Capítulo 23: La magia más poderosa


—¿Cómo que desapareció? No pudo haber desaparecido, seguro se fue a otra parte a buscar las velas. –Tali saltó del sillón.

—No, no está. ¿No escuchaste? Alguien nos encerró.

—Si es una broma no es graciosa, Lucas. Cortala. –Malena comenzaba a preocuparse después de una sesión de risas.

Carola corrió a la cocina y volvió enseguida. –Lucas no miente, Soledad no está y la puerta no funciona…

—Chicos, ¡miren las ventanas! –exclamó Mentiritas.

Las ventanas de la sala principal tenían ahora unas rejas que impedían la salida e interrumpían parcialmente la poca luz lunar que entraba desde el exterior y que apenas les permitía distinguirse.

Julián corrió a la puerta principal en un vano intento por abrirla.

—No se puede abrir… está cerrada –dijo a los demás con tono preocupante, apoyando las palabras de Lucas.

—Chicos… ¿qué está pasando? —Justo cuando Carola terminó de pronunciar esas palabras, interrumpió la oscuridad la luz de un proyector que salía de detrás del sillón y se reflejaba en el espacio entre una ventana y otra que había en la pared frente a ellos.

En la proyección se veía a Soledad tirada en el suelo, inconsciente en la oscuridad, apenas iluminada por una tétrica y débil luz blanca.

Los chicos se estremecieron y algunos soltaron pequeños alaridos de espanto.

El plano de la proyección cambió y ahora enfocaba a Pedro. Tenía una mirada que ninguno de ellos había visto en él antes, a excepción de Mateo y Mentiritas. Era una mirada que reflejaba el pánico dentro suyo, y asimismo la gran y parcialmente fallida necesidad de ocultarlo. Era perturbador solo verlo.

—¡Pedro! ¡Él nos encerró! ¡Yo sabía que él tenía algo que ver con todo esto! —gritó Mateo como si Pedro pudiese escucharlo; para sorpresa suya, así fue.

—Sí, Mateo; vos siempre lo supiste, pero no interviniste nunca en mis cosas, o por lo menos no por mucho tiempo. –Pedro miraba directamente a la cámara que lo enfocaba, y hablaba como haciendo fuerza por despegar sus dientes. —Descubriste que vivía acá, pero pude salvarme de eso. De lo que no puedo salvarme tan fácilmente es de lo que hizo otro de ustedes, huérfanos miserables.

—¡¿Qué le hiciste a Soledad, viejo horrible?! –le gritó Mentiritas.

—¡Le llega a pasar algo y te juro que te mato! –amenazó Lucas.

—Por favor, dejá en paz a Soledad, es casi como si fuera nuestra mamá. –Carola, a diferencia de los otros, en lugar de mostrar agresividad, estaba llorando.

Pedro aplaudió burlándose de los chicos. –Pero qué valientes, qué conmovedores, por favor –les dijo con un tono sarcástico, y luego volvió a su agresividad habitual–: Uno de ustedes me estuvo generando muchos problemas, se metió con alguien que no tenía que meterse. Van a tener que deshacerse de ese chico si quieren ver viva a su amiguita Mencha… o como ustedes le dicen, Soledad. También van a tener que hacerlo si alguna vez quieren volver a salir de esta casa. Entréguenme a Ezequiel y van a volver a ser libres ustedes y su amiga. ¿Quedó claro? Tienen hasta el amanecer para atraparlo, o muere Soledad. Dulces sueños.

¿De dónde había salido esa proyección? No había ningún proyector detrás de ellos, solo la pared. Todos miraron a Mentiritas.

—¡¿Qué hiciste, nene?! ¡Nos metiste en esto a todos, ahora sacanos! —le gritó Tali, mandona.

—¡Pará, Tali! ¡No te la agarres con él! —lo defendió Mateo.

—¿Qué lo defendés? ¡Si es su culpa! ¡¿Qué le hiciste a Pedro para que secuestre a Soledad, eh?! ¡¿Qué le hiciste?!

