Capítulo 04: In Fraganti
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Buscá la Luz
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Durante los días siguientes Lucas no pudo concentrarse en
nada más que en la relación que Malena y Sebastián estaban teniendo. Sus
pensamientos tanto del día como de la noche, reflejados en sueños, lo
atormentaban y le mostraban una realidad alterada de la cual él no quería saber
nada. Tras mucho meditarlo y consultarlo con su mejor amigo Julián, Lucas
decidió hacer lo que le parecía que iba a ser lo mejor: acercarse a Sebastián.
Por supuesto que la idea de ser amigo de Sebastián no solo
le resultaba sumamente desagradable sino que además era una misión imposible:
ellos dos se habían odiado casi desde el primer día de verano en que Lucas se
mudó a la casa de Arboleda 301. Sí, no iba a ser fácil, pero era su mejor
oportunidad y no iba a dejarla pasar.
El viernes después del almuerzo se sentía un poco cansado y
había pensado dormir una siesta, pero tuvo que suspenderla para lograr su
misión del día. Apenas hubo terminado de lavarse los dientes, salió a la vereda
y tocó el timbre de la casa junto al hogar. Dejando atrás su orgullo y casi
aguantando la respiración, Lucas sabía exactamente que esta iba a ser una
situación muy incómoda.
—Hola… eh… yo vivo en el hogar de al lado y… —Lucas no
esperaba que sea él quien lo atienda. Había ideado todo un plan en caso de que
Luciana no quiera dejarlo pasar, pero al padre no lo conocía y por lo tanto
tampoco tenía idea de como persuadirlo.
—¿Lucas? ¿Qué hacés vos por acá? —le preguntó el hombre de
forma apresurada, para aliviar un poco la tensión y no permitir que Lucas
siguiera balbuceando y dejándose en ridículo.
—Quería hablar con Sebastián.
Pareció como si esas palabras hubieran sido una especie de
conjuro en el Sr. Caride. Apenas las oyó se formó una sonrisa enorme en su cara
y su mirada reflejaba una gran calidez. Lucas se sintió un poco sorprendido y
aliviado cuando éste lo invitó a pasar y le dio a Lucas las indicaciones para
llegar a la sala de estar, donde Sebastián estaba matando el tiempo.
Por un momento olvidó totalmente lo que había planeado
durante los últimos días, y es que era la primera vez que veía desde adentro y
tan detenidamente la casa de sus vecinos. Si bien Rincón de Luz no era ninguna
casucha, éste lugar parecía casi una mansión: había cuadros en todas las
paredes, todos los electrodomésticos parecían venir de cincuenta años en el
futuro, las alfombras se sentían como caminar sobre una nube, y en el aire había
un ligero aroma a lavanda.
Caminando casi sin rumbo —ya que si bien el Sr. Caride le
había dado indicaciones claras a Lucas, éste no había entendido una sola
palabra, y Lucas no quería estar un minuto más en su presencia, motivo por el
cual no le hizo más preguntas y fingió haber entendido perfectamente— solo se
detuvo cuando oyó algo en el silencio: Sebastián estaba en el cuarto de junto
hablando con su hermana. Se acercó a la puerta para oír mejor.
—Mejor callate, Luciana, no tenés ni idea de lo que estás
hablando —decía Sebastián.
—Es que tengo razón, estás todo el día pegado a ese chico
Coco. Sorry, pero es lo más bajo que podrías haber caído; se llegan a enterar
en el club y no nos dejan entrar nunca más a ninguno de los dos.
—¿Qué decís? Solamente lo acompañé un par de veces al hogar
desde la escuela, no es que seamos amigos ni nada.
—¿Un par de veces? ¡Lo estás acompañando todos los días,
Sebastián! ¡Más te vale que no se entere nadie que te juntás con los mugrosos
porque te mato! ¡¿Me escuchaste?!
—Luciana, más te vale que no se te escape nada A VOS. Tener
un hermano que se junta con uno de esos huerfanitos no es tan malo como ser ese
hermano. Yo no digo nada si vos no decís nada, ¿ok?
Luciana balbuceó y salió de su boca un sonido incomprensible
para Lucas. Unas semanas más tarde se enteró que Luciana estaba diciendo una
palabra en inglés.
—Así me gusta —dijo finalmente Sebastián y comenzó a caminar
para salir del cuarto. Cruzó la puerta y se encontró cara a cara con Lucas.
—¡¿Qué hacés vos acá?! ¡¿Me estás espiando?!
