¡Cuarta temporada! Capítulo 01: Juntos


El sol ardía con furia. Si alguien hubiera estado caminando descalzo, seguramente habría tenido que andar dando saltitos de lo caliente que estaba el asfalto. Las gotas de sudor que caían en la vereda cada vez que alguien pasaba caminando no duraban mucho tiempo allí: enseguida se evaporaban y desaparecían completamente de la vista.
Quizás por eso era que esa calle, normalmente inundada de personas, se veía ahora desolada: casi no se oía el sonido de vehículos ni de pisadas, reinaba el silencio.
De repente se oyeron los pasos de tres adolescentes de aspecto amenazador que andaban lentamente, casi sin avanzar, mirando en todas direcciones. Parecía que estaban buscando algo.
—No pudo haber ido muy lejos. Búsquenla bien —ordenó uno de ellos.
Comenzaron a revisar distintos lugares: debajo de los autos, detrás de los arbustos, y hasta dentro de los patios delanteros de las casas.
Cuando estaban por continuar su búsqueda en la calle siguiente, un chico rubio se interpuso en su camino, como intentando detenerlos: era Lucas.
¿Qué te pasa? Salí si no querés tener problemas —le advirtió el mismo chico que había dado la orden antes.
Lucas no se movió un centímetro.
¿Ese no es el que estaba con ella… con Carola?
Entonces Lucas supo exactamente qué era lo que tenía que hacer. —¡Ahora! —gritó.
Un instante después se acercaron corriendo a toda velocidad Julián, Amir, Mateo, Lucía, y Malena. Entre ellos y Lucas redujeron a los adolescentes de aspecto amenazador, los ataron con una cuerda a un poste de luz, y huyeron tan rápido como habían llegado.
Varias cuadras más lejos, cuando ya estaban agotados de correr tantos metros bajo el sol, se sentaron en una fuente a descansar, donde los esperaban el resto de sus amigos.
—Gracias por ayudarme —dijo Carola—. No sé cómo fue que mis hermanastros volvieron a encontrarme en una ciudad tan grande… ¡y encima ahora quieren que vuelva a robar para ellos! Es como mi peor pesadilla del pasado volviéndose realidad… otra vez.
Carola se estremeció al recordar la época en la que vivía junto con Tali en esta ciudad, mucho antes de conocer al resto de los chicos: ambas residían en una casa tomada, y los hermanastros de Carola siempre la querían obligar a robar. Cada vez que ella se negaba, lo cual sucedía la mayoría de las veces, estos se ponían furiosos y la golpeaban.
Tali, por su parte, comenzó a sudar todavía más cuando recordó el momento en el que descubrió lo que los hermanastros de Carola hacían, cómo ellos la amenazaron de muerte si abría la boca, y cómo ambas decidieron huir asustadas de la ciudad, ganándose la vida bailando en las calles.
—No va a volver a pasar —les aseguró Lucas, como leyéndoles la mente a ambas.
—Exacto —reafirmó Julián—, vamos a defenderlas de esos infelices. Cueste lo que cueste. Y en cuanto todo esto termine vamos a volver a Rincón de Luz.
—Si es que primero podemos encontrar el hogar donde trabajaba Soledad —señaló Amir con cierto pesimismo. Y en parte tenía razón por actuar así: ya habían pasado casi dos semanas y todavía seguían buscándolo.
—Y lo vamos a encontrar —prometió Lucas, tomando con fuerza el farol de mano que Soledad le había dado mientras huían de Rincón de Luz—. Nos está costando bastante porque es una ciudad muy grande y esos idiotas no nos dejan caminar en paz, pero ya nos falta cada vez menos. Estoy seguro de que hoy mismo vamos a estar ahí, frescos, a salvo del verano.
Como si se hubiera sentido insultada, Lucía se paró y le quitó el farol a su hermano. —¡Ese lugar no existe! ¿No se dan cuenta? ¡Soledad nos mintió! ¡Les mintió a ustedes antes y lo está volviendo a hacer ahora! ¡Nos vamos a morir de sed, deshidratados, en esta ciudad del infierno!
¡No digas eso! —la contradijo Malena—. Soledad no es ninguna mentirosa. Ese lugar sí existe, yo estuve ahí, y Amir también.
