Capítulo 10: Rebeldes





Las siguientes semanas fueron duras para todos. Los chicos tenían que sobrevivir las torturas de María Julia y el ser tratados como esclavos, Álvaro tenía que lidiar con los constantes llamados de Diana amenazándolo con retirar los fondos del hogar si no conseguía celadora, y Tali estaba encerrada en el pozo de los tormentos, únicamente sobreviviendo con el pan y agua que las brujas le hacían llegar tres veces al día.
La única que estaba en su mejor momento era María Julia:
desde que se había convertido en directora del hogar, su vida había dado un giro de 180º. Se la veía más joven –aunque igual de fea–y menos arrugada –aunque seguía pareciendo una bruja–; esto se debía a que sentía que por fin iba a poder vengarse de Juan Ignacio: su objetivo principal ahora era lucirse en la dirección para que su mamá la ponga a cargo de la empresa familiar, y así poder despedir a su exmarido, dejándolo en la calle y, oportunamente, sin un centavo. Entonces María Julia, generosamente, se ofrecería a brindarle un puesto de limpiador y asistente, el mismo trabajo que ella había tenido antes de ser directora, y finalmente se haría justicia. Pero todavía faltaba mucho para ese momento, ahora tenía que concentrarse en dominar completamente a los chicos para enderezarlos y destacar en su labor.
Por supuesto que nada era tan fácil como parecía, los chicos estaban cada vez más cansados de ella y, aunque Lucas insistía en que aguantaran, su paciencia comenzaba agotarse. Llegó entonces el día en el que decidió ponerle punto final a la situación y enseñarle a María Julia que a ellos nadie iba a dominarlos, y mucho menos una bruja fracasada como ella. Reunió a todos los chicos en su cuarto, aprovechando un momento de distracción de la directora, y les comunicó los detalles de su plan: la idea era unirse entre todos, tomar una decisión unánime, y amenazar a Álvaro con irse: después de todo, un hogar sin huérfanos no es un hogar, y ellos no podían ser remplazados por cualquiera, ya que eran los únicos que conocían los verdaderos motivos que Álvaro escondía al mantener Rincón de Luz.
Lamentablemente para Lucas, quien creyó que los chicos iban a sumarse a su propuesta, algunos de ellos no estaban tan seguros y dudaban.
—No sé, Lucas. ¿No es muy arriesgado? ¿Mirá si Álvaro deja que nos vayamos? —cuestionó Carola.
—Yo no quiero vivir en la calle —admitió Laura.
—María Julia es insoportable, pero por lo menos acá tenemos techo y comida. En la calle se vive peor —señaló Mentiritas.
—No vamos a irnos, chicos. ¿Ustedes se piensan que Álvaro no va a ceder? —intentó hacerles entender Lucas.
—Sí, chicos; Lucas tiene razón. ¿Ya se olvidaron por qué Álvaro fundó el hogar? Ese cogotudo sin su cheque mensual no puede vivir —lo apoyó Julián.
—Nos va a terminar pidiendo que nos quedemos de rodillas —agregó Malena.
—No sé, yo por las dudas no me quiero arriesgar. —dijo Carola, y luego agregó—: ¿Vos qué pensás, Tali?
—Yo… —comenzó a decir, pero no supo qué responder. El resto de los chicos se quedaron mirándola, impacientes; finalmente comprendió que si quería interpretar bien su rol, tenía que dar una respuesta firme, e hizo lo que le pareció menos radical. —Yo me quedo —dijo con su voz robótica.
—Bueno, está bien, como quieran. ¿No se animan? Cosa de ustedes. Vamos a ir todos menos Carola, Mentiritas, Laura, y Tali. ¿Está bien, chicos? —les dijo Lucas a sus amigos.
—O sea que solamente vamos los tres varones y Malena —resumió Mateo.
—¡Yo también soy varón! —se quejó Mentiritas.
—Perdón, pero yo no quiero volver a la calle —se disculpó Carola.
