Capítulo 01: El accidente


Lo primero que hay que saber sobre Álvaro Del Solar es que él nunca se creyó capaz hacer lo que hizo. En sus 25 años de vida solo se dedicó a ir a las mejores fiestas del mundo, acostarse con las mejores mujeres, consumir todo tipo de sustancias, y pasarla bien con sus inseparables amigos Tobías y Javier. Lo único que lograba motivar a este joven de pelo rizado castaño y ojos claros, era el dinero; y así fue, por eso es que decidió darse a sí mismo un descanso de sus permanentes vacaciones en Europa —que generalmente le ocupaban por lo menos 300 días al año— después de recibir un e-mail desde Argentina anunciándole que su abuela Victoria Del Solar, una reconocida y adinerada empresaria que ya estaba planteándose la jubilación, tenía planeado entregar su herencia en vida entre todos sus nietos.
Álvaro Del Solar era un joven atractivo y carismático que se tomaba la vida muy a la ligera. Tan adinerado como consentido, Álvaro no se limitaba en deleitar cada uno de sus caprichos; pero por desgracia para él y sus amigos Tobías y Javier, ese dinero estaba agotándose y era necesario adquirir más, pero sin trabajar. ¡Por supuesto que sin trabajar! Álvaro provenía de una familia de clase alta, ¿Cómo iba a trabajar alguien así? “Sería un pecado que una familia rica no tenga por lo menos alguien que disfrute la vida” solía decir él. Sus amigos lo apoyaban a pesar de saber que eso era una tontería, probablemente
porque ellos disfrutaban de su riqueza casi tanto como él; quizás ese también sea el motivo por el cual nunca podían negarse a ninguna de sus peticiones: sentían que estaban en deuda y tenían que compensar su generosidad.
Lamentablemente, nada era tan fácil como parecía: al llegar a Argentina, más precisamente a la casa —que más que casa parecía una mansión— de su abuela, ubicada junto a la playa más vistosa de Mar del Plata, las cosas no fueron precisamente bien. Para empezar, una vez que el mayordomo los hizo pasar a los tres, en la reunión familiar para hablar sobre la herencia no había nadie “¿Habrá decidido que yo sea el único heredero?” pensó Álvaro. ¡Qué iluso! De repente, mientras estaban parados en el vestíbulo de su abuela fantaseando qué iban a hacer con una suma de dinero tan alta, una figura femenina imponente lo interrumpió con su presencia. Era una mujer de su misma estatura, con un cabello castaño muy bien cuidado y un traje formal que —junto con sus pasos firmes y seguros— disimulaban casi por accidente su avanzada edad: era Victoria Del Solar, su abuela.
—¡Abuela! ¡Qué gusto verte! ¡Pero qué linda que estás! ¡Parecés una modelo! —la saludó Álvaro efusivamente mientras besaba su mejilla, intentando disimular su apuro por recibir el dinero y volver inmediatamente a su loca vida de descontrol en Europa.
—¡Muchas gracias, Álvaro! ¡Veo que por fin te decidiste a visitarme! ¿Cuánto tiempo pasó desde la última vez? Me alegra mucho que vinieras —respondió ella amablemente.
Álvaro hizo caso omiso a la casual pregunta de su abuela, y no pudo evitar responderle con lo que en verdad quería saber.  —¿Dónde están todos los demás? ¿Llegué tarde?—. Otra de las cosas que destacaban de Álvaro eran su gran talento para ser impuntual y el nunca darse cuenta de ello hasta que alguien más se lo hacía notar, aunque esperaba que en este caso no haya sido así.
—No te preocupes, Álvaro. Increíblemente llegaste justo a tiempo esta vez, definitivamente mucho antes de lo que esperaba. Te cité en una fecha diferente a los demás porque quería decirte algo a solas y personalmente con respecto a la herencia. —le explicó ella de forma calma, pero firme. —Vení, pasá a mi oficina, tus amigos pueden esperar acá. —añadió, e inmediatamente ambos subieron por una escalera de mármol y cruzaron una puerta de madera muy amplia.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Álvaro había pisado ese cuarto. Era amplio y armonioso; tenía un ventanal gigante con una vista espléndida hacia el mar, un escritorio con una computadora y varios papeles encima, un sillón oscuro, una estantería llena de libros, y varios cuadros pintados al óleo donde se podían ver varios paisajes marplatenses trabajados con una técnica impresionista.  
