Capítulo 08: Hasta diez





Todavía ni había salido el sol cuando Javier entró al cuarto de los chicos a la mañana siguiente para despertarlos.
—Chicos… despiértense, chicos… —susurró con la intención de no dificultarles todavía más la tarea de levantarse tan temprano.
—¿Qué hacés acá, Javier? ¿Qué pasó? —preguntó Lucas sin despegar uno solo de sus párpados.
—Ya tienen que levantarse para ir a la escuela. Vamos, chicos, despiértense —insistió Javier, recorriendo el cuarto y sacudiendo un poco a cada uno para que le hagan caso.
—¡¿Qué?! ¡Pero si todavía es de noche! —se quejó Julián.
—¡Dejanos dormir, Javier! ¿Ahora la escuela es a las tres de la mañana o qué? ¡Andate! —le gritó Mateo.
—No me hagan la tarea más difícil, son órdenes de la nueva directora. Tienen que despertarse dos horas más temprano todos los días para repasar las cosas de la escuela. Los está esperando abajo para presentarse.
—¿Qué nueva directora ni nueva directora? ¡Andá y dejanos dormir! ¡No nos importa quién te haya mandado! —ordenó Lucas. Javier dudó unos segundos, pero enseguida se rindió y bajó a llamar a María Julia para que se encargue de esta tarea ella misma.
—¿Quién es la nueva directora? Soledad no nos hubiera hecho despertarnos tan temprano nunca. —comentó Malena.
—A lo mejor es un fantasma que se tiene que esconder de la luz del sol y por eso nos hace que la veamos de noche —propuso Mentiritas. Enseguida su teoría recibió las críticas y burlas de sus compañeros, pero las mismas desaparecieron tan pronto como llegaron, ya que en menos de un segundo se escuchó un portazo: María Julia acababa de ingresar al cuarto y había cerrado la puerta por detrás suyo con violencia.
—¡¿Qué significa eso?! —gritó severamente apenas hubo ingresado. —¡Ruidos, burlas, griteríos, y ENCIMA todavía no están cambiados! ¡Ya es hora de levantarse! ¡Arriba!
Los chicos se asustaron. No tanto por los ruidos sino por su apariencia: su nariz punteada, su cabello oscuro desprolijo, su vestimenta oscura, sus arrugas, y su verruga en la nariz le daban a María Julia una apariencia muy similar a las típicas brujas de los cuentos de hadas.
—Señora, no nos moleste, queremos dormir. Vuelva cuando haya salido el sol, ¿sí? —le dijo Lucas lo más amablemente que pudo. María Julia se quedó en silencio y se acercó lentamente hacia él, sin dejar de mirarlo fijo. —¿Cómo dijo, señor?
—Que es muy temprano, que queremos dormir, y que se vaya.
—¡Arriba ya mismo! —le gritó mientras lo tomaba del brazo y lo sacaba de la cama a la fuerza.
—¡Pero pare! ¡¿Qué hace?! ¡A mí nadie me trata así! ¡¿Quién se cree que es?!
—¡Eso mismo quisiera saber yo de usted! ¡Preséntese ya mismo! ¡¿Cómo se llama?! —le gritó.
—…Lucas —respondió éste con cuidado, pero enseguida volvió a la defensiva—. ¡Y no vuelva a tratarme así! ¡Esto es un hogar, no una cárcel!
—Esto es lo que yo quiero que sea. Veo que tenemos el claro ejemplo de un jovencito rebelde que no quiere amoldarse a las reglas. ¿Sabe lo que hago con chicos como usted?
—…¿Qué? —preguntó él, intentando parecer lo más fuerte posible.
—Se lo voy a demostrar, querido —le contestó calmadamente María Julia. “¡Javier! ¡Venga para acá ya mismo!” gritó. Javier llegó en menos de cinco segundos, por su cara daba la sensación de que se había quedado detrás de la puerta escuchando toda la conversación. —Saque a este chico ya mismo del hogar. Va a ir a la escuela dos horas antes, sin desayunar, y en pijama —le ordenó.
“¡¿Qué?!” dijeron los chicos al unísono. —¡Usted no le puede hacer eso! ¡No tiene ningún derecho! —lo defendió Malena.
