Capítulo 23: La magia más poderosa
13:48
| Publicadas por
Buscá la Luz
|
—¿Cómo que desapareció? No pudo haber desaparecido, seguro
se fue a otra parte a buscar las velas. –Tali saltó del sillón.
—No, no está. ¿No escuchaste? Alguien nos encerró.
—Si es una broma no es graciosa, Lucas. Cortala. –Malena
comenzaba a preocuparse después de una sesión de risas.
Carola corrió a la cocina y volvió enseguida. –Lucas no
miente, Soledad no está y la puerta no funciona…
—Chicos, ¡miren las ventanas! –exclamó Mentiritas.
Las ventanas de la sala principal tenían ahora unas rejas
que impedían la salida e interrumpían parcialmente la poca luz lunar que
entraba desde el exterior y que apenas les permitía distinguirse.
Julián corrió a la puerta principal en un vano intento por
abrirla.
—No se puede abrir… está cerrada –dijo a los demás con tono
preocupante, apoyando las palabras de Lucas.
—Chicos… ¿qué está pasando? —Justo cuando Carola terminó de
pronunciar esas palabras, interrumpió la oscuridad la luz de un proyector que
salía de detrás del sillón y se reflejaba en el espacio entre una ventana y
otra que había en la pared frente a ellos.
En la proyección se veía a Soledad tirada en el suelo,
inconsciente en la oscuridad, apenas iluminada por una tétrica y débil luz
blanca.
Los chicos se estremecieron y algunos soltaron pequeños
alaridos de espanto.
El plano de la proyección cambió y ahora enfocaba a Pedro.
Tenía una mirada que ninguno de ellos había visto en él antes, a excepción de
Mateo y Mentiritas. Era una mirada que reflejaba el pánico dentro suyo, y asimismo
la gran y parcialmente fallida necesidad de ocultarlo. Era perturbador solo
verlo.
—¡Pedro! ¡Él nos encerró! ¡Yo sabía que él tenía algo que
ver con todo esto! —gritó Mateo como si Pedro pudiese escucharlo; para sorpresa
suya, así fue.
—Sí, Mateo; vos siempre lo supiste, pero no interviniste
nunca en mis cosas, o por lo menos no por mucho tiempo. –Pedro miraba
directamente a la cámara que lo enfocaba, y hablaba como haciendo fuerza por
despegar sus dientes. —Descubriste que vivía acá, pero pude salvarme de eso. De
lo que no puedo salvarme tan fácilmente es de lo que hizo otro de ustedes,
huérfanos miserables.
—¡¿Qué le hiciste a Soledad, viejo horrible?! –le gritó
Mentiritas.
—¡Le llega a pasar algo y te juro que te mato! –amenazó
Lucas.
—Por favor, dejá en paz a Soledad, es casi como si fuera
nuestra mamá. –Carola, a diferencia de los otros, en lugar de mostrar
agresividad, estaba llorando.
Pedro aplaudió burlándose de los chicos. –Pero qué valientes,
qué conmovedores, por favor –les dijo con un tono sarcástico, y luego volvió a
su agresividad habitual–: Uno de ustedes me estuvo generando muchos problemas,
se metió con alguien que no tenía que meterse. Van a tener que deshacerse de
ese chico si quieren ver viva a su amiguita Mencha… o como ustedes le dicen,
Soledad. También van a tener que hacerlo si alguna vez quieren volver a salir
de esta casa. Entréguenme a Ezequiel y van a volver a ser libres ustedes y su
amiga. ¿Quedó claro? Tienen hasta el amanecer para atraparlo, o muere Soledad.
Dulces sueños.
¿De dónde había salido esa proyección? No había ningún
proyector detrás de ellos, solo la pared. Todos miraron a Mentiritas.
—¡¿Qué hiciste, nene?! ¡Nos metiste en esto a todos, ahora
sacanos! —le gritó Tali, mandona.
—¡Pará, Tali! ¡No te la agarres con él! —lo defendió Mateo.
—¿Qué lo defendés? ¡Si es su culpa! ¡¿Qué le hiciste a Pedro
para que secuestre a Soledad, eh?! ¡¿Qué le hiciste?!
