Capítulo 4: El pobre y el rico


Jaudín (o, mejor dicho, Guillermo) no estaba acostumbrado a tener que hablar con otras personas, por eso se sintió tan extraño esos días al recibir bienvenidas y muestras de afecto por parte de quienes hasta el momento no eran más que desconocidos del hogar Rincón de Luz. Para ayudarlo a acostumbrarse a llevar su nueva vida humana, no había nadie mejor que Úrsula: después de todo, ella había pasado por la misma experiencia que él.
Estaban los dos jugando a las brujas en la sala de juegos cuando de repente los interrumpieron Mateo y Mentiritas.
—¡Acá estabas, Guillermo! —exclamó Mentiritas, tomándolo del brazo y llevándoselo lejos de Úrsula—. Vení, vamos a jugar al fútbol.
—¿Qué hacés, nene? —lo interrumpió Úrsula—. ¡Está ocupado conmigo! ¡Vayan a jugar ustedes más tarde!
—¡Guillermo es un varón, y tiene jugar a cosas de varón! ¡No puede estar haciendo de brujita con vos! —dijo Mateo.
—¿Ah, no? ¡Mirá cómo sí puede! —lo desafió Úrsula, tomando a Guillermo de su brazo derecho.
Entonces sucedió algo que Jaudín no esperaba: después de haber sido rechazado toda su vida por cualquier persona que lo rodeara (todos solían huir espantados por su mal humor), ahora estaban tomándolo dos personas, una de cada brazo, intentando pasar tiempo con él. Hubiera pensado que era divertido, de no ser porque tanto tironear de sus brazos ya le estaba provocando dolor. No sabía exactamente cuánto tiempo iba a poder soportar estar así.


Soledad estaba en su nueva oficina como directora, la cual hasta hace muy poco tiempo había sido de María Julia, ordenando algunos papeles del hogar. Todavía no podía creer lo que el destino había hecho con ella: su plan original era infiltrarse en el hogar para castigar a la familia Del Solar, y ahora estaba ocupando el cargo de directora de ese lugar; y mejor todavía: se había enamorado de Álvaro.
La luz de la lámpara que la iluminaba se apagó de repente.
—Estas lámparas viejas… deben haber venido con la casa —dedujo en voz baja.
Se levantó para abrir las cortinas, permitiendo que la luz natural del sol ilumine la oficina, pero se detuvo a medio camino: una sombra la observaba a pocos pasos de distancia, cerca de la puerta.
Era la misma sombra de una niña que había visto en su cuarto algunas noches atrás. ¿Acaso estaba volviéndose loca?
—¿Quién anda ahí? —preguntó en voz alta.
—¡Somos nosotros, Soledad! ¿Podemos pasar? —contestó Mentiritas desde detrás de la puerta. No se había dado cuenta hasta ese momento de que habían estado golpeándola.
—Sí, pasen —contestó, abriendo finalmente las cortinas. La sombra de la niña desapareció instantáneamente.
—¡Guillermo estaba jugando conmigo y ellos me lo sacaron! —exclamó Úrsula.
—¡Mentira! ¡Lo que pasa es que ella lo hace jugar a las brujas y él tiene que jugar a cosas de varón con nosotros! —se defendió Mateo.
—A ver, a ver… no griten, cálmense —les pidió Soledad, y luego continuó—: Guillermo puede jugar a lo que quiera, no importa si es algo «de varón» o no. Lo importante es que se de divierta con sus amigos. ¿Por qué no mejor buscan jugar los cuatro juntos a algo que les guste a todos?
—¡Pero se va a volver una nena! —dijo Mentiritas.
—No importa a qué juegue, Eze. Lo importante es que todos se diviertan juntos.

