Capítulo 16: Beso robado

Esa misma noche, Mentiritas estaba en el cuarto de Soledad con ella, mientras lo ayudaba a acomodarse el nuevo uniforme del hogar que Álvaro le acababa de conseguir.
—Listo, ahora sos oficialmente un nuevo interno del hogar. –le dijo Soledad mientras le terminaba de colocar la informal corbata frente al gran espejo de su cuarto.
—Gracias, Sole. Te prometo que me voy a portar re bien. –le respondió Mentiritas, con la mirada perdida.
—Sí, eso espero, sino te volvés con Clarita; y estoy hablando muy en serio.
Mentiritas no respondió.
—Pobre Clarita, está allá… nos debe extrañar un montón. Y los chicos también. –dijo Soledad con un aire de nostalgia.
Mentiritas no respondió tampoco.
—¿Te pasa algo, Eze? –le preguntó entonces Soledad.
—No, nada…
—Dale, te conozco desde que sos muy chiquitito, sé muy bien cuando hay algo que te preocupa. ¿Extrañás a Clarita? ¿A los chicos del granero? ¿No te gustó que Álvaro haya contratado a Pedro? A mí podés contarme.
—Está bien, Sole… lo que pasa es que me contaron un cuento muy feo.
—¿Qué cuento?
—Uno de un chico como yo que se hacía amigo de una nena fantasma, pero un día ella se aburrió de él y lo convirtió en piedra. Esos cuentos no me gustan.
Soledad soltó una pequeña risita comprensiva. –A mí tampoco me gustan, Eze. ¡Tengo una idea! ¿Y si le cambiamos el final por uno más lindo?
—¿Cómo?
—Claro, en vez de ese final tan triste, le ponemos uno más feliz. Como por ejemplo… —Soledad se tomó unos segundos para pensar— ¡Ya está! Resulta que la nena fantasma lo quería convertir en piedra al nene porque le tenía miedo. Bueno, en realidad los dos se tenían miedo, porque son muy diferentes entre sí. Y bueno, resulta que fue pasando el tiempo, se fueron conociendo, y el miedo “¡Puf!” desapareció. Entonces ella le cuenta a él de su mundo, él le cuenta a ella del suyo, y terminan haciéndose mejores amigos y ayudándose en todo.
—Gracias, Sole. –dijo Mentiritas esbozando una gran sonrisa— Ese final está buenísimo, qué suerte que se te ocurrió. –dijo finalmente y ambos se abrazaron.
—Bueno, ahora bajá que ya debe estar lista la cena que hice. Me está matando esto de prepararles la comida, espero que contraten rápido a un cocinero.
La cena de esa noche fue un tanto extraña. Casi todos los chicos se enteraron en ese momento que Álvaro había contratado a Pedro, aunque a la mayoría le parecía un asunto de poca importancia.
Mentiritas se sentó junto a Mateo, quien últimamente estaba llevándose muy bien con él; eso le sorprendió a muchos ya que Mateo solía ser muy celoso con respecto a sus amigos. Julián dedicó casi toda la cena a fusilar con la mirada a Tali, pues estaba totalmente convencido de que ella había tenido algo que ver en el incidente del encierro de Carola (quien acababa de poder salir de su cuarto por fin). Y Lucas, por su parte, no paraba de pensar en Coco y sus costumbres extrañas.
Sin ningún incidente mayor, y casi sin crear problemas, terminaron de comer sus milanesas de pollo, el postre de helado, y comenzaron a retirarse uno por uno mientras Mencha llevaba los platos del comedor a la cocina para lavarlos. La hora de dormir se acercaba.
Mentiritas fue uno de los últimos en levantarse de la mesa, caminó dos pasos en dirección a la sala principal y entonces lo recordó. Observó alterado las paredes del comedor, se subió en el sillón de un salto mientras los que aún seguían cenando lo observaban, y sacó un trozo de madera en forma circular de la pared más próxima al sillón. Para su sorpresa, estaba ahí: el dibujo de la señora de los gatos que había descubierto accidentalmente la primera vez que se metió en el hogar.
—¡Miren! ¡Vengan rápido a mirar esto! –les gritó a las únicas dos personas que estaban con él en el comedor: Coco y Mateo. Ambos se acercaron curiosos.
—¿Qué? ¿Qué? –preguntó Coco.
—¡Hay un dibujo de la señora de los gatos! ¡Al final era verdad! –exclamó Mentiritas.