—¡Yo no le hice nada! ¡No sé!
—Basta, Tali –intervino Malena—. No importa quién le hizo
qué, lo importante es que Soledad esté bien.
—Si queremos que Soledad esté bien, tenemos que entregarle este
enano mentiroso a Pedro –insistió Tali.
—¿Cómo podés decir eso? ¡Mentiritas es uno de nosotros! —lo
defendió Julián.
—¡Él no es uno de nosotros! ¿Él estuvo cuando hicimos el
accidente con Álvaro? ¿Él estuvo cuando fuimos a la casa de su abuela? ¿Estuvo
cuando tuvimos que hacer como que vivíamos acá hace meses?
—Eso no importa, él ahora llegó acá y es parte del hogar
como nosotros.
Mentiritas parecía ofendido por las palabras de Tali. —Yo
conozco a Soledad mucho antes que vos; así que si yo no soy parte del hogar,
ella tampoco –le dijo, principalmente para intentar sentirse más incluido.
—¡Basta, chicos! ¡Paren de pelear! –Lucas les gritó firme y
alto— ¿No se dan cuenta que ahora tenemos que estar más unidos que nunca?
¡Pedro secuestró a Soledad! No importa de quién fue la culpa, lo que importa es
que trabajemos juntos para rescatarla.
Tali, Julián, y Mentiritas se quedaron en silencio. Lucas
tenía razón, decidir quién había tenido la culpa no iba a devolver a Soledad.
Se miraron por unos segundos, en silencio.
—¿Estamos juntos en esto? —Lucas hizo una pausa. –Unidos —dijo
entonces, estirando su mano.
—Unidos. –Malena puso su mano por encima de la de Lucas.
—Unidos. –Carola hizo lo mismo.
—Unidos. –la siguió Mateo.
—Unidos. –luego fue Julián.
Mentiritas y Tali no se movieron. El resto los miraron como
esperando que se sumen.
—Unidos –dijeron ambos al mismo tiempo, después de pensarlo
por varios segundos.
—Bueno… ¿entonces qué hacemos? –preguntó Julián una vez que
se soltaron.
—Tenemos que llamar a la policía urgente –dijo Carola.
—¡Eso! ¿Cómo no se nos ocurrió antes? Esperen un segundo. –Lucas
corrió en dirección a la cocina y volvió con el teléfono inalámbrico en manos.
Marcó 911, pero el teléfono ni tenía tono, ni parecía estar marcando.
—¿Y? ¿Qué pasa que no te atienden? –preguntó Malena.
—No tiene línea. La debe haber desactivado Pedro.
—Tenemos que ir a revisar el cuarto de Pedro, seguro tiene a
Soledad ahí –sugirió Mentiritas.
—¡Buena, Mentiritas! Tiene razón, tenemos que ir –lo apoyó
Mateo.
—Bueno, ¡pero vamos rápido! –Tras las palabras de Lucas,
Mateo y Mentiritas subieron las escaleras corriendo mientras el resto los
seguía. Entraron todos al cuarto de Pedro, pero no se veía absolutamente nada
ya que no tenía ventanas.
—Esperen un segundo –les dijo Mateo mientras se iba, y luego
volvió con un farol en sus manos.
El cuarto de Pedro era tan pequeño que los chicos apenas
podían moverse sin chocarse. Mateo iluminó pero ninguno encontró nada fuera de
lo común. Estaban a punto de irse cuando a Mentiritas se le ocurrió una idea
tan brillante que podría haber despedido la oscuridad del cuarto entero.
—¡Esperen! No revisamos el cuarto de al lado.
—¿De qué cuarto hablás? —preguntó Julián.
—Del que Pedro usaba para esconder a la nena que tenía
secuestrada. Capaz sigue estando ahí y nos puede ayudar.
—¡¿Pedro tenía una nena secuestrada?! –preguntó Malena.
—Ah, bueno. Parece que ya está bastante entrenado en esto de
secuestrar gente. No entiendo cómo Álvaro lo dejó quedarse. ¡Es un criminal!
–se quejó Carola.
