Capítulo 30: El caleidoscopio y la ventanita (Final)


—¡Auxilio! ¿Alguien me escucha? ¡Me encerraron, ábranme!
Soledad gritaba hacia la puerta del altillo, pero todavía nadie la escuchaba ni emitía respuesta alguna. Había estado así cerca de una hora y comenzaba a dolerle la garganta de tanto forzar la voz. La angustia comenzaba a invadirla y cada vez le era más difícil mantener viva la esperanza. Aunque le costaba reconocerlo, sabía perfectamente quién estaba detrás de todo esto y cuáles eran sus intenciones. Lo que más le preocupaba era que, mientras ella estaba a salvo encerrada, el resto de los chicos y Álvaro corrían peligro. Era tanta su preocupación que no pudo evitar llorar.
—¡Por favor, que alguien me saque de acá! ¡Chicos! ¡Álvaro! ¡Pía!

Se desplomó sobre el suelo rendida, llevándose las manos a la cara para secarse las lágrimas que no paraban de salir. Descubrió que debajo de uno de los almohadones se escondía el objeto por el cual había subido originalmente al altillo: el caleidoscopio. Tantas veces le había proporcionado una sensación de esperanza, y ahora era el culpable de su encierro. Pero no podía enojarse con él. Lo tomó y, apuntando hacia la pequeña ventanita hecha a partir de un vitral, miró a través de él.
Al principio solo vio la luz que reflejaba el sol, pero rápidamente aparecieron muchos colores flotando que se fusionaron y empezaron a tomar la forma de personas y objetos. Veía algo borroso por las lágrimas, pero la paz que sintió al ver esas imágenes le permitieron librar sus ojos de todo tipo de humedad.
—María Julia… —susurró Soledad.
El caleidoscopio le mostraba a María Julia junto con el Dr. Caride. Ambos estaban teniendo una conversación que evidentemente era muy graciosa porque no paraban de reírse. Caminaban abrazados por la calle y se los veía muy felices y enamorados. Aparentemente, el caleidoscopio le estaba mostrando imágenes del presente.
Sin darse cuenta, Soledad ya había parado de llorar y hasta comenzaba a sonreír, sabiendo que al menos dos de sus amigos estaban totalmente a salvo.


—Vos tenés unas ganas terribles de que te den cadena perpetua, ¿sabías?
Álvaro se puso de pie ante Betina en la sala principal y la enfrentó, esforzándose por no mostrar el más mínimo síntoma de debilidad.
—Te quedan treinta minutos. Mientras más tiempo gastás amenazándome, más cerca está la muerte de Soledad.
Los chicos observaban a cierta distancia, detrás de Álvaro, quien les había ordenado que vayan a sus cuartos para ponerse a salvo, pero ellos se negaron.
—¡Llegás a hacerle algo a Soledad y yo a vos te mato! —gritó él, pero reprimió las ganas de hacer algo más, ya que sabía que Betina tenía una navaja y podía lastimar a cualquiera de los chicos o a él. —Está bien… —dijo entonces—. Te voy a hacer caso. Voy a traer a Laura.
Álvaro volteó y se alejó unos pasos lentamente en dirección a Laura.
—¡Laura, vení! ¡Te vas con Betina! —exclamó.
—¡¿Te volviste loco?! ¡Laura no se va a ningún lado! —gritó Mentiritas, avanzando hacia él, pero luego vio cómo Álvaro le guiñaba un ojo y revisaba su bolsillo.
—¿Buscabas esto? —Betina sacó de su cartera el teléfono móvil de Álvaro. —Me sorprende que me subestimes. Obviamente tomé precauciones. Muchas más de las que creés. Cualquier idea que puedas estar teniendo ahora: ahorrate el esfuerzo, ya pensé en eso y lo solucioné. Tu única salida es que Laura venga conmigo. Y apurate, el reloj corre.
Entonces un grupo de hombres armados tiró abajo la puerta del hogar de un solo golpe y apuntó con sus armas a Betina.
—¡Policía! ¡No se mueva! Ponga las manos en alto y venga con nosotros. ¡Queda detenida!
—¡No! ¡¿Cómo?! ¡¡¡Si me aseguré de que no haya ningún tipo de comunicación!!! —Betina se paralizó, sin saber hacia qué dirección huir, mientras uno de los oficiales se acercaba a ella y la esposaba.
—Te olvidaste de sacarme el teléfono a mí, hermanita. —Pía dio un paso al frente con su teléfono en mano. —Llamé a la policía apenas me enteré de que estabas acá. Yo ya no formo más parte de tus planes, no quiero secuestrar gente ni robar, quiero ser una buena persona acá, en Rincón de Luz.
Todos festejaron y acompañaron a los oficiales hacia la calle para ver cómo llevaban presa a Betina. Justo cuando ella estaba frente al auto de policía, Álvaro dijo desde el pavimento—: Ahora decí dónde pusiste a Soledad y preparate para pudrirte en la cárcel el resto de tu vida.
—Soledad… Soledad está en el altillo. No es la gran cosa. No me dio tiempo a preparar un escondite mejor.
—Entre —le ordenó uno de los policías, sugetándola por detrás y listo para forzarla a entrar al automóvil.
—Por favor, oficial. Déjeme ver el hogar por última vez —pidió ella, con la voz más inocente que pudo fingir.
—¿De qué hablás? ¡Si a vos nunca te importó el hogar! —intervino Álvaro— ¡Nunca te importaron los chicos! ¡Nunca te importó nada que no sea secuestrar gente y robar!
—Es cierto —respondió ella, muy serena—, por eso mismo quiero quedarme a ver cómo este lugar se destruye para siempre.
—¿Qué decís? El hogar no se va a destruir —la desafió Lucas.
—Ah, ¿no? ¿Y entonces qué es ese humo?
Todos voltearon y, efectivamente, una parte del hogar estaba prendiéndose fuego, generando una nube de humo negrísima que cada vez se hacía más grande.
—Si yo no puedo tener a Laura, ustedes no pueden tener su casa. En pocos minutos Rincón de Luz será solo un recuerdo, y lo mismo para Soledad —explicó Betina, y rió más fuerte que nunca.
—¡No! ¡¡¡Soledad!!! —gritó Álvaro, y corrió puertas adentro. La policía actuó rápido como para detener al resto de los chicos, pero no hubo caso con Álvaro: ya estaba a mucha distancia y era peligroso acercarse.