—No, no te estaba espiando, pero igual escuché todo, y no
dudes que Coco va a saber lo que pensás de él —lo desafió Lucas y comenzó a
caminar hacia la puerta de salida. Sebastián lo tomó por el brazo al grito de
un insulto; instintivamente Lucas se soltó y se echó a correr hacia el hogar,
Sebastián lo siguió por detrás.
Aunque pueda parecer un pensamiento muy egoísta, Lucas sabía
perfectamente que esta oportunidad no iba presentársele dos veces: había
escuchado a Sebastián afirmar que sentía vergüenza de relacionarse con Malena,
obviamente ella iba a enojarse muchísimo e iba a felicitar a Lucas por abrirle
los ojos. La solución perfecta.
Se apresuró a abrir la puerta del hogar e ingresar a la sala
principal. Malena estaba sentada en las escaleras a solas, parecía como si
hubiese estado esperándolo.
—¡Malena, no creas nada de lo que te dice este mentiroso!
—gritó Sebastián alcanzando a Lucas, antes de que él pudiera decir alguna
palabra.
Malena corrió desesperadamente desde la escalera hasta donde
estaban Lucas y Sebastián, le tapó con violencia la boca a este último. —¡Shhh!
¡¿Estás loco?! ¡No me tenés que decir Malena, soy Coco! —le susurró mientras se
ruborizaba del miedo.
—Coco, ni te molestes en perder tiempo con este, ya se le
cayó la careta —dijo Lucas de forma muy calmada, mirándola directo a los ojos.
—¿Qué decís? ¿Qué pasa? —preguntó Malena confundida.
—Resulta que acabo de escuchar al señor “Sebastián Perfecto”
hablando con su hermana sobre lo mucho que se avergonzaba de… —comenzó Lucas,
pero Sebastián lo interrumpió—: ¡Callate, Lucas! ¡A nadie le interesa lo que
tenés para decir! —Cambió la mirada y la dirigió hacia Malena— ¿No ves, Coco?
¡Está tan celoso de que seamos amigos que está inventando cualquier cosa!
—Dejalo hablar. —ordenó Malena, más por curiosidad que por otra
cosa, y luego agregó—: ¿De qué se avergonzaba Sebastián? Decime, Lucas.
—Se avergonzaba de tener un amigo huérfano. Se avergonzaba
de que la gente sepa que se lleva bien con vos, no quería que nadie se entere,
y hasta amenazó a su hermana por eso.
Algo en la mirada de Malena se rompió. —…¿Qué? ¿Eso es
verdad, Sebastián? —le preguntó con la voz apagada.
—…¡No, obvio que no! ¿Cómo voy a decir eso de vos? ¡Es obvio
que este está mintiendo! —se defendió.
Hubieron varios segundos de silencio en los cuales Malena
dirigía la mirada a los ojos de los dos chicos que estaban frente a ella.
Finalmente la dejó sobre Sebastián. —Andate, por favor —le pidió con voz débil.
—Pero, Coco… —comenzó Sebastián.
—Andate —ordenó nuevamente, interrumpiéndolo. Esta vez más
severa, pero sin levantar el tono de voz.
En silencio y casi sin darse cuenta, Sebastián se retiró
lentamente.
—¿Estás bien? —le preguntó Lucas a su amiga, una vez que
volvieron a estar a solas.
—Sí —se limitó a contestar ella, todavía con la mirada
clavada en la puerta de entrada que acababa de cerrarse.
—¿Segura?
—¡Te dije que sí! ¡Dejá de ser tan pesado! —gritó ella y se
retiró escaleras arriba, casi corriendo.
Justo en ese momento, Lucas hubiera jurado que vio algo
brillando en sus ojos: lágrimas.
Cuando estaba a punto de caer la noche, justo después de que
Soledad terminó todas sus labores del hogar, se dirigió a su cuarto para
tirarse a la cama a descansar, pero antes tenía algo más importante que hacer,
algo que nada tenía que ver con sus labores como celadora de un hogar de niños
huérfanos. Sacó su teléfono celular de uno de sus bolsillos y marcó la tecla de
llamar. La pantalla decía “Llamando… Clarita”.
—Hola… ¿Clarita? Sí. No vas a creer lo que tengo para
contarte. ¿Adiviná a quién acaban de nombrar directora del hogar de Álvaro Del
Solar? —le dijo a su amiga. Apartó el celular unos centímetros para no quedarse
sorda con los gritos de felicitación que se disparaban de él. —Sí, yo tampoco
lo puedo creer. ¿No me pasas con… —Soledad se quedó en silencio un segundo,
como dudando. Luego continuó—: …con él? Quiero que se entere por mí.
