Capítulo 02: Oferta espontánea
18:00
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Buscá la Luz
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Contrariamente a los chicos, quienes habían madrugado mucho
para ir a la escuela, Álvaro no se había despertado hasta el mediodía. Tenía
planeado dormir todavía más tiempo, después de todo no tenía de qué preocuparse
ya que los chicos estaban en la escuela y Mencha se iba a hacer cargo de ellos
cuando vuelvan, pero un sonido de vibración en su mesita de luz que no cesaba
lo obligó a despojarse de la comodidad de los sueños y volver a la no tan cruel
realidad.
—¿Hola? —dijo con una voz muy somnolienta al tomar su
teléfono celular y atender la llamada.
—Buenos días. ¿Me comunico con el número de Álvaro Del
Solar? —le preguntó una voz que parecía de las operadoras de los teléfonos.
—Sí, ¿qué pasa?
—¿Es usted Álvaro Del Solar?
—¿Es para una entrevista o algo así? Llame en dos horas
—ordenó a la mujer con voz de operadora y cortó, volviéndose a recostar sobre
su almohada y perdiéndose en sus pensamientos.
No pasaron ni dos minutos hasta que el teléfono volvió a
sonar y Álvaro volvió a atender, ahora de una manera más descortés. —¡¿Qué
quiere?! ¡Le dije que me llame después, ahora estoy haciendo algo importante!
Sin embargo, esta vez no le habló una voz como de operadora,
sino una voz más seria y prepotente, pero a la vez femenina. —Escuchame bien,
Álvaro: ¡Me parece una falta de respeto que me hagas comunicarme personalmente
con vos con todo lo que tengo para hacer, y todo para darte unas instrucciones
tan simples que ni siquiera debería decirte! ¡Que sea la última vez que le
cortás el teléfono a una de las operadoras de la empresa! ¿Entendiste?
—¿Tía?
—No te dirijas a mí de esa manera, cuando dirijo esta
empresa no soy tu tía, soy Diana Del Solar, la directora.
—Sí, claro… —Álvaro no sabía muy bien cómo reaccionar, así
que fue directo al grano—: ¿Qué pasa, Diana?
—Lo que pasa es que aparentemente te estás tomando unas
vacaciones demasiado largas, ¿no te parece? Estoy revisando los archivos del
hogar y veo que todavía la dirección y la cocina tienen dos cargos vacíos.
¿Cómo comen esos chicos? ¿Cómo se manejan en ese hogar? ¿Me podés explicar cómo
se puede permitir una negligencia así? ¿Qué va a pasar si un inspector nos
visita?
—Bueno, bueno, pará un poco tía… perdón, Diana. Yo te
prometo que voy a conseguir alguien para la dirección. En cuanto a la cocina no
hay problema, la celadora se encarga de cocinar para los chicos.
—No me importa, Álvaro. —Diana sonaba muy exasperada—. Esas
tareas no corresponden a la labor de una celadora, es necesario un personal
capacitado y pago por cocinar, alguien que sepa sobre el tema. ¿Me entendés o
querés que te mande a una rubia 90-60-90 para que te lo explique mejor?
—Bueno, no es necesario ser sarcásticos. No te preocupes, yo
me comprometo a llenar esos dos cargos de acá al próximo mes.
Diana soltó una risa exagerada. —¿De acá al próximo mes?
¡Por favor! Si en siete días esos cargos siguen vacantes, no te pasamos un peso
más. Buenos días.
—¿Qué? ¡Pero, esperá…! —Álvaro insistió, pero su tía ya
había finalizado la llamada y lo había dejado con la palabra en la boca, justo
como él había hecho con la mujer con voz de operadora. ¿De dónde iba a
conseguir alguien para la dirección y la cocina? No era bueno contratando
gente, su único acierto, aunque sumamente bueno, había sido Mencha; y eso
considerando que al principio hizo todo lo posible por no contratarla.
No mucho más tarde los chicos ya habían salido del colegio y
estaban entrando, todos juntos, al hogar Rincón de Luz; pero uno de ellos
estaba de más: Sebastián, el vecino, se había ofrecido para acompañar a Malena
en el camino, a pesar de que él estudiaba en una escuela privada carísima que
quedaba a una distancia bastante prudente del lugar donde Malena estudiaba.