—Sentate —le ordenó cortésmente a Álvaro y luego de una pausa añadió—: Mirá, Álvaro; no sé si te habrás enterado ya que perdiste contacto con la mayoría de nosotros, pero dentro de poco se casa María Julia con Juan Ignacio, y eso me hizo replantearme muchas cosas…
María Julia era la hija de Victoria, y por lo tanto la tía de Álvaro. Estaba ya casi entrando en sus cuarenta años, y durante toda su vida había tenido problemas con los hombres ya que no era lo más atractiva del mundo: tenía pelo negro rizado, nariz puntiaguda, un carácter insoportable, y la gente decía que estaba un poco loca. Todos en su familia creían que iba a morir soltera, por lo tanto se sorprendieron mucho cuando ella anunció su casamiento, y más porque el hombre con quien iba a casarse —además de ser el archienemigo de Álvaro desde la infancia— era un hombre mezquino, joven, y ambicioso. Tenía veintiocho años, y todos creían que estaba con María Julia solo por su dinero. Todos menos ella y su madre, claro.
—¿Qué cosas? —preguntó temeroso Álvaro.
—Mirá, Juan Ignacio es un hombre muy íntegro; trabajó toda su vida para conseguir lo que tiene, y aparentemente está muy enamorado de María Julia. Mientras tanto, vos apenas terminaste el secundario, y desde que lo hiciste te dedicás a viajar por el mundo durante lapsos de tiempo indefinidos sin molestarte siquiera en realizar un llamado telefónico para decirnos cómo estás. No tuviste un solo trabajo en tu vida, y lo que hiciste con la casa que te di para que vendieras hace un año… ¡Ni siquiera fue alguien a verla! ¡La abandonaste completamente! Siento que no estás preparado para manejar una suma tan grande de dinero, y por lo tanto… decidí que voy a darle tu parte de la herencia a Juan Ignacio.
De repente, el mundo de Álvaro se detuvo por un segundo. ¿Había venido desde Europa solo para escuchar que le iban a dar su parte de la herencia a la persona que más odiaba? ¿Era una especie de manipulación para obligarlo también a asistir a la boda de su tía? Algo definitivamente estaba mal. —¿Qué? ¿Es una broma? ¡Abuela, por favor! ¡Soy tu nieto! ¡Él ni siquiera tiene un lazo de sangre con vos! —le suplicó Álvaro, y luego agregó—: Está bien, admito que probablemente abusé de los placeres de la vida un poco, y que colgué con la casa, pero… ¡Yo cambié! En todos estos años en Europa maduré mucho. —Su desesperación parecía obvia para cualquiera que lo escuchara, no hacía falta ningún tipo de percepción especial para darse cuenta que estaba inventándoselo todo sobre la marcha.
­—¿Cambiar? ¿Cómo? ¿Por arte de magia? —Victoria soltó una risa tan despectiva que hizo creer a Álvaro que estaba burlándose de él.
—¡De verdad, abuela! Yo te lo puedo demostrar… ¡Te juro que soy un hombre nuevo! ¡Si supieras todo lo que estoy haciendo no me lo creerías!
 —Mirá, Álvaro… —lo interrumpió— realmente no tengo tiempo que perder. Mi hija se casa en dos días y tengo que ayudarla con los preparativos, va a ser mejor que te vayas. Ya te dije lo que tenía que decirte.
Cuando Álvaro volvió a su auto último modelo con sus dos mejores amigos para dirigirse al hotel donde estaban hospedándose, no podía creer todavía lo que su abuela acababa de decirle. Tenía que hacerle creer de alguna manera que él se había convertido en una persona diferente, pero… ¿Cómo?
Para fortuna y desgracia suya, la solución iba a cruzársele pronto, muy pronto. Iba a hacer algo que jamás pensó que iba a hacer, iba a terminar de una manera que jamás creía que iba a terminar. Su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Era 5 de enero por la tarde, día anterior a los Reyes Magos. Seis chicos de la calle estaban recorriendo las jugueterías de la ciudad mientras miraban tristemente los juguetes, con la esperanza de que alguien se compadezca y decida regalarles alguno que puedan compartir. El grupo estaba compuesto por cuatro chicos y dos chicas.
