Capítulo 28: Clarita



Pasaba el tiempo y el lobo feroz —que ya no parecía tan feroz— no volvía con ninguna novedad, y mucho menos había rastros de Mario Cabrera. Iñaki pasaba las tardes recolectando comida y enseñándoles cómo bañarse en los lagos, aunque tanto Amir como Malena se negaban a probar su técnica de lavado, o siquiera presenciarla. La mayor parte del tiempo tenían que pasarla bajo un gran árbol, protegiéndose del frío con algunas telas y restos de hojas; aunque el frío ya era el menor de los dolores para Malena: tenía que encontrar a su padre sea como sea y, sabiendo que estaba enfermo (Iñaki le había confirmado que esa parte de la historia de su tía era cierta), temía lo peor: que el frío o algún animal salvaje cumplan el deseo de Trinidad de ver muerto a Mario. Aunque claro, de nada le serviría ahora que ella también estaba muerta.

Esa noche, mientras todos dormían, cuando el sol estaba a punto de salir (y, por lo tanto, cuando Iñaki estaba a punto de despertarse), Malena vio algo en el cielo: en el crepúsculo brillaba una estrella más que el resto. Le recordó a la vez que el lobo feroz la miraba amenazante, pero no parecía la misma: esta era más bien una estrella fugaz, aunque se desplazaba a velocidad irregular. Sin despertar a Iñaki ni a Amir, se puso de pie y siguió la dirección de la estrella. No sabía por qué, pero sentía que debía hacerlo.
La estrella la condujo por la tierra mojada. No se había dado cuenta hasta entonces de que había llovido y toda su ropa estaba sucia por el barro. Caminó una gran distancia, no supo deducir cuánto tiempo había pasado, pero cuando llegó a destino (y supo que era destino no solo por lo que vio, sino porque de repente la estrella se desvaneció en el cielo cada vez más iluminado) no pudo evitar caer de rodillas al suelo.
El cuerpo de su padre yacía inmóvil, cabeza abajo, y totalmente blanco. Alguien más inocente probablemente hubiera pensado que estaba descansando de una forma muy extraña, pero Malena supo al instante que había perdido a su padre para siempre. Permaneció varios minutos mirándolo fijo sin reaccionar, hasta que finalmente se puso de pie y corrió hacia él. Su piel estaba más fría que el agua helada del lago. Su ojos estaban abiertos pero sin reaccionar. Su cara estaba cubierta de barro. Pero lo más importante: no respiraba.
—Papá... no puede ser... ¡Papá! —sollozaba Malena, aunque sabía perfectamente que ya era demasiado tarde. Se tumbó sobre el cuerpo inerte de su padre y lloró. Lloró tanto y la angustia era tan grande que perdió la percepción del tiempo. No sabía cuántas horas o cuántos minutos habían pasado hasta que el cielo, ya totalmente amanecido, se llenó de nubes negras; ni cuántos rayos habían ilustrado su sufrimiento mientras cientos y miles de gotas caían violentamente sobre su cara; ni cuánto hubo llorado hasta que vio llegar totalmente empapados y temblando a Amir y a Iñaki, junto con el lobo.
—Malena... lo lamento mucho —le dijo Amir, apoyando una mano sobre su espalda, en un gesto cálido.
—¿Cómo supieron que estaba acá? —les preguntó Malena con la voz apagada, aunque elevando un poco la voz para que pudieran oírla sobre la ruidosa tormenta.
—Prometeo nos guió. Habló conmigo, me contó que cuando encontró a tu padre ya era demasiado tarde... murió buscándote —le contó Iñaki, y luego añadió—: Te debía extrañar mucho. Pero murió como un buscador, y eso es honorable. Significa que no se rindió nunca.
Malena se tomó un momento para ponerse de pie y mirar hacia arriba. ¿Por qué tenía que haberle pasado eso a su padre? ¿Por qué tenía que haber sido sobrina de una psicópata? ¿Por qué no podría su padre haberla encontrado un poco antes, y haber salido juntos de ese maldito bosque? ¿Por qué parecía que la vida se le reía en la cara constantemente?
Entre las gotas y las nubes negras pudo ver entonces nuevamente a la estrella: iba en otra dirección.
—Sigamos esa estrella —les ordenó a sus dos compañeros. Amir no la cuestionó; Iñaki, por su parte, quiso hacerlo, pero no se atrevió debido a la situación por la que Malena estaba pasando.
Entre Iñaki y Amir cargaron el cuerpo de Mario sobre Prometeo y caminaron todos juntos por varias horas. Ninguno se atrevió a decir una palabra; el único sonido que se oía era el de las gotas cayendo y el de los truenos quejándose, como un reflejo del corazón de Malena.
—¿Y eso? —preguntó Amir, mucho tiempo después, cuando divisó a lo lejos una pequeña casita de madera. En ese preciso instante la estrella se desvaneció.
—Eso... es el lugar al cual pensé que la estrella los guiaría —admitió Iñaki—. A mi pesar, acá van a poder volver a la ciudad. No me gusta la idea, pero creo que va a ser mejor que tomen sus propias decisiones.
Por la ventana se había asomado una chica muy joven que inmediatamente salió con un paraguas y corrió hacia ellos.
