Capítulo 05: Revelaciones

Había pasado una semana desde la visita de Victoria Del Solar al hogar. Álvaro había hecho varias entrevistas a aspirantes a celadora, pero ninguna de ellas sabía hacer nada… o al menos nada como celadora, ya que todas las entrevistas finalizaron con una sesión de intimidad entre entrevistador y entrevistada.
Si bien fue bastante divertido, ahora comenzaba a preocuparse por no encontrar una sola mujer decente para el puesto de celadora. Lo más cercano a alguien que sepa cocinar era una chica que, según sus palabras, era una experta en el área de la carne. Unos minutos más tarde Álvaro descubrió que no se refería precisamente a que era buena haciendo asados.
Era viernes por la mañana. Para ser un día de verano muy soleado, la plaza estaba bastante vacía. No hacía calor en exceso, era soportable.
Soledad estaba sentada en la fuente, angustiada, hablando por su teléfono celular mientras observaba un anillo en su mano.
—Creeme que me duele muchísimo empeñarlo, pero no me queda otra alternativa. Necesito la plata sí o sí, y no consigo trabajo en ningún lado. —dijo tristemente a su teléfono –Daría lo que fuera por estar allá de nuevo, volvería con gusto, pero bueno… vos ya sabés… —hizo una pausa— por eso es que necesito la plata con tanta urgencia. Ya no puedo pagar más la pensión, si no consigo un lugar donde vivir voy a tener que volver… y no puedo permitir que pase eso, no puedo permitirme haber venido acá para nada. Tengo que lograr entrar a ese hogar como sea. Tengo que cumplir mi objetivo.
Hizo una pausa larga mientras escuchaba la voz en el teléfono. –Sí, yo también… pero bueno. Espero que puedas perdonarme, de todos modos yo apenas consiga algo de trabajo, voy y lo recupero. Te lo prometo.
Nuevamente hizo una pausa para escuchar lo que le decía la otra persona al teléfono, hasta que vio alguien a su derecha acercándose mientras la saludaba. Interrumpió la llamada y guardó su teléfono rápidamente. —¡Hola! ¿Con quién hablabas?— le dijo el chico que se había acercado. Era Lucas.
—No, con nadie. ¿Cómo andás, Lucas? ¿Todo bien? —le respondió Soledad, disimulando sus nervios.
—Bien… te estaba buscando
—¿A mí? ¿Para qué? ¿Pasó algo?
—No… bah, sí… bueno, en realidad no. Vos nos re ayudaste a nosotros, así que ahora decidimos ayudarte nosotros a vos. Álvaro está buscando una celadora, y entre todos los chicos decidimos que queremos que nuestra celadora seas vos.
—¿Celadora de ustedes? ¿Yo? Muchas gracias, pero… ¿Por qué me eligieron a mí?
—Porque nos ayudaste. Y además sos re copada. ¿Qué decís entonces?
—Mmm… bueno, está bien. Pero… ¿Cómo tengo que hacer?
—Vos por eso no te preocupes, yo apenas sepa el horario de la próxima entrevista te vengo a avisar, pero te tengo que advertir algo.
—¿Qué?
—No le digas a Álvaro que nosotros te avisamos, si te pregunta decile que te enteraste por otra parte. Sino no te va a tomar.
Era increíble lo que acababa de pasar. Hace unos cinco minutos estaba preocupándose por cuatro cosas, y ahora las cuatro cosas se habían solucionado… ¡Y juntas! Iba a poder conservar su anillo, tenía trabajo, vivienda, y había conseguido entrar al hogar.
Bueno, todo eso en caso de que le vaya bien en su entrevista. Iba a tener que lograrlo sea como sea, era su gran oportunidad y no podía desperdiciarla.