Ya eran las cuatro de la tarde y estaban cansados; habían pasado todo el día caminando y deseando juguetes —entre otras cosas que les ofrecía la ciudad, pero no podían permitirse recibir—. Dos de ellos iban un poco más atrás que el resto del grupo: Lucas y Julián, los dos más grandes con trece años, no pudieron evitar notar la tristeza de Mateo —el más chico con seis años de edad— por no recibir nada el día de Reyes. Él era casi como un hermano menor para ellos, no podían soportar verlo así.
—Tenemos que comprarle algo a Mateo, pobrecito, es muy chico… —propuso Lucas, quien solía tomar las decisiones por el resto del grupo.
—No podemos, Lucas. La poca plata que tenemos apenas nos alcanza para cenar mate cocido hoy, con suerte. —objetó Julián.
—Pero no te preocupes por eso, ¿Qué nos va a hacer no comer un día? Estamos acostumbrados
—Igual, Lucas, aunque no comamos hoy, la plata no nos alcanza para comprarle un juguete… yo también quiero ver a Mateo feliz… —hizo una pausa— pero tenemos que aceptar la realidad.
Lucas se quedó pensativo por unos segundos como teniendo un debate interno entre si debía o no decir lo que estaba a punto de largar. —Tenemos que hacer lo del accidente.
Esas palabras alteraron un poco a Julián. —¿Qué? ¿Lo del accidente? ¡No, Lucas! ¡Es muy arriesgado! ¡¿Estás loco?! ¡Nos llegan a pescar y vamos a parar directo a un orfanato! ¡Tenemos que pasar lo más disimulados posible!
—Pero dale, no seas cobarde. Además, nos está saliendo cada vez mejor.
—No, Lucas. Prometimos no volver a hacer eso nunca. ¿No te acordás lo que pasó la última vez? ¡Casi nos agarran! —Julián parecía cada vez más asustado.
—Dale Julián, ¿Somos amigos? Tenemos que hacer esto juntos. Te prometo que esta es la última vez… por favor, hacelo por Mateo. —Lucas miró a Julián a los ojos— ¿O no te animás?
Por algún motivo, esas palabras fueron suficientes para hacer cambiar de idea a Julián: no pudo negarse. Accedió a hacer por última vez “el accidente”. A lo mejor era por el gran poder de convencer a la gente que tenía Lucas, o el hecho de que había sido su mejor amigo y lo había protegido todos estos años. O quizás era algo más.
Media hora más tarde, después de convencer a las chicas —que eran dos amigas inseparables—, a Coco —otro de los chicos del grupo—, y a Mateo de que se unan a su plan, todos caminaron hacia una calle no tan transitada de la ciudad, listos para entrar en acción con el siguiente auto que pase.
—Yo no sé si esto sea una buena idea… —opinó Carola. Llevaba siempre unas trenzas y era muy pálida. Miró a su mejor amiga Tali, quien siempre tenía hecha una coleta un poco extraña, en busca de complicidad.
—…la verdad que a mí tampoco me termina de convencer. ¿Miren si nos pasa algo? —la apoyó esta. Tali y Carola vivían juntas en una vivienda ocupada de Buenos Aires junto con otras personas en situación de calle, entre ellos los hermanastros de Carola. Estos solían maltratar y golpear a Carola cada vez que ella se negaba a robar; Tali descubrió un día la situación de violencia y fue amenazada de muerte por ellos para no decir nada; asustadas ambas decidieron huir a Mar del Plata, y ganarse la vida bailando en las calles.
—No va a pasar nada, chicas. Dejen de ser tan negativas. —murmuró Lucas.
—Las chicas tienen razón. ¿Mirá si el tipo no cae? ¿Por qué tenés que hacerlo vos? Dejanos a alguno de nosotros. —cuestionó Coco. Era un chico de once años muy misterioso y con una voz chillona. Lo único que sabían de él era que vivía con una mujer hasta que se escapó, pero nunca dijo por qué. Era el único que de vez en cuando se atrevía a cuestionar las decisiones que Lucas tomaba.
—Porque soy el que tiene más experiencia. Yo inventé esta técnica y soy el que siempre la hizo, la inventé el mismísimo día que llegamos al puente y nunca falló.