—Bueno, tampoco es así; Álvaro no tuvo la culpa. Que Pedro
sea un criminal no quiere decir que todos los de la calle lo sean. Solamente
que él es una mala persona, y las malas personas están en todas las clases
sociales –intervino Lucas.
— “Clases sociales” ¿Qué sos? ¿Un diccionario? ¿Qué te dio
por hablar así? ¿Te querés hacer el intelectual? –se burló Julián.
—Habló el cerebro de brillantina.
—¡Paren un poco! ¡Dejen de pelearse y vamos al cuarto ese
que dice Mentiritas! —les ordenó Malena, un poco exasperada por las reiteradas
discusiones que estaban teniendo Lucas y Julián desde que se habían peleado.
Mentiritas los guió y abrieron la puerta que sorprendentemente
estaba sin llave; entraron un poco asustados. Era un cuarto bastante amplio,
más o menos del tamaño del comedor, estaba lleno de cajas y diarios en el
suelo. Había un escritorio y una cama muy oscura. Por arriba colgaba una
pequeña lámpara apagada. La higiene en general dejaba mucho que desear, parecía
inhabitado desde hace muchos años.
—Qué lugar tan horrible. ¡Pobre Laura! ¡Teniendo que vivir
acá tanto tiempo! –dijo Mentiritas.
—¿Laura? ¿Así se llamaba la nena que Pedro tenía
secuestrada? –preguntó Tali.
—Sí, pero igual no creo que Laura se pueda ensuciar porque
es una nena fantasma.
—No estamos para tus bromitas ahora, ¿no te das cuenta que
ese delincuente tiene a Soledad?
—Chicos, acá no hay nada –observó Malena. –Tenemos que
buscar en otra parte del hogar.
—¿Dónde? —preguntó Lucas.
Pensaron por varios segundos. ¿Dónde podría estar escondido
Pedro con Soledad? Lo que vieron en la proyección era imposible de distinguir,
el cuarto estaba en la oscuridad total.
—¡Ya sé! –dijo Mentiritas.
—¿Qué? ¿Dónde? –preguntaron todos.
—No sé dónde, pero… Mateo, Malena, ¿se acuerdan los dibujos
que estaban en el comedor? Pedro me habló de ellos y se puso un poco nervioso,
a lo mejor ahí hay alguna pista.
—¡Tenés razón, Mentiritas! ¡Tenemos que verlos! –le dijo
Mateo.
—¿De qué dibujos habla? —preguntó Julián.
—No hay tiempo para explicar, vamos al comedor.
Bajaron las escaleras corriendo y se dirigieron al lugar
donde una vez Mentiritas se escabulló como intruso. Era increíble que ahora,
tan solo unas semanas después, iba a ser parte del hogar pero iba a tener el
mismo objetivo: buscar a Soledad.
—¿Dónde están los dibujos que dijeron?
—Son esos de ahí. –Mentiritas señaló los trozos de madera
con forma circular que se ubicaban en las paredes del comedor. Uno de ellos
había quedado al descubierto desde la última vez, era el que mostraba un dibujo
de la señora de los gatos. –Tenemos que destaparlos.
Los chicos sacaron cada uno una silla de la mesa y la
acercaron a la pared. Se subieron y sacaron el trozo de madera más cercano a
cada uno. En todos ellos estaba el mismo dibujo de la señora de los gatos,
excepto en el de Lucas.
—Chicos, miren esto –les dijo. Todos se acercaron y vieron
lo mismo: tras el trozo de madera de Lucas no había ningún dibujo, sino unas
palabras.
“Buscá la luz”
—¿“Buscá la luz”?
¿Qué significa eso? —preguntó Mentiritas.
—¿Será que tendremos que buscar un cuarto que tenga luz o
algo así? —dijo Tali.
—O que si arreglamos la luz vamos a dejar de estar
encerrados –razonó Julián.
—Chicos, esto me está empezando a dar miedo. ¿Quién puso eso
ahí? Porque no creo que Pedro nos quiera ayudar –dijo Carola.
—A lo mejor lo puso Soledad. –comentó Mateo.
—Sí, dale. Lo puso Soledad mientras Pedro la secuestraba. Le
dijo “Espere un segundo que le quiero escribir un papelito a los chicos”. ¿No
te jode? –dijo Tali ridiculizando a Mateo.
