Capítulo 09: La búsqueda de la celadora

Coco no se presentó a cenar esa misma noche. Para no preocupar a nadie, los chicos decidieron mantener el secreto de su desaparición entre ellos, aunque nadie le dio demasiada importancia ya que lo consideraban un juego de él. El único que parecía realmente preocupado era Lucas.
No volvió a aparecer sino hasta que todos estaban durmiendo, pero nadie pudo verlo realmente hasta la mañana siguiente. Todos despertaron como si él nunca hubiera desaparecido, nadie le preguntó dónde había pasado la noche anterior, ni por qué había decidido escaparse. Era increíble que nadie sintiera curiosidad, a Coco le estaba yendo mejor de lo que esperaba. Él creía que probablemente ni siquiera habían notado su ausencia, y eso lo hacía feliz. Se sentía libre de hacer lo que quisiera.
Cuando todos en el cuarto de varones se habían levantado de la cama y se estaban dirigiendo a buscar su ropa para vestirse, la ausencia finalmente se hizo sentir. No, no la de Coco, sino la de la ropa: no había quedado una sola prenda más que la que habían usado para dormir. (Aunque tampoco es que tengan mucha variedad de prendas, siempre se vestían con lo mismo, que era la ropa con la que Álvaro los había encontrado el día del accidente).
—¿Dónde está toda nuestra ropa? —preguntó Julián.
—Si es una broma tuya, Lucas, no es gracioso. Danos nuestra ropa. –agregó Mateo.
—No es una broma, Mateo. ¡Nos robaron! –exclamó Lucas.
—¡Ay, no seas tarado! ¿Cómo nos van a robar? Seguro Álvaro la llevó a lavar o algo así.
—¿Álvaro lavando algo nuestro? No me hagas reír. –se burló Julián.
—¿Qué tiene? Hay gente que tiene ciertos hábitos de limpieza, vos no debés estar acostumbrado a eso. –objetó Coco con su voz chillona.
—¿Qué decís? ¡Si vos vivías en ese puente horrible desde antes que nosotros!
—¡Bueno, paren de pelear! ¡Vamos ahora mismo a preguntarle a Álvaro dónde está nuestra ropa! –ordenó Lucas y todos lo siguieron hasta la puerta que daba al pasillo.
Apenas salieron, pudieron ver a las chicas salir de su cuarto –que estaba frente al suyo— exactamente al mismo tiempo que ellos, aparentemente con el mismo problema, y a Álvaro parado en el pasillo junto a varios paquetes.
—¡¿Qué le hiciste a nuestra ropa, Álvaro?! –preguntó Lucas enojado.
—¡No puedo vestirme así, Álvaro! ¡Mirá si viene la amiga de tu tía a darme clases! ¡No me va a querer enseñar a bailar nunca más si me ve en camisón! –exclamó Carola con preocupación.
—No te preocupes, Carola. Tu ropa anterior tampoco era muy vistosa que digamos. –respondió Álvaro con calma.
—¿Anterior? ¿Qué querés decir con eso? ¿Qué le hiciste a nuestra ropa? –preguntó Tali.
—Chicos, llamó mi tía, la nueva encargada de la empresa de mi abuela, y me obligó a hacer algunos cambios en el hogar… —comenzó a decir Álvaro.
—¿Quién? ¿La loca? –preguntó Mateo.
—¿María Julia? –añadió Coco, para que Álvaro pudiera entender a quién se refería.
—No, María Julia no. Su hermana, Diana. No la conocen. Es la nueva directora de la empresa y por lo tanto es la máxima inversora del hogar ahora que mi abuela se fue de vacaciones, por eso tiene varios derechos acá, y una de las cosas que me pide es que usen uniformes.
—¿Pero qué te pensás que somos? ¿Tus prisioneros o qué? ¡No vamos a vestirnos con lo que vos nos digas! –gritó Lucas.
—No tienen otra opción. Se visten con los uniformes, o se van a vestir con la ropa de dormir por el resto de sus vidas. Se los dejó acá. –dijo por último Álvaro, pacíficamente, y bajó por la escalera hacia la sala principal.
—¿Y este quién se piensa que es? ¡No nos vamos a dejar dominar así! ¿No, chicos? –dijo Lucas mientras se acercaba a los paquetes con los uniformes. –Suficiente hicimos ya por él, lo estamos ayudando a hacerse rico y encima quiere que nos vistamos como él quiera. ¡Está loco! –añadió mientras abría uno de los paquetes. Sacó lo que había en su interior y se quedaron todos en silencio.
Eran dos uniformes, uno de mujer y otro de hombre. Los dejó caer al suelo, sorprendido.
