Capítulo 24: La señora de los gatos


Mentiritas, quien sorprendentemente había podido abrir la puerta como si no tuviera ninguna clase de bloqueo, estaba corriendo en el laberinto con la mirada atenta para encontrar a Soledad. Tenía que llegar al centro del laberinto como habían deducido los chicos, pero era muy difícil saber dónde se encontraba el centro; después de todo, por más de que esté en su nuevo hogar, no dejaba de ser un laberinto.

Corría tan rápido que estaba seguro de que iba a chocarse con algún arbusto en cualquier momento. Se estaba quedando casi sin respiración, y el viento de fines de febrero era más de un frío otoño que del verano al que ya se había acostumbrado.

La única vez que recordaba haber corrido tan rápido fue cuando se escapó del granero en La Boca; en aquella ocasión se lanzó al riachuelo y Soledad había tenido que rescatarlo. Pero esto era diferente; aquella vez había sido solo un capricho para que Soledad no viaje a Mar del Plata, y ahora era por la necesidad de salvarle la vida.

Pasó un tiempo muy largo corriendo; a él le parecía como si hubieran sido horas, pero en realidad no eran ni siquiera treinta minutos. De repente tropezó con algo al suelo. Se reincorporó quitándose el césped de la cara y vio a Laura parada junto a él.

—Perdoname… ¿Te dolió? Ibas muy rápido, y no encontré otra forma de pararte.

—¡Laura! ¡Estás bien!

—Sí, yo estoy perfecta; la que tiene problemas es tu amiga Soledad, y todo por mi culpa.

—¿Por qué por tu culpa?

—Porque yo me rebelé contra Pedro, por eso se enojó. Le dije que a partir de hoy iba a salir y entrar de mi cuarto cuando me den ganas, y que iba a hablar con quien quiera cuando quisiera.

—No te preocupes, Laura, no es tu culpa, vos tenés derecho a hacer todas esas cosas. Es Pedro el malo acá. ¿Me podés ayudar a llegar al centro del laberinto?

—No podés llegar al centro del laberinto por acá, no tiene entrada por arriba, solamente se puede entrar desde las tuberías.

—¿Y cómo hago? ¡Las tuberías son enormes!

—Tenés que subir desde ahí por una escalera hasta acá, no es difícil, mirá… —Laura se detuvo y escuchó un gato maullando cerca— Es la señora de los gatos… ¡Me tengo que ir antes de que me encuentre! ¡Perdón por no poder ayudarte, acordate lo que te dije! –le dijo, y se desvaneció.

Mentiritas, ahora más asustado que antes, corrió de vuelta al hogar y fue directo a la sala principal. Apartó la reja de la chimenea, abrió la puerta interna, y saltó a las tuberías para comenzar su búsqueda. ¿Cómo se suponía que iba a llegar al centro del laberinto desde ahí si no había ninguna escalera?

 

 

Lucas, Julián, y Mateo estaban caminando en busca de Soledad hacía tanto tiempo que ya les dolían los pies y las piernas; sobre todo a Mateo, que era el más chico de los tres.

—Chicos, estamos hace un montón de tiempo, no vamos a encontrar a Soledad nunca –se quejó éste con una nota de tristeza en su voz.

—No seas negativo, Mateo. Si pasamos tanto tiempo buscando es porque ya debemos estar cerca –lo animó Lucas.

—Este lugar me da miedo, es muy oscuro… —se volvió a quejar él.

—Para mí nos tendríamos que separar así la encontramos más rápido. –sugirió Julián.

—¿Estás loco? ¡Tenemos que estar juntos, este lugar puede ser peligroso! –refutó Lucas.

—Yo digo que nos separemos y nos vamos a separar. ¿Por qué siempre tenemos que hacer lo que vos digas? ¿Qué te pensás, que somos tus mulas o qué?

—Vos si querés separate, Mateo y yo seguimos juntos.

—No, Mateo viene conmigo; el que se va a separar sos vos –dijo Julián.