—¿Qué cosa era verdad?— preguntó Mateo.
—¡Que esa señora existe y quiere encontrar a la nena fantasma que tiene Pedro! –respondió Mentiritas preocupado.
—Estás loco, Mentiritas. –le dijo Coco.
—No sé si esa señora exista, pero es re vieja, y está llena de gatos. Pobre. –señaló Mateo.
—Y encima mirá el vestido que tiene, es horrible. –agregó Coco.
Mentiritas y Mateo se quedaron mirando a Coco.
—¿Qué? ¡Ay, son unos tarados! –dijo éste y se fue.
—Tiene una mirada re triste, seguro que vivía sola y por eso tenía tantos gatos. –comentó Mateo.
—Seguro que atrás de esos cosos redondos hay más pinturas. –dijo Mentiritas señalando diseños similares en el resto de las paredes.
—Tenés razón, y yo sé cómo podemos averiguarlo. Esperame un segundo. –Mateo salió disparado hacia la escalera y volvió con una pelota de fútbol en la mano. La pateó y desgraciadamente no le dio al diseño circular junto al de la señora de los gatos, sino que la pelota se desvió hacia la puerta de la cocina por la que justo pasó Álvaro con sus dos amigos. La pelota dio justo en la cabeza de Tobías.
—¡¿Qué hacen, chicos?! ¡Acá no! ¡Si quieren jugar a la pelota váyanse al patio, no quiero que me rompan nada! —les ordenó Álvaro, y luego agregó—: Miren a Tobías, animales. ¡Váyanse de mi vista!
—¡Pero, Álvaro! –insistieron ambos.
—¡Pero nada, váyanse ya a dormir! –les ordenó éste y los dos tuvieron que subir por la escalera al cuarto.
Mientras tanto, Coco entró dando un portazo al cuarto de los varones, y se echó a llorar con la cara sobre su almohada, con una mezcla de bronca e impotencia. Para su sorpresa, sintió una mano que se apoyaba en su espalda como conteniéndose. Inmediatamente se recuperó y se sentó, haciendo un inútil esfuerzo por disimular sus sollozos.
—No estoy llorando. –le dijo rápidamente a Lucas, quien se sentó junto a él.
—¿Qué te pasa, Coco? ¿Por qué estás así?
—A mí no me pasa nada, dejame en paz y andate. –le contestó éste con dureza.
—No me mientas. Me doy cuenta que no estás bien, y no lo estuviste nunca desde que nos conocimos. Confiá en mí, Coco; dejame salvarte. –le dijo profundamente Lucas. Coco, conmovido, no puedo evitar tomar de las manos a Lucas, casi sin darse cuenta. Éste se sorprendió un poco. En ese momento, escucharon que alguien se acercaba e inmediatamente se soltaron. Dos segundos después, Mentiritas y Mateo estaban cruzando la puerta con Julián.
—Déjense de pavadas, chicos. No hay ninguna nena fantasma. –les decía Julián.
—¿Y entonces qué hacía esa pintura de la señora de los gatos ahí? Explicame. –le dijo Mateo.
—¡Eso!— lo apoyó Mentiritas.
—Esa era una pintura de una señora que vivía con gatos, nada más. ¿Nunca vieron una pintura colgada para decorar una casa? Es lo más normal del mundo. La deben haber puesto los anteriores dueños de la casa, caso cerrado.
—Bueno, me voy a lavar los dientes. –le dijo Coco a Lucas, por lo bajo y sin mirarlo a los ojos, y salió disparando por la puerta.
Esa noche Coco no volvió hasta asegurarse que todos estuvieran dormidos. Se quedó haciendo quién sabe qué cosa por el hogar, y finalmente a la medianoche pudo conciliar el sueño en su cama, aunque el calor del verano no lo ayudaba.
Mentiritas tuvo una pesadilla horrible. Estaba soñando que miraba la pintura de la señora de los gatos, cuando de repente la misma lo absorbía y él se convertía en parte de la pintura también, dejándolo atrapado por siempre. Se despertó a las tres de la madrugada transpirando, muerto de calor, y deshidratado; decidió bajar a tomar un vaso con agua y volver a la cama.
Bajó las escaleras, se sirvió el vaso en la cocina, y se quedó tomándolo sentado en el comedor, mirando la pintura. Al parecer nadie se había molestado en taparla nuevamente.