—Gracias por acompañarme, no era necesario —le agradeció
ésta mientras ambos se hacían a un lado de la sala principal para permitir que
el resto de los chicos pasen.
—No te preocupes, por una amiga como vos haría esto y muchas
cosas más —respondió cortésmente Sebastián y la tomó de la mano en señal de
afecto.
Un poco más cerca de la puerta, Lucas le hacía comentarios a
Julián por lo bajo mientras los observaba. Carola también participaba de la
conversación por el simple hecho de estar tan cerca de Julián, ya que desde que
se pusieron de novios no se separaban para casi nada.
—Mirá cómo la trata este falso, seguro está buscando la
oportunidad perfecta para sacarle información del hogar y usarla en nuestra
contra —murmuraba Lucas.
—¿Vos decís? —preguntó Julián.
—¡Sí, es obvio! ¿Sino porque la va a tratar tan bien? Hasta
la acompañó de la escuela al hogar. ¿Para qué quiere eso Malena? ¡Si igual no
va a volver sola, va a volver con todos nosotros!
—A mí me parece que vos estás celoso, Lucas —intervino
Carola. Julián la apoyó dedicándole a su amigo una mirada cómplice.
—¿Qué me miran así? ¿De qué voy a estar celoso yo? ¡Pero…
déjense de hinchar! —dijo mientras se alejaba unos pasos. Julián y Carola
sonrieron.
Justo en ese momento Álvaro pasó caminando con la mirada
perdida y Laura lo detuvo con una pregunta—: ¿Qué te pasa, Álvaro? Parecés
preocupado…
—¿Qué? No, no estoy preocupado… estoy pensativo solamente.
¿Tan rápido volvieron de la escuela?
—Ya es más de mediodía. ¿A qué hora querías que viniéramos?
—señaló Tali.
—¿Tenemos visitas? —preguntó entonces Álvaro, mirando a
Sebastián.
—Es el vecino de al lado, me acompañó desde la escuela —le
explico Malena.
—¿Y por qué se agarran de las manos vos y el vecinito, Coco?
—Álvaro los miró con extrañeza.
Malena se petrificó. ¿Cómo había podido olvidarlo todo? Por
un momento estaba tan feliz que no recordaba que se había escapado de la casa
de tu tía, quien a su vez resultaba ser la mejor amiga de la tía de Álvaro,
motivo por el cual Malena se había inventado una identidad falsa de varón. Coco
era su salvación para poder tener una vida plena sin preocuparse de huir de su
tía.
Inmediatamente se soltaron. —Eh… porque yo… él… estábamos…
—comenzó a defenderse, dudando de sí misma.
—Porque somos amigos. ¿Algún problema? —intervino Sebastián.
—¿Cómo que “¿Algún problema?”? ¿Me estás desafiando, nene?
¿Desde cuando los amigos se agarran de la mano? —lo enfrentó Álvaro.
—Las nuevas generaciones somos así, lo que pasa es que vos
no entendés porque ya estás un poco viejito. —Sebastián levantó una ceja.
—¿Viejito? ¡Andá a decirle viejito a tu abuelo, tengo
veinticinco años solamente! ¡Haceme un favor y andate de mi casa! Este es un
hogar de chicos huérfanos, así que si tenés papás no tenés nada que hacer acá.
¡Chau! —le ordenó Álvaro alterándose un poco, mientras hacía gestos con las
manos.
Lucas corrió de un extremo de la sala hasta la puerta, la
abrió, y se inclinó hacia Sebastián. —Que tengas un buen día, nos vemos —le
dijo con una mirada de “te gané y no podés hacer nada al respecto”.
—Sí… buenos días a todos —dijo finalmente Sebastián a modo
de saludo general, y se fue.
—La próxima vez que quieras invitar a tu amiguito para
agarrarlo de la mano me pedís permiso, ¿okay? —ordenó Álvaro severamente, y
luego dio otra orden al grupo en general—: Ahora váyanse todos a comer que
Mencha les preparó el almuerzo y se les va a enfriar.
Sorprendentemente ordenados y obedientes, probablemente por
el agotamiento de energías que había representado el primer día de clases, los
chicos se quitaron los guardapolvos y se sentaron en la mesa del comedor a
almorzar. Lucas, con un aire de triunfo por su reciente victoria con Sebastián,
estaba de muy buen humor e intentaba contagiar su buena energía al resto de los
chicos.