—Yo no me separo de nadie, vos sos el que se quería separar. Se ve que separar a las personas es tu especialidad, ¿no?

—¿Qué querés decir con eso? Si tenés algo para decirme, decímelo en la cara, gil –lo provocó Julián.

—Perfecto: sos un mentiroso, un traidor, un separador de personas, y un cobarde.

—¡Te voy a demostrar lo cobarde que soy llenándote la cara de dedos, estúpido!

—¡BASTAAAAA! –Mateo soltó un grito tan alto que no solo dejó quietos a sus dos amigos, sino que estaba seguro que se había podido oír desde todas las tuberías. Como si de un reconocedor de sonidos de tratase, algo pareció haber notado su presencia y no solo los dejó en la oscuridad total haciendo desaparecer la poca luz que había, sino que además dos paredes aparecieron detrás y delante de ellos, dejándolos encerrados en un pequeño espacio de la tubería permitiéndoles apenas desplazarse.

—¿Qué fue eso? ¿Qué pasó? –preguntó Mateo, asustado.

Lucas corroboró que estaba en lo cierto y luego lo anunció. —Alguien nos encerró. No podemos movernos de acá.

Se quedaron paralizados. Julián tragó saliva. —¿C-cómo que estamos encerrados? ¿Nos habrá detectado Pedro?

—Debe haber sido por mi grito –se dijo a sí mismo Mateo, pero sus amigos lo escucharon.

—No, vos no tenés la culpa… igual Pedro nos iba a detectar tarde o temprano –lo consoló Lucas.

—¿Y ahora qué vamos a hacer? ¿Nos vamos a morir acá para siempre? —preguntó Mateo.

—¡No! De alguna forma vamos a salir.

—¿Cómo? ¡No tenemos escapatoria, y en un rato se nos va a acabar el aire! —exclamó Julián.

Lucas lo reprendió por haber dicho ese comentario en presencia de Mateo, aunque muy en el fondo estaba de acuerdo con él. Morir a los trece años encerrado en un tubo, eso era algo que no se había esperado nunca, ni iba permitir que pase. Alguna manera de escapar se le iba a ocurrir, solo tenía que pensar… o no.

 

 

La inmensa oscuridad tomó por sorpresa a Mentiritas, quien estaba aprovechando la mínima luz de los túneles para intentar divisar una escalera por alguna parte y así poder subir al centro del laberinto.

Perplejo y desesperanzado, sintió cómo el alma le volvía al cuerpo cuando escuchó una voz hablándole. No estaba seguro de dónde provenía, pero sí era un hecho que la voz le daba paz.

“Eze, no te preocupes. Todo va a estar bien, no te olvides lo que te dije: Buscá la luz”

Mentiritas se quedó un momento sin responder, hipnotizado por la armoniosa voz, y luego preguntó—: ¿Quién sos? ¿Cómo busco la luz?

No obtuvo respuesta, así que siguió caminando sin rumbo aparente, pero con energías renovadas.

 

 

A las tres de la madrugada, Tali seguía intentando abrir las puertas con su hechizo, Carola y Malena buscaban por las distintas puertas del hogar, Mentiritas seguía recorriendo el túnel, y los tres ex mejores amigos seguían atrapados en medio de la oscuridad total.

Entre muros de metal que olían a aguas cloacales y rencores en el aire, mientras Mateo dormía, Lucas y Julián ya perdían la esperanza de sobrevivir. Habían pasado horas encerrados, sin ver nada, y sin hablar. Aterrados y angustiados, comenzaban a entender que lo más probable era que murieran ahí, encerrados, juntos, quienes fueron amigos por casi toda su vida y luego lo habían echado a perder gracias a una chica en tan solo un segundo.

Estaban los dos sentados en el suelo, cansados, con hambre y sed. Mateo se había recostado junto a ellos.

—Lucas… —dijo Julián.

—…¿Qué?

—No tendría que haber besado a Luciana… te juro que no sabía que era tu novia.

Lucas notó algo extraño en la voz de Julián. Además de cansancio, parecía… ¿un sollozo?