—No tenés por qué disculparte, si sos una cobarde traidora no hay nada que hacer. Vamos, chicos. —dijo Lucas.
—Yo también me quedo —dijo finalmente Julián.
—¿Vos? ¡Pero sos mi mejor amigo!
—¡Y mío! —agregó Mateo.
—No puedo dejar a mi novia sola, perdón —murmuró Julián por lo bajo, y se sentó junto a Carola, abrazándola.
—Vamos, chicos. Dejemos que ellos se pudran con María Julia, tengo otro plan —resolvió Lucas, y salió junto con Mateo y Malena, dejando al resto a solas. Eran mayoría, pero sin Lucas se sentían solo acompañados por la soledad.
Lucas, Mateo, y Malena fueron a un rincón del pasillo, donde Lucas les explicó su plan B: en lugar de amenazar con irse, ya que no eran todos los chicos los que habían decidido rebelarse, lo que harían sería amenazar a Álvaro con hablar directamente al teléfono de su abuela y contarle toda la verdad. Así, aunque tuviera huérfanos, el hogar no le serviría de nada a Álvaro, y este se vería obligado a tener un trabajo real o echar a María Julia.
Álvaro estaba a punto de salir cuando los tres lo interceptaron en la puerta de entrada.
—Tenemos que hablar con vos, Álvaro —le dijo Lucas. Álvaro se detuvo y volteó a verlos, expectante e impaciente, sin decir una palabra. Todavía tenía la mano apoyada en el picaporte.
—¿No vas a decir nada?
—Hablen, los escucho. Y que sea rápido.
—Bueno… con Lucas y Mateo estuvimos pensando… —titubeó Malena—, creemos que te estás pasando de la raya.
—Sí… es mala… y nos da de comer cosas re feas —agregó Mateo.
—¿Listo? ¿Eso era todo? —preguntó Álvaro con desinterés e hizo ademán de salir por la puerta.
—¡No! ¡No era todo! ¡Estamos cansados! —dijo Lucas—. ¡Nos trata como si fuéramos sus sirvientes! ¡Nos hace barrer, ordenar, lustrar, limpiar…! ¡Estamos podridos! ¡Ya no damos más!
—Ok, ¿nada más? Nos vemos —saludó Álvaro y abrió la puerta. No pudo dar ni un paso que Lucas estalló. —¡O hacés que se vaya María Julia o hablamos con tu abuela y le contamos toda la verdad!
Álvaro retrocedió, cerró la puerta, y soltó el picaporte, mirando fijo a Lucas y acercándose. —¿Qué dijiste? —le preguntó.
—Lo que escuchaste —contestó firmemente Lucas, desafiándolo con la mirada. Malena miraba a Álvaro con la misma intención mientras Mateo, por su parte, se aferraba a Lucas.
—No se crean capos, chicos; les aseguro que no lo son. ¿Ustedes de verdad piensan que no había considerado que iban a amenazarme con algo así? ¿Tanto me subestimaron?
—Vos nos subestimaste a nosotros. O se va María Julia o se te acaba el jueguito de los nenes huérfanos —le dijo Malena.
—¡Eso! —la apoyó Mateo.
—Mirá, Coco, yo en tu lugar no diría una sola palabra. —le dijo, y luego se dirigió a los tres—: ¿Ustedes no saben que puedo arruinarles la vida si me hacen eso?
—¿Arruinarnos la vida? ¿Te pensás que dejarnos en la calle es arruinarnos la vida? —se burló Lucas—. ¡Vivimos casi toda nuestra vida ahí! ¿Te pensás que no estamos acostumbrados? ¿Creías que teníamos planeado vivir acá hasta ser grandes?
—Este hogar fue una farsa desde el principio, sabíamos que podías cobrar tu herencia en cualquier momento y entonces íbamos a tener que volver a nuestras vidas comunes como antes. Ya estamos preparados —declaró Malena.