¡Lo habrán demolido, no sé! —replicó Lucía, ya sin tanta convicción—. Pero ya se acabaron los días en los que teníamos casa y comida… ¡ahora estamos acá, muertos de calor, en el medio de una ciudad que la mayoría ni siquiera conoce! ¿Y yo cuánto tiempo pude disfrutar de Rincón de Luz? ¡Nada! ¡Apenas llegué que ya nos tuvimos que ir!
¿Sabés una cosa? Te entiendo —dijo Lucas, poniéndose de pie junto a ella y recuperando el farol—. Yo también estoy cansado de estar fuera de casa, con calor, dividiendo el tiempo entre escapar y buscar… pero si nos quedamos acá, sentados, no vamos a conseguir nada. ¡Vamos! Sigamos buscando, tenemos que llegar al lugar del que Soledad nos habló… presiento que no debe estar muy lejos; y mientras más busquemos, más cerca vamos a estar de encontrarlo.
Aunque estaban muy débiles por el calor y el miedo, los chicos continuaron con su búsqueda. No era fácil para muchos de ellos volver a lo que habían sido los peores años de su vida: pasar la noche en la calle, no saber si iban a comer al día siguiente, y no saber si algún día iban a poder salir de ese círculo que los hacía alternar entre pedir comida y cuidarse de los peligros urbanos.
Y fue duro, sí: estuvieron buscando muchas horas más. No fue hasta el mediodía siguiente que finalmente encontraron, en el barrio La Boca, un modesto portón con un cartel que decía «El Alba».
¡Es acá! ¡Llegamos, chicos! —anunció Lucas.
¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Mateo.
¿Qué vamos a hacer? ¡Obvio, tocar el timbre! —se burló Tali.
Mientras discutían, Lucas ya se había adelantado y alguien había abierto la puerta, que en realidad era un portón.
—Los estábamos esperando —dijo una chica que Malena reconoció como Clarita—. ¡Estabamos preocupadísimos! Pasen, bienvenidos a su nuevo hogar.
Y con una mezcla de timidez y curiosidad, uno a uno fueron entrando a lo que sería el lugar en el que tendrían que vivir durante una cantidad de tiempo indeterminada: podían ser días así como meses, y en el peor de los casos… años.
Para Malena y Amir casi no era ninguna novedad estar allí, pero al resto de los chicos los sorprendió ver que era algo muy distinto a lo que imaginaban: Tanto el suelo como las paredes de la sala principal estaban hechas de madera. De no ser por las decenas de macetas y plantas que le daban un toque verde, esa casa tranquilamente podía hacerse pasar por una carpintería; y esta idea era reforzada por el aroma a aserrín que invadía la totalidad del espacio.
—Es como… ¡es como una granja! —señaló Mateo.
¿Mentiritas vivía acá? —preguntó Tali, no pudiendo creer que alguien estuviese cómodo en un lugar así.
Clarita notó su disconformidad. —A lo mejor es muy distinto al hogar de ustedes. Nos gustaría tener una mejor decoración, pero apenas tenemos dinero suficiente como para mantener a los chicos.
—A mí me gusta —dijo Carola con una sonrisa, y luego agregó—: Además no podemos quejarnos, venimos de pasar unos días en la calle. Acá nos vamos a sentir como en un palacio.
¿Quieren conocer a sus compañeros? —inquirió Clarita.
¿Qué? ¿Vamos a tener compañeros nuevos? —se quejó Lucía.
—En realidad —señaló Lucas—, nosotros vamos a ser los compañeros nuevos de ellos.
 —¡Chicos, vengan! ¡Al fin llegaron los de Rincón de Luz! —gritó Clarita.
Entonces, desde la puerta del fondo que daba a la cocina, ingresaron tres chicas y un varón.
¡Hola, che! ¿Cómo andan, pibes? ¿Todo bien? —saludó la más grande de las chicas, andando con paso torpe—. Yo soy Nadia, a Malena y a Amir ya los conocía de cuando vinieron.
—Yo soy Josefina, la mejor amiga de Mentiritas. Qué lástima que no vino —dijo la más pequeña, que era aún menor que Mateo
—Sí, todos lo extrañamos —respondió Clarita—, pero viste cómo es él: no puede despegarse nunca de Soledad.