—¡Yo no le hice nada! ¡No sé!

—Basta, Tali –intervino Malena—. No importa quién le hizo qué, lo importante es que Soledad esté bien.

—Si queremos que Soledad esté bien, tenemos que entregarle este enano mentiroso a Pedro –insistió Tali.

—¿Cómo podés decir eso? ¡Mentiritas es uno de nosotros! —lo defendió Julián.

—¡Él no es uno de nosotros! ¿Él estuvo cuando hicimos el accidente con Álvaro? ¿Él estuvo cuando fuimos a la casa de su abuela? ¿Estuvo cuando tuvimos que hacer como que vivíamos acá hace meses?

—Eso no importa, él ahora llegó acá y es parte del hogar como nosotros.

Mentiritas parecía ofendido por las palabras de Tali. —Yo conozco a Soledad mucho antes que vos; así que si yo no soy parte del hogar, ella tampoco –le dijo, principalmente para intentar sentirse más incluido.

—¡Basta, chicos! ¡Paren de pelear! –Lucas les gritó firme y alto— ¿No se dan cuenta que ahora tenemos que estar más unidos que nunca? ¡Pedro secuestró a Soledad! No importa de quién fue la culpa, lo que importa es que trabajemos juntos para rescatarla.

Tali, Julián, y Mentiritas se quedaron en silencio. Lucas tenía razón, decidir quién había tenido la culpa no iba a devolver a Soledad. Se miraron por unos segundos, en silencio.

—¿Estamos juntos en esto? —Lucas hizo una pausa. –Unidos —dijo entonces, estirando su mano.

—Unidos. –Malena puso su mano por encima de la de Lucas.

—Unidos. –Carola hizo lo mismo.

—Unidos. –la siguió Mateo.

—Unidos. –luego fue Julián.

Mentiritas y Tali no se movieron. El resto los miraron como esperando que se sumen.

—Unidos –dijeron ambos al mismo tiempo, después de pensarlo por varios segundos.

—Bueno… ¿entonces qué hacemos? –preguntó Julián una vez que se soltaron.

—Tenemos que llamar a la policía urgente –dijo Carola.

—¡Eso! ¿Cómo no se nos ocurrió antes? Esperen un segundo. –Lucas corrió en dirección a la cocina y volvió con el teléfono inalámbrico en manos. Marcó 911, pero el teléfono ni tenía tono, ni parecía estar marcando.

—¿Y? ¿Qué pasa que no te atienden? –preguntó Malena.

—No tiene línea. La debe haber desactivado Pedro.

—Tenemos que ir a revisar el cuarto de Pedro, seguro tiene a Soledad ahí –sugirió Mentiritas.

—¡Buena, Mentiritas! Tiene razón, tenemos que ir –lo apoyó Mateo.

—Bueno, ¡pero vamos rápido! –Tras las palabras de Lucas, Mateo y Mentiritas subieron las escaleras corriendo mientras el resto los seguía. Entraron todos al cuarto de Pedro, pero no se veía absolutamente nada ya que no tenía ventanas.

—Esperen un segundo –les dijo Mateo mientras se iba, y luego volvió con un farol en sus manos.

El cuarto de Pedro era tan pequeño que los chicos apenas podían moverse sin chocarse. Mateo iluminó pero ninguno encontró nada fuera de lo común. Estaban a punto de irse cuando a Mentiritas se le ocurrió una idea tan brillante que podría haber despedido la oscuridad del cuarto entero.

—¡Esperen! No revisamos el cuarto de al lado.

—¿De qué cuarto hablás? —preguntó Julián.

—Del que Pedro usaba para esconder a la nena que tenía secuestrada. Capaz sigue estando ahí y nos puede ayudar.

—¡¿Pedro tenía una nena secuestrada?! –preguntó Malena.

—Ah, bueno. Parece que ya está bastante entrenado en esto de secuestrar gente. No entiendo cómo Álvaro lo dejó quedarse. ¡Es un criminal! –se quejó Carola.