—Justamente por eso. Sé que en la calle se escapaban de la policía para no terminar en orfanatos. —dijo Álvaro, y continuó—: Y no, no hablo de Rincón de Luz; acá es muy fácil todo para ustedes, son unos consentidos, yo les di todo lo que necesitaban y mucho más; pero en los otros orfanatos la vida no es todo color de rosas como yo se las pinto, y eso ustedes lo saben muy bien, por eso no querían ver un policía ni a veinte metros.
Lucas, al igual que Mateo y Malena, se quedó petrificado: ninguno había pensado en eso.
—En esos orfanatos se pasa frío, hambre, miedo… —intentó asustarlos Álvaro.
—¿M-miedo? —tartamudeó Mateo por detrás de Lucas, sin soltarse de él.
—Sí, Mateo. Miedo, mucho miedo. Y allá no va a estar tu amiguito Lucas para cuidarte, porque me encargaría personalmente de mandarlos a un orfanato diferente del país a cada uno.
—No serías capaz —lo desafió Lucas. —Hacé que se vaya María Julia o hablamos con tu abuela, ¿me escuchaste?
—¿Querés probar si soy capaz, Luquitas? —Álvaro sacó el celular de su bolsillo, marcó un número, y habló—: Hola, ¿minoridad? Sí, quería averiguar para trasladar a unos chiquitos sin padres a distintos orfanatos del país, quería saber en cuáles hay cupos, ya que mi actual hogar, Rincón de Luz, lamentablemente va a cerrarse.
Los chicos se desesperaron. —¡Lucas, hacé algo! —le ordenó Mateo, totalmente asustado. En medio de la tensión y el pánico, Lucas no tuvo más opción que ceder.
—¡Está bien, pará! ¡No decimos nada, pero no nos separes! —le pidió a Álvaro.
—¿Estás seguro? ¿Están seguros? ¿Van a empezar a comportarse como internos ideales y van a hacer todo lo que les pida María Julia sin quejarse?
—¡Sí, sí! ¡Hacemos todo! ¡Limpiamos, barremos… lo que quieras! ¡Pero cortá ese teléfono ya! —gritó Malena.
—Disculpe, no fue mi intención molestarlo, señor; resulta que hubo un cambio de planes, mi hogar no se cierra… sí, sí, cualquier cosa lo llamo. Que tenga un buen día.
Sin mediar otra palabra y sin hacer contacto visual, salió por la puerta y la cerró con total serenidad, siguiendo con su vida, como si nada acabara de pasar.
Parados ahí, humillados, y en su peor momento, Lucas se dio cuenta que deshacerse de María Julia iba a ser más difícil de lo que pensaba, y eso teniendo en cuenta que la mayor de las torturas todavía no había comenzado. Lucas todavía no sabía que uno de los peores momentos de su vida se acercaba, y definitivamente no estaba listo para vivirlo: una de las personas más cercanas a él la iba a pasar muy mal; iba a tener que ser muy fuerte para poder sobrevivir.
La bronca y la impotencia se apoderaron de Malena. Roja y llena de ira salió al jardín delantero y se sentó en el césped a llorar. Era un cálido y soleado día de fines de otoño y el clima parecía burlarse de ella: mientras peor la pasaba, mejor se ponía. Parecía una broma de mal gusto.
Mateo, triste y asustado, subió al cuarto a contarle lo sucedido al resto de los chicos; pero Lucas no lo acompañó: no pudo evitar sentirse mal por Malena; él también estaba enojado, pero Malena parecía tener una dificultad mucho mayor para manejar su ira. Se acercó y se sentó junto a ella.
—Andate, Lucas. Quiero estar sola —le pidió entre lágrimas. Él no le hizo caso y la abrazó.
—No te pongas así, de alguna forma vamos a salir de esta…
—No, Lucas. Ya está, perdimos. Estamos condenados. ¿Qué hicimos nosotros? ¿Por qué todo nos tiene que salir tan mal?