Los chicos vivían juntos bajo un puente desde que Lucas, Julián, y Mateo —quienes habían sido amigos desde muy chicos— destruyeron accidentalmente el equipo de música que Tali y Carola usaban para sus presentaciones. Al no poder pagarles una suma de dinero para compensar su descuido, se pusieron a discutir muy agresivamente, tanto que llamó la atención de uno de los chicos que estaba por ahí: Coco. Él se acercó y les propuso que vivieran los seis juntos, al menos hasta que los chicos pudieran compensar su deuda mendigando. Ahí fue cuando Lucas intentó hacer el accidente para conseguir dinero, pero solo logró lo suficiente como para que puedan comer los seis esa noche.
Había pasado tanto tiempo que ya ni siquiera recordaban por qué estaban viviendo juntos; lo único que sabían era que, a pesar de las peleas, no querían separarse nunca. Todos ellos eran huérfanos y estaban solos en el mundo, sus respectivas presencias eran lo único que tenían en el mundo, el sufrimiento los había unido y había creado lazos indestructibles entre ellos.
Ahora que habían planeado revivir esta técnica tan radical, todos estaban muy atentos a la calle. Su víctima estaba acercándose: era un auto gris último modelo que venía a una velocidad un poco excesiva. Lucas supo reconocer la excelente oportunidad al instante y no duró en tirarse encima del asfalto cuando el vehículo cruzó frente a él.
Se escuchó un freno muy fuerte y bajaron del auto los tres jóvenes que estaban dentro. Carola reconoció a uno de ellos de las revistas: era Álvaro Del Solar.
—¡Nene! ¡¿De dónde saliste?! ¡¿Estás bien?! —gritó desesperadamente Álvaro mientras él junto a Tobías y Javier se acercaban al cuerpo de Lucas tumbado en el suelo. Julián, Mateo, Tali, Carola, y Coco, decidieron acercarse fingiendo desesperación.
—¡Auch! ¡No se preocupe, señor! ¡Estoy bien! Ayúdenme a levantarme, chicos. —les dijo Lucas a sus amigos. Inmediatamente ellos lo tomaron de los brazos para ponerlo de pie… sí, de un solo pie. —¡Ay! ¡Mi pie izquierdo! —gritó Lucas. Julián recordaba perfectamente su línea—: ¡No puede ser, Lucas! ¡Tenés que bailar hoy para el cumpleaños de la abuelita que nos da de comer! Estuvimos ensayándolo un montón y se lo prometimos, se va a desilusionar mucho si no bailás… —dejó pasar unos segundos —¡Ya sé! ¡Vamos a comprarle un regalo que le guste diez veces más que lo que le habíamos preparado!
—¿Y con qué plata? ¡No tenemos nada, somos huérfanos! ¡Nenitos pobres de la calle! Carenciados y sin nadie en el mundo…
Álvaro supo reconocer la indirecta. —Eh, nene, yo vengo del extranjero y no tengo plata argentina; pero si me esperás acá, en un rato vengo y te traigo algo. —le propuso.
—¿Esperar? ¡No puedo, no tenemos tiempo! El cumpleaños es hoy y tenemos que comprarle el regalo rápido. Te acompañamos en el auto a que vayas a buscar la plata. —dijo Lucas, y antes de que Álvaro pudiera reaccionar, los chicos ya estaban todos sentados en el asiento trasero.
“Para ser chicos que pasan hambre son bastante rápidos… sobre todo teniendo en cuenta que se suponía que uno de ellos tenía mal un pie” pensó Tobías. Álvaro notó el fraude de inmediato, pero decidió alimentar sus pretensiones egoístas: “¿Se emocionará un poco mi abuela si le pido algo de plata para ellos? Espero que no le comenten lo del accidente”  pensó. —¡Bueno, me acompañan y les doy algo de plata pero listo! Después no nos vemos más la cara y no me molestan más. ¡Y vos, nene, fijate cómo cruzás la calle que tuviste suerte de salir solamente con un dolor de pierna! Tobías, Javier, no entramos todos en el auto. Quédense acá que les doy algo de plata a estos chicos y vuelvo a buscarlos para ir al hotel.
—¡Pero, Álvaro…! ¿Cómo nos vas a dejar acá? ¿Estás loco? —dijo quejándose Javier.
—¡Sí, Álvaro! ¿No te das cuenta que ese rubiecito te quiere estafar con sus amigos? —agregó Tobías.
—Ustedes no se preocupen que yo ya sé qué tengo que hacer. —respondió Álvaro al mismo tiempo que daba la vuelta con el auto para dirigirse a la casa de su abuela.