El uniforme de hombre estaba compuesto en su parte superior por una remera blanca que casi no se veía ya que la tapaban por encima una camisa roja y una corbata celeste, mientras que su parte inferior era un jean celeste con detalles en rojo, y zapatillas blancas y rojas.
El de mujer era un poco más complejo: un vestido blanco y rojo que llegaba hasta las rodillas, y un delantal celeste un poco más corto con detalles en rojo, combinados con las mismas zapatillas que el uniforme de hombre.
Todos se habían quedado fascinados. Les habían encantado los uniformes, esto era definitivamente algo que no esperaban venir de Álvaro y su mal gusto para todo.
—¡Son hermosos! –exclamó Carola mientras se acercaba y sacaba un uniforme de mujer de otro de los paquetes.
—¡Están buenísimos! –añadió Julián mientras hacía lo mismo que Carola, pero con un uniforme de hombre.
Habían pasado solo unos segundos, y ahora todos parecían muy entusiasmados y conformes con la idea de llevar uniformes. Rápidamente se vistieron con ellos y bajaron a desayunar de buen humor. Sobraron varios uniformes, decidieron dejarlos ahí y que Álvaro haga con ellos lo que quisiera. Probablemente eran modelos únicos e iba a guardarlos como repuesto por si se dañaban con el tiempo.
Pero a Álvaro no le duró mucho la felicidad, Diana no solo le había exigido que los chicos usen uniformes, sino que también lo había presionado para conseguir celadora. No podía contratar a una de las incompetentes que había entrevistado, y había expulsado del hogar para siempre a la única que parecía tener algo de talento para el cargo. Diana había previsto una visita ese mismo día para verificar que los chicos estén uniformados y a cargo de una celadora. Era desesperante.
Pasó toda la mañana pegando carteles que anunciaban la vacante del cargo de celadora, tenía la esperanza de poder contratar hoy mismo a alguien responsable y eficaz. Si fallaba en esto, no quería imaginarse lo que Diana era capaz de hacer con el hogar; probablemente hubiera retirado todas las inversiones económicas, dejando a Álvaro sin un peso y a los chicos sin hogar. Todo el esfuerzo que había hecho desde que volvió de Europa hubiera sido en vano.
Mientras se dedicaba a empapelar la ciudad con su oferta laboral, los chicos terminaban su café con leche y sus medialunas, dejando la mesa del comedor con restos de migas, líquidos pegajosos, y algo de tierra.
Los únicos que todavía no habían terminado de desayunar eran Coco y Lucas. Coco aún no había terminado porque había llegado tarde a desayunar debido a que se negó a cambiarse frente a sus compañeros de cuarto y tuvo que esperar a tener el cuarto él solo para cambiarse. En cambio, Lucas había desayunado lento de forma intencional para preguntarle no solo el motivo por el cual había escapado el día anterior, sino también por qué actuaba tan misteriosamente siempre.
Sin embargo, ambos se quedaron en silencio. Coco podía presentir que se avecinaba una avalancha de preguntas, por lo cual comenzó a acelerar mucho su velocidad para desayunar.
—Coco, ¿Te puedo preguntar algo? –soltó Lucas rompiendo el silencio y haciendo estremecerse a Coco.
—Sí, decime. –respondió Coco intentando sonar lo más desinteresado posible.
—¿Por qué te escapaste anoche?
—¿Qué decís? Yo no me escapé de ningún lado. –respondió Coco riéndose, como si Lucas acabara de contar un chiste.
—Bueno, te escondiste entonces. No sé, pero ayer cuando estábamos en la sala de juegos desapareciste, y no te volvimos a ver hasta hoy a la mañana.
—Me había aburrido de jugar y me fui al cuarto.
—Mentira. Te buscamos como veinte veces en el cuarto y en todas partes, no estabas. ¿Dónde te habías metido?
—Me debo haber ido justo a otra parte, no sé. No me jodan, si vos y tus amiguitos son tan inútiles que no pueden encontrar a alguien adentro de una casa no es mi problema. –respondió Coco cansándose de las preguntas, y desayunando más rápido que nunca.
—No me tomes por idiota, ¿Me vas a decir que estuviste dando vueltas por el hogar y te entretuviste tanto que no bajaste a cenar?
—No tenía hambre.
—Tampoco volviste a dormir.
—No tenía sueño. ¡Pará un poco! ¿Quién te pensás que sos? ¿Sherlock Holmes? Dejá de mirar tanta televisión, nene. –soltó Coco con su voz chillona mientras se levantaba de la mesa, dejando su desayuno a medio terminar. –Me cansaste, mejor me voy a hacer algo más productivo. –y subió por las escaleras.