Soledad seguía mirando por el caleidoscopio. Este ahora le estaba mostrando a Clarita, Nadia y Paco en el bosque. Nadia y Paco regaban un árbol de gran tamaño mientras Clarita bailaba alrededor de ellos. Luego le mostró a Tobías y a Javier, cada uno a salvo en sus respectivos hogares, ambos felices.
Soledad sonrió todavía más, pero de repente el caleidoscopio se puso en negro, como si fuese un televisor que acababa de apagarse tras un corte de energía eléctrica.
—No… no… no puede ser.


Álvaro nunca había visto algo tan negro en su vida. Rincón de Luz, el hogar de Arboleda 301 que siempre había sido tan colorido y alegre, ahora se veía invadido por una inmensa oscuridad provocada por el humo. Era tan poco lo que se veía que le costaba distinguir cuál de todas las puertas del pasillo pertenecía al cuarto de Soledad. Entró al cuarto de los chicos y vio cómo varias de sus camas ya habían sido reducidas a cenizas. En el de las chicas, su gran espejo se había roto en mil pedazos. Al cuarto que supuso que era el suyo ni siquiera pudo ingresar porque una enorme llama bloqueaba la puerta.
—Soledad… Soledad… —intentaba gritar, pero la tos provocada por el humo le impedía aumentar el volumen de su voz.


En el altillo, Soledad sacudía el caleidoscopio esperando que algo cambie y continúe mostrándole cosas y llenándola de paz y esperanza, pero seguía viéndose totalmente negro.
—No, caleidoscopio, por favor. Necesito saber cómo están los demás chicos. Cómo está Álvaro.
Entonces se dio cuenta de que había una bocanada enorme de humo ingresando por la puerta que permanecía cerrada. Hizo caso omiso.
—Por favor, no me importa lo que me pase a mí, no me importa todo este humo, pero necesito saber que los chicos están bien.
El humo era tanto que comenzó a toser. Le costaba mucho respirar y sentía que cada vez le dolía más la cabeza, aunque no sabía si era por el humo o por tanto llorar. Su cara estaba llena de lágrimas.
—Por favor… Álvaro… los chicos… —susurró mientras tosía, y acto seguido perdió el conocimiento y cayó al suelo, dejando ir el caleidoscopio.


Afuera, los chicos no podían parar de llorar. No sabían qué hacer. No solo habían perdido su hogar, sino también estaban perdiendo a su familia: tanto Álvaro como Soledad estaban adentro, entre las llamas, y quién sabe qué les podría estar pasando.
—Por favor, no deje que Rincón de Luz desaparezca. Somos huérfanos, Álvaro y Soledad son como nuestros padres, alguien tiene que entrar a rescatarlos —suplicó Laura a uno de los policías, ahogándose en el llanto.
—Nosotros no estamos capacitados para lidiar con incendios. Ya nos comunicamos con los bomberos, más que eso no podemos hacer.
—¡Por favor! Son todo lo que tenemos —insistió Malena.