—Bueno, era una sugerencia solamente.
—¿Y si es una trampa? –dijo Julián.
—No creo que sea una trampa… si Pedro quisiera, ya nos
habría agarrado a todos. Lo de él no es porque sí, es algo personal; estoy
segura –dijo Malena, y agregó—: Y aunque sea una trampa, vamos a tener que
buscar la luz igual… no tenemos otra alternativa. Vamos a tener que hacerle
caso a la persona que haya escrito esto.
—¡Esperen! ¡Ya sé quién dejó esto acá! ¿Cómo no nos dimos
cuenta antes? ¡Es obvio! –Julián estaba muy excitado.
—¿Quién? –le preguntaron todos.
—Juana Velasco.
—¿Juana Velasco?
—¡Sí! ¿No se acuerdan? Ella vino y nos dijo que alguien
quería que nos fuéramos, ¡seguro era Pedro! Después la fuimos a buscar, pero se
había mudado. ¡Les apuesto lo que quieran a que fue Pedro quien la amenazó;
entonces ella vino, nos dejó esta nota, y se mudó por miedo! –Julián parecía
muy orgulloso de haberse dado cuenta de eso, aunque estaba un poco frustrado
por no haberlo hecho antes. Le parecía tan obvio ahora.
—¡Julián, sos un genio! ¡Tenés razón! –lo felicitó Carola.
El resto también lo felicitó, aunque no con tanta efusividad; a excepción de
Lucas, quien se limitó a mirar su hallazgo como si le costara leerlo.
—Juana Velasco también nos dijo que la respuesta estaba en
el centro del laberinto, pero no podemos salir. Seguro esto de “Buscá la luz” tiene que ver con algo
que nos va a dejar salir y encontrar el centro del laberinto. ¡Seguro Soledad
está ahí! –siguió Julián. Ahora que su memoria se había refrescado, nada podía
detenerla.
Los chicos volvieron a felicitar a Julián. Tali aprovechó la
distracción para correr disimuladamente hacia la cocina, que tenía una puerta
que daba directamente al patio trasero. Se puso frente a la puerta, extendió
sus brazos, y exclamó “¡Aperianum
Itinere!”. Era el hechizo que Úrsula le había enseñado para abrir puertas,
pero no parecía tener efecto alguno.
—Me tengo que concentrar más… —susurró Tali para sí misma.
Nuevamente exclamó “¡Aperianum Itinere!”.
De nuevo, sus hechizos eran en vano.
—¡Bruja traidora! ¡Me enseñaste el hechizo mal! ¡Me salió
una vez sola, y ni siquiera era el de abrir puertas, sino el de cerrarlas!
–exclamó como si Úrsula pudiera escucharla.
Frustrada y enojada volvió al comedor con los chicos. Todos
parecían mirar concentrados a Mateo.
—¿Dónde es ese lugar, Mateo? Contanos –le decía Lucas.
—Se entra por la chimenea, me caí por accidente el otro día,
ahí me ayudó la amiga de Mentiritas. Son como unas tuberías oscuras, aunque a
veces hay luz; Laura me contó que por ahí se podía llegar a casi cualquier
parte del hogar. Seguro que nos puede llevar al patio y de ahí vamos al
laberinto.
—¿Unos túneles? ¿Por la chimenea? —Lucas parecía escéptico.
—Sí. ¿Qué pasa? ¿No me creés?
—A mí no me sorprende, esta casa siempre fue muy rara. Por
algo será que nadie la quería comprar –les recordó Carola.
—Mateo, ¿vos nos podés llevar ahí? —le preguntó Julián.
—Chicos, no podemos ir todos; no sabemos como es el lugar,
puede ser muy peligroso —señaló Lucas, y luego agregó—: Además, mientras
algunos están en los túneles, los demás pueden buscar por el resto de las
habitaciones; a lo mejor Pedro está más a nuestro alcance de lo que pensábamos.
–Como era de esperarse, el grupo se dejó influenciar por su natural liderazgo.
—Bueno, yo tengo que ir sí o sí porque soy el único que
estuvo en esos túneles antes. ¿Quién me acompaña?