Unos minutos más tarde, Victoria Del Solar —la abuela de Álvaro— había hecho pasar a los chicos al vestíbulo y los dejó bajo la supervisión del mayordomo mientras Álvaro les ordenaba no hacer un solo movimiento ni ruido hasta que él vuelva. Ambos se dirigieron a su oficina nuevamente.
—Mirá, abuela… ya sé que estás ocupada con los preparativos de la boda de María Julia, pero tengo que… —comenzó a decir Álvaro, pero su abuela lo interrumpió—: Álvaro, ¿Qué es todo esto? ¿Por qué no me habías dicho que te interesaba ayudar a los huérfanos? Estaba tan enojada por tu comportamiento… esto podría haberme hecho pensar las cosas un poco diferente.
El corazón de Álvaro se paró por un instante. Sintió como le volvía el alma al cuerpo. ¿Significa que su abuela iba a darle su herencia completa y lo iba a perdonar, no solo por su desinterés en la casa que le había dado hace un año, sino también por su conducta irresponsable de toda la vida? De repente se le ocurrió la mejor idea que pudo haber tenido, o al menos eso creía. Si le hacía creer a su abuela que le interesaba la solidaridad, esto podría solucionar sus problemas. —Sí, de hecho… hay algo que tengo que confesarte… no te enojes, pero los estoy hospedando en la casa que me diste para que venda hace un año, por eso nunca la vendí… tengo un hogar de niños huérfanos. —¿De verdad había dicho eso? ¿No era una mentira excesivamente mala?
Su abuela se sorprendió mucho y no se molestó en disimularlo. Por un momento se quedó helada. —¿En serio?... —hizo un segundo de silencio y luego agregó—: Bueno, eso cambia bastante las cosas… Tengo que admitir que no lo veía venir. Es decir, me molesta un poco que no me hayas consultado antes, pero… de todos modos me enorgullece mucho que hayas hecho algo así. Es más, quiero ir a conocer ese hogar. Ahora estoy muy ocupada con los preparativos de la boda, pero uno de estos días voy a ir a visitarlos. Estoy ansiosa de conocerlos a todos y el lugar donde conviven.
Álvaro sintió derrumbarse todo nuevamente. ¿Cómo iba a probar sus palabras? No había habido nadie en esa casa horrible desde que su abuela le pidió que la vendiera.
—Buenísimo, a los chicos les va a encantar que vayas a visitarlos —dijo finalmente Álvaro, más preocupado todavía de lo que había estado antes del accidente.
Mientras tanto, en planta baja, los chicos estaban en el vestíbulo bajo la supervisión del mayordomo.
—¡Uy! ¡¿Cuánto más va a tardar ese cogotudo?! ¡Que nos de la plata así nos vamos de una vez! —gritó histérico Coco.
Carola manifestó su desacuerdo—: ¿Qué decís, Coco? ¡Este lugar es hermoso! Mirá las pinturas, los muebles, las ventanas… ¡Cuando yo sea famosa quiero vivir en una casa así de grande y linda!
—¡Yo no aguanto más! ¡Me quiero ir ya! —insistió Coco, gritando todavía más fuerte que la vez anterior. Al recibir solo órdenes de callarse y críticas por parte de sus amigos y el mayordomo, optó por ir a sentarse un poco alejado de todos en una silla que estaba a cinco pasos de distancia. Del resto Mateo era el más callado. Después de unos segundos, fue hasta donde estaba Coco y le susurró algo. —Yo también estoy aburrido, ¿Vamos a explorar la casa?
—Es imposible, Mateo. Este tipo no nos va a dejar pasar ni al baño.
—Eso dejámelo a mí. —dijo Mateo con seguridad. Fue a susurrarle algo a Carola y volvió.
Inmediatamente después, ella se abalanzó sobre el mayordomo —¡Señor! Usted que trabaja para la gente rica, cuénteme: ¿Conoce algún famoso? ¿Alguna vez lo vio a Agustín Almeyda? ¡Cuénteme! ¡Quiero saber!
—¡Yo no trabajo para ningún famoso! —objetó el mayordomo.
