Capítulo 03: Las visitas

Cuando volvieron al flete ya todos estaban despertándose. Bueno, o al menos eso era lo que el dueño del vehículo estaba intentando que hagan.
 –A ver si se levantan que me tengo que ir. ¡Vamos, vamos! ¡Apuren!— les decía mientras todos, incluso Álvaro, hacían un esfuerzo sobrehumano por salir del sueño.
Después de varios minutos, cuando todos habían bajado y se habían parado en el jardín frente a la puerta principal, Tobías y Javier salieron agotados y tensos.
—Bueno amigos, ya está. Nos tomó mucho tiempo y esfuerzo, así que espero que les guste nuestro proyecto. Pasen y vamos a ver la casa.— dijo Javier, mientras les abría las puertas y todos pasaban lentamente.
Se quedaron todos boquiabiertos y en silencio por varios segundos, quizás minutos.
Era increíble. La habitación que hasta hace pocas horas era oscura y tenebrosa, ahora era mágica. Era amplia, tenía un piso de parquet con varias alfombras encima, estanterías de madera reluciente, un piano de cola, paredes combinando los colores rojo y verde navideño con un diseño armonioso, un sillón rojo, algunas lámparas, tres ventanas grandes con cortinas, varias puertas, y una amplia y alegre escalera que llevaba al primer piso.
—Esto es impresionante— dijo Lucas sin aliento mientras todos avanzaban todavía sin poder creerlo.
—Es increíble— añadió Carola.
—Ya no parece más una casa con fantasmas— comentó Mateo, aliviado.
—Si así es este cuarto, no me quiero imaginar cómo deben ser todos los demás.— dijo Julián casi como si fuese una invitación a explorar los otros espacios.
Mientras todos iban a ver el resto de la casa, Tobías no resistió la espera y se dirigió a Álvaro. —¿No vas a decirnos nada? –le preguntó.
Álvaro no sabía muy bien cómo reaccionar, estaba realmente sorprendido, así que solo supo decir—: Primero quiero ver lo que falta.— e inmediatamente se fue a recorrer el hogar.
Subiendo se encontraron con un pasillo decorado de forma similar pero con iluminación más artificial, menos ventanas y más lámparas. Habían muchas puertas en el pasillo. Todas ellas conducían a lugares diferentes.
En una estaba el cuarto de las chicas: pared pintada con tonos rosados y diseños de hadas, sábanas y armarios con motivos florales –en tonos rosados también—, y una pequeña mesa blanca con una silla y una lámpara ubicadas justo en el centro del cuarto con un juego de té y varias muñecas.
El cuarto de los varones era similar pero con un estilo muy distinto, quizás hasta opuesto. Los colores predominantes eran el azul y el celeste. En lugar de hadas había un diseño abstracto de círculos en las paredes, las ventanas tenían vitrales azules en lugar de vidrios comunes, habían varias guitarras de todo tipo, armarios similares a los de las chicas pero con sus propios colores, y también había una mesa y una silla en el centro del cuarto, solo que estaba vacía.
En planta baja se encontraba la sala recreativa de juegos. Destacaban varios colores pero predominaban los cálidos. Tenía juegos de los que se encuentran en las plazas: hamacas, toboganes… varios almohadones modernos y coloridos en el suelo, un equipo de música, y un amplio espacio vacío para el uso que se le quiera dar.
Cuando vieron ya varios de los cuartos, todos se dirigieron a la sala principal a descansar un poco.
—Bueno, parece que les gustó a todos— dijo Javier.
Los chicos asintieron.
—Me parece que a todos no— dijo Tobías, haciendo una clara referencia a Álvaro. Ambos lo miraron.
Él se quedó en silencio por unos instantes mirándolos fijo, hasta que estalló y saltó a abrazarlos efusivamente a ambos mientras gritaba —¡Sí! ¡¡¡Me encantó!!! ¡¡¡Son unos genios!!! Mi abuela se lo va a creer todo, no sé qué hubiera hecho sin ustedes. ¡Ídolos! Voy a cobrar mi herencia –dijo mientras miraba a los chicos— ¡Y les voy a pagar a todos ustedes!
