Capítulo 27: La horrible verdad



Podría decirse que elegir qué castigo utilizaría para uno de los huérfanos era lo que más le gustaba a María Julia de su trabajo como directora de un orfanato; y haber encontrado a Lucas, el más grande y el líder, el que era prácticamente el centro de todos, metido en su oficina e intentando robar un documento tan importante como era un legajo, merecía una condena que iba a disfrutar en sentenciar mucho más que cualquier otra.
Podría decirse también que esta tendencia de María Julia por ser tan reacia a la felicidad la había alejado de la mayoría de las personas, y no solamente de los chicos. Entre su antipatía, su nada atractiva apariencia, y su ligero desorden mental, María Julia prácticamente no tenía amigos, y mucho menos pareja.
Cuando se había enterado de la muerte de quien había sido su mejor amiga, Trinidad Cabrera, la tía de Malena, se había devastado. No tanto por haber perdido una amiga, sino por haberse quedado completamente sola en el mundo. Trinidad había sido la única persona que había soportado su para nada agradable personalidad. Bueno, su exmarido también lo había hecho, pero a comienzos del otoño había descubierto que eso había sido por un interés para nada legítimo.
Desesperada y más sola que nunca, María Julia había comenzado a intentar ser más simpática con los poco adultos que la rodeaban: su sobrino Álvaro, y la celadora Soledad. Dos días después de haber recibido la noticia de Trinidad, por la mañana, su vecino (el Dr. Caride, un prestigioso abogado cuyos hijos, Sebastián y Luciana, habían declarado enemistad con los chicos del hogar) se acercó a entregarle sus condolencias y María Julia sintió por primera vez en mucho tiempo lo que era el cálido abrazo de un hombre soltero (o divorciado o viudo, aún no había tenido oportunidad de averiguarlo). Pasó gran parte de la mañana dialogando con el Dr. Caride y, desde ese momento, cada vez que lo veía lo saludaba con una agradable sonrisa que le costaba fingir.
Debido a esa repentina y oportuna relación, María Julia tuvo una idea brillante: su castigo no tenía por qué ser únicamente divertido para ella, las personas con las cuales les convenía hacer buena letra podían disfrutarlo también. Así es como, dialogando con su nuevo amigo (y probable futuro amante), decidió que el castigo de Lucas sería ayudar a ordenar y limpiar la grande y lujosa residencia Caride.
Para Lucas, comenzar sus vacaciones de invierno ordenando estantes y limpiando muebles de la casa donde vivían las dos personas que más detestaba en el mundo no era ni de lejos su idea perfecta de comenzar a pasarla bien, pero se consolaba a sí mismo siendo optimista: no solo las «vacaciones» de invierno que había pasado anteriormente habían sido congelándose en la calle, sino que además ahora tenía la oportunidad de reencontrarse con su hermana y, aunque había fallado en el primer intento, iba a poder lograrlo más adelante.
—Hola, Lucas. Pasá, sentite como en tu casa —le dijo con calidez el Dr. Caride esa tarde cuando lo recibió. No era la primera vez que Lucas había estado en esa casa, pero no quería recordar sus visitas anteriores: habían sido una peor que otra—. ¿Querés un té o algo?
—No, gracias —murmuró Lucas con desinterés, pero sin perder la cordialidad—. Prefiero directamente ponerme a trabajar así termino cuanto antes.
—¿Seguro? No hay ningún problema.
Lucas no podía comprender cómo Sebastián y Luciana, los seres más odiosos que conocía, podían tener un padre tan agradable. A él le hubiera encantado ser hijo del Dr. Caride.
—Seguro.
Le entregó un trapo y un producto de limpieza, y le fue indicando los muebles que debía limpiar. Lucas lo hizo con cuidado pero también con prisa. Quería regresar al hogar, pero no quería meterse en más problemas. Agradeció que ni Sebastián ni Luciana estén presentes. Con sus burlas, seguramente las cosas iban a empeorar mucho.
Pasó aproximadamente una hora y media limpiando la cocina y dos de los cuartos de huéspedes. Nunca había visto tantos cuartos aparentemente sin uso. Ni siquiera estaba seguro de que el hogar fuera tan grande. Pero su sorpresa no había llegado a su máximo nivel hasta tener que limpiar el cuarto de Sebastián: era mucho más grande que el cuarto que Lucas compartía con otras tres personas más (cuatro contando a Malena) en el hogar. ¿Para qué quería Sebastián tanto espacio? Tenía tres camas, una de ellas más grande que las demás; dos armarios; un gran equipo de música; varios sillones; y el televisor más grande que Lucas hubiera visto jamás. Era excesivo.
Afortunadamente no tenía que limpiar todo su cuarto: era enorme, eso le hubiera tomado toda la tarde. Su único trabajo era hacer la cama que usaba Sebastián para dormir, la cual estaba toda desarmada y parecía haber sido víctima de un tornado.
Casi sin energías, comenzó a arreglar las sábanas y el colchón. Con acomodar un poco todo iba a bastar, no era necesario hacer la cama desde cero. Lucas había aprendido que esa clase de trucos eran muy útiles para prácticamente todo en la vida.
En su apuro por terminar, la almohada se le cayó al suelo. Cuando la levantó, vio que un sobre había caído de dentro de ella. Lo tomó y comenzó a leer sin poder creer lo que sus ojos le mostraban:

