Capítulo 17: El caleidoscopio nunca miente



Nunca lo había comentado con nadie, pero Lucas tenía una especie de sexto sentido con Malena: sin importar lo mucho que ella se esfuerce en ocultarlo, él siempre notaba cuando algo le preocupaba o se sentía triste.
Estaba en la sala de juegos con Julián, cuando Malena entró y Lucas percibió al instante la necesidad de privacidad, por lo cual le pidió a su amigo que se retirara. Una vez solos, Malena fue totalmente directa: —Necesito que me des un consejo.
—¿Un consejo? Nunca antes me habías pedido uno.
—Sí… bueno, no sé… es que últimamente… —Malena se ruborizó—. ¡Bueno, no importa! Ahora sí te pido uno. ¿Puede ser o te vas a quejar?
—Sí, obvio que puede ser. Y no peleemos, que ahora no te tengo todos los días acá.
Malena se sintió un poco incómoda por la referencia que Lucas había hecho. Indirectamente le había dicho que la apreciaba y la extrañaba. —No sé qué hacer con mi tía —dijo entonces.
—¿Qué pasó? ¿Te volvió a pegar? ¡Decime, que voy y la mato!
—No, no me hizo nada… todavía.
—¿Cómo que “todavía”? ¿A qué te referís? —Lucas la miró fijamente.
—Bueno… en el caleidoscopio vi algo muy feo de ella.
—¿Me vas a decir que vos también creés que ese caleidoscopio puede mostrarte cosas? Pensé que eras más inteligente… —Si había algo que tenían en común ellos dos, era su escepticismo. Malena tampoco hubiera creído jamás en la magia del caleidoscopio si no hubiese sido capaz de comprobarla por ella misma.
—Bueno, si te vas a empezar a burlar no te cuento nada. Te digo que el caleidoscopio nunca miente —espetó secamente Malena.
—No, no… Está bien, contame.
—Bueno, no importa… el caso es que según el caleidoscopio, mi tía es una mala persona… una muy mala. —Malena clavó la vista al suelo con un aire de nostalgia y preocupación.
—¿Pero no se habían arreglado? Malena, no te podés dejar llevar por lo que viste en un caleidoscopio. Esas son pavadas.
—No son pavadas —los interrumpió Laura, quien se asomó por detrás de uno de los pufs.
—¿Cuánto tiempo estuviste ahí? —preguntó Malena sorprendida. Sintió como si un desconocido hubiera abierto la puerta del baño y la hubiera encontrado totalmente desnuda.
—Un rato… —respondió tímidamente Laura.
—¿No te enseñaron que escuchar conversaciones privadas está mal? —le reprochó Lucas.
—No, la verdad que Pedro no me enseñó muchos modales que digamos… —se burló Laura, y agregó—: pero fue un accidente, estaba acá de casualidad y escuché todo. Malena tiene razón, tenés que creerle.
—¿Y vos cómo sabés que yo tengo razón?
—Porque yo también tuve una visión. ¿Te acordás que me desmayé apenas te toqué cuando entraste al hogar? Bueno… vi a tu tía incendiando un bosque.
A Malena se le heló la sangre. —Yo… —titubeó— yo vi lo mismo… ¡¿Cómo sabés?!
—Ya te dije, porque yo también lo vi —insistió Laura.
—¿Qué? ¡No le creas, Malena! Seguro te escuchó mientras se lo contabas a alguien…
—No, Lucas, no se lo conté a nadie. Ibas a ser el primero… ¿De verdad viste eso, Laura?
—Sí, te lo juro. Y perdón por meterme, pero no podía quedarme sin decirte nada.
Lucas finalmente comenzó a ceder. —¿Qué vas a hacer, Malena? Si Trinidad de verdad es mala, entonces no podés volver con ella. Volvé a vivir con nosotros. —Lucas tampoco era muy bueno disimulando lo que sentía: se formó una pequeña sonrisa en su boca de solo imaginar a Malena volviendo a vivir con él.
—Ya sé muy bien que tengo que hacer… —dijo Malena, y salió en dirección a la puerta a toda velocidad. Lucas y Laura se miraron por un segundo como cómplices, sin entender muy bien qué estaba pasando.