Los chicos festejaron hasta que los interrumpió el sonido de un teléfono celular. Era el de Álvaro. —¿Hola?— dijo al atender —¡Abuela! ¿Cómo estás?
—Muy bien, llamé para avisarte que hoy voy para allá a visitarlos.— le respondió ella alegremente.
—¡Te esperamos ansiosos! ¡Es más, con los chicos te preparamos una comida con nuestras propias manos para vos!— contestó Álvaro exaltado. “¿De qué comida está hablando? ¡Ni siquiera tenemos comida para nosotros todavía!” pensó Lucas.
—¿De verdad? Me alegra mucho saberlo. En un rato estoy allá, nos vemos.— dijo su Abuela y finalizó la llamada.
—¿Por qué le dijiste eso?— preguntó Tali, y luego añadió –Ni sueñes que vamos a cocinar.
—No vean problemas por donde no los hay, mi amigo Javier se encargó de llamar a un catering hace unas horas y la comida ya está servida en la mesa, ¡Pero que NI SE LES OCURRA comer nada hasta que llegue mi abuela! ¿Entendido?— dijo severamente Álvaro.
—¡Yo quiero algo! ¡Por favor, tengo hambre!— gritó Mateo.
—Ni lo sueñes.— respondió Álvaro sin gritar, pero de forma muy severa.
—¡Pero dale un sándwich al pobre chico, algo! ¿Qué te hace?— dijo Lucas.
—Ya saltó el abogado ¡Dejá de defenderlo, nene!— dijo Tali enojada —¡Mirá si tira todo como hizo con la torta de casamiento de María Julia!
—¡Momentito! ¡Momentito! ¡Les quiero aclarar algo! –dijo cansado Álvaro. Toda su alegría parecía haberse desvanecido y haber vuelto a la normalidad —Estamos MUY cerca de lograr el objetivo. Llegan a meter la pata en algo, y les aseguro que no ven un solo peso y vuelven siendo pobres al puente donde vivían. ¿Está claro?
Nadie respondió.
—¡¿Está claro?!— repitió Álvaro.
—…Sí.— respondieron los chicos sin ánimo.

Mientras seguían acomodándose, decidiendo cómo repartir las camas, los asientos de la mesa, etc., en la casa de al lado estaban Sebastián y su hermana Luciana observando por su ventana.
—Me parece que ya arreglaron toda la casa. Estos se van a quedar. No puede ser.— dijo Sebastián frustrado.
—Es increíble que se quieran quedar justo en esa casa con todas las historias que tiene.— señaló Luciana un poco aterrorizada.
—¡Están poniendo comida! Qué asco, deben estar festejando algo— dijo Sebastián.
—Ya mismo llamo al intendente para que los eche. ¡Esos vagabundos no pueden ser nuestros vecinos, y menos ahora que justo se acerca mi fiesta de cumpleaños! ¡Es lo más out que puede haber!
—No seas tarada, Luciana. El intendente ni te va a atender, ni te va a hacer caso. Vos dejámelo a mí.— dijo Sebastián mientras salía del cuarto con una bolsa de residuos negra.
—¿Qué vas a hacer?— preguntó confundida Luciana.
Sebastián cerró la puerta y se fue sin responder.

Mientras tanto, después de la alerta de Álvaro, Julián le pidió a Lucas que vayan a hablar en privado al cuarto de los varones. Una vez allí, se sentaron juntos en la cama de Lucas.
—¿Qué pasa Juli?— le preguntó Lucas un poco preocupado.
—Bueno, yo…— Julián estaba muy nervioso, podía notarse por el tono de su voz y la manera en que no dejaba en paz la almohada que tenía en su mano. –yo…— siguió.
—¿Vos qué? Dale, hablá.— lo apuró Lucas.
—Eh… creo que hay una chica que me gusta –hizo una pausa— bah, no sé, como nunca me pasó no estoy seguro, pero creo que me gusta.