—¿Y? ¿Cómo les fue en su primer día de clases? —preguntó
como para romper un poco el silencio.
—¿Desde cuando te importa la escuela a vos? —se quejó de
mala gana Tali.
—¡Bueno, che! ¡Qué mala onda! Preguntaba nomás.
—Igual tiene razón, hoy a la mañana eras el que más se
quejaba de tener que empezar. ¿Qué te agarró ahora? —comentó curioso Julián.
—No sé, digamos que al final la pasé mejor de lo esperado.
—Con Mentiritas vimos a una chica re rara que va a nuestro
grado. Se queda todo el día mirando un punto fijo y habla despacio —comentó
Mateo.
—¡Y además tiene olor a salchichas! —agregó Mentiritas.
—¿Y? ¿Qué tal la pasaron en la escuela, chicos? ¿Se sacaron
buenas notas? —preguntó Soledad mientras entraba al comedor.
—Justo estábamos hablando de eso, Sole. —le informó
Mentiritas, y continuó—: Les estaba contando a los chicos que la maestra me re
felicitó y me puso un cien. Y me dijo que para seguir teniendo esas notas tengo
que tomar muuucho helado y comer muuuucho chocolate. ¿No, Mateo?
—¡Sí, eso! —lo apoyó su amigo.
Los chicos en general hicieron un sonido que era una mezcla
de risa y reclamo, dando a entender que no creían una sola palabra de lo que
decían. Soledad no se quedó atrás: —Lo que ustedes necesitan es hacer sus
tareas y estudiar, así que cuando terminen de comer pueden jugar un ratito para
distraerse y después hacen todos los deberes que la maestra les dejó, ¿estamos?
Aunque no muy conformes con la idea, todos asintieron de muy
mala gana.
Tali observó a Laura almorzando muy agotada, y entonces
recordó lo que Úrsula le había encomendado esta mañana: ¡Tenía que hacerla
sentir incluida!
—¿Y vos, Laura? ¿Qué te pareció la escuela? Porque es la
primera vez que vas a una, ¿no? —le preguntó.
—Sí, no sé… —contestó Laura muy seriamente. Se tomó unos
segundos para pensar y luego agregó—: La verdad es que son todos amigos y yo
estoy solita sin hablar con nadie. Si es así ahora, no me quiero imaginar
cuando se enteren que pasé toda mi vida secuestrada.
—No te preocupes por eso, Laura; al principio por ahí les da
un poco de cosa, pero enseguida les vas a caer bien y te vas a hacer un montón
de amigos, vas a ver —la animó Tali, pero Laura siguió igual de seria. Por un
segundo tuvo la sensación de que estaba muerta en vida… y bueno, en cierto modo
lo estaba.
—No le hagas caso a Tali, vos decinos quiénes te tratan mal
por lo que te pasó que con Mateo les damos su merecido —agregó Mentiritas. A
diferencia de lo que le dijo Tali, esas palabras generaron en Laura una
sonrisa, iluminando completamente su rostro y devolviéndole la vida.
Frustrada, y un poco envidiosa, tomó a Mentiritas del brazo
sin decir una sola palabra y lo apartó con ella hasta la sala común, donde
estaban a solas y podían hablar tranquilos.
—Sé todo lo de Laura —se limitó a decirle Tali.
—¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Qué te pasa? Estás loca, me voy a
seguir comiendo —respondió Mentiritas y dio media vuelta, pero Tali volvió a
tomarlo del brazo, impidiéndole escapar.
—Sé que Laura es un fantasma.
—¡¿Qué?! ¡¿Vos cómo sabés eso?!
—¿Me estás cargando? ¡Lo repetías todo el tiempo antes de
que la liberáramos! —le respondió Tali, exhausta.
—Bueno, sí… ¡Pero nunca me creíste! ¿Por qué ahora sí?
—No te puedo decir, pero ya sé que es verdad. Y tengo dos
cosas para decirte sobre ella… dos cosas muy importantes. Pensé que las podía
hacer yo, pero la verdad es que vos sos el único en el que confía ella.
—Obvio que sí, yo soy el primer humano con el que habló
aparte de Pedro. Igual… ¿Qué cosas tenés que decirme? —preguntó Mentiritas con
curiosidad.