Mientras tanto, en el patio trasero del hogar, Amir estaba revisando algunas de las macetas cercanas al laberinto. Lo que no sabía era que estaba siendo espiado desde detrás de un arbusto: Lucía se ocultaba y lo observaba desde allí. Nadie hubiera sabido dónde estaba de no ser por Malena, quien acababa de salir en su búsqueda y acababa de cruzársela.
—¿Qué hacés acá escondida? —preguntó.
—¡Shhh! ¡No me tiene que escuchar! —susurró Lucía con desesperación.
—¿Quién? ¿Amir? —Malena no pudo evitar sonreír.
—Sí —admitió su amiga, avergonzada.
—¡Te gusta Amir! No lo puedo creer. Primero Sebastián y después él. ¿Qué tenés con los enemigos de tu hermano? Bueno, aunque ahora ya son amigos con Lucas.
—Yo no tengo la culpa de que el chico más lindo del hogar se haya llevado mal con mi hermano antes. —Lucía clavó su mirada en el césped, ocultándose todavía más.
—Obvio que no. Pero, igualmente, ¿qué hacés espiándolo? ¡Si te gustá andá y decile algo! Y apurate antes de que se te adelante otra.
—¿Y qué le digo?
—¡Lo que sea! ¡Andá! —Malena tomó a Lucía del brazo y la empujó hacia Amir. Luego le levantó el pulgar a su amiga y volvió de regreso al hogar, dejándola a solas con su pretendiente.
—Hola —soltó tímidamente Lucía, acercándose algunos pasos.
—Ah, hola Lucía —respondió Amir con desinterés.
Por un momento nadie dijo nada. Lucía se sentía tan estúpida. ¿De qué se suponía que iba a hablar con él? ¡No tenían nada en común!
—¿Qué estás haciendo con las plantas? —preguntó luego de algunos segundos.
—Estoy buscando Aloe Vera —dijo Amir, y luego añadió—: Es una planta cuyas propiedades son sumamente beneficiosas para el cuidado de la piel. Me quedaron algunas quemaduras del sol cuando estuvimos en Buenos Aires, así que voy a necesitar muchas dosis.
Lucía no había entendido una sola palabra, pero asintió con interés fingido.
—¿Querés que te ayude? —se ofreció.
—No, gracias. Estoy acostumbrado a trabajar en solitario.
—Dale, dejate ayudar —insistió Lucía, tomando la caja donde Amir guardaba las plantas que iba recogiendo.
—En serio, no me gusta el trabajo en equipo. —Amir se aferró a la caja con todavía más fuerza.
—No seas orgulloso —continuó Lucía, tomándola todavía más.
De repente, sin que ninguno de los dos lo notara, comenzaron a forcejear hacia un lado y el otro. Un momento más tarde, la caja había volado por el aire y caído en la fuente del patio, quedando totalmente empapada.
—¡No! ¡¿Qué hiciste?! —exclamó Amir, corriendo hacia la fuente. Tomó la caja en sus manos y la observó de cerca: no había un solo centímetro seco.
—¡Perdoname, te juro que no quise…!
—¡Te dije que no me ayudes! ¡Pesada! —la interrumpió Amir—. ¡Ahora voy a tener que ir a buscar a alguna plaza porque toda la planta del hogar está arruinada!
Con los puños cerrados, Amir regresó al hogar. Un momento después, Malena regresaba al jardín con Lucía, quien estaba sentada sobre la fuente.
—¿Qué pasó? ¿Por qué se enojó tanto Amir?
—Porque soy una tarada —explicó Lucía con tristeza—. Soy una bruta, ordinaria… ¡y él es un príncipe! ¡Es obvio que nunca se va a fijar en mí! ¿En qué estaba pensando? ¡Qué estúpida fui!
—No digas eso —replicó Malena—. Vos no sos ninguna de esas cosas.
—Sí soy. Viví casi toda mi vida en la calle, no tengo modales. Mientras él estaba en su palacio lleno de sirvientes, yo estaba en una plaza pidiendo algo para comer.
—Amir te tiene que querer siendo vos misma. Si no es así, entonces no merece que te fijes en él.
—Nadie se va a fijar en alguien como yo. Estoy harta de ser una tumbera. Se terminó la Lucía callejera, voy a cambiar… voy a ser igual a las demás… voy a hacer que Amir se muera de amor por mí.
Malena la miró con preocupación.
—Estoy segura de que vas a recapacitar y abandonar esa idea.

—Estás equivocada, amiga. Dentro de poco no me vas a reconocer. Si Amir es un príncipe, entonces voy a ser una nueva yo: a partir de hoy soy la Princesa Lucía.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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