Mientras tanto, en el comedor, Julián y Carola se dedicaban a pasar algo de tiempo juntos como novios, aunque se les dificultaba un poco ya que ambos estaban muy sorprendidos por lo que había sucedido ese día.
—Todavía no puedo creer que Malena y Soledad estén con nosotros de nuevo, y encima te tengo a vos conmigo… —le dijo Carola mientras comía lentamente su sándwich de queso—. No podría estar más feliz.
—No quiero ser mala onda, pero no te olvides que Malena ahora vive con su tía, no va a estar todos los días con nosotros —señaló Julián, y luego agregó—: Te lo digo porque no quiero que después estés mal.
—Sí, en eso tenés razón. Igual es lo mejor para ella… lo único que sí me gustaría cambiar es que María Julia se vaya. Siempre se encarga de arruinar todos los buenos momentos que pasamos.
—No te preocupes, yo nunca voy a dejar que ella te haga nada. Sos mi novia y te voy a cuidar de cualquiera que te quiera hacer mal.
—Gracias, estoy muy feliz de estar con vos —respondió alegremente Carola y se inclinó para besarlo. Y como si nombrarla hubiese traído mala suerte, allí estaba ella parada: María Julia los observaba besarse con muy mala cara y con los puños apretados.
—¿Qué están haciendo? —les preguntó calmadamente, como si nada de lo que viera le molestara. Inmediatamente se separaron sin saber muy bien qué hacer y sin decir nada, así que ella insistió y volvió a preguntarles.
—No estábamos haciendo nada —mintió Julián. Una mentira muy mala teniendo en cuenta que hace un segundo ella había visto perfectamente todo con sus propios ojos.
—En este hogar hay reglas —comenzó a explicarle dulcemente María Julia, con una ironía que resultaba más agresiva que cualquier grito—, y yo me voy a encargar de que se cumplan. Ustedes no tendrían que estar acá besándose como si estuvieran en un prostíbulo, ni comiendo como si estuvieran en un club. ¿No les parece?
Julián y Carola asintieron tímidamente con la cabeza.
—¡¿NO LES PARECE?! —gritó María Julia, ya dejando atrás todo intento por parecer amable.
—¡Sí! —repitieron ambos al unísono.
—¡Venga para acá! —María Julia tomó a Julián firmemente por el brazo y lo levantó de la silla, llevándoselo con ella.
—¿Qué hace? ¡¿A dónde lo está llevando?! —preguntó asustada Carola mientras los seguía.
—¡Eso a usted no le importa! —le contestó mientras llevaba a Julián a su oficina y le cerraba la puerta en la cara a Carola.
Julián estaba algo sorprendido porque no conocía ese cuarto más que por los comentarios que le habían hecho, ni tenía deseos de conocerlo. Se sentó y entonces no tuvo otra opción más que escuchar las sencillas y crueles palabras de María Julia.
—Queda expulsado del hogar de niños huérfanos “Rincón de Luz”.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —preguntó él desesperado.
—Tiene una hora para guardar sus cosas. Enseguida me comunico con el juzgado de menores para su traslado al hogar  “Las sombras”. Puede retirarse.


Una hora después, en la casa de su tía, Malena se proponía enfrentar por última vez a Trinidad para deshacerse de ella de una vez y por todas. Llegó decidida y, sin darle mayores explicaciones, le dijo que se iba a vivir nuevamente a Rincón de Luz y que no quería saber nada más con ella; pero antes iba a averiguar la verdad:
—¡¿Qué le hiciste a mi papá?! —le preguntó. Trinidad pareció ignorarla. Junto a las cortinas y con la cálida luz del comedor levemente encendida, estaba mirando fijo algo en su teléfono celular con preocupación. A Malena se le estaba acabando la paciencia—. ¡Te hice una pregunta! ¡CONTESTAME, BASURA!
Trinidad presionó nerviosamente las teclas de su teléfono móvil y lo cerró con violencia. Inmediatamente después, se volteó y le pegó un cachetazo a Malena que la dejó tirada en el suelo. —¡NO ME HABLES EN ESE TONO, MOCOSA DE PORQUERÍA!
—Encima me pegás… sos una basura… Soledad va a saber que estás haciendo esto. Enferma —le advirtió sin miedo Malena, mientras se reincorporaba. Trinidad corrió hacia un extremo del comedor y levantó del suelo unos bolsos—. ¿Qué es eso? —preguntó Malena, temiendo por la respuesta a su pregunta.
—Nos vamos del país, Malenita —contestó Trinidad y la tomó con fuerza por el brazo, arrastrándola hacia la puerta de su enorme y perfecta casa.
—¡Yo no me voy a ningún lado! ¡Soltame, bruja! —se defendía Malena mientras intentaba escabullirse, pero era en vano: Trinidad tenía demasiada fuerza. La forzó a subir al auto con ella, trabó las puertas, y aceleró a toda velocidad.
—¡No me podés sacar del país! ¡¿Te pensás que en el hogar no se van a dar cuenta de que no estoy?! ¡Todos allá saben que vine a decirte en la cara lo basura que sos!
—¡Callate Malena si no querés que te dé otro golpe! ¡Mocosa maleducada!
—¡BRUJA! —le gritó violentamente.
—Se acabó —declaró Trinidad. Ya en la ruta, sacó ágilmente una cuerda de debajo del asiento y ató a Malena.
—Podés atarme todo lo que quieras, pero te van a encontrar y vas a ir presa. Yo, en cambio, voy a ir a Rincón de Luz con todos mis amigos y con Soledad, que es como una mamá para mí. —Malena se encontraba segura ya que Lucas le había explicado en una ocasión sobre ubicar a las personas por el celular, y Trinidad era tan ingenua que había llevado su celular consigo.
Casi como si le hubiese leído la mente, el celular de Trinidad volvió a sonar y leyó otro SMS. Esta vez gritando de la rabia, lo lanzó con furia hacia la ruta, por la cual avanzaban a toda velocidad, haciéndose añicos.

Atrapada, asustada, y sola, Malena se dirigía hacia una ubicación desconocida con la persona que le había arruinado la vida. Y la persona que muy probablemente había arruinado también la vida de su padre. No sabía cómo, pero de alguna forma iba a lograr librarse de ella… estaba segura de eso, pero de todos modos había algo que la inquietaba: ¿Qué era lo que su tía había leído en su teléfono y por qué la hizo ponerse tan furiosa? ¿Qué estaba pasando en realidad?

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"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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