Lucas se quedó terminando su desayuno, frustrado. ¿Por qué Coco había escapado así? ¿De qué o quién había escapado? ¿Por qué era tan misterioso y reservado? Tenía un mal presentimiento sobre él, y no iba a parar hasta descubrirlo todo. Si Lucas odiaba algo, era justamente que le oculten cosas importantes. No lo permitiría.


—¡Dale, Úrsula! ¡Aparecé! –ordenó Tali.
No obtuvo respuesta.
—¡Aparecé, bruja tonta! –insistió.
Tali había intentado llamar a Úrsula varias veces desde que la ayudó a hablar con Trinidad, pero no había tenido éxito.
Primero quería llamarla para mostrarle su nuevo uniforme: intentó gritándole y poniéndose violenta. Después quiso que la ayudara a Carola a ser la mejor bailarina: le ofreció galletitas de chocolate, sus preferidas. En otra ocasión, cuando quería convertir a Julián en un sapo, bañó en agua su bola de cristal, esperando que Úrsula salga desesperada por no ahogarse, pero enseguida se dio cuenta de lo ridícula que era esa idea: el agua no entraba por la bola de cristal, no tenía agujeros; y si se los hacía, iba a romperla y destruir el vínculo entre su mundo y el mundo mágico para siempre.
Esta vez era diferente, buscaba la ayuda de Úrsula para algo mucho más importante: el hogar. Todos sabían que Álvaro estaba buscando una nueva celadora, y entre todos los chicos habían llegado al acuerdo de que esa nueva celadora tenía que ser una persona dulce y generosa, simpática y divertida… solo había una persona que reunía esas características, y que además era la única que había demostrado tener algo de interés en ayudarlos: Soledad. El problema era que Soledad no estaba en la ciudad, se había ido hace unos días y todavía no la habían vuelto a ver. Ninguno sabía si ya había regresado, ni por qué se había ido. Preguntaron a varias personas del barrio, pero ninguno sabía nada; de hecho, ni siquiera sabían dónde vivía ella.
Tali quería que Úrsula haga aparecer a Soledad en el hogar y le diera una apariencia totalmente diferente para que Álvaro no pudiera reconocerla, ya que le había prohibido acercarse hace unos días ya; pero Úrsula no daba señal de vida alguna.
—¿Se habrá cortado el vínculo con el mundo mágico? –pensó Tali en voz alta.
Se quedó ahí mismo, sentada en el banquito del cuarto de las chicas, contemplando tristemente la bola de cristal, pensando qué había de malo con ella y por qué ya no servía para llamar a Úrsula.
Después de haber permanecido inmóvil varios minutos, Carola entró ágilmente por la puerta con el reproductor de música de la sala de juegos.
—¡Ay Tali, no sabés lo que pasó! –gritó Carola mientras entraba, emocionada.
—¿Qué pasó? –preguntó Tali, un poco desanimada.
—¡Recién hablé con Trinidad! ¡Me dijo que me inscribió en un concurso de baile importantísimo! ¡Van a competir bailarines de todo el mundo!
—¿En serio? ¡Es buenísimo eso, Carola! ¡Seguro vas a ganar! –dijo Tali animando a su amiga, aún un poco herida por lo que le había dicho.
—Sí, por eso tengo que ensayar un montón. Es una oportunidad única. ¿Te molesta si lo hago acá? –preguntó Carola un poco incómoda, ya que estaba haciendo referencia indirectamente a su última pelea de amigas.
—No, no hay problema. Total no estaba haciendo nada. –respondió Tali.
Carola conectó el reproductor de música a la entrada de corriente junto a la puerta, lo apoyó en el suelo, y presionó el botón de reproducir.
Comenzó a sonar una canción de pop muy pegajosa.
“Nunca más algo para decirte.
Nunca más, lo nuestro terminó.
Sé que todo esto parece una locura permanente,
la verdad la culpable fuiste vos.”
La interpretaba el cantante favorito de Carola, Agustín Almeyda. Tali la reconoció enseguida, ya que a ella también le gustaba su música, pero no tanto como a su amiga. Se imaginó a sí misma siendo la bruja más poderosa del mundo, y lanzando un hechizo de enamoramiento en Agustín Almeyda. Ambos se casarían y tendrían hijos juntos, e irían a ver a Carola a sus funciones de baile por el mundo.
Se había sumergido en su mundo de fantasías y sueños, hasta que algo la interrumpió. Era un brillo muy extraño y multicolor: ¡La bola de cristal estaba brillando!