Había un ambiente extraño en el hogar, era la primera vez que había podido estar solo ahí, de noche, y sin tener que escaparse de nadie. Reinaba un ambiente de paz y silencio en el aire, sentía como si las alas de la noche lo estuvieran protegiendo. Quizás era por la pesadilla que había tenido, o porque los chicos nunca permitían más de treinta segundos de silencio con sus griteríos, incluyéndolo a él.
La curiosidad lo superó y se subió al sillón con el vaso en mano para observar la pintura más detenidamente. Parecía haber sido trabajada con acuarelas.
Dio media vuelta para bajarse, y ahí estaba: una chica de unos 6 años, vestida con una túnica blanca, rulos color marrón desprolijos, y la mirada más impactante que jamás haya visto: era Laura, la nena fantasma. Como acto de reflejo, Mentiritas soltó un grito y le lanzó su vaso de agua, que la traspasó y quedó destruido en el suelo.
Laura comenzó a huir; Mentiritas, que recién ahora se había dado cuenta de lo que había hecho, corrió tras ella para disculparse.
—¡Esperá, nena fantasma! ¡Esperá! ¡No sabía que eras vos! –le gritó, pero Laura siguió corriendo, hasta desaparecer traspasando una de las paredes de la sala principal.
Esa noche no pudo dormir bien. Pasó casi todo el tiempo pensando en el peligro que corría Laura, y apenas pudo conciliar el sueño cuando vio los primeros rayos del sol asomarse por la ventana. Cuatro horas más tarde, a las nueve de la mañana, Mencha entró a despertarlos como todos los días. Bajaron de mala gana a desayunar, y después cada uno se concentró en sus actividades. Julián le había pedido a Carola que le dedicara unos minutos para hablar, así que se sentaron en el sillón de la sala principal.
—Estás equivocado, Julián. Tali no es así. –le decía Carola.
—Pero te digo que estoy seguro, Carola. Tali tiene algo que ver con que te hayas quedado encerrada ayer. –le insistía Julián.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Estoy seguro porque ella era la única que no quería que nos veamos.
—Tali será un poco celosa, pero no me dejaría encerrada. Y aunque quisiera, no hubiera podido. La puerta no estaba solamente cerrada con llave, le había pasado algo a la cerradura, por eso Pedro tardó tanto en arreglarla. Fue un accidente.
—Bueno, sí, en eso tenés razón, pero… no sé, yo estoy seguro que de alguna manera fue ella.
—Basta, Julián. Tali es mi amiga, no quiero que me sigas hablando mal de ella. ¿Para eso me pediste hablar tan urgentemente? ¿Para criticarla?
—No. Bueno, sí; pero no era solamente para eso.
—Bueno, ¿Qué más querés decirme? –le preguntó Carola, y sonó el timbre, pero ambos lo ignoraron.
—Te quería decir algo que tenía planeado decirte ayer cuando saliéramos, pero no pudimos salir, y presiento que tampoco vamos a poder porque siempre surge algún inconveniente.
—Bueno, no des más vueltas. Decime.
—¡Carola, Julián! ¡Háganme el favor de atender la puerta! ¡Estoy ocupado yo! –les gritó Álvaro. De mala gana, Julián se levantó y abrió la puerta mirando el suelo desinteresadamente.
—¿Sí? –dijo con la vista clavada en el suelo.
—Hola, ¿Está Lucas? –le preguntó una voz de chica. Julián levantó la mirada y se quedó perplejo: frente a él estaba la chica más linda que hubiera visto jamás. Era rubia, con un pelo lacio perfecto, y una voz encantadoramente femenina. Le resultaba conocida, pero no pudo distinguir de dónde.
—Acá estoy, mi amor… —respondió Julián, en medio de un trance.
—¿Vos sos Lucas?
—¿Qué? –le preguntó, volviendo en sí— No, no… ¿Buscás a Lucas? Está acá.
—Sí, por eso vine. Lo estoy buscando, ¿Podrías llevarme con él?
—Sí, claro. Seguime. –le dijo Julián. Ambos subieron por la escalera, olvidando a Carola completamente.
Cuando entraron en el cuarto de los varones, encontraron a Lucas con Coco y Tali.
—Hola, ¿Cuál de ustedes dos es Lucas? –les dijo Luciana a Lucas y a Coco.
—El rubio, el más alto. –le respondió Julián.