—Bueno, tampoco es así; Álvaro no tuvo la culpa. Que Pedro sea un criminal no quiere decir que todos los de la calle lo sean. Solamente que él es una mala persona, y las malas personas están en todas las clases sociales –intervino Lucas.

— “Clases sociales” ¿Qué sos? ¿Un diccionario? ¿Qué te dio por hablar así? ¿Te querés hacer el intelectual? –se burló Julián.

—Habló el cerebro de brillantina.

—¡Paren un poco! ¡Dejen de pelearse y vamos al cuarto ese que dice Mentiritas! —les ordenó Malena, un poco exasperada por las reiteradas discusiones que estaban teniendo Lucas y Julián desde que se habían peleado.

Mentiritas los guió y abrieron la puerta que sorprendentemente estaba sin llave; entraron un poco asustados. Era un cuarto bastante amplio, más o menos del tamaño del comedor, estaba lleno de cajas y diarios en el suelo. Había un escritorio y una cama muy oscura. Por arriba colgaba una pequeña lámpara apagada. La higiene en general dejaba mucho que desear, parecía inhabitado desde hace muchos años.

—Qué lugar tan horrible. ¡Pobre Laura! ¡Teniendo que vivir acá tanto tiempo! –dijo Mentiritas.

—¿Laura? ¿Así se llamaba la nena que Pedro tenía secuestrada? –preguntó Tali.

—Sí, pero igual no creo que Laura se pueda ensuciar porque es una nena fantasma.

—No estamos para tus bromitas ahora, ¿no te das cuenta que ese delincuente tiene a Soledad?

—Chicos, acá no hay nada –observó Malena. –Tenemos que buscar en otra parte del hogar.

—¿Dónde? —preguntó Lucas.

Pensaron por varios segundos. ¿Dónde podría estar escondido Pedro con Soledad? Lo que vieron en la proyección era imposible de distinguir, el cuarto estaba en la oscuridad total.

—¡Ya sé! –dijo Mentiritas.

—¿Qué? ¿Dónde? –preguntaron todos.

—No sé dónde, pero… Mateo, Malena, ¿se acuerdan los dibujos que estaban en el comedor? Pedro me habló de ellos y se puso un poco nervioso, a lo mejor ahí hay alguna pista.

—¡Tenés razón, Mentiritas! ¡Tenemos que verlos! –le dijo Mateo.

—¿De qué dibujos habla? —preguntó Julián.

—No hay tiempo para explicar, vamos al comedor.

Bajaron las escaleras corriendo y se dirigieron al lugar donde una vez Mentiritas se escabulló como intruso. Era increíble que ahora, tan solo unas semanas después, iba a ser parte del hogar pero iba a tener el mismo objetivo: buscar a Soledad.

—¿Dónde están los dibujos que dijeron?

—Son esos de ahí. –Mentiritas señaló los trozos de madera con forma circular que se ubicaban en las paredes del comedor. Uno de ellos había quedado al descubierto desde la última vez, era el que mostraba un dibujo de la señora de los gatos. –Tenemos que destaparlos.

Los chicos sacaron cada uno una silla de la mesa y la acercaron a la pared. Se subieron y sacaron el trozo de madera más cercano a cada uno. En todos ellos estaba el mismo dibujo de la señora de los gatos, excepto en el de Lucas.

—Chicos, miren esto –les dijo. Todos se acercaron y vieron lo mismo: tras el trozo de madera de Lucas no había ningún dibujo, sino unas palabras.

“Buscá la luz”

—¿“Buscá la luz”? ¿Qué significa eso? —preguntó Mentiritas.

—¿Será que tendremos que buscar un cuarto que tenga luz o algo así? —dijo Tali.

—O que si arreglamos la luz vamos a dejar de estar encerrados –razonó Julián.

—Chicos, esto me está empezando a dar miedo. ¿Quién puso eso ahí? Porque no creo que Pedro nos quiera ayudar –dijo Carola.

—A lo mejor lo puso Soledad. –comentó Mateo.