—Yo te acompaño, Matu –dijo Lucas, poniendo un brazo por
detrás de su amigo.
Julián sintió la envidia de pies a cabeza. —No, yo te acompaño
–dijo y, al igual que Lucas, puso su brazo por detrás de Mateo, pero del otro
lado.
—No, ¿qué te metés? Esto es cosa de amigos –se defendió
Lucas.
—Por eso, como es cosa de amigos, vamos a ir yo y Mateo
juntos.
—¿Otra vez lo mismo? Se dice Mateo y yo, burro. Y “yo” se
pronuncia Lucas. No te metas donde no te llaman, yo le dije primero. ¿O no,
Mateo?
—¡BASTA! ¡Me tienen cansado con sus peleas! ¡Acompáñenme los
dos! –Mateo se impuso.
—¡Ni ahí! —dijeron Lucas y Julián al unísono.
—Si no me acompañan los dos, entonces voy yo solo, chau
–dijo Mateo y se volteó para caminar en dirección a la sala principal, pero
Lucas lo detuvo.
—Pará, Mateo… está bien, vamos a ir los dos, pero ni sueñes
con que volvamos a ser amigos.
—¿Terminaron con sus peleítas de telenovela? Les recuerdo
que Pedro tiene secuestrada a Soledad –los interrumpió Tali. Aparentemente esas
eran las palabras que se necesitaban oír, porque en menos de diez segundos ya
estaban todos observando cómo los tres ex mejores amigos se metían por la
chimenea como si fuese una puerta de dimensiones sumamente pequeñas.
—¿Y ahora nosotros qué hacemos? —preguntó Malena. Habían
quedado ella, Carola, Tali, y Mentiritas.
—Dividámonos en dos grupos para buscar por distintas partes
de la casa. Ustedes dos vayan juntas, y yo voy con Mentiritas. –ordenó Tali,
hablando apresuradamente. —¡Vamos! ¡Apúrense!
Malena y Carola subieron las escaleras un poco
desconcertadas y aceleradas. Cuando ya se habían ido, Tali siguió con su plan.
—Bueno, yo me tengo que ir a otro lugar. Vos buscá donde
quieras, solo, porque que yo tengo que hacer otra cosa –le dijo a Mentiritas, y
subió corriendo la escalera.
—¿Y ahora qué hago yo acá solo? —se preguntó a sí mismo
Mentiritas. Creyó que iba a estar asustado entre tanta oscuridad, y en tales
circunstancias; pero no era así. A pesar de que en realidad Pedro quería
vengarse de él, sentía dentro suyo un sentimiento muy intenso: esperanza.
Caminó hacia el comedor, y después de varios minutos
dedicándose solo a observar los dibujos de la señora de los gatos, siguió hacia
la cocina. Abrió la heladera y vio algunos pedazos de carne que ya estaban
comenzando a pudrirse, no era de extrañarse en verano y sin electricidad.
Luego vio la puerta. —¿Qué tan dura estará?— se preguntó a
sí mismo. Se acercó, tomó el picaporte, y casi sin esfuerzo logró abrirla. ¿No
se suponía que estaba cerrada? ¿O acaso a Pedro se le había olvidado que había
otra puerta en la cocina? No, uno de los chicos ya había revisado esta puerta.
A lo mejor se había confundido…
—No importa —se dijo—, tengo que encontrar a Soledad en el
medio del laberinto. —Sin pensarlo más, cerró la puerta por detrás suyo y salió
corriendo en busca de su más leal amiga.
Mientras tanto, en su cuarto (que ahora se veía muy oscuro y
tenebroso), Tali estaba sacando su bola de cristal para arreglar ciertos temas.
La colocó en la mesita del cuarto y comenzó a gritarle.
—¡Bruja traidora! ¡Aparecé! ¡Me fallaste cuando más te
necesitaba!
Un brillo multicolor, por algún motivo más apagado que de
costumbre, salió de la bola de cristal y Úrsula apareció volando.
—¿Qué te pasa, nena? ¿Vos viste la hora que es? ¡La una de
la madrugada! ¡En el mundo mágico también dormimos, entérate! –le dijo Úrsula,
que estaba más ojerosa que de costumbre.