—Yo soy Lucas. –dijo acercándose, mientras fruncía una ceja— ¿Vos no sos la hermana de Sebastián, el vecino? –quiso agregar “No sabía que eras tan hermosa” pero le pareció muy desubicado.
—Sí, soy yo. Vengo a disculparme con ustedes. –respondió Luciana.
—¿Disculparte por qué? Si vos no nos hiciste nada. –dijo Lucas.
—Puede ser, pero me enteré que en realidad fue mi hermano el que ensució la fachada de mi casa, y no ustedes. Se lo conté a mi papá y me ofrecí yo misma a disculparme en nombre de ellos dos. Además, estaba ansiosa por conocerlos. Especialmente a vos, Lucas. –le dijo mientras acariciaba su lacio pelo dorado que brillaba con la luz que entraba por la ventana.
—¿En serio? Siempre pensé que te caíamos mal.
—No, nada que ver. Siempre quise conocerlos, era mi hermano el que me llenaba la cabeza, y yo como una tonta me dejaba influenciar. –respondió, y luego de una pausa agregó—: Bueno, ¿Nos presentamos así nos vamos conociendo? Yo me llamo Luciana y tengo quince años. ¿Ustedes?
—Yo soy Lucas, tengo trece. –dijo con una sonrisa boba.
—Yo me llamo Julián, tengo trece años también. –dijo con la misma sonrisa boba.
—A mí me dicen Tali, tengo doce. –le dijo con indiferencia, y luego se produjo un silencio. Luciana y Tali miraban a Coco, mientras Lucas y Julián seguían embobados por Luciana.
—¿Y vos?— preguntó entonces Luciana, ya que Coco parecía no decir nada por sí mismo.
—Yo soy Coco, tengo once años. –dijo éste de mala gana.
—¿Ustedes son todos los internos del hogar?
—No, también hay dos chicos de seis años, Mateo y Mentiritas. –le aclaró Julián.
—Bueno… ¿Te parece si te muestro el hogar?— se ofreció Lucas mientras le ofrecía su brazo a Luciana.
—Me parece una excelente idea. –le respondió ésta, tomándolo del brazo.
—Yo también te lo puedo mostrar si querés. –se apresuró a decir Julián antes de que salgan por la puerta.
—No te preocupes, Juli; yo me encargo. Vos andá a hacer tus cosas. –le dijo Lucas, y acto seguido salió con Luciana del cuarto.
—¿Qué les parece ésta? Al final no resultó ser como el hermano. –comentó Tali.
—A mí no me gusta nada, esa mina es una falsa. Le saqué la ficha al toque. –respondió Coco.
—A mí me parece buena chica. Y muy linda, además. –dijo Julián. –Que el hermano sea una basura no quiere decir que ella también lo sea, ¿No?
Coco miró escéptica a Tali, mas ésta asintió con la cabeza a Julián. En ese momento, Álvaro cruzó la puerta del cuarto.
—Julián, qué bueno que te encuentro. ¿Dónde estabas? –le preguntó apenas entró.
—Acá, en mi cuarto, ¿Dónde más iba a estar?
—Bueno, no importa. Escuchame, el otro día me comentó Lucas que vos sos muy bueno dibujando, ¿Es verdad?
—Sí. Bah, no sé si muy bueno, pero me manejo bastante bien. Siempre me gustó dibujar, mi hermano me enseñó.
—Buenísimo, necesito que te encargues de crear un isologo para el hogar. Mi tía Diana me lo solicitó, así que no me queda otra.
—¿Un iso-qué?— preguntó Tali.
—Vos no te metas que nadie te llamó. –la reprimió Álvaro.
—Un isologo es un logotipo, pero que lo acompañan palabras. En este caso las palabras que acompañarían el logotipo serían el nombre del hogar, ¿No? –dijo Julián, con un aire de eficiencia.
—Sí, eso. –le respondió Álvaro.
—¿Y cómo se llama el hogar?
—…No sé, todavía no lo pensé. Diseñá el logotipo que después del nombre me encargo yo, ¿Puede ser?
—Está bien, no hay problema.
—Gracias, Julián. –le dijo Álvaro frotándole el pelo, luego se acercó y le susurró al oído –Siempre fuiste mi preferido. –y se fue por la puerta.


—Bueno, espero que te haya gustado el hogar…
Lucas y Luciana estaban parados frente a la casa de ella. Él le había mostrado la mayor parte de los cuartos del hogar (o al menos de los que conocía, ya que muchas de las puertas no sabía a dónde llevaban), y luego la había acompañado hasta su casa, a pesar de ser la casa de junto.