—¿Lo quiere acompañar? ¡Porque puede ir usted también si no se calla, mocoso insolente!
Sin más protestas y extrañamente entregado, Lucas, escoltado por Javier, salió del cuarto. El resto de los chicos inmediatamente se levantaron de la cama y esperaron a que María Julia saliera para cambiarse.
“Ya vas a ver, mamá… te voy a demostrar que soy tan capaz como Diana para manejar la empresa… voy a dominar a estos chicos y no te va a quedar otra alternativa que dejarme la dirección… por fin voy a tener lo que merezco, y la frutilla del postre: voy a torturar a Juan Ignacio como se lo merece.” Pensó María Julia no bien hubo cerrado la puerta por detrás suyo para asegurarse de que Javier cumpla con la orden que le fue otorgada.
—No te preocupes, Lucas. Tengo un plan —le susurró Javier al oído, asegurándose de ser lo suficientemente disimulado como para que María Julia no lo note.
—Espero que esto le sirva como lección para aprender a tener respeto por las personas mayores. Tiene que enderezarse, le va a venir muy bien esta salidita. ¡FUERA! —gritó María Julia al llegar a la puerta. Lucas salió sin quejarse, confiando en que Javier iba a salvarlo; esperó que este lo siguiera por detrás, pero no fue así.
No le resultó nada raro caminar por la calle cuando todavía ni siquiera había amanecido; había vivido en ella muchos años y estaba acostumbrado, aunque no le trajo buenos recuerdos. Las veredas parecían más vacías que antes, por la carretera no pasaba un solo auto —lo cual resultaba un alivio, ya que no le gustaba nada la idea de que lo vean vestido en pijama—, y el cielo estaba tan oscuro que parecía teñido de muerte. El frío le congelaba el pensamiento, y a pesar de no ser un gran fanático de la estación, sintió algo de nostalgia al extrañar el verano.
—¡Lucas, esperá! —gritó alguien. Lucas miró por detrás de su hombro y vio a Javier acercándose a toda velocidad, sosteniendo una pequeña bolsa violeta. Estaban a seis cuadras del hogar. —¿No te dije que tenía un plan? Supuse que ibas a esperar en el jardín delantero, te estuve buscando por todas partes.
—Me hubieras dicho antes y me ahorraba hacer el ridículo. Igual no importa, por lo menos nadie me vio. ¡¿Qué tiene en la cabeza Álvaro?! ¡¿Cómo va a poner a esa psicópata en la dirección?! ¡Tendrías que hablar con tu amiguito!
—No sé, la verdad que a mí tampoco me gusta nada cómo los trata María Julia, y cómo me trata a mí tampoco. Tuve que mentirle para poder salir… escuchame, tengo un taxi acá a dos cuadras y ropa —le dijo entregándole la bolsa violeta—. Vamos al auto, te cambiás ahí, y te quedás en mi departamento. Después yo te llevo a la escuela y cuando vuelvas te cambiás de nuevo. ¿Está bien?
Una sonrisa se formó en la cara de Lucas. —Gracias, Javier. Sos un capo, lástima que Álvaro no sea igual que vos.
—No te preocupes por eso. No sé cómo, pero María Julia no va a durar mucho tiempo más en Rincón de Luz. Algo vamos a hacer, te lo aseguro.

Mientras tanto, en el hogar, los chicos y las chicas bajaban las escaleras criticando entre ellos el inhumano horario en que María Julia los obligaba a levantarse, y principalmente el excesivo castigo que le había dado a Lucas. Al llegar al comedor, la vieron parada en una postura perfecta, esperándolos.
—Buenos días, niños —los saludó firmemente, casi como gritando. Los chicos se quedaron quietos, mirándola con cara de pocos amigos. Les estaba haciendo la vida imposible y había condenado terriblemente a Lucas. ¿De verdad esperaba un recibimiento alegre por su parte? —¡Dije buenos días! ¡Saluden, mocosos maleducados!
—Buenos días, señorita María Julia —respondieron todos al unísono, sin ganas y de forma muy lenta.
—Así me gusta más. Como verán, tuve que hacer varios cambios en el hogar: se acabaron las risas, los sueños, las desobediencias, y la comodidad; desde hoy este será un nuevo hogar, un nuevo Rincón de Luz. Uno de los cambios ya lo conocen: a partir de hoy se levantarán todos los días más temprano para desayunar y, luego, repasar sus tareas escolares. Al regresar se le asignará a cada uno una tarea de mantenimiento y limpieza, y se les dará un breve tiempo libre para bañarse, estudiar, leer, y comer.
