.
—Es así porque en la calle te tenés que volver duro o te pasan por encima. No queda otra.
Lucía se tomó un momento para oler una de sus sábanas: tenía una fragancia tan agradable que no podía asociarla con ningún momento ni lugar. Algo en ella le decía que estaba en un lugar seguro, a salvo, protegida. Que estaba en su casa.
En ese momento Malena ingresó al cuarto.
¿Ya llegaron? ¡Qué temprano! —notó Soledad.
—Solamente yo. Faltó el profesor de educación física así que nos dejaron salir antes —explicó—. ¿Quieren que las ayude a hacer las camas?
—Bueno, dale. ¿Querés seguir con esta? Así empiezo a prepararles el almuerzo.
—Sos celadora, ama de casa, y además cocinera. Álvaro tendría que considerar darte un muy buen aumento, ¿no te parece?
—Más que un aumento me tendría que pagar tres sueldos —bromeó Soledad, y salió, dejando a Lucía y a Malena solas.
¿Y bien? ¿Cómo pasaste la mañana acá sola? ¿Muy aburrido todo?
—No, no me aburrí. Estuve ayudando a Soledad con las cosas de la limpieza, y eso. Donde vivía tenía que limpiar siempre yo…
—Tuviste una vida dura, ¿no? —dijo Malena, dejando a un lado su sábana. Lucía no se detuvo.
—Sí, bueno, todos acá parece que la tuvimos un poco. Vos también debés haber tenido tu historia.
—Sí, la verdad que sí —comentó luego de un silencio. —Yo… mi tía me pegaba, me escapé… hasta me tuve que hacer pasar por varón, me llamaba «Coco».
Ambas rieron.
—No te imagino vestida de varón.
—Sí, la verdad que yo tampoco. Ahora me río, pero en el momento fue horrible. Pasaron muchas cosas, hasta terminé perdida en el bosque y ahí encontré a Amir.
¿Y cómo hicieron para salir de ahí con Amir?
—Nos ayudó un chico que vivía allá, una especie de Tarzán, y nos encontramos con una amiga de Soledad que nos trajo acá de nuevo.
Malena pensó en la coincidencia: habían encontrado a Clarita justo ahí, entre tantos árboles, tanta extensión de bosque. Justo ella. La mejor amiga de Soledad. ¿No era sospechoso? Prefirió no compartir estos pensamientos con Lucía aún.
¿Y tu papá? Lucas me contó un poco.
¿Qué? —Malena volvió a sí misma: haber pensado en Clarita y Soledad la había distraído. —Ah, sí… bueno, mi papá murió buscándome a mí en el bosque… fue un héroe.
—Debés estar re orgullosa.
—Sí, la verdad es que sí. Me pone triste, pero por lo menos eso demuestra lo mucho que me quería.
Malena había comenzado a emocionarse y no quería espantar a Lucía tan rápidamente. Había llegado hace muy poco tiempo al hogar, y si ya empezaba a ver gente llorando, probablemente iba a comenzar a pensar que era el lugar más deprimente que existía en todo el mundo. Para levantar un poco el ánimo, le preguntó a su nueva amiga si estaba interesada en algún chico.
¿Interesada? ¿Cómo?
—Interesada, ya sabés… si alguno te gusta.
¿Qué? ¡No! ¡Nada que ver!
Malena se acercó a Lucía, que ya había terminado de hacer su cama y se había sentado sobre ella. Se sentó a su lado.
—Me mentís. Puedo verlo en tu cara, te pusiste completamente roja. Dale, ¿quién te gusta? No voy a decirle a nadie, en serio. Ni siquiera a Lucas.
¿Me lo prometés?
—Te lo prometo.
—Bueno… creo que me gusta el chico ese que tiene la edad de mi hermano.
—Sí, Julián —dijo Malena rápidamente—. A todas las chicas les gusta Julián cuando recién lo conocen, pero tuvo novia mucho tiempo, y no sé si quiera…
—No, ese no —la interrumpió Lucía.
¿Entonces quién? ¿Amir, el delicadito?
¡No!
—Pero si no es Julián ni Amir… y tiene la misma edad que tu hermano… ¿Quién podría…? —Malena se puso de pie rápidamente y se llevó las manos a su boca. —¡No! —exclamó.
¡¿Qué pasa?!
¡No te puede gustar Sebastián!
¡Ese! ¡Así se llamaba! ¡Sebastián!
Malena comenzó a caminar en círculos por todo el cuarto. Lucía la miraba confundida, sin entender qué pasaba.
¡Si tu hermano se entera te va a matar!
¿Cuál es el problema? Mi hermano no domina mi vida, a mí me gusta Sebastián y punto.


