Capítulo 05: Ausente
17:15
| Publicadas por
Buscá la Luz
|
Lucas notó la ausencia de Soledad desde el segundo en que se despertó: algo en el aire parecía extraño, ya no se respiraba tanta felicidad, y esa fuerza que le aliviaba el dolor ya no se presentaba. Haber sido abandonado, la pérdida de su hermana menor, la mala situación por la que estaba pasando con Malena… todos sus problemas parecían ahora tener el doble de fuerza de la que tenían la noche anterior. Sin decir una palabra, pudo notar como todos sus compañeros de cuarto, según iban despertándose, percibían exactamente lo mismo: algo estaba faltándole a Rincón de Luz.
Les pareció raro a todos que Mencha no esté sirviéndoles el
desayuno, en su lugar Javier había madrugado para remplazarla en sus tareas.
Por supuesto que no dudaron en preguntar, y por supuesto que el primero fue
Lucas.
—¿Qué pasó? ¿Dónde está Mencha? —le preguntó con seguridad a
Javier apenas lo vio cruzar la puerta de la cocina hacia el comedor.
—Buenos días se dice, ¿no? —le corrigió éste.
—Buenos días. ¿Dónde está Mencha?
—Mencha se fue.
—¿Cuándo vuelve?
—Nunca.
—¡¿Qué?! —soltaron todos los chicos al unísono. Mateo no
pudo evitar escupir un poco del té que estaba tomando sobre el guardapolvo de
Tali.
—¡¿Otra vez, tarado?! ¡Ahora que no está Mencha, nadie va a
lavarme la ropa! ¡Voy a tener que ir con una mancha de té al colegio, todo por
tu culpa! —gritó Tali con su mal humor mañanero tan característico.
—¿Qué le hizo Álvaro a Mencha? ¡¿Por qué se fue?! —preguntó
furioso Lucas, poniéndose de pie y clavándole la mirada a Javier como si él
hubiera sido un asesino a sueldo contratado por Álvaro.
—Nada, Lucas. Nadie le hizo nada, Mencha se fue porque tuvo
que volverse a su ciudad, ahora cállense y desayunen —le contestó Javier sin
ganas de dar explicaciones.
—¡Mentiroso! ¡Mencha nunca se hubiera ido del hogar sin
despedirse! —gritó Mentiritas con su voz aguda.
—Tengan mucho cuidado en quién confían, porque hasta las
personas que más quieren pueden estar mintiéndoles y ustedes no se están dando
cuenta. —les aconsejó Javier, y luego agregó—: Yo ya les dije lo que pasó, si
quieren creerme bien, y sino es su problema. —Al terminar de decir su última
palabra, se retiró del comedor y subió las escaleras de la sala principal. Los
chicos hicieron un silencio general.
—¿Qué habrá querido decir con eso? —preguntó Julián.
—A lo mejor Javier es un detective secreto y se dio cuenta
que Mencha es Soledad, y por eso ella se fue —propuso Mentiritas. El resto de
los chicos se burlaron de su teoría, a excepción de Lucas.
—Esperen, chicos, Mentiritas capaz tiene razón —lo defendió
Lucas, acallando los comentarios de los demás.
—¿Estás loco? Javier no es ningún detective secreto. ¿Qué
tenés, siete años? —le contestó Tali.
—Tali tiene razón, Lucas. Todo bien con vos, Menti, pero no
creo que Javier sea eso —agregó Carola.
—No, chicos, escuchen bien: no digo que Javier sea un
detective secreto, pero… ¿No escucharon lo que dijo cuando se fue? A lo mejor
de verdad descubrió que Mencha era Soledad, y por eso la obligó a irse.
—Pero si fuese así entonces Álvaro ya tendría que saberlo, ¿no?
—preguntó Mateo.
—Sí, puede ser, no creo que le esconda algo así porque son
mejores amigos, pero ahora Álvaro está durmiendo, y no vamos a poder
comprobarlo hasta que volvamos de la escuela al mediodía.
—¿Entonces qué hacemos? —dijo Laura, buscando llegar a una
conclusión.
—Por ahora nada, vamos a ir a la escuela y vamos a hacer el
día normal, cuando volvamos fijémonos cómo actúa Álvaro y a partir de ahí
tomamos una decisión, ¿está bien? —propuso Lucas. Todos aceptaron y terminaron
de desayunar; luego tomaron sus mochilas y partieron para el colegio. Justo en
ese momento, alguien que estaba oyendo la conversación entró al hogar por la
ventana: un hombre alto y con pelo oscuro, vestido de traje y con un maletín.