Lucas se tapó la cara con las manos como señal de frustración. –Qué bajon…— dijo, y luego añadió – bueno, igual no te preocupes, ¿Quién se va a fijar en vos o en mí? Si somos dos muertos de hambre.
Julián no parecía ofendido. –Pero ya me demostró que ella también gusta de mí.— dijo indiferente y luego se corrigió—: Bah, por lo menos no me tiene asco. Eso seguro. –hubo un largo silencio que empleó en sentir la comodidad del colchón mientras observaba la paz que le transmitía la luz del sol reflejada en el suelo por la ventana. Finalmente preguntó—: ¿Vos qué harías en mi lugar?
—No sé… —respondió Lucas— yo tampoco tengo mucha experiencia en eso, pero… si de verdad te gusta, andá y decíselo. ¿Qué perdés con intentarlo?
—¿Y cómo se lo digo?— preguntó Julián. Más que amigos, parecían estar hablando como si fueran padre e hijo.
—Y, no sé… como te salga. Pero te diría que te apures antes de que se te adelante otro.
—Tenés razón— admitió Julián –Ya mismo voy a hacerlo. Gracias Lucas, siempre puedo contar con vos. –le dijo mientras salía apresuradamente por la puerta. Lucas sonrió.
Bajó por las escaleras, pasó por la sala principal y se dirigió al comedor a buscar a Carola. Al llegar se encontró con una sorpresa desagradable: toda la comida de la mesa había desaparecido, solo habían quedado platos vacíos; y junto a la mesa había alguien parado.
Julián no podía estar más furioso y sorprendido —¡¿Qué hiciste, Mateo?! ¡¿Te comiste todo?!— le gritó mientras le dedicaba una mirada asesina.
Coco escuchó los gritos desde la cocina y cruzó la puerta hacia el comedor.
—¿Qué pasó? ¿Por qué están gritando?— preguntó.
—¡Mateo se comió toda la comida!— respondió bruscamente Julián.
—¡Ay, no seas tarado! ¿Cómo se va a comer todo eso?— le dijo, y luego se dirigió a Mateo —¿Qué pasó con la comida? Decinos la verdad.
—Se la robó un chico, lo iba a perseguir pero era más grande que yo, entonces no pude hacer nada.
—¡Dejá de mentir, Mateo! ¡Si no te la comiste te la debés haber escondido para comértela después! ¡¿Dónde está?!— insistió Julián.
—¡Pará un poco, Julián! ¿Cómo puede ser que yo le crea y vos no? ¡Se supone que es TU amigo!— dijo Coco.
—Bueno, no me importa lo que hayas hecho con la comida. Yo ahora me voy porque tengo que hacer algo, y más te vale que cuando vuelva aparezca toda la comida de nuevo en su lugar. ¿Entendiste?— ordenó Julián.
—No te preocupes Mateo, yo ya sé qué hacer. Vení.— dijo Coco y salió con Mateo rápidamente por la puerta principal.
Julián siguió su camino buscando a Carola. Siguió su ruta por la cocina, cuando se encontró sorpresivamente con Álvaro. —¿Qué hacés acá vos? ¿No estarás tratando de comer algo antes de que llegue mi abuela, no?— le preguntó.
—¡No!— respondió Julián.
—¿Ah, no? ¿Y entonces qué hacías por acá, eh? Vamos a verlo.— dijo Álvaro mientras se dirigía hacia el comedor.
Julián entró en pánico. Si Álvaro notaba que faltaba la comida, iba a echarlos a todos y a buscarse otros huérfanos, lo cual significaba que iban a quedarse sin techo, sin comida, y sin paga. Tenía que hacer lo que sea para distraerlo.
—¡Te estaba buscando a vos!— soltó Julián mientras pensaba qué inventar.
—¿A mí? ¿Para qué?— preguntó Álvaro.
—Eh… porque… ¡Porque vi un fantasma! ¡Hacé algo! Estaba en la sala de juegos abajo del tobogán y me quería tirar.— esa fue probablemente la mentira que peor lo haya dejado parado, pero al mismo tiempo fue bastante oportuna también, ya que antes de que la casa haya sido reformada parecía embrujada.