Tali la tomó sintiéndose aliviada de que Carola haya estado demasiado concentrada en sus bailes como para notar el brillo, y salió al pasillo dejándola sobre uno de los muebles que no tenían más uso que el de decorar.
El brillo se extendió más y más, hasta que finalmente salió disparada Úrsula desde el centro de la bola hacia los alrededores de Tali.
—¡Qué lindo! ¡Qué divertido! ¡Quiero más! ¡Quiero más! –gritó alegremente mientras volaba disparando un brillo multicolor en todo el campo de visión de Tali.
—¡¿Qué decís, bruja tonta?! ¡Te estuve llamando todos estos días y no apareciste nunca! ¡Traidora! –objetó Tali.
—¿Qué eso tan lindo que está en el aire? –preguntó Úrsula ignorando completamente las quejas de Tali.
—¡¿Podés parar de dar vueltas alrededor mio?! ¡No veo nada!
—¡Mmm! ¡Ese sonido tan mágico! ¡No puedo parar de moverme! –añadió Úrsula mientras cambiaba el rumbo de sus movimientos para permitir a Tali recobrar el sentido de la vista más allá de sus polvos multicolores, ¿o eran brillos? Quizás polvos que brillaban.
—¡¿De qué hablás?! ¡Te volviste loca! ¡Es solamente música!
—¡Eso! ¡Música! ¿De dónde la sacaste? ¡Es el hechizo más eficaz que conocí en mi vida! ¡No me deja quedarme quieta!
—¿En tu mundo no hay música? –preguntó Tali algo sorprendida.
—No, nunca había escuchado de nada parecido. ¡Quiero más música! ¡Volvamos a tu cuarto que allá se escuchaba mejor!
—¡No te voy a dar música ni nada! ¡¿Quién te pensás que soy?! ¡Todos estos días te estuve llamando y vos nada! ¡Egoísta! –Tali se enfureció.
—Bueno nena, tampoco es para tanto. –respondió Úrsula mientras seguía moviéndose, pero ahora mucho más moderada para asegurarse de no molestar tanto a Tali— Además, no es mi culpa. Yo quería venir, pero no podía.
—¿Por qué no podías? ¿Qué pasó? –preguntó Tali, ahora más calmada.
—Es que… me descubrieron.
—¿Quién te descubrió?
—Eso es un secreto de brujas, ningún humano lo puede saber. –respondió Úrsula
—¿Ah, no? Bueno, entonces espero que disfrutes esta canción, porque yo no te pienso mostrar música nunca más.
—Mmm… está bien. Pero más te vale que me muestres muchas canciones, porque vas a ser la primera humana en conocer un secreto de brujas, y además un secreto mío.
—Bueno, contame. –dijo Tali con voz de no tener mucha paciencia.
—Yo… yo no soy del todo bruja, todavía no tengo mi diploma. Y como yo todavía no me recibí, no me dejan conocer otros mundos; pero yo desde que salí de mi capullo quise conocer el mundo de los humanos, y no podía esperar tantos años… además, me va mal en la escuela de brujas, así que iba a tener que esperar todavía mucho más. Aproveché que abriste el portal y me metí.
—¿Hay una escuela de brujas? –preguntó Tali sorprendida.
—Obvio, nena. ¿Cómo te pensás que aprendemos todos los hechizos? Pero eso no es lo importante. ¿No te das cuenta? Me descubrieron, saben que me metí a tu mundo cuando todavía no tengo permitido hacerlo. Las brujas son muy estrictas y no les gusta que rompan sus reglas, me amenazaron con mandarme al pozo de los lamentos si volvía a venir alguna vez. Por eso decidí no venir nunca más, pero ahora no me pude resistir a la música, y bueno…
—Hiciste bien en venir, Úrsula. No le tenés que hacer caso a esas brujas amargadas. ¡Ahora quedate conmigo, por favor! ¡Te re necesito para algo importante! –dijo Tali intentando convencerla.
—No sé, es muy arriesgado… pero igual ya estoy acá. ¿Qué necesitás?
—Bueno, mirá… van a elegir una celadora para el hogar, y la única que queremos que ocupe el cargo se fue de viaje. No sabemos cuánto va a tardar en volver, así que necesito que uses tu magia para que aparezca acá en Mar del Plata, o por lo menos para que se apure.
—¿Y yo qué gano haciendo eso?
—Si hacés que Soledad vuelva hoy mismo, te prometo que te dejo escuchar un CD completo de música. Tiene 12 canciones. ¿Aceptás? –ofreció Tali nerviosa. Úrsula era, definitivamente, su única esperanza.
—Mmm… bueno, está bien. ¡Pero más te vale que sea música buena! Estoy arriesgando mi media licencia de bruja en esto.