—Sí, dale. Lo puso Soledad mientras Pedro la secuestraba. Le dijo “Espere un segundo que le quiero escribir un papelito a los chicos”. ¿No te jode? –dijo Tali ridiculizando a Mateo.

—Bueno, era una sugerencia solamente.

—¿Y si es una trampa? –dijo Julián.

—No creo que sea una trampa… si Pedro quisiera, ya nos habría agarrado a todos. Lo de él no es porque sí, es algo personal; estoy segura –dijo Malena, y agregó—: Y aunque sea una trampa, vamos a tener que buscar la luz igual… no tenemos otra alternativa. Vamos a tener que hacerle caso a la persona que haya escrito esto.

—¡Esperen! ¡Ya sé quién dejó esto acá! ¿Cómo no nos dimos cuenta antes? ¡Es obvio! –Julián estaba muy excitado.

—¿Quién? –le preguntaron todos.

—Juana Velasco.

—¿Juana Velasco?

—¡Sí! ¿No se acuerdan? Ella vino y nos dijo que alguien quería que nos fuéramos, ¡seguro era Pedro! Después la fuimos a buscar, pero se había mudado. ¡Les apuesto lo que quieran a que fue Pedro quien la amenazó; entonces ella vino, nos dejó esta nota, y se mudó por miedo! –Julián parecía muy orgulloso de haberse dado cuenta de eso, aunque estaba un poco frustrado por no haberlo hecho antes. Le parecía tan obvio ahora.

—¡Julián, sos un genio! ¡Tenés razón! –lo felicitó Carola. El resto también lo felicitó, aunque no con tanta efusividad; a excepción de Lucas, quien se limitó a mirar su hallazgo como si le costara leerlo.

—Juana Velasco también nos dijo que la respuesta estaba en el centro del laberinto, pero no podemos salir. Seguro esto de “Buscá la luz” tiene que ver con algo que nos va a dejar salir y encontrar el centro del laberinto. ¡Seguro Soledad está ahí! –siguió Julián. Ahora que su memoria se había refrescado, nada podía detenerla.

Los chicos volvieron a felicitar a Julián. Tali aprovechó la distracción para correr disimuladamente hacia la cocina, que tenía una puerta que daba directamente al patio trasero. Se puso frente a la puerta, extendió sus brazos, y exclamó “¡Aperianum Itinere!”. Era el hechizo que Úrsula le había enseñado para abrir puertas, pero no parecía tener efecto alguno.

—Me tengo que concentrar más… —susurró Tali para sí misma. Nuevamente exclamó “¡Aperianum Itinere!”. De nuevo, sus hechizos eran en vano.

—¡Bruja traidora! ¡Me enseñaste el hechizo mal! ¡Me salió una vez sola, y ni siquiera era el de abrir puertas, sino el de cerrarlas! –exclamó como si Úrsula pudiera escucharla.

Frustrada y enojada volvió al comedor con los chicos. Todos parecían mirar concentrados a Mateo.

—¿Dónde es ese lugar, Mateo? Contanos –le decía Lucas.

—Se entra por la chimenea, me caí por accidente el otro día, ahí me ayudó la amiga de Mentiritas. Son como unas tuberías oscuras, aunque a veces hay luz; Laura me contó que por ahí se podía llegar a casi cualquier parte del hogar. Seguro que nos puede llevar al patio y de ahí vamos al laberinto.

—¿Unos túneles? ¿Por la chimenea? —Lucas parecía escéptico.

—Sí. ¿Qué pasa? ¿No me creés?

—A mí no me sorprende, esta casa siempre fue muy rara. Por algo será que nadie la quería comprar –les recordó Carola.

—Mateo, ¿vos nos podés llevar ahí? —le preguntó Julián.

—Chicos, no podemos ir todos; no sabemos como es el lugar, puede ser muy peligroso —señaló Lucas, y luego agregó—: Además, mientras algunos están en los túneles, los demás pueden buscar por el resto de las habitaciones; a lo mejor Pedro está más a nuestro alcance de lo que pensábamos. –Como era de esperarse, el grupo se dejó influenciar por su natural liderazgo.