La tarde siguiente fue un día tan soleado como el anterior. El clima de estos días parecía querer dejar en claro a todos que era verano. Julián y Carola estaban acostados dentro del laberinto vegetal ubicado en el patio trasero del hogar, mirando el cielo celeste sin una sola nube. Una mínima brisa cálida los ayudaba a relajarse, junto con el refrescante aroma natural de las hojas húmedas.
Julián no había tenido oportunidad de contarle a nadie sobre el incidente con la vecina que tuvo lugar hacer una semana. Se había distraído intentando estar a solas con Carola, sin haberlo podido lograr nunca. Esta era la primera vez que había tenido conversaciones tan íntimas con ella.
Él le había contado lo mucho que extrañaba a su hermano, quien le había prometido no abandonarlo nunca, pero sin embargo se fue de la ciudad a estudiar.
Ella le contó sobre su vida con Tali en Buenos Aires, aunque omitió todo lo relacionado al abuso, por vergüenza.
Se estaban haciendo cada vez más cercanos y Julián sintió que era tiempo de confesarle todo a Carola. Sin embargo, no se atrevió. Lo intentó varias veces, siempre fracasando.
De todos modos,  para compensar su sentimiento de culpabilidad, decidió compartir con ella la experiencia sobre su vecina y el misterio del hogar. Carola se petrificó de miedo.
—¡¿Cómo que hay fantasmas acá?! ¡¿Por qué no te quiso decir nada la señora?! ¡¿Quién era ese hombre? —le gritó asustada mientras se ponía de pie.
—No sé, pero no te asustes… voy a averiguarlo. Juntos vamos a averiguarlo. —le respondió Julián intentando calmarla, mientras se paraba él también.
—Y nosotros acá, en el laberinto, solos… ¿Mirá si viene el fantasma y nos quiere robar el alma? ¡Volvamos al hogar! —sugirió ella, aunque sonó más como una orden.
Julián se sobresaltó. La única oportunidad que había conseguido de estar a solas con ella acababa de arruinarse. Todo por hablar de más… o de menos, teniendo en cuenta que originalmente iba a confesarle algo mucho más importante que un misterio sin resolver sobre la casa donde vivían.
—Carola, espe… —iba a decirle que espere y se quede con él, pero lo interrumpió algo que vio, y cambió sus palabras inmediatamente. —¡CORRÉ!— le gritó.
Lo que había visto era alguien vistiendo una túnica negra que no permitía distinguir su cara, ni sus manos, ni básicamente cualquier parte de su cuerpo.
Julián y Carola, aterrados, corrieron como nunca habían corrido en su vida. Salieron del laberinto y se dirigieron hacia el hogar a toda velocidad.
Una vez que llegaron al comedor, se tomaron unos segundos para recuperar el aliento.
—¡¿Qué era eso?! —preguntó Carola alteradísima.
—No sé… a lo mejor era alguien tratando de asustarnos.
—¡¿Mirá si era el fantasma?! ¡Tenemos que avisarle a los demás! —gritó Carola mientras corría hasta la puerta que daba a la sala principal.
Julián, acelerado, la tomó del brazo antes de que pudiera cruzarla. —¡Esperá!— le dijo.
Carola se volteó y de repente la situación se volvió más incómoda que tenebrosa. La distancia entre sus caras era de pocos centímetros, podían sentir la respiración del otro, y Julián todavía estaba tomándole del brazo suavemente.
Esa fue probablemente la única manera de calmarlos a ambos. Sobre todo a Carola.