—¡Pero dejá de decir pavadas! ¿Querés?— dijo desganado Álvaro.
—¡Pero es verdad! ¡Por favor, acompañame! ¡Me da miedo ir solo!— insistió Julián poniendo su mejor cara de perro mojado.
—Bueno, está bien— dijo finalmente Álvaro, mientras ambos cruzaban por la puerta en dirección opuesta al comedor, yendo para el cuarto de juegos. Lo único que Julián deseaba en ese momento era no cruzarse a Carola y tener que seguir la mentira frente a ella. Eso haría que la pierda para siempre, o al menos lo haría verse como un idiota. Nadie a los trece años podía tener miedo a los fantasmas.


Unos minutos más tarde, cuando Julián habría logrado librarse de Álvaro sin mayores inconvenientes, volvió al comedor y para su sorpresa no había un solo plato vacío: todos tenían panchos encima.
Miró por detrás de la mesa donde estaban Coco y Mateo con una chica joven: era Soledad.
—¡Soledad! ¿Qué hacés acá? ¿De dónde sacaron toda esta comida?— preguntó Julián inmóvil.
—Los chicos me contaron lo que pasó y decidí fiarles algo de mi mercadería, ¿Te olvidaste que vendo panchos? Pero me tengo que ir antes de que venga Álvaro y se enoje con ustedes— respondió Soledad.
—Muchas gracias…— dijo Julián confuso mientras los tres acompañaban a Soledad hasta la puerta de la sala principal.
—Qué suerte que te encontramos, ¿No te querés quedar a comer con nosotros?— preguntó Mateo una vez allí.
—No, muchas gracias, pero la verdad que no puedo, y de todos modos prefiero ahorrarles un problema.— respondió Soledad.
—No sé cómo agradecerte lo que hiciste por nosotros, Sole. La verdad que nos re salvaste.— le dijo Coco.
—Bueno, somos amigos ¿No? Los amigos se ayudan. Aunque sí les voy a tener que pedir una cosa que faltó.
—Si es por la plata no te hagas problema que te firmamos un papelito o algo— dijo Julián.
Soledad se rió –No, no es eso;— dijo simpáticamente – son sus nombres, no me los dijeron. ¿Cómo se llaman?
—Él es Mateo, él Julián, y yo… —hizo una pausa para pensar, como si hubiese olvidado su propio nombre— …yo soy Coco.
Tali bajó las escaleras.
—¿Y vos? ¿Cómo te llamás?— preguntó Soledad.
—Yo soy Tali— respondió —¿Y vos quién sos?— preguntó de una forma un poco agresiva, como cuestionando su presencia en el hogar.
—Es la que trajo la comida— le respondió Julián –así que tené cuidado cómo la tratás, desagradecida.
—¿Había un problema con la comida? Qué bueno que lo solucionaron así no nos molesta el cogotudo.— respondió Tali.
—¿El cogotudo? ¿Quién es ese? ¿Álvaro?— preguntó Soledad.
—¿Qué? ¿Lo conocés?— preguntó Coco.
Soledad de pronto se puso pálida, pero al instante recuperó el color y respondió—: Sí, de las revistas, y eso.
De repente sonó el timbre.
—¡Es la abuela del cogotudo!— gritó Mateo.
—Mejor salgo rápido por la ventana antes de que me encuentre y se pudra todo. ¡Chau chicos!— dijo Soledad rápidamente mientras se escabullía por una de las ventanas de la sala principal.
Un segundo después Álvaro había venido corriendo a abrirle la puerta a su abuela.
—¡Abuela! ¡Bienvenida al hogar! Por fin llegaste, nos estábamos impacientando.—le dijo a modo de saludo.
De repente Álvaro se dio cuenta que su abuela no estaba sola, sino que estaba junto a un hombre joven de unos 25 años, alto, y de pelo oscuro. Era Juan Ignacio.
—¿Qué hace él acá?— preguntó Álvaro, sin molestarse en disimular su antipatía.