—No, dejá… ella tenía razón, no éramos novios, solamente me había besado. Estaba jugando con nosotros.

—Vos sos más importante para mí que cualquier chica, sos mi socio, mi amigo. Si vamos a morirnos no quiero que sea mientras estemos peleados.

Lucas no pudo evitar darle un enorme y profundo abrazo a su mejor amigo. Lo sorprendió una lágrima derramándose por su mejilla.

—Entonces… ¿amigos? —preguntó Julián.

—No, hermanos.

De pronto sintieron un gran temblor en el suelo. Mateo se despertó asustado.

—¡¿Qué es eso?! —preguntó.

—¡Agárrense de mí! —les ordenó Lucas a sus dos amigos, y ambos obedecieron sus órdenes.

De pronto las paredes que no les permitían avanzar ni retroceder se vinieron abajo, y la oscuridad pasó de ser total a casi nula en tan solo cinco segundos. Ahora distinguían perfectamente figuras, y bastante bien las texturas.

—¡Somos libres! ¡Nos salvamos! –gritó Mateo. Los tres se abrazaron. —¿Qué pasó? ¿Se amigaron? –les preguntó luego.

—Sí, no tendríamos que habernos peleado nunca –respondió Julián.

—Perdonanos por haberte puesto en el medio de los dos –agregó Lucas.

 

 

Mentiritas, sin saber que estaba relativamente cerca de ellos, saltó de alegría cuando el túnel se iluminó.

—¡Encontré la luz! ¡Encontré la luz! —gritaba para festejar, pero nadie podía oírlo. Miró hacia arriba y vio cómo desde la parte superior del tubo crecía hacia abajo una escalera gris desde un orificio que daba al aire libre. —¡Sí, lo encontré! ¡Soledad, ahí voy! —gritó, y subió por la escalera.

El centro del laberinto era más amplio de lo que Mentiritas esperaba, pero de todos modos seguía siendo estrecho. Miró alrededor suyo, pero solo encontró gatos. Justo cuando creía haberse confundido de escalera, una voz le habló por detrás.

—Hola, Ezequiel. –le dijo. Mentiritas ahora podía verla: era una mujer anciana, bajita, con dos gatos a sus pies y uno en su hombro. –Te estaba esperando.

—¿Q-quién es usted? —preguntó él, con miedo.

—Me conocen como la señora de los gatos –respondió, confirmando las sospechas de Mentiritas.

Asustado, consideró por un segundo bajar a las tuberías y escapar, pero enseguida recordó que estaba ahí por Soledad, y no iba a abandonarla. De todos modos le era difícil ser valiente: Pedro había dicho la verdad, había una señora de los gatos, Laura estaba en peligro, y probablemente ahora él también.

La señora de los gatos pareció haber sabido exactamente como se sentía Mentiritas, porque enseguida intentó calmarlo. –No tengas miedo, yo no le haría daño a nadie. Parece que Pedro logró jugar con los pensamientos de un chico inocente. Muy desconsiderado de su parte, pero no me extraña –dijo la anciana, con su voz calma y hablando despacio.

—¿Cómo? ¿Entonces vos no sos mala?

—Soy un fantasma, y los fantasmas, al igual que la gente viva, podemos llegar a equivocarnos; pero no soy una mala persona, eso te lo aseguro. Al menos, si lo fuera, no estaría acá para contarte la verdad.

—¿La verdad de qué?

—La verdad de esta casa. ¿No te preguntaste quién hizo esas pinturas mías en el comedor? ¿No te preguntaste qué significa la señal que les dejé, “Buscá la luz”? ¿Mientras estuviste ahí abajo no te preguntaste por qué a veces los túneles están iluminados, y a veces no?

—¿Anda mal la lamparita? –sugirió Mentiritas.

—No, no hay ninguna lamparita. La luz que ilumina los túneles es una luz mucho más potente y poderosa que la electricidad. Es la única luz que nos puede mantener vivos en todo momento, en cualquier parte de nuestras vidas, pase lo que pase.