Se quedaron callados unos segundos, hasta que Julián rompió el silencio. —…no les digamos a los demás, podemos asustarlos. —dijo en un tono de voz muy bajo, y nervioso.
—Pero… —comenzó a decir ella.
—Debe ser alguien haciéndonos una broma, agarremos algo de acá y vamos a enfrentarlo nosotros. —dijo Julián un poco más desinhibido ahora, mientras se acercaba para besarla.
—¡¿QUÉ?! —gritó Carola mientras se alejaba de él y soltaba su brazo. —¡¿Estás loco?! ¡Mirá si nos pasa algo, Julián!
—Pero, Carola… ¡No nos va a pasar nada! Yo te voy a cuidar. –le dijo valientemente mientras se acercaba nuevamente a ella. –Te lo prometo… —agregó en un tono de voz más bajo. La situación se había vuelto incómoda nuevamente.
—Bueno, está bien. Agarrá esto y vamos. —dijo Carola mientras tomaba un palo de amasar y se lo daba a Julián camino a la puerta que daba al patio trasero.
De repente a Julián le dejó de parecer un asunto tan importante lo del fantasma, o el bromista. Carola lo había llenado de fuerzas, y sentía que podía enfrentar a esa cosa, sea lo que sea, que se ocultaba en el laberinto.
Cuando llegaron allí nuevamente, recorrieron con atención los caminos confusos, buscando la figura siniestra de la que habían huído.
Después de varios minutos, finalmente lo hallaron: estaba inmóvil, de espaldas, como esperando algo o alguien.
—¡¿Quién sos y qué hacés acá?! —gritó Julián con el palo de amasar en alto. La figura con túnica negra se alejó corriendo, Julián la siguió con Carola por detrás.
—¡No corras y da la cara, cobarde! —gritó Carola en medio de la persecución.
Unos pocos segundos después, alcanzaron a la cosa negra. No era muy veloz, de hecho, era muy lenta. Fue muy fácil, quizás demasiado. Se lanzaron sobre su espalda haciéndola caer al suelo boca abajo.
—¡Esperen! ¡No me hagan nada, por favor! —les dijo. Tenía una voz como de mujer.
Se descubrió la cara. Era Juana, la vecina de la que habían estado hablando.
—¿Qué hace usted acá? —preguntó Julián, tan sorprendido que perdió la defensiva. La ayudaron a pararse entre ambos.
—Venía a hablar con vos, el otro día me asusté y no pude decirte nada. —le explicó Juana con voz temblorosa. Tenía la respiración muy agitada y tocía mucho.
—¿Por qué se escapó de él entonces? —preguntó inteligentemente Carola.
—¿Y vos qué harías si te persiguen dos chicos con un palo de amasar por un laberinto?— preguntó aún más inteligente ella.
—¿Qué me quería decir?— interrumpió Julián.
—Mirá… miren… —comenzó Juana, intentando forzar las palabras. Era evidente que alguien no quería que dijera lo que iba a decir. –lo único que puedo decirles es que hay alguien que no quiere que estén acá. Por favor, tienen que irse antes de que sea demasiado tarde.
—¿Quién? ¿Por qué? —preguntaron Julián y Carola.
—No les puedo decir… —respondió Juana temblando— pero háganme caso, se los ruego. Por el bien de ustedes y de alguien más.
Apenas terminó de pronunciar sus palabras, se dispuso a alejarse mirando paranoicamente alrededor suyo.
—¡Espere! ¡Díganos por qué! —gritó Julián.
La mujer volvió, apurada. –Les doy solamente una pista. La respuesta está en este laberinto. Ahora me tengo que ir antes de que me vean, disculpen si los asusté, era necesario. —y salió corriendo.