—Bueno, yo tengo que ir sí o sí porque soy el único que estuvo en esos túneles antes. ¿Quién me acompaña?

—Yo te acompaño, Matu –dijo Lucas, poniendo un brazo por detrás de su amigo.

Julián sintió la envidia de pies a cabeza. —No, yo te acompaño –dijo y, al igual que Lucas, puso su brazo por detrás de Mateo, pero del otro lado.

—No, ¿qué te metés? Esto es cosa de amigos –se defendió Lucas.

—Por eso, como es cosa de amigos, vamos a ir yo y Mateo juntos.

—¿Otra vez lo mismo? Se dice Mateo y yo, burro. Y “yo” se pronuncia Lucas. No te metas donde no te llaman, yo le dije primero. ¿O no, Mateo?

—¡BASTA! ¡Me tienen cansado con sus peleas! ¡Acompáñenme los dos! –Mateo se impuso.

—¡Ni ahí! —dijeron Lucas y Julián al unísono.

—Si no me acompañan los dos, entonces voy yo solo, chau –dijo Mateo y se volteó para caminar en dirección a la sala principal, pero Lucas lo detuvo.

—Pará, Mateo… está bien, vamos a ir los dos, pero ni sueñes con que volvamos a ser amigos.

—¿Terminaron con sus peleítas de telenovela? Les recuerdo que Pedro tiene secuestrada a Soledad –los interrumpió Tali. Aparentemente esas eran las palabras que se necesitaban oír, porque en menos de diez segundos ya estaban todos observando cómo los tres ex mejores amigos se metían por la chimenea como si fuese una puerta de dimensiones sumamente pequeñas.

—¿Y ahora nosotros qué hacemos? —preguntó Malena. Habían quedado ella, Carola, Tali, y Mentiritas.

—Dividámonos en dos grupos para buscar por distintas partes de la casa. Ustedes dos vayan juntas, y yo voy con Mentiritas. –ordenó Tali, hablando apresuradamente. —¡Vamos! ¡Apúrense!

Malena y Carola subieron las escaleras un poco desconcertadas y aceleradas. Cuando ya se habían ido, Tali siguió con su plan.

—Bueno, yo me tengo que ir a otro lugar. Vos buscá donde quieras, solo, porque que yo tengo que hacer otra cosa –le dijo a Mentiritas, y subió corriendo la escalera.

—¿Y ahora qué hago yo acá solo? —se preguntó a sí mismo Mentiritas. Creyó que iba a estar asustado entre tanta oscuridad, y en tales circunstancias; pero no era así. A pesar de que en realidad Pedro quería vengarse de él, sentía dentro suyo un sentimiento muy intenso: esperanza.

Caminó hacia el comedor, y después de varios minutos dedicándose solo a observar los dibujos de la señora de los gatos, siguió hacia la cocina. Abrió la heladera y vio algunos pedazos de carne que ya estaban comenzando a pudrirse, no era de extrañarse en verano y sin electricidad.

Luego vio la puerta. —¿Qué tan dura estará?— se preguntó a sí mismo. Se acercó, tomó el picaporte, y casi sin esfuerzo logró abrirla. ¿No se suponía que estaba cerrada? ¿O acaso a Pedro se le había olvidado que había otra puerta en la cocina? No, uno de los chicos ya había revisado esta puerta. A lo mejor se había confundido…

—No importa —se dijo—, tengo que encontrar a Soledad en el medio del laberinto. —Sin pensarlo más, cerró la puerta por detrás suyo y salió corriendo en busca de su más leal amiga.

 

 

Mientras tanto, en su cuarto (que ahora se veía muy oscuro y tenebroso), Tali estaba sacando su bola de cristal para arreglar ciertos temas. La colocó en la mesita del cuarto y comenzó a gritarle.

—¡Bruja traidora! ¡Aparecé! ¡Me fallaste cuando más te necesitaba!

Un brillo multicolor, por algún motivo más apagado que de costumbre, salió de la bola de cristal y Úrsula apareció volando.