—Mi nombre es Paco —dijo el único varón del grupo. Parecía tener unos doce años de edad y era tres veces más ancho que Lucas, estaba a la vista que le encantaba comer mucho.
¿Cómo hacés para vivir acá solamente con chicas, Paco? ¿No te volvés loco? —preguntó Mateo.
¿Cómo se va a volver loco? ¡Si somos divinas! —bromeó la cuarta chica—. No me presenté, yo soy Estrella, tengo trece años, y me encanta bailar, hacer acrobacias, y todo lo que tenga que ver con el circo.
A la mayoría le pareció ridículo el peinado con dos «cuchuflos» y la ropa de colores brillantes que Estrella vestía, pero Carola y Úrsula quedaron totalmente fascinadas por ella cuando oyeron la palabra «bailar».
¿De verdad? ¡Mi sueño es convertirme en una bailarina! —exclamó Carola.
¡Y el mío también! —agregó Úrsula.
¡Callate, bruja! —murmuró por lo bajo Tali, celosa.
¿En serio? ¡Si quieren podemos ir ahora al patio y les muestro cómo bailar con un aro de hula! —propuso Estrella. Antes de que pudiera terminar de pronunciar sus palabras, las tres ya se estaban encaminando hacia su nuevo objetivo de baile.
—Nosotros somos muchos más que ustedes... ¿Vamos a poder vivir bien sin estar apretados? Además Paco debe tener el cuarto de varones para él solo, no creo que quiera que lo molestemos… o que entremos —consultó Lucas, dirigiéndose principalmente a Clarita.
—Bueno, sobre eso… suban conmigo, pibes. Les muestro dónde dormimos —dijo Nadia.
Escoltados por la mayor de ese hogar, los chicos subieron unas escaleras que estaban al costado de la sala principal y cruzaron una puerta —también de madera— que llevaba a un cuarto lleno de colchones y sábanas ubicados en el suelo.
—No tenemos camas, dormimos en colchones en el piso. Y no hay cuarto para las chicas y otro para los chicos, dormimos todos en el mismo lugar —explicó Nadia.
—Bueno… supongo que podemos acostumbrarnos, ¿no? —dijo Malena. Algunos de los chicos asintieron sin mucha convicción, mientras que el resto no hizo un solo movimiento.
¿Les gustó el lugar? —preguntó Clarita, llegando al cuarto—. Acá les traje sus mochilas.
—Bueno, los dejamos solos mientras desempacan. Pueden poner sus cosas en los armarios, los vaciamos lo máximo posible para dejarles espacio —indicó Nadia, y acto seguido salió del cuarto junto con Clarita, cerrando la puerta tras ellas.
Los chicos comenzaron a sacar su ropa, sus objetos, sus cosas, y a guardarlos como se les había pedido que hagan. Mientras ordenaban, nadie decía nada.
¿Y? —rompió el silencio Tali, varios minutos más tarde.
¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Amir.
—Este lugar pasa… ¡es horrible! ¿O me van a decir que soy la única que lo pensó? ¡Ni siquiera tenemos camas!
—Tus otras opciones son la calle o la casa tomada en la que vivías antes de conocernos. Yo en tu lugar estaría más agradecida —le recordó Malena.
—Callate, ¿querés?
—Malena tiene razón —intervino Lucas—. Tenemos que estar agradecidos de poder tener aunque sea un techo y comida, nosotros mejor que nadie sabemos lo feo que se vive allá afuera.
—Además va a ser por un tiempo solamente —agregó Julián—. Cuando se arregle todo vamos a poder volver a nuestro hogar.

—Puede que sea un lugar desconocido, sí —retomó el discurso Lucas—, pero lo más importante es que nos tenemos a nosotros mismos. Y mientras sigamos así, unidos, Rincón de Luz siempre va a estar presente en nosotros. Mientras tanto, sigamos viviendo esta aventura. Juntos.

2 comentarios:

  1. geeeeeeeeeeeeeeeeeenial!
    Un cambio total para los chicos, me emociona mucho esta nueva temporada :D

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  2. geeeeeeeeeeeeeeeeeenial!
    Un cambio total para los chicos, me emociona mucho esta nueva temporada :D

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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