Mientras esperaba que su amiga Clarita le pase el teléfono a
quienquiera que fuera “él”, alguien entreabrió la puerta de su cuarto, de
espaldas a ella. Javier, el amigo-casi-hermano de Álvaro había ido a
felicitarla, pero no dijo nada ya que le parecía muy descortés interrumpir una
conversación telefónica.
—¿Hola? Sí, soy yo, Soledad —comenzó a decirle a “él” por el
teléfono—. Tengo una noticia muy buena para darte: ¡Me acaban de elegir como
directora del hogar de huérfanos que tienen los Del Solar!
—¿Soledad? —la voz de Javier la interrumpió. Volteó y ambos
se miraron a los ojos; él desconcertado, ella cortando el llamado pero sin
saber cómo reaccionar. —Mencha… ¿Por qué acabás de decir que sos Soledad?
—Bueno, yo… —intentó pensar una mentira, pero era inútil.
Javier se acercó y le sacó la peluca rubia rizada que la había inspirado para
rencarnar a Mencha.
—¿Qué significa todo esto? ¿Te estuviste riendo de todos
nosotros este tiempo?
—Javier, esperá, yo te puedo explicar…
—¡¿Qué me vas a explicar?! ¡¿Para qué viniste acá?! ¡¿Con
quién hablabas?!
—Te juro que todo tiene una explicación, Javier; por favor
no le digas nada de esto a Álvaro, si se entera que Mencha soy yo, me echa.
—¡Y por supuesto que te va a echar! ¡¿Con qué derecho venís
y nos mentís?!
—Javier, escuchame, vos sabés que Álvaro a mí me negó el
puesto por un prejuicio estúpido, disfrazarme de Mencha era la única forma
posible de demostrarle que soy la más capacitada para el trabajo, por favor te
lo pido, no se lo digas.
—¡Que seas la mejor capacitada para el trabajo no te da el
derecho a mentirnos a todos! ¿Qué buscás? ¿Eh? ¿Plata, fama? ¿Tengo que llamar
a la policía?
—¡Javier, por Dios! ¡No seas exagerado! ¡Lo único que hice
fue tratar de abrirle los ojos a Álvaro! ¡Vos sabés que yo no soy una mala
persona! Por favor te lo pido, no digas nada.
—¡Ah, pero vos estás loca! Y todavía más loca estás si
pensás que voy a mentirle a mi mejor amigo de toda la vida para cubrirte a vos.
—No me digas así, no me digas loca porque sabés
perfectamente qué clase de persona soy. Por favor, Javier; los chicos me quieren,
yo los quiero, trabajo bien; ¿qué importa quién sea?
—Sí importa. Y mucho… sin embargo, puede que tengas razón en
eso de que nunca hiciste nada malo. Yo mismo me encargué de convencer a Álvaro
de que te contrate, así que tengo que responder ahora ante esta situación: si
no querés que le diga nada, agarrás tus cosas y te vas ya mismo. Sin dar
ninguna explicación ni despedirte de nadie, yo mañana voy a inventar alguna
excusa.
—Javier, por favor, no me podés hacer esto… —Soledad parecía
a punto de llorar. Javier nunca la había visto tan triste.
—No lo repito más: agarrá ya mismo tus cosas y andate si no
querés que llame a la policía. Y que ni se te ocurra volver.
—Está bien… está bien… te voy a hacer caso, pero que conste
que vos no sos ningún santo, que escuchar una conversación privada tampoco es
muy ético que digamos.
—¿Encima me criticás? ¿Con qué cara?
—No te critico, solamente te lo aclaraba. De verdad, te
deseo lo mejor, y fue un gusto haberte conocido. —Soledad intentó estrechar su
mano con la de Javier, pero éste se negó.
—Tenés
cinco minutos para armar todo e irte. Ni un segundo más —le ordenó, y salió del
cuarto cerrando la puerta con violencia. En realidad, Javier estaba de acuerdo,
interrumpir una conversación telefónica era muy descortés, así como también lo
era escuchar conversaciones privadas, ¿pero acaso no era todavía peor mentir?
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¿Qué es "Buscá la luz"?
"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.
En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.
Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.
Escrito por Fundador
MAGNIFICO!
ResponderEliminarme encanto el triangulo amoroso de Lucas, Malena y Sebastian
y el repentino protagonismo de Javier
gracias por comentar siempre :) qué bueno que te haya gustado. quería agregarte a la columna de afiliados del blog así entran más personas a leerte pero noté que lo cerraste! pensás reabrirlo en algún momento? a mí me gustaban tus historias
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