—Quise acompañarla, ¿Hay algún problema?— preguntó desafiante Juan Ignacio.
Álvaro se quedó mirándolo por un segundo sin saber qué contestar, hasta que finalmente dijo—: No, ninguno.— Estaba a punto de casarse con su tía, ¿No tenía nada mejor que hacer? Como si María Julia no tuviese suficiente dinero ya.
—Muy buenos días a todos— dijo Victoria Del Solar dirigiéndose a los chicos que estaban en la sala principal.
—Buenos días— respondieron ellos.
Al mismo tiempo acababan de bajar por la escalera Tobías y Javier. —¿Vamos a recorrer las instalaciones?— dijeron sin siquiera saludar.
—¿Ellos qué hacen acá?— preguntó Victoria como si acabara de ver dos delincuentes.
—Vinieron a ayudarme un poco a mí, no es fácil cuidar tantos chicos solo.— respondió Álvaro.
—Ya veo…— respondió escéptica su abuela.
—Bueno, pasemos a la cocina.— dijo Álvaro mientras todos –incluyendo a Julián, Coco, Tali, y Mateo— se dirigían a la cocina cruzando el comedor.
Era una habitación de tamaño lo suficientemente grande como para que todos los chicos estén cómodos, con una gran mesada en el medio donde se incluían horno, microondas, y todo tipo deartefactos para cocinar. Las paredes eran de ladrillos. Había varias alacenas rústicas, y un gran pero moderno extractor por encima de la mesada, que pasaba casi inadvertido.
—No sabés, abuela. No te das una idea de lo satisfactorio que me resulta todas las mañanas prepararles el desayuno y verlos tan contentos. Es la mejor manera de empezar un día: sabiendo que hiciste algo bueno por chicos necesitados.— dijo Álvaro en un intento de discurso de “Ayudemos al mundo”.
—Sí, me imagino que debe ser una experiencia maravillosa— respondió su abuela, indiferente.
—Sí, además acá tienen todo lo que necesitan: comida, espacio, horno, microondas, frutas, verduras… —hizo una pausa sin saber qué otro ejemplo dar —…y parecerá obvio— dijo mientras se acercaba a la punta de la mesada, donde estaba el lavamanos— …pero hay gente que ni siquiera tiene agua potable en su propia casa.— al terminar estas palabras se dispuso a girar la canilla, pero para sorpresa suya y de todos los presentes, no salió una sola gota.
—¿Qué pasa, Álvaro? ¿No sale?— preguntó Juan Ignacio con un aire victorioso.
—No… qué raro…— respondió Álvaro.
—¿Cómo hicieron para arreglársela TANTOS meses sin agua potable? Digo, como este hogar está hace tiempo ya… debe haber sido difícil subsistir así, ¿No te parece?— preguntó Juan Ignacio todavía más victorioso que antes.
—No, pero… siempre salió agua de acá, ¿Eh? No sé qué pasa hoy que no sale.— respondió Álvaro casi tartamudeando.
—Qué raro, ¿No? Justo el día que venimos no sale. Qué casualidad, ¿No? Qué conveniente.— Juan Ignacio no paraba de agregar leña al fuego.
Era increíble, hacía veinte minutos se había dado una ducha Tobías, era imposible que justo en ese momento no haya habido agua. Alguien había interferido, y ese alguien definitivamente no tenía buenas intenciones. Álvaro podía sentir cómo todo su plan estaba deshaciéndose en mil pedazos. Todo su esfuerzo, todo su dinero invertido, su tiempo… ¿Todo para nada?
—No, lo que pasa es que se rompió un caño acá a la vuelta. Una vecina me dijo y yo me olvidé de avisarte. Perdón, Álvaro. –dijo Coco saltando al rescate.
A Álvaro le volvió el alma al cuerpo. Sintió un fuerte deseo de ir y abrazar a Coco, lo cual era mucho decir teniendo en cuenta que lo detestaba tanto a él como a sus amigos.