—¿Y dónde se consigue esa luz? Porque en el granero de La Boca, Clarita siempre se quejaba de que gastábamos mucha luz y después le salía muy caro pagarla.

—Esta luz no tiene precio, es como la risa. Nadie puede comprarla aunque tenga todo el dinero del mundo, ¿no? Esta luz es así también, es la luz que está dentro de todos nosotros. Una luz cuya energía proviene exclusivamente del amor, de la amistad, del compañerismo, de la solidaridad, de todo lo bueno que hay en nosotros. Yo misma hechicé los túneles para que se manejen con esa luz, así me aseguré de que nadie sin un buen corazón pueda cruzarlos ni orientarse en ellos. La oscuridad, junto con otro tipo de trampas, no lo permitirían. Y no solo eso, sino que además los túneles están en constante movimiento, la gente con malas intenciones, a pesar de disponer de luz eléctrica por su cuenta, no podrían llegar nunca a destino.

—¿Y entonces por qué hasta hace un rato estaba todo oscuro? ¿Yo no soy una buena persona?

—Vos no te enteraste todavía, pero hasta hace poco tus amigos Lucas, Julián, y Mateo se quedaron encerrados. Estaban peleando entre ellos, se estaban odiando, y generando cada vez más rencor y resentimientos. Todo eso negativo oscureció los túneles más, hasta que también los encerró. Lo único que los salvó de llenarlo de ratas fueron tus buenas intenciones, y un poco de las suyas también; después de todo, el motivo principal por el que habían bajado era para rescatar a su amiga Soledad. Eso habla muy bien de todos ustedes, me enorgullezco muchísimo de que estén viviendo acá.

—¡Uh, ahora ellos! ¡Encima que tengo que rescatar a Soledad, ahora tengo que rescatar a esos tres! ¡Nosotros les dijimos que no se peleen, lo juro!

—No te preocupes, ellos ahora están bien. Decidieron perdonarse, Lucas y Julián volvieron a ser los mejores amigos, sus corazones se iluminaron y los liberaron. Casualmente su luz, en conjunto con la tuya, también te permitieron encontrar la escalera para subir acá, al centro del laberinto.

—Al final resultaste ser re buena. ¿Me podés ayudar a encontrar a Soledad?

La señora de los gatos abrió la boca para hablar, pero se detuvo cuando vio a Laura subiendo por la misma escalera que había usado Mentiritas.

—Espere, no se vaya todavía; escuché todo, y le creo que es buena, por eso quiero que me cuente toda la verdad sobre mí. ¿Por qué estoy con Pedro? ¿Quiénes son mis verdaderos papás? ¿Soy un fantasma? –dijo Laura. Mentiritas la tomó de la mano para que no se sienta tan mal.

—¿Estás segura de que querés saberlo, Laura? La verdad siempre es el mejor camino, pero eso no quita que puedas posponerla y enterarte más tarde, cuando te sientas más preparada. –La señora de los gatos le dedicó una mirada que Laura sintió como maternal.

—Estoy lista para saberlo, ahora que tengo un amigo que me va a apoyar en lo que necesite. –Laura miró a Mentiritas y ambos sonrieron.

—Muy bien, me parece una actitud muy valiente de tu parte, tu madre estaría tan orgullosa de vos como yo lo estoy ahora.

—¿Cómo? ¿Tengo mamá? Pedro me dijo que mis padres habían muerto en un accidente y que él me había salvado.

—Esa es una costumbre muy mala que tiene Pedro, cambiar la verdad para mentir sin sentirse tan culpable. Tus padres tuvieron un accidente, sí, pero solo uno de ellos murió. Tu mamá está viva y estuvo cerca de tuyo por muchos años, queriendo conocerte, pero Pedro no la dejó.

—¿Pedro lo sabía? ¿Y no quería que yo conozca a mi propia mamá? —Algo en Laura se rompió. El hombre que había estado cuidándola todo este tiempo, escondiéndola argumentando que era por su propio bien, en realidad estaba alejándola de su mamá viva. —¿Quién es mi mamá?

