Buscá la Luz: Capítulo 04: La educación de Laura

Unas horas más tarde, cuando comenzaba a oscurecer (a eso de las seis de la tarde), Mentiritas y Laura estaban en el pasillo de los cuartos debatiendo sobre si debían o no hacer lo que estaban a punto de hacer.

—No quiero escuchar atrás de una puerta, Eze. Esa es la clase de cosas que Pedro me hubiera pedido que haga.

Pedro, un hombre en situación de calle que había robado a Laura y la había tenido secuestrada viviendo en un cuarto tenebroso del hogar durante toda su vida, había sido desenmascarado el verano pasado y todavía estaba en una horrible celda de prisión pagando su condena. Si bien Laura ya había sido rescatada y no había vuelto a ver a Pedro, todavía a veces sentía que él de alguna manera se podría haber escapado y ocultado en alguno de los cuartos desconocidos de Rincón de Luz.

—Pedro nunca te pediría que lo ayudes por una buena causa. Lo que yo te pido es por el bien de todos… sobre todo el tuyo —decía Mentiritas.

—Pero escuchar atrás de las puertas está mal. Todo el mundo sabe eso. Además no me gusta usar mis poderes.

—En este caso no está mal.
Tali y Úrsula se encerraron en su cuarto, es obvio que están hablando de vos. Ya las vi muy sospechosas más temprano en la sala, te lo aseguro. Estas dos chicas saben algo y no quieren contárnoslo… y vos tenés derecho a saberlo.

—Pero…

—Y en cuanto a tus poderes… bueno, entiendo que no te guste usarlos; pero es un mal necesario: mientras más los uses, mejor vas a poder controlarlos, y así vas a ir perdiéndole el miedo.

—¿Y si pasa algo malo?

—No va a pasar nada, Laura —le aseguró Mentiritas con paciencia.

—¿Me lo prometés?

—Te lo prometo.

—Bueno, está bien… pero solamente un ratito.

Laura entonces se paró frente al cuarto de las chicas, cerró sus ojos, y se concentró en su sentido de la audición. Casi sentía como si perdiera el resto de sus sentidos. Como si la energía de todos ellos fuera utilizada únicamente para oír.

—Tenés que enseñarle vos. A lo mejor, como conocés todas esas cosas raras, te sabés entender mejor con ella —decía Tali.

—¡¿Por qué yo?!

—¡Porque sos una bruja!

—Pero Laura es mitad humana, vos la conocés mejor. Yo llevo muy poco tiempo siendo una chica y todavía no entiendo bien cómo se manejan ustedes.

—Bueno, te aseguro que los humanos no tenemos que preocuparnos por controlar poderes mágicos, así que el trabajo yo no lo puedo hacer.

—¡Yo no estoy entrenada para enseñar nada, así que yo tampoco! Además, a mí las brujas mayores me ordenaron que la cuide, no que le enseñe.

—Y encima este tarado de Mentiritas que supuestamente la iba a ayudar pero no hace nada…

—¿Mirá si Laura se vuelve loca y nos mata a todos? —dijo Úrsula con precaución.

—¡Nena! ¡Laura será rara, pero no nos va a matar! ¡Ella es buena!

En ese momento Laura abrió la puerta e ingresó al cuarto con Mentiritas detrás suyo.

—Escuché todo. Quiero que me expliquen.

Hubo unos segundos de silencio hasta que Tali y Úrsula se miraron y comenzaron a reír nerviosas.

—¡Te la creíste, Laurita! —dijo Tali en un tono de voz exageradamente alto—. Ya sabíamos que estabas ahí atrás. Te estábamos haciendo una broma. Feliz día de los inocentes. ¿No, Ursulita?

—¡Sí, por supuesto! ¡Feliz día de los migocentes!

—¿Migoqué? ¡Hoy no es el día de los inocentes! —exclamó Mentiritas, y luego gritó—: ¡Escuchamos todo! ¡Así que más vale que nos cuenten la verdad o voy a ir yo a contarle al resto del hogar que trajiste una bruja al hogar!

—¿Una bruja? —Tali rió—. ¡¿Cómo va a ser una bruja esta chica?! ¡Si apenas sabe atarse los cordones! ¿Te pensás que va a saber hacer magia?

—Bueno, como quieras. Vamos a ver qué opinan el resto de los chicos, empezando por Mateo —le advirtió Mentiritas mientras daba media vuelta y se dirigía hacia la puerta.

—¡No, esperá! —lo detuvo Tali—. Está bien, vengan… vamos a contarles toda la verdad… pero, Laura, tenés que prometernos que no vas a tener miedo. Y que esto no lo cuentan a nadie más. A NADIE; ¿Entendiste?

—Está bien —dijeron Laura y Mentiritas al mismo tiempo. Tali y Úrsula los invitaron a sentarse en una de las camas y, tan delicadamente como pudieron, comenzaron a contarles sobre la profecía de Jaudín. Cuando terminaron, Laura estaba tan asustada que no sabía si iba a poder volver a dormir alguna vez en su vida.

Capítulo 04: La educación de Laura

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