Mientras Tali le hacía escuchar uno de sus discos a Úrsula, ya que ésta se había negado a ayudarla antes de escuchar más música, Julián y Carola habían decidido salir a hacer juntos un picnic a la plaza, solo ellos dos.
Todo el camino hacia la plaza fue incómodo; y una vez que se sentaron a comer, la situación no mejoró mucho que digamos. Prácticamente no habían cruzado una sola palabra en todo su “picnic de verano”. Ambos estaban muy nerviosos con respecto a lo que sentían por el otro.
—Hacía mucho que no estábamos vos y yo solos. –dijo Julián rompiendo el silencio.
—Sí… qué lástima. Me gusta estar con vos. Pero bueno, ahora por suerte estamos juntos de nuevo; y encima comés sin mayonesa, eso es bueno porque yo soy un poco alérgica.
—¿En serio? –preguntó Julián.
—Sí, cuando vivía con Tali y las otras familias no me dejaban ni acercarme. Con tocar un poco de mayonesa ya me salían ronchas por todo el cuerpo.
—No, eso no. Que te gusta estar conmigo, ¿Es en serio?
—Ah, eso… —Carola se ruborizó— bueno, sí. La paso bien con vos. –respondió tímidamente, y censurando muchas cosas que quería decirle.
—Gracias. A mí también me gusta estar con vos. El tiempo pasa volando siempre, aunque no estemos haciendo nada. Solamente tenerte al lado mío y ya siento que todos mis problemas desaparecen un poco, y mis tristezas ya no parecen tan graves. Me hacés bien. –Julián se dejó llevar por sus emociones. Extrañaba mucho pasar estos momentos con Carola.
—Wow… eso es muy fuerte… gracias, pero no me lo merezco. –respondió Carola a la declaración de Julián. Estaba segura que él estaba a punto de declarársele, pero no sabía si estaba preparada para escucharlo.
—Sí lo merecés. Sos la persona más especial que conozco. Carola, yo…
—¡Julián, mirá! ¡Mirá quién está allá! –gritó Carola interrumpiéndolo y señalando a su derecha, cerca de la fuente de la plaza a una mujer vestida con colores alegres: era Soledad.
—¿No estaba de viaje? ¡Vamos a pedirle que sea nuestra celadora! –le dijo Carola mientras lo tomó de la mano y ambos corrieron hacia ella.
Ya sea por el hechizo que Úrsula acababa de lanzar, o por su gran apuro, Soledad estaba nuevamente en Mar del Plata, sentada en la fuente leyendo un libro.
—¡Soledad, volviste! –dijo Carola, interrumpiendo la lectura de Soledad.
—¡Carola! ¡Julián! ¿Qué hacen acá? ¿No tendrían que estar en el hogar? –les dijo Soledad mientras los saludaba con un beso a ambos.
—Sí, pero vinimos a hacer un picnic. ¿Querés comer o tomar algo? –preguntó Julián mientras le ofrecía la cesta que llevaban para que Soledad elija lo que quisiera consumir.
—No, gracias, estoy llena.
—¿Vos no estabas de viaje? –le preguntó Julián
—Sí, pero ya volví. No me iba a quedar para siempre, ¿Me querían echar? –bromeó Soledad.
—Tenés que venir al hogar, Álvaro necesita una celadora urgente. Por favor, queremos que seas vos. –le pidió Carola, algo triste, ignorando el viaje de Soledad.
—Te lo agradezco mucho, Caro; pero yo no puedo trabajar en el hogar, Álvaro me echó y me dijo que ni me acerque.
—Sí, ya sabemos, pero… no sé, por ahí ahora ya se le pasó el enojo, o algo. –dijo Julián.
—No, los Del Solar siempre guardan rencor… pero ya se me ocurrió algo. Ustedes no se preocupen que mañana mismo voy a presentarme para el cargo, pero de esto no le digan nada a Álvaro. ¿Trato?
—Trato. –respondieron Julián y Carola al mismo tiempo, ignorando completamente el comentario que acababa de soltar soledad. ¿A qué se refería con que la familia de Álvaro siempre guardaba rencor? ¿De dónde los conocía ella? No tenían ni idea de sus intenciones ocultas tras el deseo de conseguir el puesto de celadora del hogar… afortunadamente. Sino todo hubiese sido distinto.

2 comentarios:

  1. otro capitulo excelente!!
    realmente te felicito, escribes muy bn
    q misterio ocultara Coco??
    q hara Sole??

    espero subas pronto el siguiente capitulo

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  2. Muchas gracias! Qué casualidad, justo hoy acabo de subir el siguiente capítulo. Gracias por comentar

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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