Buscá la Luz: Capítulo 25: Joaquín

La primera reacción del hombre al ver a Victoria ingresar fue sostenerse con fuerza desde la cama, ya que sus rodillas se debilitaron y casi cae al suelo.

—¿Quién es usted? —preguntó Victoria—. Respóndame inmediatamente, tengo a varios oficiales de policía en la casa. Si descubro que está ocultando a los huérfanos que faltan, se lo van a llevar a usted.

Joaquín la miró con tristeza, sin responder nada. Victoria se acercó algunos pasos hacia él, intentando intimidarlo.

—¿Qué le pasa? ¿Por qué no me responde?

Al ver que el hombre empezó a toser con mucha intensidad, le alcanzó un vaso de agua que estaba en la mesita de luz.

—Gracias —dijo Joaquín, luego de beberlo—, pero usted ya sabe quién soy.

Hablaba muy lento, como si le costara mucho hacerlo. Era evidente que tenía problemas de salud muy graves.

Victoria lo miró fijo por un momento, pero luego tuvo que desviar la mirada. —¿Usted se llama Joaquín Acosta?

Por supuesto que era él. Ella se había informado de todo: luego de las negociaciones con su empresa, la esposa del anciano había decidido quitarse la vida, y desde entonces él había caído en una terrible enfermedad. Ese fue el motivo por el cual su hija, Soledad Acosta, decidió viajar al hogar de huérfanos que Álvaro acababa de abrir.

Luego de que Joaquín asintiera con debilidad, Victoria sintió que tenía un nudo muy grande en la garganta: ese hombre había perdido todo, y en parte había sido culpa de ella. No conocía con exactitud la dimensión del daño que había ocasionado sino hasta verlo en persona, cara a cara. Sin atreverse a seguir mirándolo, se sentó en la cama junto a él, quien ahora estaba acostado, todavía más débil.

—Mi hija era una luz brillante… —murmuró el anciano, casi sin aliento—. Tus negocios sucios la oscurecieron, obligándola a buscar venganza.

—Yo… yo no tengo la culpa de lo que pasó —replicó ella, casi sin voz.

—Pero protegiste al responsable, eso es todavía peor… Pusiste la codicia por encima de tu familia. ¿Y de qué te sirvió? De tus hijas, una te odia, otra solo quiere verte si se trata de negocios, y la última la perdiste para siempre. Y lo peor es que a su hijo, Álvaro, tu propio nieto, le estás impidiendo vivir el amor. Todo para proteger a alguien que me dejó así como estoy, a mí y a este lugar.

Joaquín casi no podía ver nada debido a su avanzada enfermedad, pero estaba bastante seguro de que la anciana sentada en su cama estaba llorando.

—Perdón… perdón… —susurró luego de un largo silencio, tomándolo de la mano—. Yo no quise, yo…

Victoria se llevó una mano al pecho con fuerza. Comenzó a sentir un dolor muy fuerte en esa zona, su vista comenzó a nublarse, y sintió sudor por todo su cuerpo.

Clarita ingresó con velocidad al cuarto.

—¡¿Qué hace acá?! ¡Esto es propiedad privada! —exclamó enojada. Al ver que la mujer estaba indefensa en el suelo, se acercó aún más. —¿Qué le pasa? ¿Le duele el pecho?

—Necesito…

—Bueno, tranqulícese y respire profundo. Voy a llamar a una ambulancia. Aunque sea una basura la voy a ayudar, así le demuestro que no todos en el mundo somos como usted.

—No llames. Grabame.

—¿Qué?

—Con tu celular.

Sin entender muy bien el motivo, Clarita obedeció y comenzó a grabar un video de ella. Le hizo una seña para indicarle que la grabación había comenzado.

—Yo, Victoria Del Solar —comenzó a decir—, quiero dejar constancia aquí, en mi lecho de muerte…

Clarita la interrumpió. —No diga pavadas, no se va a morir. Déjeme que llame una ambulancia.

—No me interrumpas —ordenó—. Dejo constancia de que mi última voluntad es dejarle la propiedad ubicada en Arboleda 301 a mi nieto, Álvaro Del Solar, así como también la cantidad completa de su herencia. Pido también que Juan Ignacio, quien hasta hoy fue uno de mis mejores hombres, sea destituido totalmente de su cargo en mi empresa, y que se le inicie un proceso judicial por estafa a la familia Acosta. Y por último, que la tutela de todos esos huerfanitos que Álvaro tanto cuidó, pase a ser suya y de su novia, Soledad, quien tiene mi apoyo incondicional, y a quien le ofrezco mis infinitas disculpas. Muchas gracias, ya podés detener la grabación.

—Muchas gracias por lo que dijo, me alegro mucho de que haya recapacitado —dijo Clarita, realmente sorprendida—. Pero no diga pavadas, ya mismo llamo a una ambulancia para que se encarguen de usted. Va a poder ver a su nieto administrando el hogar junto con Soledad, no se preocupe.

—Yo no me apuraría demasiado si fuera vos —dijo Juan Ignacio, ingresando al cuarto de repente. Estaba apuntando a Clarita con un arma.

—Juan Ignacio, no… —susurró Victoria, cesando de respirar sin llegar a terminar su frase. En ese instante dejó de estar allí, dejando en el cuarto únicamente su cuerpo, pero con su espíritu viajando a la distancia.

—Qué tierna la abuelita con su última voluntad —dijo Juan Ignacio—, es una lástima que no vaya a cumplirse nunca. Vas a borrar ese video o te mato y lo borro yo mismo.

—Si pensás que voy a sacrificar la vida de tantas personas para salvar la mía, estás muy equivocado. Haceme lo que quieras, pero este video lo va a ver todo el mundo —espetó Clarita con firmeza.

—¿Ah, sí? —dijo Juan Ignacio, y cambió la mira de su pistola hacia Joaquín—. Borralo ahora mismo.

Con un sentimiento de impotencia muy fuerte, Clarita pulsó la opción «borrar» en su teléfono móvil.

—Perdón, Soledad… estoy segura de que vas a buscar otra manera de ganar esta historia —susurró.

—Así me gusta. —Juan Ignacio comenzó a acariciarla.

—No me toques, psicópata —exclamó ella, alejándose—. Me das asco.

Ante la duda, Juan Ignacio tomó el celular de Clarita y se fue de la casa con él, llevándose también la última esperanza de que Álvaro y Soledad pudieran recuperar todo lo que les habían quitado. Dejando atrás no solo un hogar casi destituido de todo, sino una mujer frívola y egoísta que acababa de, literalmente, morirse de arrepentimiento.

Capítulo 25: Joaquín

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