El día de clase finalmente había terminado y los chicos se dirigían caminando de vuelta al hogar. Generalmente, en el camino de regreso, Lucas y Julián se la pasaban hablando sobre hechos que habían sucedido en el colegio. Durante la primera mitad del año habían sido los únicos del hogar en ir al segundo año del secundario, pues el resto de los chicos iban a cursos de menor nivel, pero desde que habían terminado las vacaciones de invierno, Amir, quien también tenía trece años, se había integrado con ellos. Al principio Amir insistió con que lo adelanten de año, pues sus conocimientos de todas las áreas eran muchísimo más elevados que los de sus compañeros, pero ni la directora del colegio ni María Julia se lo habían permitido.
A Lucas no le preocupaba demasiado tener que ir al mismo curso con Amir, ya que normalmente ni siquiera notaba su existencia. Durante las clases, especialmente las más aburridas, se la pasaba hablando con Julián e ignoraban completamente la existencia de su refinado compañero, pero esta mañana había sido diferente: Julián lo invitó, a pesar de las quejas de Lucas, a que se siente junto con ellos. Amir lo ayudó con algunas tareas, e intentó hacer lo mismo con Lucas, pero este se negó. Durante el recreo, Julián apenas le había dirigido la palabra a su mejor amigo: había pasado nueve de esos diez minutos con Amir, yendo a quién sabe dónde, y hablando quién sabe de qué. Ahora, en su regreso, Julián nuevamente había decidido pasar tiempo con Amir y prácticamente ignorar la existencia de su mejor amigo. Era como si de repente los roles se hubieran invertido.
¿Podemos hablar un minuto? —le pidió Lucas, interrumpiendo una charla que estaban teniendo sobre funciones cuadráticas que él no había entendido.
Julián dio un paso al costado, acercándose un poco más. —Sí, decime. ¿Qué pasa?
—No, ¿qué te pasa a vos? Estuviste toda la mañana con Amir, lo invitaste a sentarse con nosotros, en los recreos desaparecían, y ahora no paran de hablar. ¿Desde cuándo sos tan amigo del refinadito?
—No fue así. Lo invité a sentarse con nosotros porque me da lástima que no se hable con nadie, pasé mucho tiempo hablando con él por lo mismo, y en el recreo te invité a que vengas con nosotros y no quisiste.
¡Obvio que no iba a querer! ¡Es Amir! Y el otro día también lo defendiste a muerte… vos no sos así.
—Ah, ¿no? ¿Y cómo soy? —Julián se cruzó de brazos.
Lucas se tomó un instante para observarlo. Julián era uno de esos chicos muy fáciles de pasar por encima, y su apariencia lo demostraba en cada centímetro de su cuerpo: era muy delgado, tenía una mirada pasiva, el sol de la primavera hacía que su pelo castaño se vea casi rubio, y su caminata tan insegura llamaba mucho la atención.
—Sos… ¡Sos mi amigo!
—Y de Amir también.
¿Lo estás comparando conmigo? —Lucas entrecerró los ojos como sintiéndose ofendido.
—No. Vos sos mi mejor amigo, sos como mi hermano. Y él… él es Amir.
Ninguno de los dos —o de los tres— dijo una sola palabra durante el resto del camino hasta el hogar, pero nadie lo notó más que ellos: el resto de los chicos no paraba de hablar y gritar.
—Está bien —dijo Lucas cuando ya todos se hubieran ido a cambiar a los cuartos, quedando solo Julián y él—. Tenés razón, no puedo enojarme solo porque te llevás bien con Amir. Y para que veas lo buen amigo que soy, voy a intentar hacer lo mismo, pero te tengo que advertir algo.
¿Qué?
Él nunca… pero nunca jamás va a ser uno de nosotros. ¿Me escuchaste?
Julián suspiró.
—Supongo que en eso tenés razón. Me voy a cambiar.
Subió corriendo las escaleras. Lucas hizo lo mismo un momento después, pero al borde de la escalera alguien lo detuvo.
—Espera —dijo Sebastián.
¿Qué querés?
—Escuché todo. No pensé que eras tan débil, ¿sabés? Supongo que puse demasiadas expectativas en vos.
—Callate, gil. ¿Qué decís?
—A mí tampoco me gusta mucho esa repentina alianza entre Julián y Amir.
—Obvio que no, Amir era el único tarado que no te conocía lo suficiente como para saber que sos una culebra venenosa.
—Claro, como digas. No quiero discutir, ¿está bien? Solamente te propongo un trato: hacemos una tregua para separarlos, y después volvemos a llevarnos como siempre. Nos conviene a los dos, ¿no te parece? Vos recuperás a Julián y yo recupero a Amir.
Lucas lo miró por un segundo con una expresión difícil de descifrar. Por un momento Sebastián creyó que le iba a estrechar la mano, pero hizo algo diferente:
—Yo no hago tratos con gente que no tiene corazón —dijo, y sin dejar pasar un segundo más cruzó la puerta al pasillo, dejando a Sebastián tan solo como merecía estarlo, pero sin tener que idea que Lucía, su hermana, iba a intentar ser su próxima compañía.

2 comentarios:

  1. Me encantó el capítulo, cada vez esta más interesante todo.

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  2. Magnifico!
    La verdad Lucía y Sebastián siempre me parecieron una pareja maravillosa!
    No tardes mucho con tus recesos xfavor

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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