—Tu mamá es una mujer que vivió en este barrio por muchos años, se llama Juana Velasco.

Mentiritas enseguida reaccionó, ese nombre le sonaba de algún lado. —¿Esa no es la señora de la que hablaba Julián?

—Exactamente –respondió la señora de los gatos, y luego continuó—: Juana estaba embarazada de vos cuando tuvo el accidente, a tan solo una semana de dar a luz; su esposo no sobrevivió, pero ella sí. Los médicos le diagnosticaron problemas en el embarazo, aseguraban que estabas muerta y que no ibas a nacer; Juana Velasco se deprimió muchísimo, tener una hija había sido su sueño de toda la vida, y sorprendentemente, una semana después, naciste. Los médicos se quedaron perplejos, y Juana llena de vida y alegría.

—¿Y si estaba tan feliz de tenerme por qué me abandonó y me dejó con un hombre tan malo como Pedro? —Se podía notar el tono acusador de Laura en su voz.

—Guardar rencor es como tomar veneno y esperar que eso le haga daño a otra persona, Laura. Tu mamá, Juana, era mantenida exclusivamente por tu papá. Cuando él murió, Juana estaba en quiebra: no podía pagar los impuestos, no tenía plata para comprar comida, estaba atrapada. Entonces empezó a notar algo extraño: vos no eras un bebé común, y tu nacimiento tampoco lo había sido. En una ocasión la despertaste en mitad de la noche con un pitido que salía de tus ojos; algunas veces no llorabas, sino que te expresabas de esa manera. Entonces Juana lo comprendió, Juana comprendió que habías nacido mitad fantasma debido al accidente.

—¿O sea que no soy un fantasma totalmente? ¿Solo la mitad?

—Así es.

—Pero eso no explica por qué me abandonó. ¿La asusté?

—No exactamente. Pedro era un okupa que vivía en esta misma casa, en ese entonces llena de gatos. Juana solía hacerle donaciones, pero ahora que estaba en quiebra, ya no podía hacerlo, entonces Pedro se alertó y fue a pedirle explicaciones a su casa. Juana lo invitó gentilmente a pasar, y Pedro accidentalmente descubrió la verdad sobre vos. Inmediatamente quedó fascinado, eras como un juguete para él: un bebé con poderes. Sintió una urgente necesidad de tenerte, así que esa misma noche robó una suma de dinero muy elevada y al día siguiente se la ofreció a Juana a cambio tuyo. Tu mamá no quería, pero no le quedaba otra alternativa: no podía seguir manteniéndote sin plata. Ibas a estar mucho mejor con él, y esa suma de dinero iba a ayudarla a pagar todas sus deudas y comenzar una nueva vida.

Laura se quedó en silencio, era mucha información para procesarla tan rápido. Todos se quedaron varios minutos sin decir nada, pero no fue incómodo. Laura finalmente se decidió por seguir alimentando su curiosidad. —¿Y por qué me tenía encerrada, entonces? Podría haber vivido libre por toda la casa, como él.

—El gran problema que tuvo pedro fue haber descubierto que no estaba solo, había un fantasma viviendo en el centro del laberinto que vivía originalmente con sus gatos y los cuidaba. Ese fantasma era yo. Me encontró y, aterrado, obligó a tu mamá a que lo acompañe a enfrentarme. Le expliqué que había recibido una profecía sobre una nena fantasma que iba a estar atrapada en mi casa, y ese era el mismo motivo por el cual no hacía nada para que él se vaya. Ambos comprendieron que me refería a Laura, y Juana (quien sentía que moría por el remordimiento de haberte vendido) se alegró de que alguien se encargue de dejar libre a su hija y poder recuperarla para que vuelva con ella. A pesar de las quejas de Pedro, ella me insistió en que la libere en el momento, pero yo no podía.

—¿Por qué no?