Sacó un papel y una birome, escribió una nota, y la dejó sobre la mesa del
comedor:
“Álvaro:
Me mandó Diana a hablar con vos para tratar temas financieros sobre el
hogar. Pasé temprano y no estabas. Por favor andá a la oficina o voy a tener
que volver a pasar, es importante. Muchas gracias.
Juan Ignacio.”
Javier comenzó a sentir remordimientos por mentirle a su
amigo no bien este se hubo levantado de la cama.
—¿Qué hacés acá tan temprano vos? —le preguntó Álvaro cuando
ambos se cruzaron en la sala principal.
—Vine a despertar a los chicos.
—¿No se supone que eso lo tiene que hacer Mencha?
—Sí, pero Mencha no pudo, así que vine a ayudarte con el
hogar hasta que encuentres otra celadora.
—¿Otra celadora? ¿De qué hablás? —Álvaro sonaba muy
preocupado. Al no recibir respuesta por parte de su amigo, insistió—: ¿Mencha
se fue?
—…Sí, se tuvo que ir. Tenía algo muy importante que hacer en
su ciudad, algo muy urgente, y me pidió que te avise.
—¿No podía decírmelo a mí?
—Y, no… fue algo muy urgente, me lo dijo a mí que justo
estaba con ella. —Javier no se sentía nada bien haciendo esto. Si había algo
que odiaba, era la mentira, y la consideraba aún peor al utilizarla con alguien
que había estado a su lado desde su infancia temprana.
—¿Tan urgente era que ni siquiera vino para que le pague
este último mes?
—Esas cosas urgentes son así, viste… igual no te preocupes,
ella era una mujer que trabajaba por vocación, no por plata.
—Sí, Mencha era alucinante… es una lástima que se haya
tenido que ir… ¿Por qué, Javier? ¿Por qué tiene que pasar esto? ¡Una vez que
encuentro a alguien competente y se tiene que ir! ¡No duró nada! ¡Apenas la
había contratado en el verano!
—Sí… b-bueno… —tartamudeó Javier, y continuó—: A lo mejor se
fue porque era lo mejor.
—¿Cómo va a ser lo mejor? Seguro se fue porque los chicos la
volvieron loca, pobre Mencha. ¡Ya van a ver esos!
—¡No, no! ¡No te la agarres con los chicos! Ellos no
tuvieron nada que ver… Mencha se tuvo que ir y listo. No le des tantas vueltas
al asunto, Álvaro.
—¿Sabés qué pasa? Mencha es lo único bueno que hice en toda
mi vida, no sé si voy a aguantar hasta cobrar toda mi herencia sin ella.
—Esperá, Álvaro… ¿Estás diciendo que vas a cerrar el hogar?
—No quiero cerrarlo, si lo cierro todo esto fue para nada,
pero no sé si voy a soportar mucho tiempo más sin ella…
Javier desesperó. —No exageres, Álvaro; ya vas a conseguir a
alguien tan buena o todavía mejor que ella, y mientras tanto yo voy a estar acá
para ayudarte con los chicos. No seamos extremistas.
—Está bien, voy a hacer lo que pueda… pero te aseguro que
este lugar nunca va a ser lo mismo sin Mencha… —dijo mientras los labios le
temblaban un poco. La culpa carcomía a Javier por dentro, Álvaro tenía que
saber la verdad, pero no podía hacerle eso a Soledad: al fin y al cabo ella
tenía algo de razón en que Álvaro se había negado a recibirla sin ningún motivo
bien fundamentado; sin embargo no fue capaz de decir otra palabra más a su
amigo, y tuvo que limitarse a subir las escaleras a hacer las camas de los
chicos.
Álvaro estuvo tan deprimido que no pudo salir de su cuarto
en casi toda la tarde. Lucas golpeó su puerta varias veces para preguntarle
sobre Mencha, pero éste simplemente ignoró sus llamados fingiendo que el cuarto
estaba vacío. No fue sino hasta las seis que Álvaro bajó a la cocina a prepararse
algo para merendar; esperaba estar solo y comer en paz, pero con los chicos
sabía perfectamente que nunca iba a poder ser así.
—¿Qué pasó con Mencha? —le preguntó Tali sin siquiera
saludarlo.