—La primera es que Laura tiene que sentirse incluida entre
nosotros… tiene que dejar de ser “la rara que rescatamos” para pasar a ser una
interna más.
—Eso es re fácil, ya casi es así. ¿Y la segunda?
—Y la segunda es que… ¡Y la segunda es que tengas cuidado!
Porque Laura puede ser peligrosa.
—¿Peligrosa? —Mentiritas cambió el tono de voz por uno que
lo hacía sonar ofendido— ¡Laura nunca nos haría nada malo!
—Mirá, enano; puede ser que Laura sea buena, pero no tiene
control de sus poderes. Capaz a propósito no nos hace nada, pero por accidente
sí. Es muy importante que aprenda a controlarse, vos y yo somos los únicos que
sabemos que es una nena fantasma, y vos sos el que más confianza le tiene, así
que en definitiva sos el encargado de ayudarla a aprender y controlar sus
poderes, ¿entendiste? —le dijo finalmente Tali, casi como retándolo, y volvió a
la mesa sin siquiera dejarlo responder.
No mucho tiempo después, Mentiritas y Laura fueron directo a
la sala de juegos con un solo propósito que él se encargó de explicarle en el
camino: descubrir las limitaciones de sus poderes y, sobre todo, aprender a
controlarlos. Pero lamentablemente no era tan fácil como parecía…
—Dale, Laura. Es solamente un ratito —le decía él.
—Pero tengo miedo. ¿Mirá si te hago algo malo?
—No me vas a hacer nada, aprovechemos que acá no hay nadie.
—¿Y si te dejo ciego o algo así? —Laura lo miró con
preocupación.
—No me puedo quedar ciego ni nada porque de chiquito me
pusieron una vacuna contra la pérdida de la vista —mintió desinteresadamente
él.
—¿En serio? Bueno, me quedo más tranquila. Pero igual no es
fácil, Pedro nunca me dejaba usar mis poderes, y no sé qué clase de daños te
puedo hacer.
—Dale, Laura; por favor. Hacelo por mí. Es importante; si no
aprendés a controlar tus poderes capaz te descubren y te echan del hogar, y yo
no quiero que te echen…
—Bueno, está bien… —cedió Laura después de unos segundos. —Y
bueno, ¿cómo tengo que hacer?
—No sé… ¿Cómo hacías para usar tus poderes?
—El único que siempre pude usar fue el de traspasar las
cosas, y es re fácil… solamente tengo que sentirme liviana. —Laura puso su mano
sobre el pecho de Mentiritas y lo traspasó sacando medio brazo por detrás de su
espalda. Luego lo regresó.
—Guau, ¡qué loco! Parezco hecho de gelatina… ¡A ver, hacé
otro más!
Laura cerró sus ojos y por unos segundos no se oyó nada más
que silencio; ni siquiera el sonido de las voces de los chicos en el fondo se
oía… entonces volvió a abrirlos y Mentiritas notó algo extraño en ellos: sus
pupilas estaban dilatadas, y el color se había vuelto ligeramente rojizo.
Al ver esto, Mentiritas no pudo evitar sentir algo de miedo,
así como también percibir cómo se erizaba todo su cabello. El silencio de
muerte fue entonces remplazado por un pitido tan agudo que le impidió
mantenerse de pie. Aturdido y confundido se echó al suelo y enseguida dejó de
oír ese atormentante sonido. Lo primero que vio al abrir los ojos fue a Laura
arrodillada junto a él.
—¡Perdón, Eze! ¡Perdón! ¡Te juro que fue un accidente! No sé
qué me pasó… ¡Una vez que empecé a concentrarme ya no podía detenerme! —le
rogaba Laura, con una voz un poco entrecortada. A Mentiritas le pareció que su
amiga fantasma estaba a punto de llorar.
Sorprendentemente él no estaba adolorido ni asustado, sino
emocionado: —¡Guau! ¿Cómo hiciste eso? ¡Tenés que enseñármelo, está buenísimo!
—¿No te dolió?
—Un poquito, es más aturdimiento que dolor en realidad.
¿Algún día me vas a enseñar a hacer eso?
—No sé si pueda enseñarle a alguien mis poderes, creo que
los humanos no pueden hacerlo.
—Tenés razón… bueno, no importa; cuando precise usarlo vos
me ayudás. ¡Esto se está poniendo divertido! —Mentiritas brincó—. A ver…
probemos otro más.