—Porque tenía que obedecer la profecía, y ésta decía claramente que tenía que permanecer aquí mismo hasta que el amor ayude a esa nena fantasma, a vos, a liberarse de ese hombre tan egoísta que la tenía secuestrada. Te había encerrado y conforme ibas creciendo te había hecho creer que no debías salir porque podía ser peligroso, te había pedido que te cuides de mí.

—Sí, pero yo igual salí varias veces.

—Así es, tu espíritu aventurero no te permitió quedarte encerrada tanto tiempo. Saliste en varias ocasiones, pero siempre de noche, y nunca habías hablado con nadie hasta que conociste a este chico tan simpático que te salvó.

—¿Yo la salvé? —preguntó Mentiritas, sorprendido.

—Sí, ¿no estaban poniendo atención a mis palabras? La profecía decía claramente que solo el amor iba a poder liberar a Laura.

—¿O sea que Mentiritas y yo vamos a ser novios y casarnos?

—Todo es posible, pero todavía son muy chicos, primero van a tener que crecer siendo amigos, ¿no?

Los tres sonrieron.

—Con el tiempo, tu mamá se fue sintiendo cada vez peor por haberte vendido. Sabía que era su única opción, pero de todos vender un hijo siempre es casi como vender su propia alma. Decidió entonces hacer algo al respecto: hizo que publicaran en un periódico muy conocido, un artículo sobre la casa; tenía la esperanza de que alguien lo leyera, entrara a investigar, y te libere. Pedro se enteró de dicha publicación y se enfureció como nunca: amenazó de muerte a Juana, y hasta amenazó con matarte a vos también si ella volvía a hacer algo así.

—Entonces por eso Pedro nos quería espantar, es porque si alguien descubría a Laura podía ser peligroso… ¡y la descubrí yo! –se jactó Mentiritas.

—Muy bien, veo que estás comprendiendo. Cuando vinieron a venir el resto de los chicos acá, vos todavía no habías llegado, Pedro se escondió en uno de los muchos cuartos, y andaba en la calle más que nunca. Un día encontró a dos de los chicos que vivían con él hablando con Juana, preguntándole por el artículo periodístico que había publicado hace tiempo; ese día forzó a Juana a irse del barrio. Ella le hizo caso, pero no sin antes venir a alertarlos: les pidió a dos de ustedes que buscaran en el centro del laberinto. Pero bueno, creo que ya perdimos el hilo: lo importante es que Laura, ahora sos libre; Mentiritas te liberó y ya podés ser una chica más. Solo te pido que aprendas a controlar tus poderes, porque puede ser peligroso.

—Pero si Pedro me ve… me va a volver a secuestrar.

—¿Y Soledad? ¿Dónde está? —le recordó Mentiritas.

—Por eso no se preocupen, las cosas van a tomar el rumbo que tengan que tomar, siempre y cuando no pierdan su luz. Eso es lo más importante. Ahora tengo que irme, finalmente cumplí con mi deber.

—¡Esperá! ¿Por qué te vas? Si esta es tu casa en realidad. ¿No tendríamos que irnos nosotros? —preguntó Mentiritas.

—Soy un fantasma, mi deber es cumplir con las profecías. Había recibido esta mucho antes de venir acá, si me mudé fue exclusivamente para este momento. Ah, una cosa más les quiero decir: por favor, no comenten nada sobre mí con los más grandes; ellos ya crecieron y perdieron la capacidad de creer en estas cosas, solo conseguirían hacer el ridículo. Y más importante aún: nunca pierdan la ilusión, ni lleguen a creer dentro de unos años que todo esto fue un sueño. ¿Lo prometen?

—Lo prometemos –dijeron Laura y Mentiritas al unísono, aún tomados de las manos. Entonces la señora de los gatos traspasó la pared de césped del laberinto que estaba detrás suyo, y esa fue la última vez que la vieron.

1 comentario:

  1. hermoso el capitulo, en especial la parte de Ezequiel y Laura, son super tiernos ellos dos!!
    espero con ansias el siguiente capitulo

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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