—¡Tu hechizo de abrir puertas no sirve, solamente el de cerrarlas!
—Bueno, nos calmamos un poquito, ¿eh? Que yo ni siquiera
tendría que estar acá, te recuerdo que me amenazaron gravemente con que no
venga a tu mundo nunca más.
—¡Esto es una emergencia, secuestraron a Soledad! Necesito
abrir una puerta sea como sea.
—Uf, ¡qué pesada que sos! Llevame hasta esa puerta que te la
abro así me dejás de molestar, ¡y después no vuelvo nunca más! ¡No quiero ni
pensar en lo que son capaces de hacerme si saben que te estoy ayudando!
Tali bajó las escaleras y corrió a la cocina con Úrsula.
—Esa es. Dale, abrila –le indicó Tali, con un tono
impaciente.
—Se dice “por favor” –la corrigió Úrsula.
—¡Argh! ¡Bueno, apurate, por favor! ¡Es urgente!
Úrsula sacó una varita de uno de sus bolsillos y apuntó a la
puerta. “¡Aperianum Itinere!”.
Tali inmediatamente llevó sus manos al picaporte, pero la
puerta seguía sin abrirse.
—¿Ves? ¡A vos tampoco te sale, ese hechizo está mal! —le
dijo Tali muy nerviosa.
—Nena, ese hechizo no puede estar mal, lo uso todos los días
para escaparme del castigo de la escuela de magia.
—¿Entonces qué pasa? ¡Hacé algo!
Úrsula se quedó pensando unos momentos. —¡Ya sé!— dijo
entonces. –Correte un poco –le ordenó a Tali. Ésta obedeció.
Úrsula se puso muy seria de repente. Apuntó con su varita a
la puerta y, muy concentrada, exclamó “¡Legitur
Rementiam!”. Una especie de viento transparente salio de su varita e inundó
la puerta, se quedó como en estado sólido unos segundos, y luego comenzó a
desaparecer paulatinamente. Úrsula no habló ni se movió hasta que el viento desapareció
en su totaliedad.
—No se puede abrir esta puerta –dijo solamente.
—¿Nada más? ¿Eso es todo lo que me vas a decir? ¡Hasta yo
sabía que la puerta no se podía abrir! ¡Para eso ni te hubiera llamado! ¡Pensé
que las brujas podían hacer lo que quisieran, al final no pueden ni abrir una
puerta!
—¡Sí podemos, pero esta puerta está sellada con una magia
muy avanzada! ¡Yo no sé tanto, apenas tengo ocho años!
—¿Y entonces qué hago? ¡Necesito abrirla sí o sí!
—Mirá, la hechizaron con algo que solo puede ser pasado por
alto con lo que en mi mundo se lo conoce como la magia más poderosa.
—¿Cuál es esa magia?
—El amor.
—¿El amor? ¿Qué decís? –Tali probablemente hubiera reído de
eso en otras circunstancias, pero estaba tan nerviosa que ya ni siquiera
recordaba qué era la risa.
—Sí, parece que la única persona que puede cruzar esta
puerta es una que esté realmente enamorada, y los demás no son capaces de
hacerlo hasta que esta persona no rompa el hechizo rescatando a la persona que
ama. ¡No sé, o eso creo!
—Carola es la persona más enamoradiza que vive acá y no pudo
abrirla. Ya trató.
—Pero no es una persona cualquiera, es alguien que tiene
algo que ver con el motivo por el que se hizo este hechizo… ¡Ay, basta! ¡No sé,
no te puedo decir más! –Úrsula comenzaba a contagiarse de los nervios de Tali —¡Me
voy, chau! ¡Y no me molestes más! —Desapareció en un remolino de rayos
multicolores, dejando a Tali totalmente confundida.
Muy confundida, de hecho: ¿Quién se suponía que era la
persona enamorada? ¡Si a Pedro no lo amaba nadie!
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(Atom)
¿Qué es "Buscá la luz"?
"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.
En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.
Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.
Escrito por Fundador
super el capitulo, y mas que tierno por Ezequiel :3
ResponderEliminar