«Lucas:
Gracias por el legajo. Ahora que lo quemaste necesito que me vengas a buscar esta misma noche en las afueras de la ciudad. Te dejo la dirección en un papelito en el sobre. Vení a las tres de la madrugada y no le digas a nadie.

Te quiere,
Lucia.
PD: Vení solo, y de esto no se tiene que enterar nadie»

¿Qué hacía Sebastián con una de las cartas de su hermana? Lucas era un chico inteligente y no le tomó mucho tiempo asociar las ideas en su cabeza. Lucía no se había contactado con él, no lo había encontrado.
En ese momento Sebastián ingresó a su cuarto de muy mal humor.
—¿Qué hacés vos en mi cuarto, mugroso? ¡Me vas a ensuciar todo!
—¡¿Qué hacés vos con esto?! —lo enfrentó Lucas con una mezcla de ira y tristeza, acercándose.
Sebastián miró el sobre de repente con temor. Era como si lo hubieran encontrado desnudo. —¿Qué? ¡¿Estuviste revisando mis cosas?!
—¡Callate y respondeme!
—¿O me callo o te respondo? —preguntó burlón.
—¡Con mi hermana no te metés, gil!
Lucas lanzó a Sebastián al suelo y ambos comenzaron a golpearse exclamando una serie de insultos, los cuales fueron acallados únicamente por Caride, quien ingresó y los separó a toda velocidad.
—¡¿Qué pasa acá?! ¡¿Qué son, animales?! ¡¿Por qué se están peleando?!
—¿Quiere saber por qué? ¡Acá tiene su por qué! —exclamó Lucas, totalmente rojo de ira, entregándole la carta a Caride—. Encontré esto entre las cosas de su hijo, que él le explique por qué juega con cosas tan importantes de la vida de los demás.
—¿Qué es esto? —preguntó Caride a su hijo luego de leer la carta.
—No sé, papá. Lucas se volvió loco, trajo eso de su lugar de roñosos y me quiere culpar a mí. No sé qué le pasa.
—¡Dejá de mentir! ¡Eso lo encontré en tu cama, basura!
—¡Bueno, basta! Lucas, andate a tu casa, ya limpiaste suficiente. Y vos, Sebastián... ya vamos a hablar.

El Dr. Caride fue el primero en retirarse. Le siguió Lucas quien, antes de cerrar con un portazo, le dedicó una última mirada de odio y desesperanza a quien oficialmente iba a ser su enemigo para toda la vida.

2 comentarios:

  1. Lo sabía!
    sabía q lo de Lucía era una trampa, buenísimo el capítulo, espero el siguiente

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  2. Jo, que penita lo de Lucas, ojalá que Male venga ya y que empiecen los celos ja ja ja!!

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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