—No, está bien. Un olvido lo tiene cualquiera. Ya deben estar arreglándolo.— dijo aliviado, pero aún nervioso. Hubo un instante de silencio. –Bueno, ¿Seguimos recorriendo la casa? Vamos a los cuartos de los chicos, pasen por acá y suban la escalera que yo enseguida voy.
Cuando ya podían oírse los pasos de Victoria y Juan Ignacio por la escalera, Álvaro estalló. —¡¿Qué pasó con el agua?!— preguntó furioso pero sin gritar.
—¡No sabemos, no somos plomeros!— respondió Julián.
—Tobías, Javier: salgan y revisen todo. ¡Averígüenlo!— ordenó finalmente Álvaro mientras volvía a la sala principal.
Cuando tanto Álvaro como Tobías y Javier habían abandonado el comedor, hubo un silencio largo.
—Chicos, yo estoy seguro de que fueron los fantasmas.— dijo Mateo.
—No fue ningún fantasma— dijo Carola entrando al comedor.
—¿Dónde estabas, Caro?— preguntó Julián.
—Había ido a recorrer el barrio y recién cuando volvía vi a un chico con una llave inglesa en la puerta del hogar. Cuando me vio entró a su casa. Es nuestro vecino.— respondió Carola.


Victoria y Juan Ignacio estaban esperando a Álvaro en el pasillo del primer piso, éste llegó y les abrió una de las puertas. –Acá es donde duermen los varones.— les dijo mientras pasaban.
—Muy agradable… se ve que no descuidás estos chicos.— comentó Victoria Del Solar.
—Por supuesto que no, ellos son una de las cosas más importantes de mi vida. Quiero darles lo mejor.
—Qué curioso. Estuve merodeando por mi cuenta y tuve la oportunidad de hacer un hallazgo bastante interesante sobre tu hogar.— intervino Juan Ignacio.
Álvaro nuevamente sintió todo desmoronarse. —¿Qué hallazgo?— le preguntó.
—Bueno, Alvarito. Si hace meses que están viviendo acá, como dicen… ¿Cómo es posible que no haya ropa en absolutamente ninguno de los armarios?— era como si Juan Ignacio acabara de echar una bomba. A Álvaro ni siquiera se le había ocurrido pensar en eso.
—¿Dónde está la ropa de estos chicos, Álvaro?— preguntó Victoria.
—…En la tintorería— respondió Álvaro sin sonar demasiado convincente.
—¡Ah, bueno!— dijo Juan Ignacio –De verdad, acabo de pasar por todos los cuartos y no hay una sola prenda de ropa en ninguno de ellos. ¿No le parece demasiada casualidad, Victoria?
—Hablá, Álvaro. Dame una buena explicación.— exigió su abuela.
—Eh…bueno…yo…nosotros…— Álvaro no sabía qué decir. Estaba mintiendo y ya era evidente para todos en esa habitación. –Está bien, te mentí. No quería tener que llegar a esto, abuela… pero la única ropa que tienen los chicos es la que tienen puesta. Tenemos problemas financieros muy graves, y por eso insistí tanto en recibir mi parte de la herencia. Yo trato de conseguir donaciones pero nadie nos ayuda, por eso tengo que pagar todo con la poca plata que tengo. Perdón por mentirte, pero me daba vergüenza…
Juan Ignacio se puso rojo de furia al ver cómo Álvaro lograba convertir su trampa sin escape en algo positivo.
—No te preocupes, Álvaro. Ya decidí darle un apoyo financiero a este proyecto. Realmente lo merece.— le dijo Victoria Del Solar.


Mientras tanto, en la calle, Tobías y Javier estaban observando una canilla, debatiéndose entre forzarla o llamar a un plomero.
A unos pocos metros de distancia, desde la ventana del primer piso de la casa de al lado, Sebastián y su hermana estaban observándolos.
—La verdad que te luciste. Sin comida y sin agua no van a durar nada estos mugrosos.— le dijo Luciana.
