Capítulo 9: Josefita en peligro


—¡Dámela!
Josefita, la muñeca de Josefina, estaba siendo lanzada por los aires entre Mateo, Mentiritas, y Guillermo, en la sala principal. Ahora era el turno del ex-gnomo para tenerla.
—Te dije que me la des. No es tuya. ¡Devolveme a mi muñeca! —exclamaba Josefina.
Jaudín, al ver que Mateo le hacía una señal con la mano, se la lanzó para que la agarre él.
—¡Cómo pesa este bicho! —Mateo flexionó las rodillas evitando caer al suelo.
—¡No es un bicho, es una muñeca!
—Es enorme, no me la pases a mí de nuevo —pidió Mentiritas.
—A mí tampoco —añadió Guillermo, agotado.
Josefina miró a Mateo victoriosa.
—¿Viste? Nadie quiere seguir con tus juegos estúpidos. Ahora devolvémela o le voy a decir a Sole.
En ese momento sonó el timbre y Jaudín aprovechó para atender la puerta. Betina ingresó por ella unos segundos después.

—Hola, chicos. ¿Cómo están? —dijo, cerrando la puerta por detrás suyo.
—¡Ya sé! Si nadie quiere ayudarme a quitársela, voy a esconderla en el laberinto para que no la pueda encontrar nunca más —exclamó Mateo.
—¿Qué? ¡No! ¡Dejá a Josefita en paz!
Los cuatro corrieron en dirección al jardín trasero, dejando a Betina completamente sola en la sala principal.
—No podría haber llegado en un momento más perfecto —dijo en voz alta, saltando de la alegría.
Antes de que los chicos regresaran o alguien bajara por la escalera, Betina se apresuró a correr las rejas de la chimenea y meterse por el hueco, tal y como Laura le había contado. Cayó en un lugar totalmente invadido por la oscuridad, y tuvo que usar su teléfono móvil para iluminarlo.
Una vez que estuvo allí, no podía procesar los hechos: el túnel era tan largo que no alcanzaba la vista para ver el final desde ninguna de sus dos direcciones.
—Esto es increíble. ¿Cómo hay un lugar tan grande abajo de un orfanato?
Caminó varios metros, observando con interés cada centímetro del lugar a medida que avanzaba y su teléfono iluminaba el camino.
—Tiene que haber algún interruptor para encender la luz. ¿Cómo hacían para ver algo acá abajo? —dedujo.
Lo que Betina no sabía era que en realidad ese lugar era iluminado por uno mismo. Cuando las intenciones de la persona que lo recorría eran buenas, la luz aparecía. Y mientras más puro era su corazón, con mayor claridad se podía ver. Así, buscando lo mejor de uno, también se estaba buscando la luz.
Ella, por su parte, tenía las peores intenciones al estar allí. Y por eso mismo era que los túneles, lejos de iluminarse, se oscurecían cada vez más, como si fuesen un reflejo de su alma; y , en cierto modo, lo eran.
Al menos dos horas más tarde, la preocupación comenzaba a apoderarse de ella: no solo no podía encontrar ningún escondite donde poder espiar a Laura, sino que tampoco recordaba cómo salir de allí. Estaba atrapada.
—Soy una estúpida. ¿Cómo no me di cuenta de que me iba a perder? ¡Si acá no se ve nada! —maldijo.
Sus piernas de repente se debilitaron. Parecía como si hubiera estado caminando allí días enteros, y no solo unas hora.
—¡Soledad, Álvaro! ¡Laura! ¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme! —exclamaba. Ya ni siquiera le importa encontrar el lugar. Lo único que quería era salir con vida.
¿Y si no lo lograba? ¿Y si su último aliento la iba a encontrar atrapada en la penumbre? ¿En la cúspide de su fracaso? ¿Fallando en la única misión que le había dado una mínima oportunidad de reconocimiento?
Su hermana iba a quedarse sola. Iba a perder a la única familiar que le quedaba. No tenía la mejor relación con Pía, pero definitivamente no le deseaba algo tan terrible a alguien de su propia sangre.
Entonces, para sorpresa suya, algo además de la plena oscuridad apareció. La luz comenzó a invadir muy débilmente el lugar. Ella no lo sabía, pero se debía a que había tenido algo de corazón: se había preocupado por su hermana.
Todavía no se podía ver con claridad, pero alcanzaba a distinguirse la silueta de una puerta a pocos pasos de distancia. Betina no esperó un momento más para entrar, y lo que encontró la llenó tanto de malas intenciones que devolvió la oscuridad del túnel de manera mucho más brusca que antes.
—¡Sí! ¡Lo logré!
Un cuarto enorme, lleno de alfombras, con una cama toda desarreglada, muchos libros, y algunas otras pertenencias. Por el olor, parecía como si ninguna persona hubiese pisado ese lugar en mucho tiempo; dedujo que se trataba del antiguo cuarto de Pedro.
Sin embargo, lo que más la asombró fueron las numerosas pantallas con teclados. Presionó uno de los botones, el que tenía la señal de encendido, y las pantallas mostraron exactamente lo que ella esperaba ver: en cada una de ellas apareció un sector del hogar.