—¿Qué? ¡Nosotros no somos mucamos! ¡No vamos a limpiar! —se quejó Malena.
—¡Esas tareas no nos corresponden a nosotros! ¡Tiene que hacerlo la celadora! —agregó Julián.
—¡SILENCIO! —ordenó María Julia, y luego continuó—: Ustedes NO tienen celadora, ese es uno de los asuntos en los cuales estoy trabajando; y aunque tuvieran, de todos modos es necesario que dediquen gran parte del día a la limpieza: los jóvenes deben incorporar hábitos de higiene y cuidado desde muy temprana edad, me lo agradecerán en el futuro.
—Yo ni loco voy a limpiar —murmuró Mateo para el grupo.
—Yo menos —agregó Mentiritas
—¡Basta de murmullos! ¡Basta de interrupciones! Ahora, si me dejan de hablar encima, les presento otra de las novedades del hogar: sus anteriores desayunos carecían de valor vitamínico y proteínico, es por eso que desde hoy solo consumirán un delicioso alimento con todos los componentes de los cuales carecían sus desayunos anteriores. Siéntense, la comida está servida.
Los chicos se sentaron en la mesa y se sorprendieron al ver que no había ningún alimento en ella, sino unos pequeños frascos con una sustancia cremosa gris, parecida al cemento sin secarse, junto a cucharas.
—¡Pero esto es un asco! —se quejó Laura sin siquiera haberlo probado.
—¿Acaso prefiere ser alimentada por un okupa que la mantiene encerrada en un cuarto oscuro? Porque si es así, puedo enviarla a la cárcel con Pedro —le propuso María Julia.
—¿Y usted cómo sabe eso? —preguntó Carola.
—Les recuerdo que soy la directora, sé todo lo que pasó en este hogar. ¡Ahora cállense y coman!
Los chicos se miraron por un segundo, asqueados, pensando quién iba a ser el primer valiente en atreverse a llevar esa cosa tan horrible a su boca. Después de algunos segundos mirándose, Mateo probó una cucharada… o al menos eso intentó: le resultó tan asqueroso que tuvo que escupirla apenas hizo contacto con su lengua. —¡PUAJ! ¡No tiene sabor a nada! ¡María Julia! —gritó.
—No es el sabor lo que cuenta, son las vitaminas, el calcio, el hierro, el potasio, y todo lo que se les ocurra.
—¡No vamos a comer esto! —declaró Tali.
—Perfecto, como ustedes deseen. Cuando mueran de hambre lo comerán. Buenos días —les dijo María Julia, y se retiró hacia el primer piso.
—No podemos dejar que pase esto, chicos. ¡Tenemos que hacer algo! —propuso Malena.
—No podemos hacer nada, Male… hablar con Álvaro sería lo único, y no creo que entre en razón. Esperemos que Lucas tenga una mejor idea cuando volvamos de la escuela, pero dudo que algo en el mundo nos pueda salvar —dijo tristemente Carola.
Entonces a Tali se le ocurrió una idea: quizás nada en este mundo pueda salvarlos, pero, ¿y en otro mundo? No dudó en subir hasta su cuarto a buscar la bola de cristal y sacudirla.
—¿Hacia dónde cree usted que está yendo? —la interrogó María Julia al borde de la escalera.
—Eh… tengo que ir a buscar una cosa a mi cuarto que me la olvidé.
—Lo único que necesita para desayunar es la cuchara que está en la mesa junto a su frasco.
—Pero es algo para la escuela, por eso lo necesito.
—Todas sus cosas de la escuela están en mi despacho, se las haré llegar en breve. Usted no tiene nada que hacer arriba, baje ya mismo y mejor que ni se le ocurra volver a subir porque la mando con Lucas. ¿Está claro?
—Sí, señorita María Julia…
Aparentemente esto iba a ser más difícil de lo que ella pensaba, pero Tali no iba a rendirse. Al regresar del colegio seguramente María Julia esté un poco más distraída, entonces iba a saber con quién se estaba metiendo.


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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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