—Ahora les voy a cortar la luz, y con eso te aseguro que no duran ni…— lo interrumpió un objeto rojo y redondo que estaba dirigiéndose desde la calle justo hasta su cara. Era un tomate y dio justo en el blanco. Inmediatamente Sebastián se inclinó por la ventana y vio parados en su patio a Lucas, Julián, Mateo, Coco, Carola, y Tali. Antes de que pudiera decirles algo, los “mugrosos” –como él y su hermana acostumbraban llamarlos— le estaban lanzando más tomates por la ventana. Luego se oyó un grito de Lucas—: ¡Llegás a meterte otra vez con nosotros y no te das una idea de la que te espera! Un segundo después los chicos se habían ido y tanto ellos como Sebastián y Luciana se habían dado cuenta de algo: una guerra acababa de comenzar.
Justo cuando los chicos habían entrado a la sala principal del hogar, Victoria, Álvaro, y Juan Ignacio estaban bajando hacia el mismo por la escalera.
—Bueno, Alvarito…— dijo Victoria –yo tenía mis dudas, lo confieso; pero ya comprobé que este hogar es realmente un proyecto muy importante para vos y tus chicos.
—Eso significa que…— dijo Álvaro intentando disimular su felicidad, dejando que su abuela termine la frase.
—Eso significa que ganaste mi confianza, mis disculpas, y también esto. –le dijo mientras sacaba algo de su bolso y se lo daba a Álvaro: era un cheque.
Álvaro lo agarró y no pudo contener más su felicidad, dejó escapar una extensa risa alegre mientras abrazaba a su abuela y le agradecía –Muchas gracias abue, la verdad no tengo nada más que decir…—dijo mientras miraba su cheque. De pronto se dio cuenta que algo andaba mal. –Creo que te equivocaste, –le dijo sorprendido y añadió— a esto le faltan varios ceros. Esta no es mi parte de la herencia, abuela.
—No, querido, claro que no. –le dijo su abuela mientras se reía como si Álvaro acabara de decir un chiste— Ese es el cheque correspondiente a este mes.
—¿Cómo?— preguntó Álvaro inquieto.
—Todos los meses vas a recibir un cheque como este, con la sola condición de que el hogar siga como está. Así a tus chicos no les va a faltar nada nunca, y el hogar va a seguir en marcha.— le explicó a su nieto.
Juan Ignacio dejó soltar una pequeña risa al ver la vena de Álvaro que se inflaba en su frente.
—¿En marcha…?— repitió Álvaro.
—¿Eso quiere decir que nos tenemos que quedar?— le susurró felizmente Carola a Tali. No obtuvo respuesta. Tali estaba paralizada, casi tanto como Álvaro y  el resto de los chicos. La única que parecía alegre de recibir la noticia era Carola.
—Tengo entendido que este hogar todavía no está inscripto legalmente, ¿Me equivoco?— comenzó a decir Victoria –Eso ya no va a ser un problema, yo me voy a encargar de eso. También me voy a contactar con minoridad, vas a tener responsabilidad legal sobre estos chicos.
—Es un gran compromiso.— comentó Juan Ignacio mirando a Álvaro con una cara que decía “¿Vas a seguir con esta mentira hasta ir preso o me vas a dar tu parte de la herencia?”.
—Bueno… ¿Algo más? ¿Nada que decir antes de que me vaya?— preguntó finalmente Victoria a Álvaro.
Álvaro tardó unos segundos hasta decir débilmente –No… está bien así…— mientras le abría la puerta.
Era demasiada información para procesar… ¿Tenía que elegir entre fundar de verdad un hogar de huérfanos o no tener su herencia? Él era Álvaro Del solar, no podía hacer algo así, pero… ¿Acaso tenía otra alternativa?

2 comentarios:

  1. Te felicito!!
    a mi me encanta Rincon de Luz y leer esta novela me hizo recordar todas esas escenas q hacia tanto no revivia....
    espero la sigas xq de verdad q me encanto!!

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  2. Gracias! :) Sí, la voy a seguir. En realidad ya la terminé de escribir, pero le voy a hacer varias modificaciones antes de subir los capítulos que faltan (en total son 26)

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"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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