Cuando Álvaro abrió la puerta y vio a Soledad con sus ropas de colores llamativos se extrañó un poco, pero también se esperanzó, ya que quizás el hecho de que ella no sea extremadamente sexy, significaba que podría llegar a tener habilidades en la crianza, limpieza, y cocina.
—Seguime, la entrevista es en mi cuarto, el resto de las chicas ya están ahí. —le indicó.
—Muy bien. —le respondió Soledad.
Lucas le había avisado esa misma mañana que la entrevista final iba a ser por la tarde. Álvaro había entrevistado tantas chicas que no podía recordar ni siquiera a la mitad de ellas.
Mientras ambos subían por la escalera de la sala principal, los chicos le hacían señas deseándole suerte por detrás de la espalda de Álvaro, desde abajo.
El cuarto de Álvaro era moderno y acogedor. Decorado con tonos azules y grises, podían hacerlo sentir a uno en el cuarto de un adolescente de por lo menos diez años en el futuro.
El resto de las aspirantes al cargo de celadora estaban de pie frente a la cama de Álvaro. Al entrar con soledad, éste le pidió que se pare junto a las demás, y se sentó en su cama observándolas en silencio por un momento.
—Bueno… —comenzó a decir— como ya deben saber, hoy tengo que elegir a una de ustedes para que sea la celadora de los chicos.
Hubo un silencio. –Pero primero… —añadió mientras se paraba y se acercaba a su reproductor de música —…bailemos un poco.
La música comenzó a sonar, todas se pusieron a bailar con él de manera un poco… atrevida. Soledad fue la única que se quedó inmóvil indignada por lo que veía. ¿En qué clase de entrevista laboral se tenía que seducir bailando al encargado de contratar? Nadie notó que ella era la única que no lo hacía.
Un poco más tarde, después de que Álvaro llevó al baño contiguo a varias de las chicas (en ocasiones, a más de una al mismo tiempo), se decidió por apagar la música y volver a sentarse en su cama para tomar la decisión.
Álvaro sabía perfectamente que iba a elegir a Soledad. Después de todo, ella era la única que parecía tener una base de capacitación para el trabajo, y la única que no intentó seducirlo para sacar ventaja. Eso hablaba muy bien de ella y su moral.
—Bueno chicas… ya tomé una decisión. —comenzó Álvaro.
Justo cuando iba a felicitar a Soledad, ésta lo interrumpió.
—¿De verdad no se dan cuenta lo que este tipo nos está haciendo, chicas?
Nadie respondió pero todos, incluyendo Álvaro, la miraron. Él más sorprendido que todas.
—¿Es que no es obvio? ¡Este pibe nos quiere tratar como si fuéramos sus prostitutas! ¿Qué clase de mujer se cree que somos? Disculpen chicas, y disculpá Álvaro, pero yo me voy. No pienso vender mi cuerpo ni mi dignidad.
Hubo otro silencio. Las chicas se miraban entre sí, parecían bastante convencidas por Soledad.
—¿Alguna más quiere rescatar su dignidad? —finalmente preguntó ella mientras abría la puerta que daba al pasillo. Las chicas dudaron, pero empezaron a salir una por una del cuarto al pasillo, del pasillo a la sala principal, y de la sala principal a la calle.
Finalmente en el cuarto solo quedaron Álvaro y Soledad.
Él no podía estar más enojado. Soledad no solo se había negado a trabajar para él, sino que además había hecho que todas las chicas piensen igual que ella.
Mientras tanto, en la sala principal, solo habían quedado Lucas, Julián, y Coco.
—Qué buena que está esa rubia, por Dios… —comentó Lucas mientras salía una de las ex aspirantes al cargo.
—Y mirá esa, la morocha. —agregó Julián.
Siguieron haciendo comentarios similares hasta que notaron la presencia de alguien: Coco. Ni siquiera recordaban que estaba con ellos, se había quedado en silencio.
—¿Y a vos, Coco? ¿Qué te parece la pelirroja esa? —preguntó Julián para incluirlo en la conversación.
—Eh… es linda, qué se yo. Me gusta el bolso verde que tiene. Bueno, me voy. Nos vemos. —dijo indiferentemente.
¿Qué rayos había sido eso?
—¿Y este? ¿De dónde salió? ¡Con lo fuerte que está esa mina y se va a fijar en el bolso! —dijo Julián.
—¿Coco no será medio… rarito? —preguntó Lucas, de forma casi retórica.
—¿Vos decís? Nah, no creo…
—Y, no sé… ese comentario que hizo no es muy normal que digamos. Eso tenés que admitirlo.
—A lo mejor no está acostumbrado a andar con varones. ¿No viste que casi siempre está con las chicas? —dijo Julián para defenderlo.
—Puede ser… desde hoy tratemos de incluirlo más con nosotros. Por su bien. —propuso Lucas.
Julián iba a decir algo también, pero ambos olvidaron completamente el asunto cuando vieron que Soledad bajaba por la escalera con Álvaro detrás.
—¿Habrá quedado Sole para el puesto? —susurró Julián.
—¡¿Cómo vas a hacerme eso?! ¡¿Estás loca?! ¡¿Para qué viniste?! ¡¿Para dejarme sin celadora?! —le gritaba furioso él.
—¡Si querés contratar una mujer, primero aprendé a respetarla! —respondió Soledad haciendo énfasis en la última palabra.
—¡Andate de mi casa y no quiero que vuelvas NUNCA a pisar este hogar! ¡¿Te quedó claro?!
Soledad parecía casi ofendida por lo que Álvaro acababa de decirle.
—Clarísimo. —se limitó a responderle, y salió dando un portazo.
Álvaro volvía a subir las escaleras insultando en voz baja a Soledad.
—Me parece que no. —le respondió en un susurro Lucas a Julián.

6 comentarios:

  1. Una vez más: ¡me encanta! y me pone muy contenta que digas que vas a seguir subiendo los capítulos igual porque yo estoy re enganchada. Sabe, que por más que sean pocos los que te lean, acá tenes a una lectora hiper atrapada por tu historia jajaja.
    ¡Sofi!

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  2. Ah! yo te recomiendo por mi tuiter, así te leen más. :)
    soy @SofiC30
    ¡Sofi!

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  3. Jaja gracias por recomendar! :) me motiva mucho saber que tengo algunos lectores bastante leales. Gracias nuevamente por el apoyo!

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  4. otro capitulo perfecto... la forma en que narras los eventos de esta linda historia me agrada bastante... sobre todo cuando Alvaro estaba entrevistando a las chicas
    con mi comentario puedes contar siempre, ya te he recomendado en mi blog

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  5. Yo quiero saber donde queda la casa de rincon de luz para poder vicitarla si alguien sabe me avisa por favor

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"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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