—No todo nos salió tan mal, por lo menos tenemos un techo y comida… aunque sea asquerosa. Otros chicos están peor que nosotros.
—No me importan los otros chicos. Estoy harta, odio esto. Ni nuestros papás nos quisieron, por eso nos abandonaron. ¿Qué nos hace pensar que alguien en el mundo va a querernos? Estamos destinados a la miseria. Es así —insistió ella, sin poder parar de llorar.
—No digas eso. Yo sí te quiero.
Malena lo miró, un poco sorprendida. —¿Qué?
—Que yo sí te quiero… igual que quiero a todos los chicos del hogar. Tenemos que apoyarnos entre nosotros, es lo que Soledad querría, ¿no te parece? Ella nos diría que estemos unidos y que aguantemos, que algo mejor está por venir.
—Pero…
—Pero nada —la interrumpió—. ¿No te acordás del mensaje que recibimos en el verano? “Buscá la luz”; no sé vos, pero yo no creo que el que nos escribió eso se haya referido a las luces de los túneles, yo creo que iba más allá… nosotros tuvimos una vida difícil, no nacimos con estrella; nos toca la parte más fea: tener que luchar y buscar una estrella, buscar la luz, y demostrarle a la vida que no nos vamos a dejar vencer.
—Pero no es fácil…
—No, pero tampoco es imposible. El resto de los chicos y yo vamos a estar siempre para ayudarte, y para ayudarnos. Juntos vamos a poder, Male, te lo prometo —le dijo mientras le secaba las lágrimas. Malena ya casi no lloraba.
—Gracias, Lucas. Sos un gran amigo. —Entonces, emocionada, con una mezcla de tristeza y felicidad, lo abrazó. Finalmente el día comenzaba a tener un poco de luz para ella, pero así de rápido como vino, se fue: alguien los separó violentamente.
—¡¿Qué hacés abrazando a este, turra?! —le gritó Sebastián.
—¡¿Qué te pasa, tarado?! ¡No le hables así! ¡¿Me escuchaste?! —la defendió Lucas, poniéndose de pie y empujándolo.
—Pará, Sebastián; ¿Quién te pensás que sos para decirme qué hacer y qué no hacer? —le dijo Malena.
—¿Sabés qué? Para mí estás muerta, Malena. Me tenés cansado, yo fui muy bueno con vos y nunca me valoraste… pero ya vas a ver.
—¿Qué querés decir con eso?
—Que me voy a vengar. Me voy a encargar de todos sepan quién sos verdaderamente, andá despidiéndote de Coco.
—¡¿Pero qué te pasa, tarado?! ¡Le llegás a decir algo a alguien y yo te bajo todos los dientes de una piña! —lo amenazó Lucas muy violentamente.
—¡Sebastián, por favor no hagas eso! ¡Por favor! ¡Hago lo que quieras! —le suplicó Malena.
—Ahora jodete, me cansé. Te doy un día para que te arregles vos solita, sino mañana mismo vengo y chau Coco. ¿Entendiste? —le dijo, y regresó a su casa con pasos grandes y firmes.
Y si por algún momento creía haber estado más o menos bien, su mundo volvía a desmoronarse y se empeoraba todavía más: ahora no solo tenía que sobrevivir a la tortura de María Julia, sino que ella iba a enterarse que Malena era la sobrina de su mejor amiga. Trinidad iba a hacerla vivir con ella de nuevo, y su vida iba a ser diez veces peor.
Pero no… ella no iba a permitir que eso pase. No iba a volver a la más miserable vida que había tenido jamás. Se acabó la Malena sumisa: era tiempo de defenderse.

2 comentarios:

  1. magnifico!!
    estoy ansiosa x saber que hara Malena!!

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  2. Es un poco raro que Sebastián diga "Jodete" ya que se supone que tienen 13 años, pero me ENCANTA tu novela!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Chauu!!!!!!!
    =D

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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