—¿Dónde estuviste todo el día? —agregó Julián inmediatamente.
—Si te fuiste, ¿por qué no te escuchamos entrar? —volvió a
preguntar Tali.
—Paren un poco, chicos… no estoy bien, no me atormenten, por
favor —les pidió Álvaro con tranquilidad y tristeza. Tanto los chicos como
Javier, quien estaba en un rincón de la cocina, se sorprendieron mucho por la
reacción de Álvaro: normalmente les respondería a los gritos que se callen y
los amenazaría con dejarlos de nuevo en la calle.
—Nosotros tampoco estamos bien, Álvaro. ¿Qué pasó con
Mencha? Tenemos derecho a saberlo, tenés que decirnos —argumentó Lucas.
—No sé, Lucas. Pregúntenle a Javier porque yo no tengo idea
de nada. Ahora si me permiten, me voy a comer algo, que estuve en ayunas todo
el día. Gracias —dijo Álvaro y luego se retiró al comedor con un sándwich en la
mano.
Los chicos se quedaron en silencio mirando fijo a Javier
mientras éste fingía estar interesado en el diseño de ladrillos de la cocina.
Lucas se acercó, soltó un suspiro, volteó la mirada hacia sus amigos y les hizo
una seña para que los dejen a solas. Éstos le hicieron caso y luego Lucas
devolvió la mirada a Javier; sabía que era momento de arriesgarse. —Vos ya
sabías todo, ¿no? —le preguntó con coraje.
—…¿Todo de qué? —preguntó Javier con falsa ingenuidad.
—Lo de Soledad.
—…¿Cómo?
—Sí, lo de Soledad —repitió Lucas.
—¿Qué tiene que ver Soledad con todo esto?
—No te hagas el tonto, Javier. Ya sabés de lo que te hablo,
no somos idiotas. Ya nos dimos cuenta que te enteraste. Por eso la obligaste a
irse, ¿no?
—Esperá… ¿Ustedes ya sabían que Mencha era Soledad?
—¡Sí, obvio que sabíamos! Es más, nosotros la ayudamos un
montón; pero no me cambies de tema: ¿Vos echaste a Mencha? ¿Sí o no?
—Mirá Lucas, vos sos muy chico y esto es una locura. Que yo
guarde el secreto es una cosa, pero ahora que tengan que hacerlo todos ustedes
es algo muy diferente. Si Álvaro se llega a enterar se nos viene la noche a
todos, ya mismo voy a contarle toda la verdad. —Javier se paró y caminó en
dirección al comedor, pero Lucas se interpuso en su camino deteniéndolo.
—¡Esperá! ¡¿Estás loco?! ¿Cómo vas a hacer eso? ¡Si Álvaro
se entera, entonces Soledad no va a volver nunca!
—¡Y por supuesto que no va a volver! ¡Esa mujer es una
mentirosa, una fraudulenta, una…! —Javier no supo qué otro adjetivo utilizar y
se quedó en silencio.
—Vos sabés que Soledad es la única que vale la pena acá, por
eso no dijiste nada… por eso le diste la oportunidad de irse sin darle ningún
problema.
—Estás muy equivocado, Lucas —afirmó Javier.
—Por favor, hacé que vuelva. ¿No ves cómo estamos todos acá?
¡Estamos todos destrozados, y Álvaro peor que todos!
—Bueno… la verdad que en eso tenés algo de razón, hasta
pensó en cerrar el… ¡¿Qué hago diciéndote esto?! ¡Sos un mocoso de doce años!
—Puede ser, pero también sé reconocer cuando alguien vale la
pena. Soledad no solamente era buena con nosotros sino que también era
buenísima en su trabajo. Álvaro no la quiso contratar por un capricho
solamente, y Mencha fue una solución a la inmadurez de tu querido amiguito. Es
así y lo sabés, por favor te lo pido… —Lucas y Javier se miraron fijo. Por un
momento, ya no eran un adulto y un chico huérfano hablando: eran dos personas
debatiendo conceptos morales que ponían en juego muchísimas cosas. Había que
hacer lo correcto, pero… ¿qué era lo correcto?