—¡¿Qué hacen acá con esta lluvia?! ¡Iñaki, te dije mil veces que no dejes tu torso al descubierto! ¡Y menos en invierno! —les decía la chica mientras los acompañaba a paso acelerado hacia la casita de madera. Nadie le respondió una sola palabra, solo la siguieron. No fue hasta que estuvieron en la puerta que la chica notó el cuerpo de Mario sin vida. —¡Por Dios! ¡¿Qué le pasó?! —preguntó, ahogando un grito.
—Es el papá de ella... murió por el frío del bosque, mientras la buscaba. Su cuerpo no está acostumbrado al clima natural como el mío —explicó Iñaki.
—Lo lamento muchísimo... déjenme que les prepare algo para tomar.
La chica los dejó en un pequeñísimo cuarto con dos sillones, una mesita, y dos puertas: la de la izquierda llevaba a una cocina todavía más pequeña, y la de la derecha a un baño que medía lo suficiente como para que una persona entre sin poder dar un solo paso. La chica cruzó la puerta de la cocina y regresó pocos minutos después con cuatro tazas de té. Las dejó apoyadas sobre la mesita que estaba entre los dos sillones, y se sentó con Iñaki, frente a Malena y a Amir, que estaban sentados en el sillón opuesto.
—¿Puedo preguntarte quién sos? —preguntó con cierta timidez Malena, un poco más tranquila que antes, ya sin llorar. El cuerpo de su padre lo habían dejado afuera, junto con Prometeo.
—Me llamo Clara, pero me dicen Clarita.
—¿Vivís acá en el bosque, Clarita? ¿Sos una defensora de la naturaleza como Iñaki? —se atrevió a preguntar Amir, intentando ser lo más respetuoso posible.
Clarita rió. —No, yo vivo en La Boca. Dirijo una especie de granero-hogar donde viven muchos chicos de tu edad. Trabajamos todos juntos para poder mantenernos. Acá es donde vengo cuando necesito estar sola.
—Así me conoció a mí —aclaró Iñaki—. Yo la ayudé a construir esta modesta casita. De vez en cuando también vienen los chicos de campamento. Nos llevamos muy bien entre todos.
—¿Y ustedes? —preguntó entonces Clarita. Malena vio en su simpática sonrisa algo que le inspiró mucha confianza y que le era sumamente familiar a la vez.
—Yo me llamo Malena, me perdí acá cuando... bueno, es una historia muy larga. Pero vivo en la ciudad, en un hogar de chicos huérfanos que se llama «Rincón de Luz». Y bueno, él es Amir, es un...
—¿Cómo dijiste que se llama el hogar? —la interrumpió Clarita.
—Rincón de Luz... ¿Por qué? ¿Lo conocés?
—¡Sí! Ahí trabaja Soledad, ¿no? Y también está viviendo ahí Ezequiel.
—¿Ezequiel? ¡Ah, sí! ¡Mentiritas! ¿De dónde la conocés a Soledad?
—Ella vivía en el granero conmigo, también. Ezequiel era uno de nuestros chicos, pero ahora se fue allá con ella y... ¿Saben qué? Están de suerte. Ahora mismo estaba por volver al granero. Los llevo conmigo, pasan la noche allá, y mañana temprano viajamos a Rincón de Luz. ¿Qué les parece?
—¡Excelente! ¡Muchas gracias! —exclamó Malena. Así que por eso le sonaba tan conocida esa chica... sonreía igual que Soledad. Y por fin iba a conocer el lugar donde vivía originalmente Soledad, pero solo había un problema: no quería abandonar el cuerpo de su padre en el medio del bosque.
Salieron con intención de enterrarlo en ese mismo momento, pero enseguida los sorprendió algo: en vez de su cuerpo, había ya una zona de la tierra más removida que el resto: parecía que Prometeo —quien ya se había ido— se había tomado el trabajo de enterrar a Mario mientras ellos charlaban.
Dejaron a Malena unos momentos a solas para despedirse de su padre, pero no sabía muy bien qué se suponía que tenía que decir. Se limitó a arrodillarse y llorar. Llorar por los males. Llorar por los buenos momentos que le robaron. Llorar por los buenos momentos que no le robaron, pero que nunca más iba a poder repetir. Nunca jamás.

—Gracias... —susurró. Sus palabras fueron totalmente inaudibles debido a la fuerte tormenta. Entonces sintió algo extraño: nadie la estaba abrazando, pero sentía la calidez de un abrazo... de un abrazo de su padre. Y sin saber si lo imaginó por el ruido de la lluvia o había sucedido en verdad, le pareció oír un «Siempre voy a estar con vos», proveniente de una voz exactamente igual a la de su padre.

3 comentarios:

  1. Que intriga!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Estoy deseando que sea Domingo otra vez!!!!

    Que pena lo de el papa de Malena, bueno, igualmente estare super ansiosa para que Male vuelva al hogar!!





    Posdata: Gracias por esta maravillosa histaoria, yo tenía un blog también, pero se borro, ahora he creado otro, pero no guarde los caps y no los puedo volver a publicar, lo retomaré desde el 4 :-(

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  2. Perdón mi blog es este (soy la misma de antes pero me equivoque de URL

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  3. Re linda novela, como te dije en otros caps (y en el aviso de cuando los vas a subir) Pero q de drama!!

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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