Sin saber muy bien si estaba soñando o no, en medio de su pérdida del conocimiento Soledad vio a Álvaro. Estaba inclinado sobre ella en el altillo, sin ningún problema con el humo. Era como si no le afectara en lo más mínimo.
—Sole, arriba, tenés que salir de acá.
—No puedo… el humo… es mucho… no puedo respirar… —respondió ella.
—Dale, vos podés. Los chicos te necesitan. Yo te necesito. Vos me enseñaste que nunca hay que rendirse y hay que luchar, ¿no? Bueno, ahora luchá. No nos abandones. Luchá y vení con nosotros. No nos dejes, por favor… te amamos.
Entonces Soledad abrió los ojos, recuperando el conocimiento, aunque lo que podía ver no era muy distinto a tener los ojos cerrados: el altillo, antes lleno de la luz solar, se veía ahora invadido por la negrura del humo. Apenas llegaba a distinguir un poco de la luz que se filtraba a través de la ventanita, aunque más que “luz” era un tono gris un poquito menos oscuro que el resto del negro.
“El caleidoscopio” pensó. Con su mano lo buscó entre los almohadones hasta que lo encontró donde lo había dejado antes de perder el conocimiento. Buscando nuevamente la luz entre tanta oscuridad provocada por el humo, utilizó todas las pocas fuerzas que le quedaban para golpear la ventanita con el caleidoscopio. Tuvo éxito en su intento y, afortunadamente, logró destruirla y respirar un poco del oxígeno que ingresaba por ahí, permitiéndole mantenerse despierta y, sobre todo, llena de esperanza.
Un minuto después, alguien destrabó la puerta e ingresó al altillo. Eran dos hombres. Uno era un bombero, y el otro la abrazó: su esposo, Álvaro.


Todos los chicos lloraron de felicidad cuando vieron que un bombero escoltaba a Soledad y a Álvaro de regreso a la calle, ya a salvo del fuego, y aparentemente sin ninguna quemadura visible. Corrieron a abrazarlos, pero Betina los interrumpió desde el patrullero.
—¡Sí! ¡Desapareció! —gritó. El hogar ya estaba totalmente envuelto en llamas, y poco podía distinguirse de él. Estaba casi completamente destruido. —¡Rincón de luz ya no existe!
Todos voltearon a comprobar lo que decía, a excepción de Soledad, quien dio un paso hacia ella con firmeza. —Estás equivocada, Betina. Mientras estemos todos juntos nada va a poder destruirnos. Ni siquiera todo el fuego del mundo. —Tomó de la mano a Álvaro y a Lucas. El resto de los chicos hizo lo mismo. Con todos tomados de la mano, Soledad continuó hablando ante la mirada despectiva de Betina—: Mientras haya un solo chico o chica en el mundo con un sueño por cumplir, mientras el amor exista y la luz de nuestros corazones siga brillando, Rincón de Luz va a existir.
—No sería la primera vez que nos quedamos sin la casa de Arboleda 301, pero ni eso nos puede separar, y estemos donde estemos siempre vamos a recuperar a Rincón de Luz —añadió Lucas.
—Pero… ¿cómo? Lucas, ¿cómo te acordás de eso? —preguntó Álvaro, sorprendido.
—No sé… fuimos a otra ciudad, ¿no? Con Clarita, Paco, Nadia… y también conocimos a Iñaki.
—¡Estás recuperando tus recuerdos! —exclamó Malena, no pudiendo evitar sentirse aliviada.
—Creo que sí. Ver la casa en llamas y a todos nosotros acá reunidos… —dijo Lucas—. No sé, me puso en un estado de desesperación muy grande y me ayudó a recordar. Creo que ya me acuerdo de muchas cosas más. ¡La noche que tuvimos que irnos de acá era Navidad! ¡Victoria, la abuela de Álvaro, nos estaba persiguiendo! ¿Es así?
—¡¡¡Sí!!! —exclamaron todos, y lo abrazaron.
Lucas se acercó al patrullero y se puso cara a cara con Betina. —Muchas gracias por ayudarme a recuperar la memoria. Que la pases lindo en la cárcel —dijo con una sonrisa, y acto seguido el móvil policial aceleró llevándose a Betina. Nunca más volvieron a verla.

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"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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