—Me encantó. –le respondió Luciana— Espero que algún día me invites a tomar el té, así de paso conozco a los dos más chiquitos.
—Bueno, cuando quieras podés venir. Sos siempre bienvenida a nuestro hogar.
—Gracias, es un honor que me lo diga un chico tan lindo como vos.
—¿Pensás que soy lindo?— preguntó Lucas mientras su corazón se aceleraba considerablemente.
—El más lindo de todo el hogar. —le susurró al oído Luciana, y luego le dio un apasionado beso.
Ella lo tomaba a él por la cara, y él a ella por la cintura. Sus cuerpos estaban tan pegados que parecía difícil distinguir cuándo terminaba el de uno y comenzaba el del otro. Lucas no podía creer lo que estaba ocurriendo, estaba besando a la chica más linda que hubiera visto jamás.
El apasionado beso duró unos dos minutos, entonces se separaron. Luciana le susurró un tierno “Que sea un secreto”, y entró por la puerta de su casa dejando a Lucas bajo sus encantos.
Lucas no podía creerlo, acababa de tener su primer beso, ¡Y con la hermana de Sebastián! Jamás se le hubiera ocurrido que la hermana de la persona que menos soportaba en el mundo iba a gustar de él. El asunto no dejaba de darle vueltas por la cabeza, se había olvidado de todos sus problemas por completo: de Coco, de su hermanita, de Mencha… ahora todo se reducía a ese momento con Luciana.
Se quedó parado, reflexionando y repitiendo una y otra vez en su mente cada una de las palabras que habían cruzado previamente al beso. Solo después de varios minutos volvió al hogar, y no tuvo ni tiempo de respirar ya que apenas cruzó la puerta, Julián lo estaba esperando en la sala principal y lo atormentó con miles de preguntas.
—¿Dónde estabas? ¿Saliste con Luciana? ¿Le mostraste el hogar? ¿Qué te dijo? ¿Hablaron de mí? ¿Te contó algo que tenga que saber? ¿Te invitó a su casa?
Lucas recordó entonces que Luciana le pidió mantener en secreto su beso.
—Solamente la acompañé a la casa.
Era la primera vez que le mentía a su mejor amigo, o al menos con algo que resultaba tan importante para él. Definitivamente estaba organizando mal sus prioridades, ¿Estaba seguro de que era así como funcionaba todo? ¿Era correcto lo que acababa de hacer?
—¿Y qué te dijo?
—Nada, le mostré el hogar y me dijo que le parecía lindo.
—¿Qué le parecías lindo? ¿Vos?
Lucas se ruborizó un poco. —No, el hogar.
—¿Te dijo algo de mí?
—Ya me lo preguntaste, no me dijo nada. Ah, y capaz viene uno de estos días a conocer a Mateo y a Mentiritas.
—¡Chicos, vengan! ¡Es Coco!— gritó Carola, que acababa de aparecer en la escalera.
—¿Coco? ¿Qué le pasó a Coco? –preguntó Lucas preocupado.
—¡Vengan ya! ¡Los dos!— les ordenó Carola y salió corriendo, Lucas y Julián la siguieron. Llegaron al cuarto de los varones y se encontraron con una escena poco común: Coco estaba sentado en la cama de Lucas, mientras Tali, Mentiritas, y Mateo lo miraban sentados desde el suelo. Los tres chicos que acababan de entrar se sentaron junto a los demás.
—¿Qué pasa, Coco?— preguntó Lucas.
—Sí, ¿Qué pasa? Nos tenés hace un montón esperando acá. –se quejó Mentiritas.
—Bueno, no podía empezar si no estaban todos. –se defendió Coco.
—Acá estamos, ¿Qué pasó? –preguntó Lucas.
—Bueno… los reuní a todos porque les voy a contar la verdad. Voy a decirles quién soy realmente. –dijo entonces Coco, con la vista fija en el suelo, y soltando un suspiro.

2 comentarios:

  1. hermoso el capitulo, ando media desaparecida pero siempre me pongo al tanto de lo que subes.... hace mucho que espero el siguiente capitulo... espero lo subas pronto

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  2. Perdón, estoy con algunos problemas en mi conexión de internet y se me está complicando un poco la subida de capítulos, pero prometo subir el siguiente en estos días. Gracias por leer y comentar! Saludos

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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