Momentos más tarde, en la sala principal, la muñeca de Josefina no dejaba en paz a su dueña.
—¡Nunca más dejes que me agarren así esos chicos!
—¡Perdón! —dijo Josefina—. Te prometo que a partir de hoy te voy a cuidar mejor. Ya va a ver ese Mateo… ¡y Jaudín y Mentiritas también, por ayudarlo!
—Está bien, no te preocupes. No fue para tanto. Solo me marearon un poco —la consoló, caminando hacia ella.
—Todavía estás despeinada. ¡Ya sé! ¿Qué te parece si vamos al cuarto a buscar un peine y te arreglo? ¡Vas a quedar como nueva!
Antes de que Josefita pudiera responder, un sonido la interrumpió: la reja de la chimenea abriéndose desde dentro y alguien saliendo desde allí.
Cuando Betina notó que alguien la había visto en la escena del crimen, se preocupó; pero esta sensación se esfumó en un segundo al ver que solo se trataba de Josefina, la más chica del hogar. Y su muñeca, claro, a la cual llevaba en brazos.
—¿Qué hacías ahí? —preguntó Josefina, de repente asustada por la presencia de Betina.
—Nada, estaba buscando unos aritos que se me cayeron por la chimenea.
Josefina recordó entonces las acusaciones de Mentiritas sobre Betina tener malas intenciones. También recordó cómo los chicos le habían contado las cosas que Pedro hacía desde dentro de los túneles bajo la chimenea.
—¡Mentira! —gritó—. Ya sé qué es lo que hay ahí. ¡Le voy a contar a Soledad y Álvaro!
Betina dio un paso adelante y tomó a Josefina por el cuello. Su mirada abandonó de repente toda muestra de inocencia.
—Escuchame una cosa, mocosa estúpida —dijo, mirándola de cerca—. Vos le llegás a decir a una sola persona que me viste salir de los túneles y te vas a arrepentir, ¿me escuchaste?
—¿Ah, sí? ¿Qué me vas a hacer sino? ¿Me vas a pegar? —le costaba hablar y estaba asustada hasta los talones, pero, de alguna manera, la presencia de Josefita, su mejor amiga, le daba fuerzas para no mostrarse débil.
—No —respondió Betina, soltándola.
Josefina se tiró al piso a toser. Betina aprovechó el momento y le arrebató a Josefita de las manos.
—A vos no te voy a pegar, pero a tu muñeca no la ves nunca más en la vida. La voy a prender fuego, ¿me escuchaste? Así que si no querés que tu mejor amiga se convierta en cenizas, lo mejor va a ser que aprendas a quedarte calladita.
—¡No! ¡Por favor! ¡No le hagas nada a Josefita!
—¡Eso depende de vos! —exclamó Betina—. Yo no le hago nada si vos no decís una palabra. ¿Tenemos un trato?
Hubo un silencio.
—…Está bien —cedió la niña, poniéndose de pie y recuperando su muñeca.
—¿Viste? Las cosas no son tan difíciles como creías. Así las dos salimos ganando.
Se oyeron pasos y de las escaleras comenzaron a bajar Soledad y Álvaro, seguidos por el resto de los chicos del hogar.
—Hola, Betina —la saludó Álvaro—. ¿Qué hacías por acá?
—Pasaba a hablar con ustedes, pero me la encontré a Jose y me entretuve jugando con ella. ¿No?
—Sí —mintió Josefina.
—Igualmente ya me iba —añadió Betina luego de un momento—. ¡Nos vemos!
Una vez que Betina se fue, Soledad se sentó en el sillón de la sala principal, junto con Álvaro y Mentiritas. El resto de los chicos la miraban a ella desde el suelo, sentados.
—¿Qué pasó, Sole? ¿Para qué nos reuniste a todos? —preguntó Malena.
—Por la cara que tienen los tres, no debe ser nada bueno —susurró Lucía.
Soledad cerró los ojos, respiró, los volvió a abrir, y luego habló:
—Álvaro y Eze ya lo saben, pero quería que todos ustedes se enteraran al mismo tiempo.
—¿De qué nos tenemos que enterar? ¿Qué pasa? —preguntó Lucas.

Soledad tomó a Álvaro de las manos. —Me voy a ir —dijo, su voz temblando—. Voy a dejar Rincón de Luz.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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