—¿Qué te pasa, nena? ¿Vos viste la hora que es? ¡La una de la madrugada! ¡En el mundo mágico también dormimos, entérate! –le dijo Úrsula, que estaba más ojerosa que de costumbre.

—¡Tu hechizo de abrir puertas no sirve, solamente el de cerrarlas!

—Bueno, nos calmamos un poquito, ¿eh? Que yo ni siquiera tendría que estar acá, te recuerdo que me amenazaron gravemente con que no venga a tu mundo nunca más.

—¡Esto es una emergencia, secuestraron a Soledad! Necesito abrir una puerta sea como sea.

—Uf, ¡qué pesada que sos! Llevame hasta esa puerta que te la abro así me dejás de molestar, ¡y después no vuelvo nunca más! ¡No quiero ni pensar en lo que son capaces de hacerme si saben que te estoy ayudando!

Tali bajó las escaleras y corrió a la cocina con Úrsula.

—Esa es. Dale, abrila –le indicó Tali, con un tono impaciente.

—Se dice “por favor” –la corrigió Úrsula.

—¡Argh! ¡Bueno, apurate, por favor! ¡Es urgente!

Úrsula sacó una varita de uno de sus bolsillos y apuntó a la puerta. “¡Aperianum Itinere!”.

Tali inmediatamente llevó sus manos al picaporte, pero la puerta seguía sin abrirse.

—¿Ves? ¡A vos tampoco te sale, ese hechizo está mal! —le dijo Tali muy nerviosa.

—Nena, ese hechizo no puede estar mal, lo uso todos los días para escaparme del castigo de la escuela de magia.

—¿Entonces qué pasa? ¡Hacé algo!

Úrsula se quedó pensando unos momentos. —¡Ya sé!— dijo entonces. –Correte un poco –le ordenó a Tali. Ésta obedeció.

Úrsula se puso muy seria de repente. Apuntó con su varita a la puerta y, muy concentrada, exclamó “¡Legitur Rementiam!”. Una especie de viento transparente salio de su varita e inundó la puerta, se quedó como en estado sólido unos segundos, y luego comenzó a desaparecer paulatinamente. Úrsula no habló ni se movió hasta que el viento desapareció en su totaliedad.

—No se puede abrir esta puerta –dijo solamente.

—¿Nada más? ¿Eso es todo lo que me vas a decir? ¡Hasta yo sabía que la puerta no se podía abrir! ¡Para eso ni te hubiera llamado! ¡Pensé que las brujas podían hacer lo que quisieran, al final no pueden ni abrir una puerta!

—¡Sí podemos, pero esta puerta está sellada con una magia muy avanzada! ¡Yo no sé tanto, apenas tengo ocho años!

—¿Y entonces qué hago? ¡Necesito abrirla sí o sí!

—Mirá, la hechizaron con algo que solo puede ser pasado por alto con lo que en mi mundo se lo conoce como la magia más poderosa.

—¿Cuál es esa magia?

—El amor.

—¿El amor? ¿Qué decís? –Tali probablemente hubiera reído de eso en otras circunstancias, pero estaba tan nerviosa que ya ni siquiera recordaba qué era la risa.

—Sí, parece que la única persona que puede cruzar esta puerta es una que esté realmente enamorada, y los demás no son capaces de hacerlo hasta que esta persona no rompa el hechizo rescatando a la persona que ama. ¡No sé, o eso creo!

—Carola es la persona más enamoradiza que vive acá y no pudo abrirla. Ya trató.

—Pero no es una persona cualquiera, es alguien que tiene algo que ver con el motivo por el que se hizo este hechizo… ¡Ay, basta! ¡No sé, no te puedo decir más! –Úrsula comenzaba a contagiarse de los nervios de Tali —¡Me voy, chau! ¡Y no me molestes más! —Desapareció en un remolino de rayos multicolores, dejando a Tali totalmente confundida.

Muy confundida, de hecho: ¿Quién se suponía que era la persona enamorada? ¡Si a Pedro no lo amaba nadie!

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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