Álvaro bajó a la sala principal apenas hubo terminado de
merendar. Se relajó en el sillón mirando la puerta, esperando que la solución a
todos sus problemas se presentara mágicamente. Quizás Mencha les había jugado
una broma a todos, o mejor aún: quizás su abuela se había arrepentido de todo y
decidió entregarle su herencia completa a Álvaro. Sonó el timbre y corrió a
abrir la puerta, estaba seguro que eran buenas noticias, pero la sensación no
le duró más que unos milisegundos: Juan Ignacio estaba parado frente a él,
saludándolo con sus aires arrogantes.
Si había algo que podía llegar a empeorar el día de Álvaro,
definitivamente era Juan Ignacio. Su cabello oscuro en conjunto con su gran
estatura y su moda tan formal hacían que Álvaro se sintiera diminuto y lo
odiara todavía más.
Juan Ignacio había sido su enemigo desde la infancia,
siempre lo había superado en todo, pero lo que realmente había sido la gota que
rebalsó el vaso fue cuando su abuela decidió darle a él su parte de la fortuna
en su lugar. Afortunadamente Álvaro había logrado hacerla cambiar de opinión,
motivo por el cual ahora él había interrumpido su vida de fiestas y mujeres y
había pasado a estar a cargo de un hogar de niños huérfanos; Álvaro hubiera
jurado que si Juan Ignacio nunca hubiera conocido a su abuela, entonces él ahora
podría seguir con su cómoda vida en Europa.
—¿Qué querés vos acá? —le dijo sin siquiera saludarlo.
—Hola, ¿no? Vengo por lo de la nota. ¿No la leíste? —le
respondió Juan Ignacio.
—¿Qué nota?
—Una que te dejé hoy, veo que tenés tan mal educados a tus huerfanitos
que seguro alguno de ellos te la robó —se burló Juan Ignacio.
—Mis “huerfanitos”, como vos les decís, están perfectamente
educados. ¿Qué decía esa nota?
—Básicamente explicaba que iba a volver a pasar. Diana me
mandó a tratar con vos algunos asuntos sobre la financiación del hogar, parece
que piensa que no están ejerciendo una buena administración del capital
económico que te proveemos desde la empresa, Alvarito.
—Yo no tengo nada que hablar con vos. Si ella tiene algún
problema, que venga y me lo diga en la cara. O que mande a cualquiera que no
seas vos. —Álvaro intentó cerrarle la puerta en la cara, pero Juan Ignacio lo
detuvo ágilmente con el pie.
—Yo que vos no tomaría esa posición, Alvarito. Si Diana me
mandó es porque ella no tiene ganas de verte la cara, y por como están las
cosas no me arriesgaría a que decida dejar de darte plata para darme mi
herencia completamente, ¿no te parece?
—¡¿TU herencia?! —Álvaro estaba fuera de sí— ¡Esa herencia
es mía! ¡Yo soy el nieto de Victoria Del Solar, no vos!
—Como digas, Álvaro; si ella decidió dármela a mí en un
principio fue justamente porque no le gustaban esas actitudes inmaduras tuyas.
Vení conmigo, vamos a estar un buen rato tratando estos temas, te aseguro que
no son nada sencillos. Probablemente estemos toda la noche, así que cancelá
todos los planes que tengas. Incluso dormir.
—¿Pasar toda una noche con vos encerrado en una oficina?
¡Ja! Prefiero cualquier cosa antes que eso.
—Perfecto, entonces eso le aviso a Diana. Un gusto, buenas
tardes. —Juan Ignacio dio media vuelta y comenzó a caminar por el patio
delantero hacia la salida, pero Álvaro corrió algunos pasos y lo detuvo.
—¡Esperá! —le gritó mientras lo alcanzaba— Está bien, voy
con vos. Pero que sea la ÚNICA vez que pasa esto, no puedo dejar el hogar en
manos de cualquiera. Ahora le aviso a Javier que se quede a cargo y vamos.
—Excelente, sabía que ibas a hacer lo correcto —dijo Juan
Ignacio con una sonrisa malvada. Por supuesto que tenía intenciones ocultas en
todo su plan, Juan Ignacio había escuchado perfectamente la conversación que
los chicos habían tenido esta mañana, él se había enterado que la celadora de
Álvaro le había mentido con respecto a su identidad, y se lo iba a echar en la
cara al mejor estilo Del Solar. Después de todo, tantos años trabajando para
esa familia comenzaban a darle frutos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(Atom)
¿Qué es "Buscá la luz"?
"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.
En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.
Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.
Escrito por Fundador
q sera de los chicos sin sole??
ResponderEliminarquiero leer el q sigue