—¡Ay, dele! ¡Seguro alguno de sus amigos sí! ¡Cuénteme, no sea malo! ¡Por favor! ¡Dele! ¿Sí? ¿Sí? ¿Sí? ¿Sí? ¿Sí? —Carola siguió insistiéndole un rato mientras Coco y Mateo aprovecharon la distracción para pasar por la puerta de fondo del vestíbulo que daba al pasillo principal.
Una vez libres, se dedicaron a caminar por el largo pasillo y sus miles de vueltas; comentando absolutamente cada objeto valioso y foto que encontraban, hasta que vieron algo que definitivamente robó el protagonismo: en uno de los pasillos —más precisamente el último de todos, que tenía una puerta hacia el patio— vieron una mesa larga con un mantel blanco y alrededor de cincuenta cajas y sobres con regalos sobre ella.
—¡Mirá! ¡Parece que es el cumpleaños del tipo que nos va a dar plata! —dijo Mateo emocionado.
—¿Cómo va a ser el cumpleaños? ¡Es obvio que se está por casar alguien de esta casa! Aunque no sepas leer, te tenés que dar cuenta por el color blanco en todas partes, y las fotos de esa pareja horrible vestidos de gala.
—¡Uy! ¡Mirá! ¡Tienen una torta enorme! ¡Entre todos estos regalos no se veía! —dijo Mateo todavía más emocionado que antes. —¡Mmm…! ¡Con el hambre que tengo! ¿Comemos un pedazo?
—¡No, Mateo! ¡No es nuestra, no la toques! —ordenó Coco.
—¡No seas amargo, Coco! ¡Un pedacito nada más! ¡Mirá qué rica esta torta! —insistió Mateo mientras la tomaba por la bandeja.
—¡Mateo, dejala! —ordenó nuevamente Coco mientras la tomaba por el otro extremo de la bandeja.
—¡Es un pedacito, nada más! ¡Dejame, Coco!
Mientras estaban tironeando en una pelea casi territorial sobre qué hacer con la torta, se escuchó el grito de una mujer desesperada vestida de novia —: ¡¿Quiénes son ustedes?! ¡¡¡Ladrones!!! ¡¡¡Suelten el pastel de mi boda inmediatamente y se quedan quietos ahí mientras llamo a la policía!!!—. Era María Julia junto a su mejor amiga Trinidad, una mujer con una mirada estricta, facciones perfectas, y pelo excelentemente lacio. Habían salido de uno de los cuartos de huéspedes mientras se probaban la ropa que iban a usar el gran día.
Tanto Mateo como Coco se asustaron, aunque por algún misterioso motivo Coco parecía todavía más asustado que él. En un reflejo del susto, ambos lanzaron accidentalmente el gran pastel sobre el vestido de María Julia y se quedaron petrificados sin saber que decir. —Nosotros… —empezó a decir Mateo pero fue interrumpido por un alarido escalofriante. —¡¡¡MI VESTIDO!!! ¡¡¡LOS VOY A MATAR, MOCOSOS LADRONES!!!
Inmediatamente Mateo y Coco escaparon. Mateo se fue por el otro lado del pasillo hacia el vestíbulo en el que habían estado antes, y Coco salió por la puerta del patio hacia la calle. María Julia y su amiga Trinidad decidieron perseguir a Mateo.
Cuando finalmente llegaron los tres al vestíbulo, Mateo se alegró de encontrar a Álvaro con el resto de los chicos ahí. A excepción de Coco, por supuesto.
—¡¡¡Atrapen a ese mocoso!!! ¡¡¡Quiere robarnos y encima miren lo que le hizo a mi vestido!!! —gritó María Julia sin siquiera ver quiénes estaban presentes en la habitación. Cuando se dio cuenta de lo que estaba viendo, se quedó perpleja. —¡¿Qué hacen todos ustedes acá?! ¡¿Vinieron todos juntos a robarnos?! ¡¿Es un complot infantil para destruir mi matrimonio?!
—Calmate, tía. —dijo Álvaro tan pacíficamente como sus preocupaciones y su sorpresa le permitieron. —No son ningunos ladrones, yo los traje para darles un poco de plata. Igual ya nos estábamos yendo, así que no te preocupes.
—¡Pero mirá lo que le hizo a mi vestido! —exigió alterada María Julia —¡Ese chico no merece la ayuda de nadie! ¡Es un demonio!