—¿Qué hago ahora? —preguntó Laura un poco inhibida.
—Mmm… no sé… a ver, tratá de ver si podés escuchar a la
distancia o algo así.
Laura comenzó a masajear sus orejas y de ellas salieron unas
ondas invisibles que, según pudo percibir viendo la indiferencia de Mentiritas,
solo ella podía sentirlas presentes como una mezcla de viento y humo blanco.
Las ondas se dirigieron a varias direcciones
de forma indefinida, y entonces comenzó a oír: eran una voz de hombre y
una de mujer, ésta tenía un acento extraño. Laura se dio cuenta al instante de
que eran Mencha y Álvaro.
—¿Qué quería dezirme, zeñor? ¿Pazó algo con los chicoz?
—Laura oyó entonces el ruido de alguien sentándose en una silla. Supuso que era
Álvaro.
—No, Mencha… no pasó nada; bueno, en realidad sí, pero nada
malo.
—¿Algo bueno entonzez, zeñor? Dígame.
—Bueno… me llamó Diana esta mañana y me estuvo exigiendo que
cubra alguno de los cargos que están vacantes en el hogar. —Álvaro hizo una
pausa y luego continuó—: Por ejemplo el cargo de la dirección…
—¿Y por qué me aviza ezto a mí, zeñor? —preguntó Mencha
desconcertada.
—Bueno… estuve pensándolo y quiero tenerla en ese puesto a
usted. Le ofrezco ser la directora de Rincón de Luz, Mencha.
Laura dejó de escuchar en ese preciso instante. —¡Ezequiel,
Ezequiel! ¡No sabés lo que escuché! —le dijo emocionadísima.
—¿Qué? ¿Qué escuchaste? ¡Decime!
—¡Álvaro le dijo a Mencha que quiere que ella sea la
directora del hogar!
—¡¿En serio?! ¡Uy, buenísimo! ¡Si Soledad es la directora,
este va a ser el mejor hogar del mundísimo! ¿Dónde estaban? ¡Tenemos que
felicitarla! —le preguntó interesado y ansioso.
—No sé, pero creo que estaban sentados.
—¡Ya sé dónde! Vení, seguime.
Salieron disparados en dirección al comedor, pero no se
dirigieron hacia allí, sino que se detuvieron frente a una puerta disimulada
que se encontraba entre éste cuarto y la escalera.
—¿Y esto? —preguntó Laura, y luego agregó—: Esta puerta está
clausurada, ¿por qué paramos acá?.
—Escuché a Álvaro diciendo algo en voz baja sobre una
oficina que tenía que inaugurar, éste debe ser el lugar del que hablaba, vamos.
—Mentiritas tomó el picaporte y abrió la puerta. Por dentro había un cuarto de
diseño similar a la sala común, pero con dimensiones que no llegaban ni a un
tercio de ésta. Lo único que había en él era un escritorio, unas pinturas
colgadas, y dos sillas. Álvaro y Mencha estaban sentados en cada una de ellas
hablando, y se detuvieron al ver que alguien los estaba observando.
—¡¿Qué hacen ustedes acá?! ¡Este lugar no es para chicos, es
para grandes solamente! ¿Cómo se… —comenzó a decir Álvaro al verlos, pero
Mentiritas lo interrumpió—: ¡Ya sabemos todo, Mencha! ¡Estamos re felices de
que seas la nueva directora! —le dijo, y corrió junto con Laura a abrazarla. No
fue hasta entonces que Álvaro supo que por fin estaba tomando una decisión
correcta.
Desafortunadamente, para Soledad no era lo mismo. Que la
hayan decidido nombrar directora era un honor, sí. También se suponía que era
beneficioso, sí; tener un cargo tan alto definitivamente iba a servirle para
lograr el objetivo que se propuso cuando decidió abandonar su cómoda y modesta
vida en el granero de La Boca, pero algo dentro suyo se hacía cada vez más y
más grande, y le decía que debía dejar de mentir y enfrentar las cosas de otra
manera: era el remordimiento del culpable.
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¿Qué es "Buscá la luz"?
"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.
En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.
Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.
Escrito por Fundador
simplemente magnifico!
ResponderEliminarcon Sole de directora y Malena intentando disimular :)