—No exageres, tía. Son chicos. ¿Vos nunca te mandaste alguna macana cuando tenías su edad? Además, no es que a Juan Ignacio le vaya a importar mucho tu ropa, siempre y cuando tu billetera esté en perfecto estado.
—¡Pero, Álvaro…! ¡No te lo voy a permitir! —gritó María Julia. Álvaro hizo caso omiso y salió con los chicos hacia su auto.
Una vez dentro, Julián notó algo —¿Y Coco dónde está?— dijo un poco preocupado. —Mateo, ¿No se habían ido juntos? ¿Dónde se quedó él?
—¡No sé! ¡Se fue corriendo para la calle y no volvió!
—No se preocupen, chicos. No se olviden que Coco vivió en el puente desde mucho antes que nosotros, seguro está yendo para allá. —dijo Lucas con un tono casi paternal.
—Acá estoy. —dijo Coco saliendo del espacio que había entre el asiento trasero y la superficie del auto. —Me asusté y vine a esconderme. ¿Qué hacía ahí esa mujer? —preguntó mirando a Álvaro que estaba acomodándose en el asiento delantero.
—Esa mujer es mi tía, no importa. Escuchen, les tengo buenas noticias. Ustedes precisan plata, ¿No? Bueno, les voy a dar el doble si me hacen un favor.
—¿Qué favor? —preguntaron los chicos al unísono.
—Lo único que tienen que hacer es pasar unos días en una casa que tengo, y hacerle creer a mi abuela que son huérfanos a cargo mío en ese hogar desde hace un año más o menos. ¿Qué les parece?
Hubo un silencio largo mientras los chicos se miraban entre sí.
—¿El doble? Es un insulto. ¡Queremos triple o nada! —dijo Lucas firmemente.
—¡Jajaja! —Álvaro dejó escapar una risa sarcástica— ¿Quién te pensás que sos, enano? A mí no me vas a venir a negociar. Si ustedes no quieren hacerlo, me consigo otros mocosos que lo hagan por la mitad de lo que les ofrezco y listo.
—¿Ah, sí? Bueno, conseguite los que quieras, pero entonces dejanos bajar que vamos a ir a decirle a tu abuela lo que acabás de pedirnos. —respondió Lucas desafiante.
—¡¿Qué?!
—Lo que escuchaste.
Álvaro no podía creerlo. Estaba siendo chantajeado por unos mocosos de... ¿8, 9 años? ¡Encima huérfanos! ¡¿Cómo pudo haber caído tan bajo?! ¡Se negaba definitivamente a ceder! Pero no podía arriesgar su parte de la herencia por esto.
Después de mucho pensarlo y discutir, finalmente accedió a pagarles la suma que pedían. Las palabras en su mente no dejaban de repetirse mientras manejaba su auto: “¡Las cosas que tengo que hacer para tener lo que es mío!”, y tenía toda la razón: Álvaro Del Solar, el irresponsable, mujeriego, y eternamente fiestero de los Del Solar, iba a tener ahora, aunque sea una farsa, su propio hogar de niños huérfanos.

3 comentarios:

  1. Dos cosas:

    Está muy buena la historia, y el desarrollo me encanta. Tenés un estilo muy bueno, con una redacción coherente y muy fácil de leer y seguir, que es muy raro de encontrar entre los fanfics.

    la segunda, tratá de no decir cómo son los eprsonajes, ni tampoco los describas tanto. Se pierde el hilo de la historia cuando describis mucho cómo son y cómo se ven los personas "solamente porque hay que presentarlos", dejá correr un poco la historia antes de hacerlo. Es el primer capítulo, y a los personajes hay que ir conociéndolos de a poco, y que se vean cómo son por lo que hacen y por cómo piensan, y no con descripciones, que a veces quedan como muy vacías.


    Por lo demás, me encanta, seguí que ya tenes un seguidor seguro.


    Nano

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  2. Hola Nano! Gracias por leer y comentar, la verdad es que yo también noté ahora (casi seis meses después) esto de las descripciones, lo voy a tener muy en cuenta para cuando siga escribiendo, y probablemente para editar algo de esta misma historia antes de ser publicado.
    Sinceramente me alegro muchísimo de que te haya gustado, y ojalá los siguientes capítulos sean de tu agrado también :)

    De nuevo, gracias por comentar!

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  3. Ah me gusto mucho jaja yo tmb veia rincon de luz y me encantaba la serie

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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